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Capítulo 38: El perfecto comienzo

Con el transcurso de los días, Gabriel y Luisa comprendieron que no sería tan fácil retomar un matrimonio que fue mancillado por bastante tiempo, no existía un parche lo suficientemente grande como para cubrir las heridas que ambos ocasionaron el uno en el otro. Como consecuencia y después de una serie de diálogos, decidieron permanecer separados por algún tiempo, igual que un par de amigos que mantenían la esperanza de un reencuentro.

Luisa asistía a sus terapias con regularidad y jamás volvió a dejar de lado su tratamiento, ahora que se aceptaba a sí misma, le era más fácil dominar su mente a fin de mantenerse serena. Debido a un momento de voluntad, decidió intentar de nuevo con la escritura. En el transcurso, se dio cuenta de que aquel arte que manifestaba en papel no tenía nada que ver con la vulnerabilidad de su cabeza, aquello se volvió un vago recuerdo del que no volvería a ser presa.

Tomó algunos de los escritos que tenía en su laptop y los transformó en historias más felices desde su punto de vista, puesto que siempre describía hermosos finales llenos de dicha. La editorial estaba muy contenta con los nuevos trabajos de su escritora consentida, por lo que tomaron el material y se encargaron de ponerlo a la venta, prácticamente apenas les fue entregado. Luisa apenas si sentía el paso de los meses, hablaba en pocas ocasiones con Gabriel y otras tantas con sus más recientes amistades.

Por otra parte, el rubio vaquero texano, se dedicó de lleno a sus tierras, las cosechas eran tan buenas que consiguió rápido los permisos de exportación que otras tantas veces le negaron. Las Bugambilias volvieron a ser unas tierras fructíferas y uno de los más importantes ranchos ganaderos de Texas, por lo que la deuda que Gabriel tenía con Luisa y con el banco, fueron saldadas en muy poco tiempo.

Así mismo, Gabriel pasaba sus tiempos libres disfrutando del lago, tomaba una de esas novelas románticas escritas por su autora favorita y se relajaba al frente del lago, apreciando el silencio y la paz que abundaba en ese lugar.

Su relación con Mónica no volvió a ser la misma, ella consiguió un trabajo lejos de Dallas y Gabriel se limitó a desearle la mejor de las suertes. Andrew solía hablar en escasas ocasiones con la veterinaria, mas no se volvieron a ver.

22 de diciembre 2022

Gabriel caminaba a paso veloz, abriéndose paso entre la multitud que hacía sus compras navideñas de último momento. Se detuvo un instante en el centro comercial, mordió unos de sus labios y observó la cantidad de personas que deambulaban a su alrededor.

—No llegaré a tiempo—se dijo a sí mismo, tallando la frente.

El escándalo provocado por el pequeño desfile que apareció a sus espadas, llamó su atención y una curvatura se le formó en los labios, retiró el característico sombrero vaquero de su cabeza y se puso un gorro de santa que le quitó a un miembro del desfile. ¿Qué importaba? Únicamente así lograría llegar.

Después de unos minutos entre gritos, luces, serpentinas y dulces, notó que estaba al frente de la famosa librería que anunciaba a la escritora favorita de Texas. Las piernas le temblaron de sólo pensar que volvería a verla después de todo ese tiempo.

La fila era descomunal, debido a su llegada tardía, no alcanzaría a verla si se formaba al final. Negó para sí mismo, puesto que no perdería la oportunidad de sorprenderla como hizo ya una vez en su primer reencuentro, justo antes de que empezaran a salir. Se dirigió a la entrada de la librería, donde fue detenido por dos guardias que se encargaban de regular el ingreso de los lectores.

—¡Por favor, necesito entrar! —declaró Gabriel señalando la puerta.

—¡Igual que todas estas personas! Vaya al final de la fila —ordenó el guardia que era mucho más grande que Gabriel.

Este le miró de reojo e hizo una mueca de frustración.

—¡Por favor, no me firmará ningún libro, sólo necesito verla!

—Lo siento, caballero —expuso el robusto hombre, mostrándose firme e impidiéndole el paso—. Tiene que formarse.

