Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

stranger.

003/extraño.

—¿Los caminantes te han comido la lengua?

Observé con asco al chico que dijo eso, girando la cabeza para mirarlo cara a cara. Me dio una bofetada. Oí el sollozo mal disimulado de Savannah tras el mostrador.

—Responde cuando te hablen. —Ordenó, agarrando con fuerza mis mejillas—.

En un movimiento rápido mordí uno de sus dedos, se apartó rápidamente y le callé la boca. Lo miré desde mi altura, con mechones de pelo enganchados a la cara por el sudor. Él hombre mayor se agachó para verme mejor, me agarró por el mentón, sosteniendome la mandíbula para que lo mirara. Sonreía mientras me miraba. 

—Que te follen. —Le escupí en la mejilla—.

Él soltó una risa amarga y se levantó. Noté como el agarre en mis brazos fue cada vez más fuerte.

—Llevadla. —Limpió con un pañuelo negro mi escupitajo de sangre y saliva—.

Miré por última vez donde estaba Savannah, pero había desaparecido. Sonreí al pensar que la había salvado.

Me pusieron en pie y me obligaron a andar fuera de la tienda. Dos camiones enormes estaban aparcados, uno de los hombres abrió las puertas traseras y me tiró dentro, golpeándome con cajas.

Volvieron a cerrar las puertas, sumiendome en una oscuridad aún mayor que en la que habitaba en mi misma. Guiada por el olor me dirijí a una de las cajas, encontrándome con unas barritas energéticas de chocolate algo derretidas por el calor, ¡de chocolate! Me las comí, o más bien, engullí saboreándolas al máximo. Abrí otras de las cajas, en ellas había botellas de agua cristalina, más comida en conserva y medicinas. Si no fuera porque era una prisionera esto parecía el puto paraíso.

Intenté, en vano, encontrar armas. Al menos no fueron tan idiotas como para dejar armas a mi alcance. Perdí la noción del tiempo ahí dentro, llevaba treinta, quizá cuarenta, minutos encerrada. El camión paró en seco y me caí hacia delante, golpeandome contra algunas cajas.

—Vamos. —Habló sin más un hombre castaño, atandome una cuerda en las manos—.

La luz me cegó por unos instantes. Al bajar me dio un empujón para que andara, si hubiera tenido mi bate esa sonrisa ya no hubiera estado en tu cara.

—Yo de ti no haría ninguna tontería. —Me advirtió—.

Miré al frente, había un gran edificio, parecía una fábrica abandonada. A mí alrededor había rejas con caminantes en ellas y gente con uniformes extraños moviéndolos, se oía el murmullo de gente hablando. El hombre con bigote volvió a empujarme para que andara y no observase tanto el panorama, intenté insultarle pero el labio me ardía al mínimo intento de pronunciar palabra.

Un montón de gente cosiendo, vendiendo cosas, jugando a juegos de mesa, niños corriendo de aquí para allá y cocinando estaban en el primer piso. De la gente que había me recordó a un ejército, Alexandría a su lado no era más que un diminuto pueblo. Me hizo subir unas escaleras, me sorprendí al pensar que aún había más gente.

Muchas habitaciones cerradas, me pregunté que habría en ellas, pero prefería no saberlo. El castaño abrió una de las puertas, dejando ver un cubículo diminuto sin ventanas.

—Esperarás aquí calladita.

Sacó un cuchillo para desatarme. Para vengarme le di un golpe con la cabeza en el mentón, hice brotar sangre de su labio, igual que el mío. Hizo una mueca de dolor, a lo que yo sonreí sin disimular. Pero un golpe inesperado borró mi sonrisa, me dio un puñetazo tan fuerte que me tumbó, puse las manos para no caer de cara al suelo, la sangre y el sudor se mezclaron, formando un charco asqueroso debajo de mi cabeza.

—Entra.

Me dio una patada para que entrara. Cerró la puerta con llave, dejándome ahí dentro, otra vez sumida en la oscuridad. Suerte que no descubrieron a Savannah, a saber que le harían a una niña estos locos. Recé por ti, hermana.

Me estiré en el, sorprendentemente, limpio suelo para intentar calmarme. El calor y el dolor aún eran insoportables. Cerré los ojos intentando dormir, ya que no podía hacer nada para salir de ahí.

