5. 𝑪𝒂𝒄𝒄𝒊𝒂𝒕𝒐𝒓𝒓𝒆
Saqué mis manos del agua quedando a horcajadas de Salvador y el se apoyó en sus codos encima de las piedrecillas mojadas.
—Al final no he sido yo quién a caído.
—Ha sido tu culpa. —rechisté.
—¿Por?
—Tu has empezado. —me iba a levantar para evitar mojarnos más pero noté que sus manos agarraban mis muñecas.
—Al final parece que si sirves de peluquera. —sacudió su cabeza con el moño aún en pie y unas gotas salieron disparadas a mi cara. Echo su cabeza hacia atrás y en ese preciso momento una pequeña ola llegó de frente haciendo que se mojará por completo.
Tosió un poco y volví a apoyarse en sus codos para mirarme cara a cara y no pude evitar reírme al ver todos sus pelos castaños por toda su cara.
Se echó los cabellos hacía atrás y yo me acerqué para quitarle la goma del pelo antes de que se perdiera en el mar y peiné su cabello mojado hacia atrás desde las raíces hasta las puntas.
Cuando termine sus manos volvieron a mis muñecas e intente darle su goma pero el sacó los dientes para que se la pusiera en la boca y es hice, cualquiera que nos viera diría que somos una pareja pasando el rato.
Mis piernas, falda, puntas y brazos estaban mojados mientras que Salvador lo estaba al completo.
Una vez en pie me miró a los ojos como buscando algo y me agarró de los hombros.
—Vamos a terminar con un resfriado veraniego como no nos sequemos. —dijo moviendo sus ondas con la mano libre para secarlas.
Cogimos nuestras cosas de la arena y entramos al baño del bar donde cenamos para secarnos.
—Lo siento, tu camisa se mojó. —dije mientras deshacía el nudo en mi cintura para dársela.
—No te preocupes. —soltó la camisa blanca para agarrar de nuevo mi brazo. —Lo siento, tendría que haber sido mas cuidadoso. —y limpió el tatuaje con agua tibia del grifo, no pude evitar hacer una mueca cuando sus dedos lo tocaron. —¿Te duele?
—Solo arde un poco. —saque la crema de mi bolso y la recibió.
Después de eso nos secamos con papel de baño el agua salada y se puso su camisa húmeda.
—Perdona, al final no he traído el coche. —dijo avergonzado al salir del bar ya con los zapatos puestos.
—No te preocupes, tu casa no está cerca de aquí, ¿verdad?
—Esta pasando el estudio, ¿compartimos taxi? —pregunto con el móvil ya en mano.
Asentí y fuimos a esperar el taxi a la salida del puerto, ya eran pasadas las 00:00 y la brisa se sentía más fría en mis hombros descubiertos haciendo que me cubriera con mis propias manos.
—La noche es fresca ¿eh?
—Algo así. —afirmé y con un brazo me rodeó los hombros y pegándome a él, en un segundo todo el frío había desaparecido y mis mejillas se encendieron.
Nos subimos al taxi y yo fuí la primera en bajarme, lo deje pagado para él y me despedí con dos besos.
—Espero que repitamos esto. —dijo sonriendo.
—Yo también lo espero, hasta luego. —y con eso salí del coche.
Entre a la calle del vecindario y rápidamente me acerque a la casa de Fátima, miré en su ventana pero no estaba, bueno ya tendría tiempo de contárselo más calmadamente mañana.
Al entrar en casa, rezé para que no hubiera nadie despierto, todo iba bien hasta que escuche una voz proveniente del salón y me asegure de que mi ropa estuviera seca.
—¿Qué pasa? —pregunte con la voz más suave que pude sacar entrando a la sala. Dentro estaban mi madre y Joaquín.
—Siéntate, ¿de dónde vienes? —cuestionó la mujer morena, me senté en el sofá delante de ellos mientras inventaba una excusa lo más rápido que pude.
—De casa de una amiga, me invitaron a cenar.
—¿Que amiga?
—Jimena. —no tenía ninguna amiga llamada así.
—¿Y no podrías habernos avisado?
—Iba, pero estábais demasiado ocupados hablando de mi a mis espaldas.
—Es por estás cosas que hablamos de ti "a tus espaldas". —por fin dijo algo el hombre al lado me mi madre.
—¿Qué cosas? —me puse a la defensiva.
—Empezando por algo, el tatuaje sin permiso.
—¿Que permiso?, soy mayor de edad. —noté como mi madre quiso responder pero su novio la calló.
—Eres mayor de edad, si, dese hace dos semanas, además sigues viviendo bajo nuestro techo.
—¿Debería pedirle permiso para algo a un hombre que nisiquiera es mi padre? Es mi cuerpo. —dije alzando la voz para levantarme e irme.
—¿Porque siempre haces lo mismo? —preguntó la mujer que se había mantenido callada.
—¿Que es lo que hago?
—Escapar de las conversaciones que no quieres tener, cuando te he intentado hablar de tu problema con el alcohol o tu padre siempre has echo lo mismo, irte. —me quedé en silencio unos segundos y me volví a sentar.
—Yo no tengo ningún problema con el alcohol.
—¿No?, ¿porque tenías tantas botellas vacías escondidas? ¿porque tomas cada vez que compramos y cambias lo que has tomado por agua con vodka? ¿porque siempre que vueles de algún sitio hueles a alcohol? —volvió a intervenir el hombre.
—Por que me gusta el alcohol, pero me controlo además ya tengo 18 años.
—No eres un buen ejemplo para tu hermano. —eso me jodió muchísimo.
—¿Porque tienes que meter a Ángel en esto?
—Por que sabes que es verdad... —dijo mamá. —Cariño, acepta que tienes problemas impulsivos y deja que te llevemos a un psicólogo.
—Yo no necesito eso. —dije firme y volviendo a levantarme.
—Entonces yo no quiero a ninguna alcohólica en mi casa. —respondió el padre de mi hermano.
La sangre me hervía por todas las venas, quería darme la vuelta y gritar, golpearle hasta que no se pudiera levantar del suelo, quería insultarla pero seguí mi camino al pasillo y para calmarme me clave las uñas en el otro brazo.
Esa noche me clavé en la piel de la muñeca varias veces el cortauñas para poder calmar mi ira, paré una vez que empezé a sangrar. Tenía problemas pero no les iba a dar el privilegio de aceptarlo.
Antes de dormir mire los mensajes y el primero con el que me topé fué con uno de Salvador que me preguntaba hace menos de media hora si había llegado a casa y le respondí con un: "si, buenas noches"
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