—¡Usted no entiende! Soy Gabriel Brown, su exesposo —dijo en un grito, quitándose el sombrero navideño y colocándose el acostumbrado vaquero.

El guardia frunció el ceño, no era de su conocimiento su supuesta asistencia. Además, existía más de un vaquero rubio de ojos azules en aquel lugar.

—Pruébelo —agregó el hombre entrelazando los brazos.

Por su parte, Gabriel rodó los ojos y respiró hondo, sacó su billetera y mostró su identificación. El guardia asintió una vez que vio la fotografía y el nombre, mas no tenía la intención de dejarlo pasar.

—Nadie me dijo que vendría.

—¡Es porque intento sorprenderla! —exclamó el rubio cansado del bloqueo.

Una anciana sonrió cuando se percató de la presencia de Gabriel, era claro que lo reconoció en el acto.

—Oh, espera, ¿estás aquí por qué volverás con ella? —cuestionó deteniéndose en seco.

Los ojos azules del vaquero se clavaron en la mujer y asintió con la cabeza, un tanto avergonzado.

—Bueno, no sé exactamente lo que suceda después de hoy, pero necesito verla.

—Debes dejarlo entrar —dijo la anciana golpeando al enorme hombre que le bloqueaba el paso.

—Pero es que a mí nadie me comentó nada sobre su visita...

—¡Es una sorpresa! ¿No escuchaste? —emitió otra de las mujeres que sostenía un libro en las manos.

—¿Qué sucede ahí? ¿Por qué no avanzan? —cuestionó un hombre que se mostraba cansado de estar de pie—. Intento que la autora firme esto para mi esposa, ¿podrían avanzar?

La expresión del hombre delgado y calvo cambió por completo cuando vio a Gabriel en la puerta.

»¡Oh, por dios! ¿Volverán? —preguntó entre risas.

—Sí, claro, el libro es para tu esposa —interrumpió la anciana—. Claro que viene por ella, pero el tonto guardia que está en la puerta no lo deja pasar.

—¡Gabriel está aquí! —gritó el hombre una y otra vez.

El resto de los seguidores comenzaron a pasar la voz entre sí y en pocos minutos, la multitud lo rodeaba. Escuchaba todo tipo de murmuraciones, en su mayoría cosas positivas, comprendió que los lectores de Luisa no lo odiaban, sino que, muy por el contrario, mantenían la misma ilusión que él.

—Bueno, eso intento —confesó Gabriel entre la gente—. Hemos pasado por mucho y la extraño, en realidad, la amo. Hace más de un año, tomamos la decisión de separarnos con la idea de sanar viejas heridas. Yo ya lo hice, espero que ella también lo haya logrado.

—¿Le pedirás matrimonio? —preguntó una jovencita pelirroja, llena de pecas.

Gabriel no lo tenía contemplado, su presencia en Dallas fue tan repentina que apenas si se enteró de la visita de Luisa, puesto que ella estuvo ausente debido a su gira promocional. Se imaginó casado de nuevo con ella y ningún pensamiento tortuoso apareció. Había sólo risas, amor y felicidad.

—Lo haré... —aseguró el hombre con una larga sonrisa y fuertes palpitaciones en el corazón.

En el acto, un mundo de aplausos y gritos se hicieron presentes. La gente comenzó a exigirle al guardia que lo dejara pasar y a ellos detrás de él, tomando en cuenta que querían ser testigos de la propuesta que los ponía a soñar.

El guardia comenzó a negar con las manos, mientras el otro se interponía entre la puerta y la multitud; no obstante, un mundo de gente también apareció desde los interiores hacia el lado contrario. Detrás de ellos, Luisa hacía su aparición en la entrada.

Mejillas rosadas, un cabello castaño y sedoso, un cuerpo menos esbelto, junto con penetrantes ojos cafés repletos de brillo. Gabriel tenía frente a él a una mujer llena de vida, perfecta con la que muchas veces se permitió soñar, era igual a su primer reencuentro en esa firma de libros. Por su parte, Luisa no lograba ocultar la enorme sonrisa que traía consigo desde que uno de los lectores les gritó a todos que Gabriel estaba afuera, aquello llegó a sus oídos y saltó de su silla cuando supo que no le permitían el paso.

