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Treinta y cinco ~~> Desesperada

Varios días habían pasado desde que Ágatha murió, Sera lo había visto en las noticias ya varias veces y sentía que su cabeza estaba a punto de explotar. Ezna, por su parte, estaba desaparecida, y también se empezaba a hablar en los periódicos de la inminente guerra entre las dos ciudades debido al asesinato del emperador Kay. Y ni falta hace hablar de la muerte de su padre o lo ocurrido con Xenon, por supuesto. Todo estaba patas arriba, ni siquiera sabía cómo habían llegado a esa situación.

"...y en las próximas noticias, tenemos pruebas de la posible correlación entre Lucifer y la desaparición de Asmodeus, así como de la muerte con la famosa actriz pornográfica conocida como Ágatha".

- Creo que prefiero no mirar... - Susurró Sera, alcanzando el mando del antiguo televisor y presionando el botón de apagado. Suspiró desesperada y se inclinó en un sofá completamente demacrado y que parecía que se le iban a saltar los muelles en cualquier momento, todo eso a casi oscuras porque ni siquiera tenían dinero para pagar la luz y solo tenían las de las farolas de la calle.

- Sera... - Murmuró Melanie al bajar las escaleras y encontrarse a su amiga en ese estado, con los ojos inyectados en sangre debido a sus eternas noches en vela llenas de llanto. - Esto... ¿Por qué no me ayudas a recoger la casa? A lo mejor te viene bien para... olvídalo - Rectificó inmediatamente al notar cómo el cuerpo de la chica se desvanecía por completo en el sofá.

Desde que sucedió la tragedia, ambas quedaron en convivir en la casa de Melanie, ya que antes de eso Sera vivía en el laboratorio junto a su padre. Pero la falta del dinero que entraba en su casa gracias a su trabajo como cíborg en aquel lugar fue más notoria de lo que esperaba, apenas tenían dinero para comer, y aun así más de una vez se veían obligadas a no hacerlo para ahorrar hasta el día siguiente.

Tampoco podían quejarse, esta era la situación de una persona normal en Under-G, ellas se consideraban de la clase media antes de eso.

- Oye, ¿vas a seguir dejando la marca del culo en el sofá? - Preguntó la chica, acercándose a Sera y sentándose en un sillón justo al lado suya, aunque igual de roto que el resto de la casa, por supuesto. - S-Sé que no es fácil, pero todavía no lo hemos perdido. Xenon está ahí abajo, necesita tu ayuda, te necesita a ti.

- Xenon me odia - Contestó en un resoplido, enterrando la cara entre las sábanas.

- ¿Qué? No, no, no digas eso, sabes que no es verdad - Trató de consolarla colocando una mano sobre su espalda y dándole algunas caricias. - Él no piensa eso de ti, te quiere muchísimo. Es por culpa de ese maldito virus. Te prometo que lo traeremos de vuelta.

- ¡No podemos traerlo de vuelta, vale! - Levantó la cabeza en un movimiento brusco y elevando la voz, Melanie se asustó y trató de buscar las palabras adecuadas pero estas no salían de su boca. Incluso Sera se asustó de sí misma, apartó los ojos porque sabía que si seguía mirándola a los ojos iba a romper en llanto y continuó hablando, en un tono más relajado. - Yo... Yo nunca he servido para esto, ¿vale? Quizás tú sí, quizás Xenon también, pero yo no... Solo soy una inútil que no es capaz de hacer nada por su cuenta, que siempre necesita la ayuda de otras personas, así que... No puedo hacer nada por salvar a alguien que depende de mí, sencillamente no puedo.

- Sera...

- Yo... Creo que voy a salir a tomar algo - Dijo repentinamente, levantándose de golpe y caminando hacia la puerta. - Quiero estar sola, por favor - Murmuró en respuesta a una pregunta que no se había hecho pero que claramente estaba en el aire, mirando a su amiga de reojo y marchándose con prisa.

Melanie se quedó mirando en su dirección, preocupada y debatiendo entre quedarse ahí o salir a buscarla. Quería darle espacio, pero era consciente de lo mucho que todo esto la sobrepasaba; en un mismo día había perdido a la persona que más quería en el mundo, había muerto una de sus mejores y primeras amigas fuera del laboratorio, y la otra simplemente se esfumó sin dejar rastro alguno. Al final, optó por irse a dormir pronto y esperar a que mañana fuese otro día.

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Si había un lugar que Ágatha frecuentaba con regularidad, ese era el bar Érebo; su ambiente opresivo y decadente era lo que siempre le había llamado la atención de ese lugar, e incluso lo convirtió en su lugar de descanso al que ir cuando se sentía mal y tenía ganas de beber unas copas. A pesar de ello, toda penumbra es eliminada por las luces de neón rotas y parpadeantes y hologramas desgastados que anunciaban bebidas y espectáculos al más puro estilo ciberpunk

Las paredes de metal oxidado vibraban con la música electrónica pulsante que ahogaba los gritos y las risas histéricas de los clientes, las discusiones y peleas eran constantes y prácticamente servían como otro juego de apuestas aparte de todas las máquinas de casino diseñadas para sacarte hasta el último centavo que había dispersadas por el lugar.

En las más oscuras esquinas yacen los borrachos que han tenido mala suerte en la vida, peor suerte de la que es nacer en Under-G en general, tambaleándose y cayendo en cristales de botellas rotas, empapados en alcohol barato y con la piel marcada por numerosas cicatrices que marcaban no las victorias sino las derrotas de las pobres almas en decadencia. Y entre toda esa muchedumbre, sentada frente a la barra y con varias copas encima, se encontraba Sera.

- Ponme otra, por favor - Susurró con un suspiro al acabarse su copa de vino.

- Esto... disculpe, señorita, pero llevas ya 4 copas enteras, no creo yo que sea saludable que siga bebiendo - Trató de convencerla el camarero.

- Soy una cíborg, soy intolerante a los efectos del alcohol. Ahora ponme otra puta copa.

El chico refunfuñó y le hizo caso, pues solo había preguntado por compromiso ya que el establecimiento no tiene la obligación de velar por la salud de los clientes. De todos modos, la muerte etílica solo eran menos bocas que alimentar para la gente de arriba, y por ende, más ganancias para ellos y los del Exterior.

Mientras el camarero llenaba otra copa de vino, Sera observaba las luces de neón reflejadas en el líquido, perdiéndose momentáneamente en sus pensamientos y sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros.

- Aquí tiene - Murmuró el camarero con un tono desesperanzador, notando la tristeza y el vacío en la mirada de la chica y colocando la copa de cristal frente a ella antes de alejarse a atender a otros borrachos. Ella la tomó sin decir nada, dejando que su garganta ardiera a causa del vino, buscando acabar con todas sus penas y dolores y quizás también con ella misma. Y, de pronto, un efímero nervio de esperanza se activó en su cerebro, pero se esfumó con la misma rapidez.

Aunque ahora había sido reemplazado por curiosidad, miró a un lado y a otro en busca de lo que fuera que podía haber activado esa reacción en su cabeza pero solo se encontró con una silueta familiar que acababa de sentarse a su lado, un chico con fuertes ojeras y que desvió la mirada rápidamente a las noticias que hablaban en ese momento de Lucifer y Asmodeus, era alguien a quien reconocía de haberle visto en la tele varias veces.

- Ponme lo más fuerte que tengas, hoy quiero beber hasta que se acabe el día... - Murmuró el adulto, sin apartar los ojos del televisor.

- No sabía que los ricos venían también a esta clase de sitios - Dijo Sera de repente y casi sin pensarlo, como si sintiera que tenía que entablar conversación con él. - ¿Puedo preguntar por qué?

- Digamos que el dinero solo te da felicidad hasta cierto punto, y luego solo puedes ir hasta abajo, hacia el fondo del pozo - Respondió tomándose de un trago un vaso entero de lo que parecía ser una especie de whisky y como si conociera a la chica de toda la vida, algo en ella le daba buenas vibras incluso si solo estaba allí para disfrutar del alcohol. - Perdí a mi hija hace mucho tiempo, pero siempre he pensado que algún día podría reconciliarme con ella. Ahora la he perdido del todo, figurativa y literalmente.

- Yo también he perdido a gente importante estos días - Respondió Sera. - Tanta que ni siquiera sé qué pensar, ahora solo me queda una persona en mi vida... y hasta hace un par de días, ella también me odiaba.

- Tiene que ser duro, perder a tanta gente en tan poco tiempo.

- No sabes cuánto.

Y ambos volvieron a dar un trago de sus respectivas bebidas, sintiendo una extraña complicidad el uno con el otro, una complicidad que les permitía desahogarse, escuchar y ser escuchados. Así que, guiada por esa complicidad, Sera continuó hablando.

- Todavía puedo salvar a alguien, al chico más increíble que haya conocido jamás... pero depende de mí, ¿cómo voy a siquiera intentarlo? Solo soy una inútil.

- El amor adolescente es algo que hecho bastante de menos - Susurró con una sonrisa llena de picardía. - No sé si te será de ayuda, pero si lo que necesitas es alguien que te guíe en tu camino, creo que conozco a la persona indicada - Murmuró con una mezcla de simpatía y nostalgia en su tono, pues creía entender que la razón por la que se sentía tan cómodo con aquella chica era porque le recordaba a Ezna.

Ella le miró, intrigada y con un nudo en la garganta, pues acababa de prometerse que no iba siquiera a intentarlo, porque sería inútil y solo causaría un mayor mal del que ya había. Pero, si el peso de la misión podía recaer en otra persona y no en ella, a lo mejor aún podía salvarle.

- ¿Quién? - Aunque trató de no sonar demasiado desesperada, claramente era lo que su voz terminaba de denotar.

- Seguro que la conoces - Respondió, inclinándose sobre el taburete de la barra y con una suave sonrisa en su rostro. - La llaman Pandora, la verdadera Pandora. La chica que abrió la caja que contenía todos los males del mundo, y que la cerró cuando solo quedaba la esperanza. Ella sigue viva, y si alguien puede ayudarte a rescatar a ese chico, es ella.

- ¿Dónde puedo encontrarla? - Esa chispa de esperanza había vuelto a nacer dentro de ella, ahora a lo mejor tenía una oportunidad de salvar a Xenon.

- Eso ya no lo sé, pero seguro que puedes obtener alguna pista si le preguntas a la gente de la ciudad. Al fin y al cabo, cuando ella fue desterrada al Infierno, se convirtió en una demonio, así que no será tan fácil de encontrarla como si se tratara de tu vecina.

Sera suspiró, aliviada y entusiasmada de contarle el nuevo plan a su amiga. Si se trataba de buscar su paradero, quizás ahí sí que podía intentar ser útil, al menos por una vez.

- Gracias, Sédulus - Murmuró, aunque sentía que esas palabras no eran suficiente para expresar su gratitud. El hombre levantó su vaso en señal de despedida.

- Buena suerte, chica. Siento que mi hija te acompañaría si os encontrarais, dentro de lo que cabe ella tiene un corazón de oro. Espero que esto sea suficiente para saldar mi deuda con ella.

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