▪️Capítulo I
Cuando tienes una familia realmente religiosa, te encuentras en un gran problema; mis padres siempre han sido fuertes creyentes, por lo que desde temprana edad me obligaban a ir a la iglesia. Pero conforme crecí y comencé a tomar mis propias decisiones, descubrí algo : yo no creía en nada, era atea, en pocas palabras.
Me rehusaba a creer en alguien que había cometido muchos daños a los humanos, incluso mandar a su hijo... En cuyo caso de creer algo, estaba a favor de los demonios, quienes sólo castigaban a los pecadores...
Pero decidí no creer nada, me rehusaba a asistir a misa, orar u alguna otra acción que fuera referente a la religión. Mis padres no tardaron en darse cuenta de mis nuevas creencias, por lo que todo se fue a la mierda ; trataron de volver a inculcarme su fe, pero no funcionó, seguía reacia a creer. Finalmente, y como última opción, me enviaron a un convento, sería una... Especie de vacaciones religiosas, según me explicaron.
Obviamente sabía que era una mentira, ya que no me iría de ahí hasta que mi fe estuviera de vuelta; en pocas palabras, estaría ahí el resto de mi vida. Nada ni nadie me haría cambiar de opinión.
—Aquí estamos, hija — mi padre me ayudó con las maletas. Las había bajado del maletero mientras me daba esa "bienvenida". Mi madre se bajó del auto y lo primero que hizo fue persignarse pues estábamos frente a la iglesia.
—Dijeron que aquí vive un padre muy bueno — mi madre se acercó a mí y colocó su mano con delicadeza en mi hombro —. Estoy segura que te ayudará a recobrar tu fe, hija...
—Madre, ya hablamos de eso. Yo no quiero..
—Aquí viene — mi padre interrumpió mi oración, anunciando la llegada del padre.
Un hombre de al menos 30 años, cabello largo y oscuro, con un poco de barba y el típico traje que usan los sacerdotes apareció. Él se puso frente a nosotros, sin ninguna expresión en particular; primero me analizó con la mirada, estaba juzgandome por la ropa que usaba en ese momento: un mini short y una blusa de manga corta. Para mi era algo casual, algo que me ponía cuando en verdad no tenía ganas de nada, pero quizás para alguien como él, era demasiado revelador.
—Bienvenidos a la casa del señor — dijo por fin. Su voz era grave, pero a la vez era una voz realmente tranquila, o como diría mi madre "estaría dispuesta a escuchar todo el antiguo testamento si lo hacía él" — Supongo que ustedes son los que vienen con el... "caso" extremo de falta de fe — al decir eso, dirigió su mirada a mi —. Yo me encargaré de ella, les prometo que en tres meses su hija estará lista.
—Confiamos plenamente en usted, padre — mi madre hizo una leve reverencia con la cabeza y sonrió. Mi padre dejó las maletas en el suelo y junto a mi madre, me dieron un fuerte abrazo de despedida
—Pórtate bien, hija — dijo mi padre
—Ve con Dios — continuó mi madre.
Con esas palabras en mente, ellos se alejaron y volvieron a subir al auto. Al poco tiempo ya se encontraban lejos de ahí, únicamente dejándome con el padre, que me transmitía algo de nervios
—Hija, sígueme — habló finalmente —No te molestes por las maletas, alguien vendrá por ellas y las dejará en tu habitación. Vamos
El padre se dio media vuelta y entró a la catedral, por fuera se veía como una típica iglesia: vitrales, cruces en los techos y varias decoraciones barrocas. Al entrar también mantenía la misma esencia, sólo que aparte también había estatuas, pinturas y los asientos y confesionarios hechos de madera. Todo era muy tranquilo, silencioso... Aburrido.
Recuerdo que desde pequeña, siempre que iba a la iglesia, me quedaba dormida. También recuerdo que mi madre me regañaba y decía "es el diablo quien te quiere hacer dormir para que no prestes atención a la misa" y bueno... De pequeña le creía, ahora me parecía una completa estupidez
—Por aquí — el padre me llevó al confesionario más cercano, abrió la puerta y me invitó a entrar. Yo lo hice, pero porque no tenía más opción
Cerró la puerta y escuché como él entraba del otro lado, donde se sentaban los padres y habló :
—Tus padres me dijeron que no creías en Dios, ¿eso es verdad? — su voz hacía eco en la enorme catedral vacía
—Lo es, supongo — respondí indiferente
—¿Supones? ¿Supones que tu fe es inexistente y que eres una pecadora?
