Veintiuno ~~> Problema triple
Normalmente, en los casinos destacan los colores rojizos porque afectan de una manera u otra a la propensión a la ludopatía. No es el único truco que utilizan, pero es más eficaz de lo que podría parecer. El color rojo evoca una sensación de bienestar y estimula el sistema nervioso, mientras que los tonos dorados estimulan el cerebro.
Todo está medido a la perfección en un casino para hacerte perder el dinero, incluso los colores de las paredes y hasta el hecho de estar cerrados y sin relojes para hacerte perder la noción del tiempo. Pero en el Tártaro es distinto, porque aquí no necesitan volver ludópata a nadie. Aquí solo juegan los que ya son ludópatas.
Lo de la planta de abajo, la discoteca, eso solo es un tentempié comparado a todo lo que esta enorme torre tiene por ofrecerte. Sí, allí tienen mesas de apuestas, pero sigue siendo una discoteca, porque el casino del tártaro está en unas plantas más arriba. Y en él desaparecen los colores rojizos y dorados, y son sustituidos por verdes y grises que recuerdan al Infierno, de alguna manera u otra.
Si la discoteca ya es terreno de guerras, el casino es el punto cero de estas. Es donde empieza, y seguramente termina, toda la magia del riesgo de las apuestas.
- ¡Parece que he vuelto a ganar! - Gritaba un chico corpulento y robusto, pero con innumerables arrugas en su piel verdosa casi blanquecina.
- No... ¡E-Espera, quiero un todo o nada! - Rogaba casi entre lágrimas una chica joven, más o menos de la edad de Ezna, que se encontraba al otro lado de la mesa. Sus ojos eran azulados, su piel completamente blanquecina, su pelo compuesto de bellos rizos dorados que se deslizaban por su cuerpo hasta los talones. Era el prototipo de princesa de cuento de hadas, y los demonios odiaban eso, porque les recordaba al Exterior.
- ¡Las apuestas no se olvidan, peque! - Un collar dorado apareció en ese momento alrededor del cuello de la angustiada chica, este empezó a tirar de él hasta acercarla completamente al demonio y él empezó a acariciarle el pelo con detenimiento. - Las chicas no soléis perder vuestras almas en apuestas, ¡pero parece que tú eres la menos inteligente de todas! - Su voz vieja acompañada de su tos seca y sus arrugas dejaban ver que Belfegor era uno de los demonios más antiguos de todos.
Eso no le quitaba lo amenazador, pues la chica casi estaba llorando del miedo que sentía en aquel momento. El demonio tiraba y tiraba de su pelo, tratando de arrancarlo, y a su lado otro demonio reía sin compasión.
Uno cuya definición se podría sustentar en una especie de sirena deforme, pues en lugar de piel tiene escamas, en lugar de brazos tiene alargadas aletas (tan alargadas que no le suponen un problema, pues puede agarrar cosas usándolos como tentáculos sin problema), y en su cabeza una aleta mucho más pequeña pero que le ayuda a estar en alerta en todo momento.
- ¡Glub glub glub! - Exclamaba Leviatán entre lo que parecían risas, y entonces habló otra chica más fría en apariencias a la que también le rodeaba un collar dorado sujeto a la mano del demonio-pez.
- Dice que quiere ser quien juegue la siguiente apuesta, que le gustaría tener más traductores - Susurra casi sin mostrar expresiones faciales, tan acostumbrada que está a esa vida que ni siquiera cuestiona los deseos de su amo.
- ¡P-Por favor...! - Seguía llorando la rubia. - ¡He cometido un error, no debería haber apostado mi alma, puedo arreglarlo! ¡Dejadme apostar una vez más y yo...!
- ¿Para qué? ¿Acaso tienes algo más interesante que tu alma para apostar? - Se burlaba Belfegor entre risas secas y pisadas al suelo. - Porque yo creo que...
- Nosotros sí tenemos algo más interesante que apostar - La voz de una chica retumbó por todo el casino, incluso cuando ni siquiera había levantado la voz. Ezna estaba al otro lado de la mesa, había llegado la chica ludópata.