Cuatro paredes, oscuridad, puerta cerrada...

Cuatro paredes, oscuridad, puerta cerrada...

Cuatro paredes, oscuridad, puerta cerrada...

Oí el corazón latir bajo mi pecho, abrí los ojos empapada de sudor frío. Empecé a hiperventilar. Apoyé la espalda en la pared y me centré en mis piernas para distraerme. Los tejanos desgastados se habían manchado de sangre reseca, igual que la camiseta de tirantes y mi pelo rubio qué, en ese momento, parecía castaño por lo sucio que estaba. No pude quitar la atención de la minúscula habitación, la repasé con la mirada una y otra vez.

No podía.

No podía.

No podía.

Me puse en pie para gritar, un grito gutural, fuerte y agudo.

—¡Dejadme salir! —Golpeé la puerta con patadas— ¡Abrid la puta puerta!

Las paredes se cernían sobre mí, la oscuridad de apodera de mi vista, cada vez esto era más pequeño.

Necesitaba salir.

Necesitaba salir.

Necesitaba salir.

No había aire suficiente.

No había aire suficiente.

No había aire suficiente.

Golpeé de nuevo la puerta de hierro para llamar la atención de alguien. El dolor me calmaba. Nadie me hacía caso, pero oí pasos al otro lado. No pude aguantar más, no entraba aire por mis fosas nasales, sentía como me asfixiaba en este cubículo.

—Quiero... Salir.

Mis gritos se volvieron susurro de agonía. Salió espuma de mi boca, dejé el peso en la puerta por que no podía mantenerme en pie. Notaba como perdía el conocimiento poco a poco, no era la primera vez que me pasaba, pero esa vez no pude controlarlo. Alguien abrió la puerta de golpe. Caí de cara al suelo, el sol me tocó la fría piel.

Seguía sin poder respirar bien. Golpeé mi pecho para poder respirar, la garganta me quemaba y lágrimas de dolor asomaban por mis ojos.

Cerré los ojos. Necesitaba oxígeno.

Me iba a morir.

Me iba a morir.

Me iba a morir.

Abrí los ojos buscando una salvación.

—Es un ataque de pánico. —Susurró ese alguien. Esa voz... Una voz extraña. La había escuchado antes—.

Me giré, quedando boca arriba en el suelo, buscando aire. Toda yo estaba temblando, noté una leve brisa mover mi pelo, el sol en mi piel. El aire volvió, poco a poco, a mis pulmones, abrí la boca para respirar mejor. El oxígeno quemó mi garganta adolorida.

—Hey, hey. Mírame. —Alguien me agarró las muñecas—. Estás bien, estás conmigo. No te ha pasado nada malo, solo estamos tu y yo.

Parpadeé varias veces para verlo mejor. Lo conocía. Como si fuera de papel me acurruqué en su pecho y puso su cabeza sobre la mía, meció mi cuerpo en un agradable vaivén. Olí ese perfume tan nostálgico, burbon barato y cigarrillos.

—Estás con rizitos de oro, ¿eh?

En ese momento lo reconocí, esa voz dejó de ser extraña para mi. Recuerdos efímeros pasaron como diapositivas por mi mente entumecida, sabía quien eras.

—¿Dwight? —Pronuncié su nombre con cuidado—.

Me separé de su torso para observarlo, para saber que no era un espejismo. Arrodillado conmigo en brazos, esto parecía un deja vù. Media cara la tiene quemada, eso fue lo primero que llamó mi atención, estaba más delgado de la última vez que lo vi, pero su pelo rubio continuaba ahí. Él también me observaba, yo no había cambiado mucho desde la última vez que nos vimos.

Lágrimas de alegría, nostalgia y tristeza inundaron mis ojos como si fuera una niña pequeña que acababa de ver a su padre volver del ejército. Apreté el puño, agarrando su camiseta gris.

—Dwight... —Susurré para luego abrazarlo—.

Escondí mi cara en su cuello, él también en el mío. Eso no era un abrazo de familiares, tampoco de amigos. Ese fue uno de esos abrazos que te abrazan el alma.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro