Capítulo 1
"Brice Pérez"
Se llegó viernes, el último día de clases de la semana. Mario y Luigi ya estaban preparados para caminar a la estación de autobuses, ubicado a unas dos cuadras lejos de su hogar.
Ya estaban a punto de irse, cuando de repente su madre los alcanzó, diciendo:
—¡Esperen muchachos! ¡Iré a acompañarlos hasta la estación! — Se veía apresurada.
—¿En serio? — El gemelo Luigi preguntó con una sonrisa.
—Pero vas a llegar tarde a tu trabajo, yo y Luigi podemos irnos solos sin problemas, lo hemos hecho desde que papá falleció...
—Lo sé, pero ahora están muy peligrosas las calles y no importa si llego tarde... unos minutitos de más no vendría mal. — Guiñó un ojo.
A Mario se le formó una sonrisa, los tres se salieron de su casa. El ambiente se sentía extraño, pues comúnmente se veían rondando en las calles los vagabundos y los mañaneros que salen a realizar su caminata diaria, ahora no había nada de eso.
Caminaron un poco más y notaron que un montón de personas estaban reunidas frente a una casa, a Luigi le dio un escalofrío porque ahí vive el "líder" de los matones. Lo extraño es que las personas reunidas lucían tristes, e incluso algunos venían llorando, y por si fuese poco la mayoría portaban ropa negra.
—¿Quién se murió? — Pensó Louise al ver desde lejos mientras sostenía las manos de sus gemelos.
La curiosidad le ganó y notó que el que se había muerto era el mismísimo hijo del más temible vago del barrio: Brice Pérez. Se sabía que era su único hijo y lo quería mucho, tanto que lo bautizó con su mismo nombre. Estaba devastado, sus compinches del barrio lo consolaban.
Hasta lo que Louise escuchó fue que sus amigos supuestamente jugaban bajo la lluvia y en una de esas el chico Brice tocó un cable roto que le provocó electrocutarse hasta la muerte. Luigi sintió un profundo miedo, porque sabía a la perfección de que eso era una mentira ya que se le vino a la mente el acontecimiento cuando Brice y sus amigos lo atacaron, también el momento que estos dos forcejearon con la vara de metal, provocándole una gran descarga eléctrica al chico de trece años.
Por un momento miró sus manos, que estaban sudando de los nervios, las escondió nuevamente en sus bolsillos y le dijo a su mamá:
—Vámonos ya, mamá... no hay nada que hacer por aquí. — Empezó a caminar muy rápido.
Louise empezó a seguirlo y Mario fue detrás de ellos, con una cara de confusión porque sentía que había algo extraño en esta situación. Simplemente dejó esos pensamientos atrás y siguió con su marcha.
Llegaron a la estación de autobuses, su mamá los persignó y se despidió de ellos, corriendo lo más pronto posible a su trabajo que si le llegaba un poco lejos desde este punto. Mario y Luigi se subieron al autobús, sentándose en el primer lugar libre que vieron.
Durante todo el camino Luigi estaba demasiado callado, más que cuando caminaron hacia la estación. A simple vista tenía una cara de mucha preocupación y estaba pálido, Mario tenía ganas de conversar, porque tenía una duda muy enorme con la muerte de su victimario.
Después de tanto pensar, supo iniciar la conversación de la siguiente manera:
—Y yo que le iba a dar su merecido a Brice, no pensé que fuera a fallecer... así.
—Mario... ¿te cuento algo y no le dices a nadie? — Propuso Luigi.
Mario asiente y se acerca un poco hacia él para escucharlo mejor, Luigi suspira y empieza a contarle cada mínimo detalle de lo que pasó el día de ayer:
—Entonces, estábamos forcejeando con la vara de metal. Yo no podía contra mucha fuerza y grité... ellos se rieron de mí. De repente, sentí como algo extraño se recorría entre mi cuerpo y después pasó a mis manos, de un momento para otro Brice se electrocutó fuertemente ya que un gran rayo pasó por la misma vara en la que me iba a pegar, se "desmayó"... vi mis manos ¡y-y te j-juro que salían como chispitas verdes y amarillas alrededor de mis dedos! Las apreté y de ahí cargué muchísima energía, ahí tuve mucho miedo porque YO fui el responsable de que Brice sufrió una descarga eléctrica... de repente uno de sus amigos me tomó por sorpresa y me dio un fuerte puñetazo en el rostro y ya de ahí lo último que recuerdo es que el resto de los amigos de Brice lo llevaron a arrastradas-
Mario se quedó pensando, tratando de analizar toda el "cuento" que dijo su hermano gemelo, porque para eso significaba él: un CUENTO. Se le formó una sonrisa, no quería reírse aunque no pudo contenerse.
