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09 | R e g r e s o


MELANIE Y LOUIS CONTINUARON CAMINANDO alrededor del pequeño pueblo, hablando de deferentes intereses y hobbies. Melanie encontraba difícil mantener una conversación con Louis; después de todo, ya le había dicho bastante de ella. Le mencionó a cerca de su amor por la lectura y jugar Tenis dos veces, antes de que ambos se dieran cuenta de que era necesario un nuevo tema de conversación.

―Me gusta prenderle fuego a las cosas ―dijo Louis.

Melanie levantó una ceja.

―Muy al azar, pero gracias por compartir.

―Cuando quieras ―dijo Louis, sonriendo.

―¿Eres un poco pirómano, entonces?

―En efecto ―dijo Louis―. ¿No me viste sacar fuego de mis manos antes?

―Sí ―dijo Melanie, pateando una piedra con su zapato―. Eso fue estúpido e infantil.

―No todos los niños que veo sacan de sus manos fuego.

―Detente.

Lentamente, ambos se acercaron a la iglesia de nuevo y Melanie rió suavemente para sí misma; lo había retado a entrar en el Lugar Santo, y él solamente había echado fuego por los ojos como respuesta. La iglesia era una hermosa construcción con vitrales como ventanas y una cruz de oro en la parte superior de la torre. Melanie sólo había estado un par de veces con su escuela como parte del programa de actividades para navidad. Los himnos y los candelabros, no eran el fuerte de Melanie

―¿Qué? ―Preguntó Louis, confundido por el hecho de que Melanie se había reído.

―Me acabo de acordar de tu cara cuando te reté a que entraras ―dijo ella, sonriendo―. No tenía precio.

―O encuentras todo lo que hago gracioso e increíble ―dijo Louis antes de dar un paso hacia la iglesia.

Melanie lo miró fascinada mientras lentamente se estiraba para alcanzar la puerta. Por un segundo, nada pasó, pero los ojos de Melanie se abrieron de par en par cuando vio humo salir de la mano de Louis. Rápidamente retiró la mano y miró las marcas de quemaduras dejadas en su pálida piel.

―Oh, por...

―Sip ―Louis la cortó antes de que dijera el nombre del Señor―. Se ha quemado.

Melanie se aclaró la garganta.

―¿Por qué pasó eso?

―Dios me arrojó del Cielo: un lugar Santo y Sagrado. Funciona en cualquier otro lugar dirigido por la religión; iglesias, mezquitas, capillas, lo que sea...

―¿Qué pasa con tu mano? ―Preguntó Melanie, mirando hacia la carne quemada.

Louis le sonrió a su lesión y la sostuvo en alto para que Melanie pudiera verla. Lentamente, como por arte de magia, la piel comenzó a soldarse hasta que no hubo marcas en absoluto; era impecable y sin marcas.

―¿Cómo? ―Cuestionó ella, mirándolo con asombro―. ¿Qué otros poderes tienes además de curarte y manos llameantes?

―Puedo levitar ―dijo Louis antes de que repentinamente comenzara a flotar ante los ojos de Melanie, a pocos palmos del suelo.

―Eso está cool ―dijo Melanie, sonriendo―. ¿Qué más?

―Has visto mi piel ponerse roja ―dijo Louis―, y eso es porque, si me pongo muy loco, mi disfraz humano comienza a agrietarse.

―¿Por qué ahorita todavía tienes tu forma humana? ―Preguntó Melanie―. No te voy a juzgar por los cuernos en crecimiento.

―No quiero estar cachondo rodeándote ―dijo, sonriendo con malicia.

Melanie sólo puso los ojos en blanco ante su descarada insinuación

―¿Qué más? ―Instó Melanie.

Louis se encogió de hombros.

―Ya no hay más.

―Pensé que habías dicho que recuperaste tus poderes.

Algunos de mis poderes, fue lo que dije en realidad ―Louis corrigió―. Has estado viendo uno todo el tiempo.

―¿En serio? ―Dijo Melanie francamente, mirándolo de arriba a abajo―. ¿Cuál podría ser?

―Belleza física ―dijo lentamente, enunciando cada palabra. Dio un paso hacia Melanie hasta que quedó justo en frente de ella―. Cualquier hombre o mujer con un cuerpo y corazón hermosos pueden ser la ruina de alguien. La belleza corrompe tanto a las personas, que tal vez nunca vuelvan a ser los mismos de nuevo.

