Me detuve a llenar el tanque de mi vehículo, hoy estaba de mal en peor mi día, se había quemado mi secador de pelo, había cerrado mi apartamento y mis llaves se quedaron dentro, tuve que romper la ventana y entrar, sin contar que me hice una herida con el vidrio en el antebrazo, me había quedado sin combustible e iba tarde hacia mi trabajo.

Mientras llenaba el tanque quede meditando, mis ojos estaban cerradas, el olor a gasolina inundaba mis sentidos, me fastidiaba ese aroma pero me resigne, era parte de la monotonía de mi vida.

—Disculpe Señora. —habló alguien detrás de mí.

A rayos, ahora me decían señora, odiaba eso, de hecho nunca me casaría para no ser nombrada señora. Me gire hacia el cabrón que me había llamado así y entonces me quede sin habla.

¡Vaya que hombre! Lo vi tomar de su botella, vi sus labios saborear el líquido, tuve unos deseos inmensos de sentirlos en los míos, instintivamente lleve mis dedos a mis labios, y sentí mi boca húmeda entonces me percate que tenía sangre en mis manos, y empecé a marearme.

— ¿Se siente bien?— preguntó en un tono preocupado el hombre que tenía delante.

Como carajos se atrevía a preguntar eso. Se acercó a mí y me sujeto, oh por Dios que bien olía, controle mis emociones, este apuesto chico no podía tener control en mí.

—Mire soy médico, ¿me deja revisar de donde está sangrando exactamente? —pidió el supuesto médico.

Demasiado por hoy, respire resignada, a estas alturas ya debí de superar ciertas emociones. No podía negar que había sentido algo de atracción a primera vista por el médico que tenía delante de mí, pero no quería ponerme en sus manos, no me sentía en confianza, nunca tenia seguridad en los médicos, eran sombríos, hechos de hielo, aunque no se diferenciaban mucho de mi, asi que seguí mi perturbador día.