—¿Qué es lo gracioso de esto? — Preguntó molesto al ser interrumpido.
—Lo siento hermanito, por más que intentaba hallar algo lógico de esto... simplemente no lo encontré. Vaya, esa paliza que te dieron los bravucones reprobados si te afectó un poquito... ¡pero no te preocupes! Yo me encargaré de ellos en la hora de receso, no me importa que sean más grandes que yo.
—Mario, esto no es una broma... es la realidad. — Expresó con frustración — Sé que es difícil de creer, pero... soy un asesino-
—¡No digas eso porque no es cierto! — Lo interrumpió al momento de poner su mano encima de su hombro, apretándolo con firmeza — Escúchame bien, tú no mataste a nadie, sí... estuviste en la "escena de crimen" por así decirlo, pero eso no significa que tú fuiste el causante de su muerte, fue la propia naturaleza porque a lo que tú me contaste lo más lógico fue que él tocó o pisó algo eléctrico ¡o qué sé yo! Pero nunca digas que tú asesinaste a Brice porque NO ES CIERTO-
—¡Pero si es cierto! — Lo contradijo, casi al borde de llorar.
—A ver, demuéstrame que es cierto... ¡ahorita mismo!
—¿Q-Qué? — Preguntó confundido, sollozando un poco.
—¡Demuéstramelo "niño-trueno"! Haz tu poder... — Dijo con un tono molesto mezclado con burla.
—Pe-Pero aquí hay muchas personas... podría ser peligroso. — Miró a su alrededor.
—Eso no importa, para que yo te crea necesito que me lo demuestres... si no, quedarás como un charlatán. — Cruzó los brazos.
Luigi sacó sus manos de sus bolsillos, mirando detalladamente cada uno de sus dedos. Suspiró, miró hacia el techo del autobús andante y nuevamente puso su mirada en ambas manos, las apretó con todas sus fuerzas esperando a que saliera chispitas de electricidad. Sin embargo, esto no surgió a ningún éxito y solo quedó como el típico niño que inventa poderes.
—Pe-Pero... ¡lo sentí tan real! — Expresó muy confundido y lo hizo una y otra vez.
—Quizás lo confundiste con un sueño que tuviste y por eso lo sentiste muy real... bueno, otra explicación más no puedo hallar. — Le dio unas ligeras palmadas en su espalda.
Su conversación se vio interrumpida por el autobús, que frenó en seco moviendo bruscamente a los niños pasajeros. Esta es la parte favorita del recorrido para Mario, pues aquí el autobús se detiene a la última estación de una colonia "moderada" donde recoge a sus alumnos de la primaria "Escuela Primaria Nueva Donk del Este".
—¿Es en serio, hermano? — Luigi preguntó en un tono fastidiado.
—¡Shht, shht! ¡Quiero saber si ella va a venir hoy! — Dijo con un rostro de entusiasmo mientras observaba por la ventana.
Luigi rodó los ojos y miró a su hermano comportándose como un patético mirando por la ventanilla para ver si venía aquella gran chica. Sin embargo, Luigi notó a una pareja que estaban charlando con quien parecía ser su hija, eso le captó la atención porque ellos tres son los mismos que lo ayudaron en regresar a casa. No sabía muy bien de qué conversaban, pero parecía darles ánimos a la chica, quien ésta tenía un rostro afligido.
—¡Ay, ahí está ella! — Sonrió y sus mejillas se ruborizaron al verla desde lejos.
