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Capítulo 41

Releí una y otra vez la carta en mis manos y me sentí estúpida, la más estupidas de todas, cómo había podido dejarme manipular de esa manera por Miguel, eso era lo que él quería que yo lo odiara así no tendría motivos para volver, me seque algunas lágrimas con el dorso de la mano. Cómo había podido caer en su macabro juego, desde el inicio tenía un plan B, este era el suyo. Lucifer no había podido irse, tenía que regresar de alguna u otra forma, el único que podía darme respuesta a todas las preguntas que tenía en mí cabeza era Constantino. Me puse de pie del sillón y fui a la habitación, aún tenía mi bata de baño puesta, fui al armario y saqué un vestido negro corte campana que llegaba más abajo de mis rodillas, me puse unas sandalias bajas y una gabardina de botones de igual color, me mire al espejo, no tenía tiempo de peinarme así que solo me cogí una cola alta, fui de nuevo a la sala empaque el teléfono, la carta y las llaves en el bolso y salí del apartamento, debía encontrarlo y hacerlo volver. Salí del edificio y camine dos cuadras arriba y en la esquina paré un taxi y le indique la dirección de la iglesia. Habían muchas cosas en mi cabeza como para ponerme a pensar y hacer mis propias conclusiones. Todo esté tiempo habíamos creído que éramos obra de Dios y no, realmente siempre fuimos creaciones del diablo. Las personas estarían eufóricas si se llegarán a enterar y se pondrían a dudar de su propia existencia, yo lo estaba haciendo realmente. Mire por la ventana mientras las calles avanzaban a gran velocidad. Volví a sacar la carta y la releí de nuevo, Lucifer se había abierto a mí con ella, me había contado su más grande secreto, su verdad escondida. No entendía muchas cosas, cómo había logrado sobrevivir a la eternidad de ese modo, las personas creían que él era el traidor y realmente si lo habían expulsado por revelarse, pero el verdadero villano en la historia había sido Dios o bueno, quizá no, ambos habían cometido muchos errores. El taxi se detuvo enfrente de la parroquia, le pagué al chófer y me bajé, subí los grandes escalones y entré por la puerta principal, como era de esperarse todo estaba vacío, seguí de largo hacía la puerta corrediza y luego me desvíe por las escaleras de caracol, me encontré en el salón donde estaba la oficina del reverendo. Me acerque a ella y roque con dos suave golpes, después de unos segundos un monaguillo me abrió.

-Hola- Saludé- Vengo buscando al padre Constantino- le dije.

-Déjala pasar, hijo- Contesta Constantino, sonreí y camine hasta adentro- Déjanos solos, por favor- el hombre asintió y salió de la oficina- Annia, no sabes el inmenso placer que me da verte- Sabía que eso era cierto, Constantino era importante para mí.

-Gracias, padre- contesté- Me da gusto verlo igualmente- Tenía muchas preguntas y sólo él podía responderlas, le di la carta que tenía en la mano para que le diera una leída- Esta carta me la dió Lucifer, bueno realmente me la mano con Aradia. Quiero respuestas, Constantino y sólo usted puede darmelas, por favor- él tomó sus gafas, se las ajustó al tabique y empezó a leer, se tomó unos minutos, luego soltó un suspiro y me la devolvió- ¿Y bien?.

-Anni, hay muchas cosas que no entiendes- Contestó por fin.

-Pues explíqueme, quiero entender, necesito respuestas o me voy a enloquecer. Lo más importante quiero saber si Lucifer volverá. Yo- mis lágrimas empezaron a acumularse- Yo... Necesito decirle que no lo odio, debo pedirle una disculpa.

-No podía decirte cuando volverá Lucifer por que no lo sé, Annia. Tarda días, meses he incluso décadas para volver al mundo terrenal y ahora, dudo mucho que lo haga de nuevo- Solté un sollozo- Él cree qué te perdió para siempre.

-No... No, claro que no, lo amo. Necesito decirle que no lo odio, estaba dolida la última vez que lo vi, sentía que me estaba muriendo. Quise culpar a alguien, necesitaba hacerlo para sanar un poco mi culpa- él tomó mis manos y las apretó suavemente.

-Lucifer estaba muy descontrolado ese día, no sabes cómo sufría viéndote a ti de ese modo tan desconsolado. Nunca y no te exagero, nunca lo vi así. A la única persona a la que él dudo de quitarle la vida fue a ti, a ella casi la perdona, pero no lo hizo. Sabía a que se enfrentaba si lo hacía- El padre pasó su mano sobre mi rostro y limpio mis lágrimas, me regalo una de las sonrisas más cálidas que me habían dado- No sé cuándo volverá Annia, pero quizá sea pronto, él nunca pasa mucho tiempo sin venir a verte, antes lo hacía muy frecuentemente- Asentí- Estaba a punto de marcharme a un seminario, quédate un rato si así lo deseas. Sana tu alma- Se marchó, dejándome sola. 

Me quedé unos momentos sentada allí, realmente me sentía a salvo y en paz con el padre Constantino. Él me había apoyado, me había protegido y había ido en contra de sus creencias y sus convicciones éticas y morales para respaldar a Lucifer y ayudarme a mí. Solté un suspiro, quería calmarme antes de salir, me puse de pie y abrí la puerta, baje las escaleras y salí a la iglesia, bueno realmente era la única salida que conocía. El lugar estaba desoldado como siempre, había algunas estatuas y altares, por un segundo me pregunté si las velas de este lugar en algún momento se acababan, no había ninguna otra luz, mis zapatos resonaban en el suelo de cerámica de color vino tinto, un viento me azotó de una forma poco normal y un escalofrío me paso por la columna vertebral, mientras mi cuerpo se erizaba, solté un sollozo y cuando llegue a las grandes puertas un gran aguacero caía en las calles. Lo que me faltaba, no quería mojarme así que opte por quedare dentro de la iglesia, me devolví por donde había venido y empecé a recorrer todo el lugar, todas estatuas eran en honor a Jesús y Miguel, ninguna de la virgen María o alguno los otros santos y lo que me sorprendió aún más fue ver una pintura de un arcángel bello y puro, con las alas blancas extendidas en lo más alto, atrás de él había otro arcángel que lo atravesaba de lado a lado con una gran espada. La pintura me daba escalofríos, ya que la forma en la que la habían pintado era muy explícita y realista, parecía que la persona que la pintó hubiera estado presenciando aquella batalla. El cuadro abarcaba casi todas la pared y abajo de ésta estaba escrito con letras cursivas y con algunos versículos de la biblia "Luzbel, uno de los más gloriosos, elevados y bellos Ángeles de la Corte Celestial, deslumbrado y ofuscado por el orgullo, habiéndose atribuido a sí mismo los maravillosos dones con que el Creador lo había dotado, se rebeló contra Dios, no aceptó el supremo dominio del Señor y se constituyó así en el "adversario" de su Creador levantando su gran grito de rebelión y de batalla: "No serviré" (Jer. 2, 20). "Seré igual al Altísimo" (Is. 14, 14). Muchos Ángeles le siguieron en su orgullo. Se dice que hasta un tercio de ellos (ver Ap. 12, 4) ). Pero en ese momento otro gran Arcángel, igual en belleza y gracia que el arrogante Lucifer, se postró ante el Trono de Dios y, en un acto de adoración profunda, opuso al grito de batalla de Lucifer uno de amor y lealtad: "¿Quién como Dios?" (Miguel)" Fruncí el ceño, no me había gustado para nada esa pintura, ese no era mi ángel, no era Lucifer ese ser arrogante y ególatra que describirían en la pintura, me abrace a mi misma y me aleje de allí. Volví a la entrada de las grandes puertas, la lluvia aún no cesaba y en la entrada había un anciano, apoyado en su bastón, luchaba contra la lluvia y cuando quiso subir uno de los escalones cayó al suelo. Salí corriendo atravesando la gran tormenta y me agache para ayudarlo a poner de pie, lo cubrí con mis brazos y me dirigí con él dentro de la edificación, me estremecí por el frío.

-Muchas gracias, señorita- Me agradeció el hombre, le sonreí con amabilidad mientras lo conduje a uno de los asientos, para que se sentara, me quise la gabardina que tenía puesta y lo cubrí con ella- No, no claro que no. Le hace mucha más falta a usted- Negué.

-Tranquilo- Me senté a su lado- Estoy bien ¿se lastimó con la caída?- Pregunté.

-No, claro que no- Asentí- Me gusta venir a esta iglesia, de vez en cuando para confesarme. Constantino es muy amable.

-¿Conoce al padre Constantino?- él asintió- Sí es muy amable.

-¿Vienes mucho aquí?- Por un momento sentí un poco de vergüenza, yo realmente no reafirmaba mi fe a Dios- Niña de los ojos tristes- Sonreí ante su comentario.

-Vine por un poco de consuelo, eso es todo. Constantino salvó mi vida- Conteste. El me sonrió, le salieron algunas arrugas en el rabillo de sus ojos, no conocía al anciano, realmente no sabía quién era pero... Sentía calma junto a él- ¿Por qué viene usted?.

-Hace mucho tiempo perdí a un hijo- Su mirada se perdió en algún punto en especial- No está muerto, pero es como si lo estuviera. Quizá vengo aquí por que también necesite algo de consuelo- Asentí.

-Yo... También perdí a alguien hace poco, mi hermana murió hace una semana y también perdí a alguien que amaba mucho, tuve que separarme de él- El hombre tomó mi mano y la apretó suavemente, en otras circunstancias lo hubiera apartado, pero él me daba confianza- Me dijo que su hijo no ha muerto, solo están separados- Asintió- ¿Por qué?.

-Una pelea absurda, yo era joven y él también, confundí mi amor con dictadura. Un día se reveló, algo parecido a lo que le paso al arcángel Luzbel con el padre de todo. Supongo que hasta los Dioses cometen errores- Me quedé mirándolo, él me volvió a sonreír- Ya es demasiado tarde para mí, pero quizá no sea tarde para tí. ¿Por qué no tratas de arreglar las cosas con él? ya sabes con esa persona que tanto amas. El amor no es un crimen y él no es criminal- él limpió una lágrima que se había caído por mi mejilla, agache mi mirada- Ya dejó de llover, fue un placer conocerte- Asentí, él se puso de pie, me devolvió el abrigo y empezó a caminar a la salida- Adiós, Annia- Fruncí el ceño y cuando levante mi mirada ya no estaba por ningún lado. 

...

-Annia, ¿estás segura de eso?- Preguntó mi madre por el teléfono.

-Si, mamá, necesito hacer este viaje- Conteste- Sólo serán unos días, volveré pronto.

-De acuerdo, hija. Por favor cuídate mucho.

-Dale un beso a Samy, dile que le traeré un obsequió- Sin más colgué.

Después de salir de la iglesia tome una gran decisión, haría un viaje, sentí la gran necesidad de volver a la playa, al risco donde Lucifer se mostró tal y como era ante mí. Sólo una vez me sentí en paz, tranquila y me olvidé de todo y fue allí, junto a él. Ya casi me acercaba al pueblo al que habíamos ido en el carnaval. Había estado cuatro horas viajando. El bus se detuvo en la estación, las personas empezaron a ponerse de pie para descender, yo también lo hice y tomé mi equipaje del maletero y salí, no conocía casi nada, saqué un mapa del bolsillo de mis shorts. Camine hasta sentarme en una de las bancas públicas y lo abrí. Había alquilado la misma casa donde, me había quedado con Lucifer, al lado del mar, con la liquidación del bar me había alcanzo y hasta me sobró mucho más dinero. El pueblito era mucho más hermoso de día, las casa todas eran estilo colonial, pintadas de diferentes colores y flores afuera de las ventanas, habían restaurantes, panaderías, pequeñas tiendas y muchos almacenes. El auto me había dejando en una esquina, me quedé allí de pie un buen rato, viendo pasar las personas, le puse la mano un taxi para que se detuviera y así lo hizo, me senté en el asentamiento de adelante y le indique la dirección. El hombre me dijo que no quedaba a más de quince minutos de ahí, miré todo a mi alrededor, mientras todo pasaba a gran velocidad. Llame a Horacio de camino aquí, le informe dónde estaría, al principio se mostró inconforme, no quería dejarme sola, después le expliqué que quería hacerlo sola, también le dije que si lo deseaba podía visitarme cuando quisiese, después de todo había arrendado la casa por dos semanas. El taxi se detuvo frente al lugar, le pague al chofer y esperé en la entrada a que se fuera, sentí un inmenso dolor en el pecho, solté un suspiro, no podía dejarme vencer. Entré al vestíbulo y pase de largo a la habitación, una lágrima se resbaló por mi mejilla, sacudí mi cabeza y deje la maleta encima de la cama para empezar a desempacar, lo primero que saqué fue un retrato donde aparecemos Kary y yo, pase mis manos por él y ya no lo resistí lo abrace sintiéndome sola. "Te extraño" le susurre a la nada. Pero luego me recordé que no podía derrumbarme, del pequeño bolso saqué la carta y volví a salir de la casa. Recordaba muy bien el camino al risco, el camino empezaba por la parte trasera de la casa, camine unos diez minutos y luego llegue al lugar, me senté en el bordo, dejando mis piernas en el vacío y releí la carta, al terminar la estruje en mi pecho y dejé que las lágrimas cayeran.

-Te extraño- Empecé hablar a la nada- Te extraño- Sollocé- Perdón, no era en serio cuando te dije que no te amaba, sabes perfectamente bien que te amo, te amo con todo mi ser- Solté un desgarrador grito, mientras abrazaba más la carta en mi pecho- PERDÓN- grite- Vuelve, te necesito- Susurré- Si solo te dieras cuenta de cuanto me hieres, cariño- Entonces se me ocurrió una idea, me puse de pie en el borde, las olas chocaban contra el risco de forma potente, me di la vuelta en el mismo lugar, ya no veía el mar, ahora veía el bosque- Por favor perdóname- Y entonces me deje caer, él siempre aparecía cuando mi vida estaba en peligro. El agua me recibió cubriendo mi cuerpo por completo, las olas arrastraron mi cuerpo, dejándome aún más al fondo, empezaba a perder el conocimiento por la falta de aire y cuando quise dejarme ir, vi su sombra.

...

-Déjame ver si entendí- Le dije a mi madre a través del cristal, me estaba mirando al espejo- Karina murió- Se me estrujaba el corazón de solo mencionarlo- Y yo fui a este lugar para tratar de suicidarme, es ridículo- Me susurré. Por instinto me lleve la mano a mi garganta, algo que faltaba, pero no recordaba que era. Ni aún cuando sufrí de depresión trate de suicidarme- ¿Quién me trajo al hospital?- Pregunté, mientras me giraba para volver a la habitación del hospital.

-No lo sé, Annia. Tú ángel guardián quizá- Me contestó mi madre, ella tomó mi maleta para salir. Había estado en el hospital desde hacía tres días. Y ya había completado dos días dormida, según lo que me habían dicho (por que no recordaba nada) me había lanzado al mar desde un risco. Salí de la habitación y caminé junto a mi madre, entramos en el ascensor junto a un hombre y una mujer que estaban allí. Me habían dado de alta hoy he íbamos camino a casa. El aparato se detuvo en el piso principal y salimos, yo camine hasta la salida mientras mi madre firmaba los últimos papeles, necesitaba aire, estar en este lugar me alteraba, nunca me han gustado los hospitales . Salí al aire fresco, teníamos que viajar cuatro horas para llegar a la ciudad porque estábamos en un pequeño pueblo, realmente no recordaba a que había venido, habían muchas personas que caminaba de allá para acá, escuche mi madre llamarme pero cuando me giré choque contra alguien, era un hombre, levante mi vista para encontrarme con unos ojos azules mirándome fijo, me estremecí por completo por la intensidad con la que me miraba. Me dio la impresión de haberlo visto antes, pero no lo recordaba.

-Disculpe, señorita- Me dijo mientras pasaba por mi lado, su voz la había escuchado en algún lado, agache mi vista y vi en el suelo vi un collar tirador, era de oro, lo tomé  y me quedé un momento admirando su belleza, tenía un colgante en forma de corazón y tenía las iniciales "A~L" se le había caído al hombre, me giré cuando salí de mi trance y camine hasta él que no estaba muy lejos de mí, lo tomé del hombro y lo detuve

-Disculpe- Lo llamé- Se le cayó- Le puse el collar en sus manos, pero él lo volvió a tomar y me lo puso a mi en las manos.

-No es mío, se te cayó a ti- Y sin más siguió caminando, dejándome ahí.





  



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