- ¡Glub glub glub glub! - Leviatán pareció sobresaltarse, aunque su traductora no debió sentir que lo que dijo fuera demasiado importante como para decirlo en voz alta.
- ¿Y tú qué? ¿Vas a hacerte la heroína con ella? ¡Por favor, ni que tu alma valiera tanto, solo eres una chica más del montón!
- Pero mi alma sí que vale más... - Susurró una tenebrosa voz a sus espaldas. Sintió escalofríos por todo el cuerpo, sintió aquel aura de miedo que siempre sentía todos los que se acercaban a él.
Lucifer sonreía detrás de ambos demonios, aquella sonrisa tan retorcida que se alargaba poco a poco, rompiendo todas las leyes de la física, esa sonrisa que pasaba desde una oreja hasta otra y que estaba atada por agujas de las que a veces brotaba sangre.
El demonio estiró su pierna por encima de los otros dos y de la mesa para llegar al otro lado y situarse junto a Ezna, girando ligeramente su cabeza y cerrando los ojos en una expresión desafiante y burlona. Aunque esta vez, nadie parecía demasiado aterrorizado como se suponía que tenían que estar.
- Entiendo, así que tú eres la zorrita personal de Lucifer - Asimiló Belfegor al fin, en un tono pasota y dándole una calada a un cigarrillo. - La que ha estado saliendo en todas las noticias últimamente, ¿eh?
- Supongo - Ezna suspiró sin tomar demasiado en cuenta sus palabras, para ella no tenía sentido ofenderse por esas cosas. Prefería pasar directamente a la acción. - Pero lo que importa en una apuesta no es el rival, sino cómo juega sus cartas.
- Tengo entendido que le diste una paliza a Mammón - De repente empieza a hablar la chica la cual está rodeada por un collar dorado y atado a Leviatán, a la vez que se acerca un poco y coloca los puños sobre la mesa. - Ese idiota no tiene nada que ver con estos dos. ¿De verdad vas a arriesgarte a perder algo más que su alma?
Ezna sonrió de manera pícara. Debía hacerlo, eso es cierto, porque así podría recuperar su alma; pero había otro motivo por el que quería llevar a cabo este tipo de apuestas.
Tan solo de recordar lo que sintió cuando se encontró con S, cómo le latía el corazón cuando apuntó el arma a su cabeza, esa adrenalina y lo bien que se sentía en ese entonces... Deseaba más y más, quería seguir apostando hasta morir. Únicamente pensaba en el riesgo, pero ya era suficiente para que su iris volviera a tornarse de un color violeta brillante.
- ¿Acaso tú también quieres jugar? - Su sonrisa se tornó mucho más aterradora, no tanto como la de Lucifer pero casi. A la otra chica le cayó una gota de sudor por la frente a la vez que abría la boca para rechistar, pero Leviatán accedió con la cabeza y no tuvo más remedio que aceptar.
Aunque ahora estaba claramente nerviosa. Había intentado cuestionar y burlarse de Ezna, y ella la había arrastrado cruelmente a su juego. Eso no debía estar pasando, no quería cambiar de amo, no quería acabar peor que una simple traductora de Leviatán.
O peor. Podría terminar como un Cadáver más de Lucifer, que era de hecho lo más probable. No, no se permitiría ni un fallo, fuera cual fuera la apuesta.
- Pero entonces, ¿vamos a jugar tres contra dos? ¿Qué clase de apuesta existe con esas características? - Se quejaba Belfegor con su chirriante y reconocible voz de viejo.
- ¡E-Espera, yo también quiero jugar! - Exclama de repente la chica rubia de antes, que todavía no abandonaba la sala y cuyos ojos brillaron en cuanto vio a Ezna entrar en la sala. - Os seré de utilidad, ¡os lo prometo!
- Venga ya, ¿no tienes nada mejor que hacer? ¡Ya has perdido tu alma, lo que estarías apostando sería que la quemar...!
- ¡Estoy dispuesta a arriesgarme a ello si hace falta! - Esa frase levantó el interés de Ezna de inmediato. "Es como yo", pensó elevando la cabeza y mirando de reojo a Lucifer.