Melanie lo miró a los ojos y dijo:

―Si la seducción fue uno de tus poderes previos, me gustaría informarte que no fue uno de los que pudieras arreglarte para mantener ―alzó sus manos y lo empujo suavemente del pecho, con una sonrisa en el rostro―. Estás demasiado enamorado de ti mismo, Lucifer.

―Tal vez ―dijo él, sonriendo con suficiencia―. Por lo menos sé cuándo parar de hablar de mí mismo. Mucha gente en este universo no puede.

―Ahora estás hablando con acertijos, bastardo astuto ―Melanie rió antes de que saltara sobre él―. ¿Qué otra cosa puedes hacer?

―Mis ojos cambian de color ―dijo él y Melanie vio mientras sus pálidas irises azules se oscurecían y cambiaban a un rojo sangre―. Dependiendo de mi estado de ánimo cambian, y puedo hacerlo cada vez que quiera.

―Creepy ―dijo Melanie mientras miraba sus ojos de nuevo cambiar a azul―. ¿Algo más? ¿Tienes alas?

―¿Alas? ―Él rió―. Solía. Los ángeles tienden a tener alas, pero cuando me echaron, comenzaron a morir. El blanco se volvió negro y, finalmente, las plumas comenzaron a caerse. Se quedaron sin nada más que con hueso hasta que mis poderes empezaron a recargarse. Y ahora simplemente están...

―¿Inútiles? ―Melanie terminó por él―. Lo siento Lou.

Él rió.

―Me gusta bastante Lou ―dijo sonriendo―. La abreviatura de una abreviatura.

―De hecho ―dijo Melanie antes de mirar al cielo opaco; a pesar de ser incoloro el paisaje, Melanie todavía era capaz de decir que el cielo encima de ellos estaba tormentoso―. ¿El clima de aquí copia el de casa? ―Se preguntó en voz alta.

Louis asintió.

―Sí. Parece que va a empezar a llover pronto

―¿Puede llover aquí? ―Preguntó Melanie, desconcertada.

Louis asintió una vez más.

―El Más Allá es como el mundo pero abajo, Melanie. Llueve, nieva, hace frío, al igual que lo hace en la tierra.

―Hm ―murmuró Mel, mirando hacia arriba―. Nunca hubiera esperado que esto fuera posible.

―Nada aquí es posible para ti, ¿o sí? ―Louis preguntó y Melanie sacudió su cabeza antes de que sintiera una gota de lluvia en la punta de su nariz.

―Y empieza ―dijo ella y Louis le hizo un gesto para que lo siguiera más adentro del pueblo―. Louis, no me importa la maldita lluvia. No necesito encontrar refugio.

―Lo que la señorita desee ―dijo él antes de bajar su mano otra vez a su costado.

Mientras ambos caminaban hacia adelante, Melanie sonrió para sus adentros cuando pasaban el parque del vecindario. Cuando era niña, sus dos hermanos la empujarían en los columpios por horas y reirían juntos y felices. Le trajo una tristeza y una alegría a su interior y encontró sus pies llevarla a través de las puertas y de regreso a los columpios.

―Solía venir aquí cuando era una niña ―dijo mientras Louis la seguía y se sentaba a su lado en el columpio―. John y Craig jugarían conmigo por horas aquí cuando mis padres tenían que trabajar todo el día.

―Los recuerdos de la infancia están volviendo, ¿eh? ―Preguntó Louis.

―Sí ―Melanie rió―. Pareciera que fue ayer.

―Creo que ayer para ti es un poco diferente a estar sentada en los columpios ―dijo Louis y Melanie palmeó su brazo suavemente.

―Sí, estrellarse contra un árbol es un poco diferente ―ella estuvo de acuerdo, asintiendo para sí misma. Melanie podía sentir los ojos de Louis en ella y cuando le preguntó que qué miraba, su encogimiento de hombros había sido casi muy repentino.

―¿Sabes? ―Dijo Louis, mirando hacia abajo, en dirección a sus manos. Distraídamente, quería que sus poderes trabajaran mágicamente, y pronto llamas pequeñitas aparecieron sus manos. Melanie observaba mientras las llamas vacilantes iluminaban su rostro.

―Probablemente deberías empezar a pensar en irte pronto.

―Sí. ―Melanie suspiró, mirando al cielo de nuevo. De repente, la lluvia se hizo más intensa y ella cerró los ojos mientras dejaba que el agua empara su ropa―. No por el momento. Quiero quedarme aquí un poco más.

―Muy bien ―dijo Louis, con los ojos clavados en las llamas con las que estaba jugando―. Dime cuando estés lista.

―¿Tan desesperado estás por deshacerte de mí, Satán? ―Preguntó Melanie, metiendo su cabello detrás de la oreja―. Estoy herida.

―¿Qué te puedo decir? Soy malo, ¿no? ―Respondió él con una sonrisa torcida. Melanie observó mientras empujaba unos mechones húmedos fuera de su cara, su nariz arrugándose-. Y sin embargo me encuentro deseando que no tengas que irte.

―¿Por qué? ―Preguntó Melanie, mirándolo a través de la lluvia.

―Porque me caes bien, Melanie ―Louis le sonrió, las llamitas de sus manos desvaneciéndose―. No he tenido un amigo en mucho tiempo.

―¿Entonces somos amigos? ―Preguntó ella―. Eres como un demonio blandito.

―Puedo ser malo ―dijo, con su voz más grave―. Puedo ser muy ruin... y despiadado.

―Grandes palabras de un caballero sin polla ―Melanie rió y él sólo le sonrió.

―Te voy a demostrar lo equivocada que estás, no te preocupes.

La promesa oculta en sus palabras mandó Melanie un escalofrío en su espina pero lo ignoró y miró hacia sus manos. Las gotas de lluvia caían a sus dedos cuando bajó la cabeza. Saltó un poco cuando Louis puso una mano en su espalda.

―¿Estás bien?

―Asustada ―admitió Melanie―. Todo va a ser diferente cuando despierte.

―Por lo menos sabes que tienes que dejar la bebida ―comentó Louis―. Sospecho que vas a aventar todas tus cosas caras por la ventana de tu cuarto cuando llegues a casa.

―Shh ―dijo Melanie―. Nadie necesita enterarse de mi escondite secreto.

Su comentario sarcástico hizo a Louis sonreír abiertamente.

―No es tan malo en el Infierno. Te acostumbras a él después de unos pocos cientos de años. Resulta que tengo mi propio alijo de vino.

―Mentiroso ―dijo Melanie―. No te creo.

―¡Hay algo nuevo! ―Intervino Louis.

Al principio, el sarcasmo y la incredulidad de Melanie le habrían molestado tanto, que habría querido arremeter contra ella. Sin embargo, cuanto más tiempo pasaban juntos, menos le parecían irritantes su descarada forma de ser. De hecho, Louis estaba feliz porque le recordaba a una versión femenina de sí mismo.

―Si me hubieran dicho de niña que tendría una charla con El Diablo en un parque, en años futuros, no les habría creído ―dijo Melanie, anillando su cabello―. Me hubiera reído en sus caras si me hubieran dicho que tomaría cerveza con él.

―Técnicamente, no lo hiciste ―dijo Louis―. Yo tenía la cerveza y tú tenías un sorbo.

―Bueno, si hubieran dicho que me sentaría contigo en un bar ―Melanie corrigió―. ¿Contento?

―Mucho.

A medida que la lluvia caía a su alrededor, Melanie pensó en lo diferente que su vida iba a ser. Estaría paranoica a cada segundo del día, preguntándose en quién sí confiar y en quién no. Probablemente no volvería a tocar el alcohol o aceptaría que la llevaran a su casa. Odiaba cómo dos personas en su aparentemente perfecta vida habían conseguido arruinarla en una sola noche.

―Tengo que volver ―ella murmuró―. Tengo qué.

Louis entendió y se movió en su asiento para quedar enfrente de ella. Extendió sus brazos para que ella os tomara y le sonrió mientras dejaba que el Diablo le ayudara a ponerse de pie. Permanecieron a palmos de distancia, mirándose.

―¿Recuerdas lo que te dije antes? ―Preguntó Louis seriamente―. Cuando despiertes, todavía vas a tener las heridas que causaron tu muerte. Depende de si te dieron medicina o no, tal vez no seas capaz de sentir tanto dolor, pero normalmente, cuando regresas a tu cuerpo la experiencia dolerá un poco.

―Fantástico ―dijo Melanie, quitándose el pelo de la cara―. Espero estar drogada lo suficiente.

―Oh, por el amor del Infierno ―dijo Louis―, no te atrevas a dejar la bebida para empezar a drogarte.

―¡Nunca dije que lo estuviera! ―Replicó Melanie, sonriéndole―. Entonces, ¿cómo es que esto funciona?