—Señor- — me mordí la lengua — digo, padre.
—Aizawa, padre Aizawa — interrumpió
—Bien, padre... "Aizawa" — solté un suspiro y me acerqué a la rendija en donde podía divisar más o menos la silueta del padre —. No tiene que hacer esto, mi fe jamás se "restaurará" así que no haga un esfuerzo inútil.
El padre se acercó también a la rendija que nos dividía y sonrió un poco, no puedo decirlo porque vi su rostro, si no que escuché perfectamente una carcajada
—¿Acaso quiere ser castigada por decir tales ofensas? — su voz resonó en todo el confesionario, lo que lo hizo sonar muy imponente — El único que puede perdonarte es Dios, pero yo soy solo un mero humano, así que tendré que castigarte en su nombre, sucia pecadora
Sus palabras causaron un escalofrío en todo mi cuerpo; quizás para cualquier otra persona podrían ser solo simples palabras , pero para mi sonaron como... Una advertencia, de que si no le hacía caso, algo mucho peor me sucedería.
Mis ropas habían sido cambiadas por un largo y aburrido hábito, el típico vestido que usaban las monjas de color negro y muy largo. Esto fue debido a que debía asistir a misa a primera hora; me obligaron a levantarme a las 7 am, bañarme, vestirme y estar preparada para ir en ayunas a la misa de las 8.
—Y este es el cuerpo y sangre de Cristo -
—dijo el padre, levantando la copa donde guardaban las ostias.
Todas las monjas empezaron a hacer fila frente al Padre, juntaron sus manos a modo de rezo y esperaron a que llegara su turno pacientemente. Yo fui de las últimas en formarme con la esperanza de que no alcanzara alguna ostia para mía, pero no fue el caso. Al llegar mi turno, el padre sonrió, mostrando los dientes.
—Cuerpo de Cristo — dijo, levantando una ostia y acercandola a mi boca. Se supone que yo debía contestar algo, pero me negué a hacerlo. Quería que este momento fuera lo más rápido posible para hacerlo lo menos incómodo, pero..
Al momento en que el padre Aizawa acercó la ostia, yo abrí la boca y saqué ligeramente la lengua para evitar que se cayera, pero el maldito... ¡El maldito padre se estaba aprovechando!
Dos de sus dedos atraparon mi lengua y empezaron a jugar con ella; primero fingió leves embestidas con sus dedos, luego movió mi lengua y continuó con sus juegos. La saliva caía por la comisura de mis labios o simplemente llenaba sus dedos de mi saliva. Uno que otro jadeo escapaba de mi boca, pero eran lo suficientemente bajos como para que las monjas no se dieran cuenta
—Recuerda decir : Amén, después de recibirla — me dijo el padre, sonriendo de lado. En sus ojos podía ver lo contento que estaba por esta fechoría, pero yo cada vez me molestaba más.
Pero claro, no podía decir nada pues mi lengua seguía entre sus dedos. Mi odio quedó suprimido en lo más profundo, me trague mi orgullo y asentí. Aizawa volvió a sonreí y colocó la última ostia en mi lengua, pero, la fue introduciendo en lo más profundo de mi garganta, hasta el punto en que sentía arcadas. Cuando sentía que me iba a vómitar o algo así, soltó la ostia y soltó mi lengua por fin
—Cuerpo de Cristo — volvió a repetir, con una sonrisa victoriosa
—Amén... — me sentía una completa mentirosa, no quería hacer esto, pero no tuve más opción.
Aizawa se dio media vuelta y yo me retiré de ahí, no sin antes limpiar toda la saliva que caía de mi boca. Solo hasta que volví a mi asiento y fingí arrodillarme y murmurar unas cuantas palabras, fue cuando repasé todo mentalmente : ¿cómo un padre...? ¿Eso estaba permitido? Osea, no era una tonta, sabia que el padre se propasaba y a este paso... Dudaba que solo quisiera que me pusiera de rodillas para orar...
Más tarde, ese mismo día, fui a la oficina del padre Aizawa; mi intención era dejar las cosas en claro, no iba a permitir que él siguiera con estos juegos.