- Está bien, está bien, no tenemos más opciones al fin y al cabo.
- ¡G-Gracias! - Exclamó la chica con ilusión a la vez que se colocaba en el lado de la mesa de Ezna y Lucifer. Los equipos ya estaban hechos. - M-Me llamo Sofía, por cierto.
En ese momento, todos los ojos se dirigieron a la traductora de Leviatán, incluso los del propio Leviatán. Nadie conocía su nombre, su amo porque no lo recordaba, y era necesario si quería inscribirse en una apuesta.
- Liz. Llamadme Liz - Mencionó por lo bajo mientras sacaba una baraja de cartas de póker. - El juego lo elijo yo, es mi única condición.
El crupier preguntó por las apuestas, aunque estas ya eran demasiado obvias, pues el equipo ganador se quedaría con las almas del equipo perdedor. Fuera quien fuera, hoy iban a perderse tres almas.
En el fondo observaban Mammón y Belcebú, tratando de pasar desapercibidos con el resto del público para que no regresaran sus respectivas humillaciones. Y aun así, querían que ganara el equipo de Lucifer, y que si él perdía sus almas también pasarían a formar parte de Belcebú y Leviatán, y preferían dedicarse a vigilar Cadáveres que a traducir a un pez o cuidar de un demonio viejo.
- Las reglas son algo complejas, pero os las apañaréis - Empezó a explicar Liz mientras el crupier barajaba las cartas. - Se reparten 8 cartas a cada uno, y las restantes se retiran y se las queda el crupier. Ninguno puede mirar sus propias cartas, ni siquiera los de su equipo pueden, solo los del grupo rival.
Los movimientos del crupier se le hacían raros a Ezna, ya que no solo barajaba las cartas de manera natural sino que también le daba la vuelta a algunas de ellas, cosa que no tenía sentido dado que las cartas de póker son iguales de un lado o de otro. Liz notó la inseguridad de la chica y saltó a explicar aquellos movimientos.
- Esta baraja es especial, pues cada carta solo tiene un número en la esquina superior derecha. De esta forma, una carta puede quedar del lado derecho o del revés.
>> Los dos equipos seleccionarán un líder, y estos se irán a una mesa aparte y sacarán sus cartas sin verlas. Si sale del derecho, se suman puntos, y si sale del revés, se restan. Los otros cuatro jugadores harán lo mismo, pero contando los puntos suyos y los del otro miembro de su equipo. La tarea de los líderes es conseguir que su puntuación sea más cercana a la de su equipo que a la del equipo rival.
Una vez terminó de explicar, sacó una cartilla de su bolsillo y la colocó encima de la mesa. En esta se encontraban los valores de puntuación de cada símbolo de las cartas (uno para la pica, dos para el rombo, tres para el trébol y cuatro para el corazón); estos números se multiplicarían por la cifra de la carta y esa sería la puntuación que se suma o se resta.
- Lo último que debéis saber es que hay una carta que puede desestabilizar el juego, y que como sabéis solo hay dos de ellas por baraja. El joker cuenta 100 puntos automáticamente, tanto para arriba como para abajo. ¿Hay alguna pregunta?
Sofía trataba de asimilar todo lo que acababa de escuchar, no sabía si entendía las reglas del todo, aunque se tranquilizó un poco cuando Ezna le susurró a su oído que entendería el juego según fuera jugando.
Leviatán estaba ansioso por empezar a jugar, tanto que le entró hambre y de un mordisco le arrancó la cabeza a un camarero que pasaba por allí. Nadie se sorprendió, todos sabían que los demonios acuáticos comían cabezas humanas, y es el peligro de trabajar para un lugar así.
Belfegor y Ezna seguían igual de tranquilos que siempre. La diferencia entre uno y otro era que, mientras uno se confiaba demasiado y solo quería acabar con esta apuesta rápidamente, la otra deseaba empezarla y sentir el riesgo de que un golpe de mala suerte le haría perder algo más valioso que su alma.
- Yo tengo una pregunta - Y entonces el demonio de la sonrisa levantó la mano. - ¿Cuándo empezamos?
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