Mario regresó a su posición inicial, esperando ansiosamente para verla cruzar la puerta del autobús. Luigi aún seguía pegado a la ventana, lo cual eso era curioso para Mario.
—¿Y tú? ¿Qué es lo que tanto observas?
Mario se percató lo que veían los ojos de Luigi, se le formó una sonrisa pícara y le dio un golpecito.
—¡Auch, eso dolió un "poco"! — Dijo al regresar su mirada en él mientras se sobaba su golpe.
—Yo no sabía que también te gustaba una chica... ¡lo traías bien escondido! Y ya entiendo el motivo porque sí está bonita-
—¡Cállate, eso no es cierto bobo! Digo, si está linda pero no me gusta... más bien, ¡ni la conozco! Es solo que esa niña y sus padres... — Miró nuevamente por la ventanilla — fueron los que me ayudaron en regresar a casa.
—Oh, no sabía eso...
—Lo único extraño es que nunca la había visto por aquí en el autobús, ¿y tú? — Volteó a ver a Mario.
—Tampoco. Es la primera vez que la veo... — Dijo extrañado.
Justo en ese momento la chica que tanto Mario esperaba ya cruzó la puerta, con mucho entusiasmo dijo lo siguiente:
—¡Ho-Hola Pauline! — Sacudió su mano en forma de saludo.
—¡Hola Mario! — Ella respondió alegre al detenerse un momento y mirarlo con una sonrisa.
Ella se sentó en otro lugar libre, el pequeño Mario tenía la mirada perdida y sentía como su corazón latía con fuerza. Luigi solamente se burlaba de lo patético que se veía.
—Siempre le dices un "hola" pero nunca te animas a decir algo más de eso... ¡si sigues así nunca va a pasar nada!
—Tienes razón hermano... ¡iré a sentarme con ella! — Le dio unas últimas palmadas en su espalda y se alejó de él.
—¡Eso no era lo que quería decir! — Susurró en un tono triste al ver que su hermano se alejó de él.
Regresó su mirada nuevamente hacia el frente, estaba un poco aburrido sin tener a su hermano de regreso.
Aunque para sorpresa de Luigi, la misma chica rubia se acercó hacia él, preguntándole:
—¿Puedo sentarme contigo? — Desvió un poco la mirada.
Era otra tímida, justo como él. Luigi solamente asintió y se hizo a un lado para dejarle espacio a la niña rubia.
—Gracias...
De ahí se generó un silencio incómodo entre el par, mientras veían a su alrededor estudiantes charlando entre sí, incluyendo al hermano de Luigi charlando con la chica de cabello castaño oscuro.
Luigi no quería que el ambiente entre los dos siguiera incómodo, combatió contra su timidez e inició un tema de conversación.
—Creo que no nos hemos presentado antes... mi nombre es Luigi. — Estrechó su mano hacia ella para ser entrelazada, formándole una sonrisa.
Aquella niña miró la mano, le dio mucha intriga por conocerlo así que tomó la mano del chico, apretándola y así sacudirla con firmeza.
—Mi nombre es... Luna. — Respondió algo dudosa, pero al ver el rostro del niño castaño le dio un poco de confianza.
—Es un lindo nombre...
—Gracias, ja, ja... nadie me había dicho eso. — Comentó algo sonrojada.
—Y bueno, también aprovechando que ya sabemos nuestros nombres quería darte las gracias por aquella vez que me ayudaron a pesar de ser un simple extraño. — Comentó algo apenado y se rasca un poco la parte inferior de su nuca.
—Ah, olvida eso ja, ja... no fue nada, simplemente quisimos ayudar... ¡es más! ¿Por qué no mejor hablamos un poco de nosotros? Por ejemplo... ¿en qué grado vas?
—En cuarto grado, ¿y tú?
—¡Genial! También voy en cuarto grado...
—¿En serio? — Preguntó algo sorprendido — Pero te ves un poquito pequeña...
—Bueno es que digamos que estoy "algo" adelantada... dos años exactamente.
—¿¡Qué!? — Expresó aún más sorprendido — ¡Estás muy pequeña!
—Sí, siempre me han dicho eso... pero no creo ser tan pequeña a comparación tuya.