La capilla estaba vacía y en silencio, parecía estar abandonada, pero no era así. En parte, por esta extraña sensación de silencio mortal, odiaba asistir a la iglesia... Me era incómodo estar en tanto silencio.
Según me habían explicado, la oficina del padre Aizawa estaba al fondo del pasillo, por lo que no había pierde. Al llegar, toqué la puerta y espere alguna respuesta; al poco tiempo la puerta se abrió y se asomó el padre Aizawa
—¿Necesitas algo? — preguntó, con una voz grave
—Si, necesito hablar de algo serio con usted — tuve que levantar la mirada para verlo a los ojos y así tener aunque sea la más mínima intención de verme amenazante
—Oh, ¿si? Entonces pasa — una sonrisa se formó en sus labios en ese momento. Se hizo a un lado, abrió la puerta por completo y me invitó a pasar
Yo entré a su oficina: una pequeña habitación con varias cruces, cuadros y estanterías llenas de libros religiosos. Al fondo estaba su escritorio, decorado con una lámpara, unos libros y un rosario. Yo avancé hasta el escritorio y luego me di media vuelta para ver al Padre, el cual estaba cerrando la puerta
—¿Necesitabas algo, pequeño cordero? — el hombre se acercó a mí, aún manteniendo su sonrisa burlona.
—Necesito... Hablar de lo que paso antes, en misa — al recordar eso, mis mejillas se pusieron algo rojas—. No creo que eso sea algo correcto para un... Padre
—¿Lo que pasó en misa? — repitió — Oh, es cierto, ¿hay algún inconveniente con eso? —se siguió acercando más y más a mi, y si no fuera porque ya estaba contra el escritorio, yo seguiría retrocediendo
—¿Inconveniente? ¿Acaso está sordo o que? — frunci el ceño, en un intento de verme amenazante — ¿Desde cuándo aprovecharse de una persona es un método para mejorar su fe?
—Cordero — su voz sonó como una suave caricia en mi oído —, este es el método adecuado para ti, una sucia pecadora...
—¡Ya le dije que a mi no me importa que-! — antes de terminar, su dedo índice se posó en mis labios, obligándome a callarme
—Te dije que solo Dios puede perdonarte, mi deber es darte un castigo hasta que vuelvas a creer — Aizawa ya estaba a escasos centímetros de mi rostro, incluso sentía su respiración contra la mía.
—¿L-Los padres no eran personas... Puras? D-Dudo que esto sea...
Aizawa ignoró mis palabras con una carcajada. Luego colocó sus dos brazos a los lados de mi cuerpo, acorralandome contra el escritorio. Mis mejillas se tiñeron de color rojo al igual que mi mirada de nerviosismo. Mi respiración se agitó al sentir que centímetros entre su rostro y el mío se reducían; su mirada estaba fija en la mía, lo que me hacía sentir más pequeña e indefensa ante el hombre
—Seguimos siendo hombres, y aunque cometa algún pecado, tendré el perdón de Dios — respondió. Su susurro entró en mi oído como una canción, hipnotizandome —. Así que, mi pequeña cordero, ¿cómo debería castigarte?
Mis palabras ya no salían de mis labios, el miedo, lujuria y tentación se apoderaba de mi cuerpo y apenas me permitía pensar con claridad.
La oficina estaba en silencio, a excepción de nuestras respiraciones; debido a mi posición, unos cuantos mechones de cabello caían sobre mi rostro, los cuales, fueron apartados gentilmente por Aizawa. El hombre soltó una carcajada al ver mi sonrojo y lo que hizo a continuación me sorprendió aún más: pegó más su cuerpo al mío, de modo que yo terminé casi acostada sobre el escritorio. A mi lado derecho, sobre su biblia, estaba un rosario que pronto fue tomado por él
—Mi pequeño cordero, se me acaba de ocurrir un magnífico castigo para alguien como tú — sujetó mis dos manos por encima de mi cabeza y con el rosario las amarró. Dolía un poco tener las cuentas presionando sobre mi piel, pero no podía hacer nada para resistirme.
—N-No tenemos que hacer esto, ¡si no me hace nada, prometo no decirle a nadie! — mi forcejeo era realmente inútil y no hacía más que lastimarme las muñecas
—Oh cariño, eso no me sirve de nada. Lo que me importa es restaurar tu fe. Lo cual, estoy a punto de hacer.
Aizawa terminó por recostar su cuerpo sobre el mio, con su mano izquierda sujetaba mis muñecas sobre mi cabeza y con la derecha desabotono los primeros botones del vestido. Aguanté la respiración unos segundos, mientras seguía con la mirada sus largos dedos que me desvestían con facilidad.
—¿Nerviosa? Tranquila, te gustará pronto — ¿era posible que su voz me excitara más y más? Era demasiado grave, sensual e hipnótica
—A-Aun puede... Detenerse — los labios del hombre se posaron en mi oído y mordieron suavemente el lóbulo
—¿Y porqué lo haría? Tus padres me encomendaron guiarte por el buen camino... No puedo fallarles — su mano derecha, que hasta hace poco me desabotonaba el vestido, bajó hasta mis piernas, acariciándolas suavemente y subiendo hasta mis muslos.
Gran parte de mi cuerpo ya estaba expuesto ante él: mi ropa interior y sostén se podían ver. Pero pese a mi desnudez, Aizawa seguía mirándome a los ojos. Sus largos dedos sujetaron el borde de mi ropa interior y amenazaron con bajarla
—A-Alto... — supliqué una vez más, pero ya sin ningún tipo de fuerza. Mi cuerpo se había rendido ante el placer y parte de mi quería hacerlo con aquel hombre.
—¿Segura? — soltó el borde de mi ropa interior y acarició con cierta rudeza mi intimidad. Al no estar preparada, solté un suave gemido que se escuchó por toda la oficina — Vaya mentirosa, ¿te gusta pero quieres que pare? Mentir es un pecado.
Uno de sus dedos apartó mi ropa interior y sin ningún aviso, introdujo su dedo de una. Nuevamente solté un jadeo y arquee la espalda al sentir un intruso dentro; la forma en que movía su dedo me hacia ver el cielo, por más irónico que fuera. Y conforme el tiempo pasaba, más y más me acercaba al orgasmo, aquel hombre sabía lo que hacía, ya sea para mí bien o para mal.
—Solo mira como tiemblas... ¿Acaso estás resistiendote a tu castigo? — una sonrisa burlona apareció en los labios del padre — Veamos por cuánto tiempo lograrás hacerlo ~
Sus dedos se movieron con más velocidad. Los ruidos lascivos y húmedos llenaban la habitación junto a los de mis gemidos, en verdad era difícil contenerlos, y no sólo por lo bien que lo hacía, si no que su pulgar se dirigió a tocar mi clitoris. Al momento en que empezó a estimularlo, arquee la espalda y solté un grito de placer que perfectamente se escuchó por todo el lugar, Aizawa enseguida cubrió mi boca
—Shh — soltó una risita — Toda la parroquia te escuchará, y esos gemidos... — se acercó a mí oído y susurró: — son solo míos
Aquellas últimas palabras fueron suficientes para mí para empezar a venirme. Ahogue un grito de placer contra su mano al mismo tiempo en que me venía; Aizawa aprovechó que mi boca se abría para meter sus dedos dentro y empezar a jugar con mi lengua, aunque sea eso impidió que no gritara tan fuerte...
Cuando mi respiración volvió a la normalidad, Aizawa apartó sus dedos de mi entrepierna; sus dedos estaban llenos de mis fluidos y una sonrisa se formó en sus labios. Sus dedos los llevó a sus labios y empezó a lamerlos de una manera muy lasciva, todo eso mientras me miraba a los ojos
—Mhg... ¿Es este el sabor de una pecadora? Me gusta — bufó y luego acercó sus dedos a mi boca, tenía la intención de meterlos y que yo misma los probara — Vamos, ¿Porqué no abres la boca y eres una buena chica?
Al no escuchar una respuesta mía, Aizawa frunció el ceño. Con su otra mano sujetó mi mentón con fuerza y me obligó a abrir la boca, luego metió sus dedos y sostuvo mi lengua con ellos
—Veo que jamás harás caso, ¿no? Tendré que darte un castigo mucho más severo, quizás eso... Restaure tu fe
Debajo de la túnica del padre, observé como se formaba un bulto que crecía con el tiempo; Aizawa se levantó aquella prenda y bajó un poco su pantalón, de modo que lo único que cubría aquella zona era su ropa interior. Mientras tanto yo, observaba aquella zona fijamente, para este punto ya no me importaba si él se daba cuenta o si me consideraba una pervertida.
—Ahora, abre las piernas y recibe tu castigo, pequeño cordero — seguía sensible por ese último clímax, pero... ¿Quería más?
Mi lado inmoral me decía que esto se había sentido muy bien, la forma lujuriosa en que aquel padre me hablaba... Me excitaba un poco. Aunque no era una total religiosa, podría seguirle el juego un poco solo para poder obtener un poco más de este placer prohibido
Lentamente abrí mis piernas justo como él ordenó, una sonrisa se formó en sus labios en ese momento. Aizawa colocó sus dos manos sobre mis muslos, para así poder observar mejor, luego volteó a verme
—Por fin estas cediendo, eso me gusta — terminó de bajarse la última prenda que cubría su entrepierna. Una... Muy grande erección salió de ahí, mis mejillas enseguidas se pusieron rojas y tuve que tregar saliva — Oh, ¿asustada? Este es tu castigo por ser una pecadora, tendrás que resistir
—P-Pero eso es... U-Un padre no debería tenerla de... Ese tamaño — Aizawa me sujetó con más fuerza y jaló mi cuerpo hacia él. Nuestras intimidades se frotaban a esa distancia y aunque aún no entraba en mi, podía sentir lo grande y caliente que estaba
—¿Esperabas algo más pequeño? Lo siento cordero, pero esto es perfecto para castigar a las pecadoras como tu — su mano derecha se dirigió a su miembro y sin más demora lo llevó a mi intimidad. Primero lo frotó contra este varias veces, pasando desde mi vagina hasta el clitoris, todo eso para ponerme más húmeda.
—P-Padre... — mis manos aun seguian amarradas y sin poder moverse, así que por más que quisiera cubrir mis gemidos, era imposible
—Después de esto te volverás una completa creyente, no tengo duda de esto — sonriendo por última vez, metió todo su miembro en mi vagina. Un fuerte gemido escapó de mis labios cuando golpeó lo más profundo de mi; no era mi primera vez pero esto había sido realmente difícil de meter. Al parecer, hacerlo con un hombre mucho mayor que tu lo hacía completamente diferente — Mhg... El sonido de una pecadora, nada más dulce que eso.
Casi al instante, comenzó a moverse, metiendo y sacando aquella cosa de mi. Mis gemidos no tardaron en llenar la habitación, también, el sonido de las cosas caerse del escritorio junto el rechinido daban a entender que él iba muy rápido y fuerte
Conforme embestia y movía mi cuerpo en el acto, las cuentas del rosario se encajaban en mi piel, pero para este punto era un dolor placentero y aunque seguro dejaría marca, ya no importaba
—Ahh... A-Aizawa... ~ ¡Aizawa! — aquel hombre se regocijaba por mis expresiones y gritos de placer, era como si no le importara que todo el mundo nos escuchara hacer esto.
—Vamos pequeño cordero, ¿te arrepentirás de tus pecados? ¿De tu falta de fe? — sus movimientos seguian siendo rápidos y profundos, me hacían gemir demasiado fuerte y me sorprendía que medio monasterio aún no viniera a ver que sucedía
Pero bueno, una parte de mi en verdad quería que no se detuviera.
—Sigues reacia a aceptarlo, ¿verdad? — sujetando ambas de mis piernas, las subió encima de sus hombros, de modo que ahora él entraba mucho más profundo
—¡Ngh ahhh espera... Espera! — abrí los ojos de golpe, aquellas embestidas me volvían loca, me estaban haciendo llegar al limite y apenas empezábamos.
—¿Qué sucede, niña? ¿Te vas a correr~? — una sonrisa burlona se asomó en sus labios. Sus embestidas no paraban, seguía a toda velocidad y podía sentir que su miembro palpitaba — Si prometes entregar tu cuerpo y alma a mi, un servidor de dios, te dejaré venirte.
Aunque no lo pareciera, era como si le vendiera mi alma al diablo, le entregaría todo mi ser a cambio de un poco de placer; era irónico que un "servidor de dios" me ofreciera tal trato, pero tampoco me negaría.
—L-Lo prometo, lo haré... — necesitaba acabar de una vez o me volvería loca. Este hombre... Era demasiado bueno, no podía negarme a todo lo que me pidiera
—Eso es, por fin estas aceptando a Dios en tu corazón — ya sin dudar más, Aizawa comenzó a mover sus caderas más y más rápido, el sonido de los aplausos se hizo más sonoro; una de las manos de él se dirigió a mi pecho y lo masageó con algo de rudeza.
Mi cabeza estaba en las nubes, se podría decir que en verdad me estaba llevando al cielo, así que cuando mi clímax llegó, no opuse ninguna resistencia y me dejé llevar por el placer
—C-Cuando te vengas, grita. Quiero que te arrepientas de tus pecados mientras yo también me vengo dentro tuyo — su sonrisa se agrandó y únicamente asentí
Unas embestidas más fueron suficientes para que ambos llegáramos, yo dando un grito y él soltando un gruñido mientras que, como había dicho, se venía. Al terminar, Aizawa salió lentamente de mi interior, sus fluidos chorrearon fuera de mi vagina, cayendo al suelo y él sonrió orgulloso de eso
—Mañana en durante la misa, te confesaras nuevamente, pero esta vez, me aseguraré de sacarte hasta el último pecado...
—En el nombre de Cristo, amén
Mientras las monjas se encargaban de leer algunos relatos de la biblia para el público, Aizawa se encontraba sentado en el centro, observando todo y... Conmigo debajo, entre sus piernas y escondida debajo de aquella mesa
—Vamos, pequeño cordero. Sigue así... — Aizawa acarició mi cabello mientras me halagaba. Su miembro estaba en mi boca, así que además del claro hecho de que no podía hablar, no podía hacer mucho ruido si no queríamos ser descubiertos — Siempre, cuando te pongas de rodillas será para hacer esto, ¿de acuerdo?
Asentí un poco mientras continuaba con aquel trabajo: meterlo lo más que podía a mi boca, llenarlo de mi saliva y seguir masageandolo. Los suspiros de Aizawa por suerte podían ser discretos, así que no debería haber ningún problema, únicamente cuando se corrió e hizo un leve gruñido, una monja lo volteó a ver, pero él lo camuflo como si estuviera tosiendo.
Nadie se había dado cuenta de lo que habíamos hecho aquí..
—¿C-Como? — mi madre abrió los ojos como platos, sorprendida, luego miró a mi padre
—¿Lo dices enserio? — mi padre habló
—Lo digo enserio, yo aún... Quiero quedarme un tiempo más aquí — ya era el momento de irme, mis padres habían venido y nos encontrábamos a las afueras de la parroquia — Yo aún tengo muchas cosas que aprender del padre Aizawa... Por eso quiero quedarme más tiempo
—Como dije, su hija a recobrado su fe — dijo él, con una sonrisa. Para ellos podría ser una sonrisa normal, pero para mi, era una sonrisa burlona, quizás lujuriosa — Pero al parecer aún quiere aprender más, les recomiendo que la dejen un tiempo más aquí, me aseguraré de convertirla en una completa devota
—Oh padre... — mi madre juntó sus manos de manera que parecía que fuera a orar — Se lo agradecemos mucho
—Jamás dudamos de usted, padre — mi padre estrechó su mano y sonrió de oreja a oreja —. Entonces nos iremos, la dejaremos todo el tiempo necesario
—Se lo agradezco. Por favor vayan con cuidado de regreso — mis padres abandonaron el lugar poco después, dejándome nuevamente con Aizawa, quien volteó a verme con una sonrisa — Más tiempo.. ¿Eh? Veo que te gusta ser tratada como una sucia pecadora
Mis mejillas se pusieron rojas como un tomate, pero en ningún momento negué sus palabras.
—Es hora de tu siguiente confesión. Ahora, ponte de rodillas y abre la boca.
×~×~×
Ahora, veo necesario aclarar varios puntos aquí :
No pretendo ofender a ninguna religión con este OneShot, se que - aunque no lo parezca - debe haber algún creyente aquí y bueno, no quiero ofenderlos
Tampoco se consientisa la violacion y más con este tema delicado y que si puede llegar a pasar en la vida real.
También este es un OOC (out of character o fuera del personaje) por lo que la personalidad de Aizawa es diferente al original
También, esto es ficción, solo disfruten de la historia.
Con todo eso dicho, espero les haya gustado la historia y nos vemos ~
-Cinna
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