—¡Gabriel! —exclamó la sonrojada escritora finalmente.

Aquel estaba hecho un manojo de nervios, a sus ojos era la mujer más hermosa y sexy que jamás vio. ¿Cómo haría para que lo aceptara de nuevo? La sola idea le ocasionaba náuseas.

—Anda, muchacho, díselo —emitió la anciana que tenía a su lado.

Gabriel miró a su alrededor y notó que la multitud tenía las cámaras de sus celulares puestos sobre ellos. ¿De verdad estaban tan felices por ellos?

—¡Estás hermosa! —soltó avergonzado por la atención.

—Tú también luces bien —respondió la escritora, ignorando todo lo que surgió a su alrededor. —Gabriel...

—Te extrañé —interrumpió el rubio antes de que fuera ella la que dijera algo—. Te amo y no quiero estar lejos, quiero estar cerca, lo más que se pueda. Quiero ser tu lector, amigo, novio y también esposo. Me gustan todas tus versiones, quiero el paquete completo, Luisa.

El pecho le latía tan fuerte que creía que todos lo escuchaban pese a la enorme cantidad de voces que gritaban la respuesta que Luisa debía dar. Cada vez era mayor el escándalo y el alboroto, estaban rodeados de tanta gente que ahora los guardias los protegían a ellos y no a la librería.

Luisa mantenía la enorme sonrisa con la que apareció frente a él, seguía perdida en la mirada azulada y el aroma que claramente todavía desprendía. Lo amaba todo de él, lo supo desde su encuentro con el diario, desde entonces jamás se permitió pensar en otro hombre que no fuera él.

—¿Qué dices? —preguntó de nuevo el nervioso vaquero.

—No me lo preguntaste —replicó Luisa, quien estaba a dos pasos de su hombre ideal.

—¿Te casas conmigo? —preguntó al tiempo que se arrodillaba frente a ella.

Con un notable temblor en el cuerpo, Luisa cayó en los brazos de Gabriel, asintiendo con la cabeza y gritándole una respuesta positiva. Los gritos de todos se hicieron presentes cuando vieron a la feliz pareja unida en un largo y tendido beso repleto de amor.

La celebración era tan grande, que incluso las redes sociales estaban llenas de videos y fotografías tomadas de diferentes planos. Fue ahí, donde Gabriel comprendió que su labor no era la de ser un objeto de mercadotecnia, como muchas otras veces pensó, su trabajo al lado de Luisa era la de hacerla feliz, y eso, era lo que el público amaba de él.

01 de febrero 2023

La pareja decidió organizar una fugaz boda en el rancho de Las Bugambilias con la intervención de algunos seguidores, puesto que, gracias a ellos, surgió el reencuentro. Sus más cercanas amistades también asistieron para presenciar la unión. Todo resultó perfecto, Helen vio a su amiga tan feliz que, de ningún modo, se encargaría de arruinarle la dicha, en vez de ello, pasó toda la tarde disfrutando de la fiesta y bailando con Michael.

Por su parte, Andrew también agradecía el hecho de que Gabriel volviera a sonreír. Luisa no era la mejor mujer, pero sí la mejor opción para su amigo. James también asistió acompañado con una hermosa mujer de piel morena, era su novia y estaba orgulloso de que el mundo lo supiera.

Estando a punto de finalizar el evento, Gabriel fue interrumpido por un mesero que traía con él un libro. El famoso ejemplar rosa reconocido para él, ese que tenía la firma de ella plasmada en la contraportada.

El rubio arrugó el entrecejo sin entender, cuál era la idea.

—Se lo envía su esposa —señaló el mesero y se alejó del lugar.

Gabriel buscó a Luisa con la mirada, hasta encontrarla frente a él, muy cerca de la pista de baile. La atención del vaquero volvió al libro, lo abrió y se topó con un sobre. A las afueras, estaba la hermosa caligrafía de su esposa con una frase que decía "nuestro regalo de bodas".

Lo abrió y en el acto una enorme sonrisa apareció en su rostro, bien podría creer que viviría eternamente agradecido con la vida por tanta dicha que recibía. En sus manos, tenía la primera imagen de su bebé, aquel que reposaba en el vientre de su madre. 

FIN

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