La conversación fluía muy bien entre los dos, sin percatarse de que ya estaban por llegar a su escuela.
—Oye, y si eres del mismo grado que yo... ¿por qué no te había visto antes por aquí?
—Soy de nuevo ingreso... por eso mismo. Entraré al salón "A"-
—¡Entonces seremos compañeros! — Comentó con una sonrisa alegre — ¿Y por qué no entraste en el primer día?
—Bueno, digamos que tuve un problemita... ¡pero ya está resuelto y eso es lo importante! — Dijo un poco nerviosa.
—Ah, ya veo...
En ese momento, nuevamente el autobús dio otro freno, pero esta vez más ligero. Se abrieron las puertas del transporte y el conductor dijo:
—Ya pueden bajar en orden...
Los chiquillos bajaron de forma desordenada, como siempre. Luigi esperó a que la mayoría bajaran del autobús, en eso él notó las presencias de dos bravucones y viceversa, eso puso nervioso a Luigi, aunque manejó muy bien sus nervios frente a Luna.
Luna se bajó primero, después Luigi, con el único objetivo de dirigirse con ella a la entrada y guiarla a su nuevo salón de clases. Y eso hizo.
Para que sintiera un poco de confianza, le ofreció sentarse en su pupitre compartido anteriormente con Mario. Ella accedió a su ofrecimiento.
Mario entró después que ellos y notó que su lugar ya estaba ocupado, no sabía cómo reaccionar, pues se sentía un poco triste porque Luigi se olvidó de él, pero también se sentía feliz porque es la primera persona en la cual Luigi actúa con normalidad y también se le veía contento.
Decidió acercarse hacia ellos para presentarse formalmente.
—¡Hola, mi nombre es Mario! ¿Cómo te llamas? — Preguntó con esa alegría y confianza de sí mismo.
—M-Mi nombre es Luna, mucho gusto. — Respondió algo nerviosa, pero decidió saludarlo con un apretón de manos.
—Igualmente. — Le dedicó una sonrisa y soltó su mano.
Mario se acercó a su hermano, susurrándole:
—Es la primera vez que te veo hablar con una persona sin tartamudear.
A Luigi se le formó una sonrisa al escuchar eso, lo cual era cierto. Sin haberlo pensado era la primera vez que era él mismo con alguien que no fuera su hermano.
El timbre sonó muy temprano, lo cual eso dejó en confusión a casi todos los estudiantes. Después, la bocina que está pegada en cada esquina superior izquierda de cada aula empezó a emitir el siguiente mensaje:
—Buenos días alumnos, les pido de manera moderada que pasen al gimnasio ya que se hará una conmemoración al estudiante Brice Pérez. Queridos alumnos, favor de pasar-
Nuevamente se le vinieron todos los recuerdos malos que tuvo con Brice, sintiendo pavor y mucha culpabilidad a pesar de la plática que tuvo con su hermano.
—¿Estás bien, Luigi? — Luna preguntó preocupada.
—Sí... estoy bien, solo un poco distraído. — Sonrió de forma falsa, evadiendo aquellas emociones.
—Vayamos de una vez al gimnasio. — Comentó Mario en un tono apresurado.
—Pfft, solo lo dices porque quieres ver a Pauline. — El de verde dijo con burla.
Mario fue el que tomó la iniciativa de ir al gimnasio, guiando a Luna y detrás de ellos caminaba Luigi con desánimo. En medio del camino se toparon con Pauline, quien se unió con ellos y eso animó más a Mario, empezaron a charlar en el camino.
—Pauline, ella es Luna... compañera nueva de nuestro salón. — Mario agregó.
—Mucho gusto Luna... — Pauline dijo con una sonrisa.
—También digo lo mismo... — Luna le regresó la sonrisa.
Después de unos cuantos pasos más por fin habían llegado a la sala de gimnasio, donde ya algunos alumnos estaban formados para entrar.
Pasaron de dos en dos, Mario y Pauline entraron juntos mientras que Luigi y Luna entraron igual. Ya que la mayoría de los alumnos estaban reunidos, el director se subió al atril para comenzar a dar su discurso.
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