carta de Jimin
Hola, señor Jeon.
Eso es con lo que voy a comenzar esta carta, al no tener palabras ni nada parecido a ellas para saludarlo después de tanto tiempo.
Han pasado largas semanas que terminan en largos meses, y estando aquí en la base militar, he perdido muchas de mis comodidades y otras cosas más. Extraño mi hogar, mi familia y los momentos en los que podía descansar. En este lugar no me puedo relajar, me siento frustrado y tenso. Siento que voy a perder la cabeza, me pesa el cuerpo. Estoy muy cansado, tanto de manera física como anímicamente. Siento que Park Jimin es sólo pedazos.
Algunos días son más fáciles que otros, a veces pienso menos en mi familia que en otras ocasiones, ¿pero sabe lo que no cambia nunca? La manera en la que lo estoy extrañando a usted, señor Jeon.
Me prometí a mí mismo que, de todas las personas a las que me gustaría escribirle durante mi tiempo en la base militar, nunca le escribiría a usted.
Señor Jeon, en serio hice aquel juramento con toda la determinación y honestidad que había en mí. Sólo es que no he podido cumplir, y estoy aquí a punto de enviar una carta que no sé si tenga una respuesta.
Siento que terminaré hablando solo, ¿y sabe qué? Aquello estaría bien, porque aunque usted jamás respondiera a lo que le digo y confieso, entonces yo me podría desahogar y seguir hacia adelante.
Qué patético el general Jimin, un hombre gay que se reprimió por tanto tiempo, que cuando finalmente está listo para aceptarse y ser libre, se enamora de un hombre con esposa e hijos.
Un devoto cristiano.
Un señor, no porque sea mucho mayor que yo, sino porque lleva un anillo en su dedo.
Un caballero que llevó a su dama al altar.
Pero no fue mi intención. Lo juro, señor Jeon.
Desde la primera vez que lo vi en su boda, no quise posar mis ojos en usted y menos sabiendo que estaba a punto de iniciar la vida que usted había elegido, con la mujer que usted quería.
Me gustó desde el primer momento, señor Jeon. Eso es verdad.
Es verdad que no hice nada para detener mi atracción hacia usted, pero realmente no tenía las intenciones de que todo llegara tan lejos.
Dígame, señor Jeon, ¿cómo podía detenerlo?
Por favor, deme la respuesta. El remedio.
Lo necesito tan mal, señor Jeon.
¿Cómo se detiene eso?
Está mal, lo está y aunque lo esté, seguiré necesitándolo.
¿Por qué no puedo pararlo?
¿Le ve algún sentido, señor Jeon? Me siento tan abrumado, tan nublado. Me siento tan perdido.
Lamento escribirle, pero no quiero morir y jamás haberle dicho todo lo que pienso.
Es necesario que le pida unas disculpas, no exactamente a usted, pero tal vez a su esposa porque nunca pensé en ella la primera vez que acepté el tabaco que usted me ofreció, a la luz de la luna en la fiesta de su propio casamiento.
Usted mirándome de la manera en la que lo hace, tan oscuramente y decidido. Tan capaz de derretirme las piernas y el corazón.
Jamás pensé en ella, como si desde el principio sólo hubiésemos sido usted y yo.
Algo de usted y yo, dos personas. Dos hombres queriéndose.
Pero no, no era así. Ella estaba ahí, y yo nunca pensé en su dolor, así como usted tampoco lo hizo.
¿Se me puede culpar por mis sentimientos? No lo creo.
Pero tal vez por mis acciones sí.
Aún así, seamos culpables o no... Ya está hecho, señor Jeon. Yo le pertenecí, y usted me perteneció a mí.
No sé lo que yo fui para usted, señor Jeon.
Si sólo fui un objeto para satisfacer sus frustrados, escondidos y sucios deseos hacia otro hombre, siendo el hombre casado que pretende heterosexualidad que usted es.
De verdad no sé si siquiera significaba algo, porque un día creí tenerlo claro, creí ver cómo usted me amaba a mí y no a ella... Pero al siguiente día usted ya ni me quería cerca.
¿Era miedo, señor Jeon?
Si era miedo, le digo que usted fue un tonto.
Si me dejó ir por esa razón, le odio. Le odio tanto, señor Jeon.
Porque yo también he tenido miedo toda mi vida, pero lo quiero lo suficiente como para resistir ante ello.