―Voy a hacer lo mismo que hice con Michael: te voy a agarrar de los hombros y te regresaré a la Tierra.

―¿Desaparezco?

―Sí ―respondió Louis. Le dedicó una sonrisita, no pudo evitarlo y vio un indicio de pena en sus ojos-. Espero estarte viendo en setenta años, Melanie Cooper.

Ella rió.

―Sí. Cuando sea vieja y decrépita.

Melanie sintió un destello de tristeza de dejar el Más Allá (de dejar a Lucifer) él había compartido con ella sus pensamientos personales, le dijo cómo es que estaba verdaderamente solo con un desagradable pero francamente merecido pasado.

―Recuerdas mi oferta, ¿sí? ―Le dijo Louis, sonriéndole―. Juventud, inmortalidad y yo. ¿Qué más puedes pedir?

―Alguien que no se quiera tanto ―dijo Melanie, situando sus manos en sus labios. Para ahorita, sus ropas estaban empapadas por la lluvia, estaba comenzándole a dar frío―. Tal vez a alguien que le guste hablar más de otras personas que de su glorioso ser.

―Entonces, ¿soy glorioso? ―Preguntó él, con una ceja levantada―. Ya sabes, no has contestado mi pregunta de antes. La que te pregunté la primera vez que aparecí aquí.

―¿Y cuál sería esa pregunta? ―Preguntó Melanie.

―Que si tenía un rostro atractivo.

Melanie dejó salir un suspiro y cruzó los brazos sobre su pecho.

―Está bien. La tienes. Pero sólo en esta forma. Nunca he visto la verdadera.

Louis rió.

―Ya has visto la mayoría de ella. Me veo exactamente igual, pero con piel roja, ojos rojos y cuernos.

―¿Cola puntiaguda no? ―Preguntó Melanie.

―Sí. Hay una cola ―él resopló―. Y uñas filosas.

―Es una lástima que no la voy a poder ver ―Melanie hizo un mohín.

―Tal vez lo harás... dentro de setenta años ―dijo Louis, sonriendo―. ¿Estás lista?

Melanie asintió lentamente, tomando un suspiro profundo antes de que Louis situara sus manos en sus hombros suavemente.

―Entonces, ¿voy a estar en un hospital? ―Dijo Melanie bruscamente, con los ojos muy abiertos. Se sentía más y más asustada ante la idea de despertar con un dolor insoportable con múltiples tubos pegados a si piel―. ¿Con dolor?

―Sí, pero no te preocupes ―dijo Louis―. Vas a estar bien.

―¿Lo prometes? ―dijo ella por encima de un suspiro.

―Lo prometo. ―Louis se aclaró la garganta―. Adiós, Melanie Coo...

―¿Voy a recordar todo esto ―preguntó Melanie de repente― cuando despierte?

Louis asintió.

―Sí, te vas a acordar de todo.

―Bien, ―dijo Melanie, mordiéndose el labio― porque quiero acordarme de esto.

Rápidamente envolvió sus brazos alrededor de su cuello y tiró de su boca hacia la de ella para un largo beso. Por un segundo, Louis estaba demasiado aturdido para hacer cualquier cosa, pero poco a poco se vio besando a la chica humana con apenas tanta pasión, sus ojos cerrándose. Melanie enredó los dedos en su cabello al mismo tiempo que Louis acercó sus caderas a las de él.

Demasiado pronto, Louis se separó, con los ojos todavía cerrados. Melanie estaba a punto de hablar pero fue interrumpida cuando Louis le desenredó las manos de su cuello y obligó a una de sus manos a situarse en su entrepierna. Melanie se quedó sin aliento por su peligrosa acción, pero pronto se dio cuenta de cuál era su intención.

―Considérate probadamente equivocada ―él jadeó, sonriendo ampliamente.

―Me disculpo ―murmuró, moviendo la mano cuidadosamente sobre él―. ¿Quién habría sabido que serías tan colosal?

Louis rió en voz alta antes de colocar sus manos de vuelta sobre sus hombros. De repente, Melanie sintió una sensación de mareo hacerse cargo de ella y su cabeza comenzó a girar. Entró en pánico cuando se dio cuenta de que estaba regresando a su cuerpo, y rápidamente se inclinó para besarlo de nuevo. Él apretó los dedos contra su boca y negó con la cabeza.

―Continuará ―susurró―. Dentro de sesenta años.

Lo último que Melanie vio fue la sonrisa perezosa de Louis y penetrantes ojos observándola mientras se giraba en la oscuridad.

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