No me he podido olvidar de usted, no me lo he podido sacar del pecho.
Usted está ahí siempre, lo recuerdo todo el tiempo. Lo recuerdo todo.
Señor Jeon, su sonrisa. Sus abrazos. Sus palabras.
Los días y las noches con usted.
No puedo olvidar, duele.
¿Tiene una idea de lo mucho que duele?
Me enamoré hasta más no poder, porque a pesar de que la manera en la que nos acercamos fue incorrecta, usted se sentía como el correcto para mí.
Todo de usted, cada momento en el que estábamos juntos, era perfecto.
Su apoyo, su consuelo. La manera en la que me miraba.
Señor Jeon, usted siempre me miró cómo nunca nadie me miró antes. Me deshacía con esos ojos brillantes y grandes suyos, que parecían estar tan perdidos en mí que al final revelaban que su corazón también lo estaba.
Por eso me gusta pensar que usted siempre me amó.
Porque me consuela en estos días solitarios, donde no puedo dejar de recordar todo lo bueno de estar a su lado.
Sé que usted fue muy fiel a su fé a Dios y lo que sus padres le enseñaron lo más que pudo, pero antes de que el mundo se acabe, no siga negando que le pareció más satisfactorio arrodillarse frente a mí que ante la estatua de un santo, y que mis besos lo llenaron más que cualquier lastimera oración, así cómo que también lo bien que usted me llenó a mí no se encontraría en ningún pasaje de la biblia con la que usted creció leyendo.
Porque además de no poder sacarme de la cabeza su sonrisa, todo este tiempo donde he estado solo y sin alivio, ha regresado a mi mente cuando su cuerpo me cubría y su boca me recorría con adoración.
Usted me veneraba en la habitación, con las ganas con las que nunca lo haría con Dios en público.
¿Recuerda lo que me dijo la última vez que nos vimos, señor Jeon?
Que iríamos al segundo círculo del infierno por haber estado juntos de esa manera, por deshacernos en placer y sonreír sudados en éxtasis y satisfacción.
Que me alejara de usted para siempre.
Que lo llamara señor, el señor Jeon como el hombre casado que es.
Que no habría más confianza para mí.
Que se había dado cuenta de sus pecados.
Que sabía que estaba enfermo.
Señor Jeon, ¿usted se considera así? ¿Tan enfermo y despreciable?
¿No recuerda cómo lo hacía sentir con mi boca? ¿No recuerda lo cálido que soy?
Piense en mí, Señor Jeon. Piense en mis rotos y bajos gemidos, piense en cómo lo miraba estando debajo de usted.
Piense en mis caderas y cómo bailaban, cómo mi cuerpo se movió para usted.
Y sólo piense en mí, completamente en mí.
Hagalo siempre que lo necesite, no me importa que lo haga.
Recuerde que se siente bien, que me siento bien. Que nos sentimos bien juntos.
Recuerde lo que nos dijimos en susurros, recuerde cómo usted me enloquecía con simples palabras.
Recuerde mi piel, sé que a usted le gusta. Así que recuerde mi voz y mi agridulce boca, porque sé que también le encanta.
Porque yo sí pienso en usted en busca de calma, el tipo de calma que necesito siendo un alma destinada al segundo círculo del infierno.
No necesito salvación divina, señor Jeon. Lo necesito a usted.
El segundo círculo del infierno. Ahí se encuentran aquellos que han pecado de lujuria.
Entreguémonos a la lujuria, señor Jeon. Por favor.
Sólo por la idea de que me haga gemir, me atrevo a pensar que en el infierno los muertos se divierten mucho más.
Haga de las suyas entre mis piernas, desaparezca en mí. Enrede sus dedos en mis cabello, tire con fuerza. Hagalo una vez más, tenga un viaje por mi vientre y mi pecho, señor Jeon. Sostenga mi cuello y no sea gentil, acaricie nuestras bocas juntas. Hagalo una vez más. Aunque sea en su mente.
Y luego dígame, señor Jeon, ¿se sigue sintiendo mal?
¿Somos culpables?
(...)
Two-shot dedicado a: prettysaturno y Prisci0rtiz 💖💗💖💗💖💗💖💗💖💗💖💗💗💖💗💖💗💖💗
si alguien lee esto más la segunda parte, muchas gracias!<333 🥺💖💗💖💗💗💖🐣🐣🐣🐣
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