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Capítulo 35

...

Pov's Lucifer:

Desperté poco a poco por la luz que entraba por las ventanas, trate de moverme pero el peso de alguien me lo impidió. Abrí mis ojos con pereza, no quería levantarme. Estaba empezando a hacer calor. Annia, se encontraba pegada a mí, su cabeza recostada en mi pecho, estaba pacífica, en calma. Anoche por poco le dije que estos serían los últimos días juntos, pero me arrepentí en el momento justo. Se lo diría mañana, cuando estuviéramos a punto de irnos, así, no lo arruinaría. Su respiración estaba en sincronía con mi pecho, era tan perfecta, tan única. Había conocido otras chicas, en mis años en el mundo, me satisfacían sexualmente. Annia era diferente, no sentía la necesidad de verla de esa manera, ella despertaba lo más puro y tierno de mí. Le mire el rostro mientras seguía dormida, no entendía cómo seguía tan perfecta, tan hermosa. Lo que estaba haciendo era una canallada, sentí unas incontrolables ganas de llorar, la amaba más que mi vida, ni siquiera entendía cómo iba lograr separarme de ella. A regañadientes tomé su rostro y con mucho cuidado de no despertarla la separé de mí, me levanté de la cama y caminé a la cocina. Todo era de mármol, las encimeras y la barra de desayuno, habían utensilios para cocinar, una nevera en una de las esquinas que abarcaba casi toda la pared. Me acerque a la cafetera y la encendí, a ella le encantaba el café, aunque siempre dejará un poco en el asiento de la taza, según ella por que ya estaba muy frío para beberlo. Mire hacia afuera, hacía un hermoso día para llevarla a la playa. Aradia me había dicho que hoy el carnaval seguía en una fiesta en la playa. Sí, eso haría, nunca había ido a ver el mar y lo conocería con ella. Sonreí para mí mismo, Annia me hacía ver como un niño y eso me gustaba, me gustaba mucho. Levante mi vista, encontrándome con unos hermosos ojos color café, ella me sonrió y se acercó a mí, con su pijama de Minnie Mouse color rosa. Amaba que me sonriera así, la amaba. La tomé de la cintura cuando estuvo a mi lado y la subí a la barra del desayuno, enredé sus brazos en mi cuello y empezó a jugar con mi cabello, me dió un pequeño beso en la nariz. Está mujer no podía ser más tierna, le quité un mechón de cabello rebelde que caía por su frente y volvió a sonreír y con cada sonrisa suya sentía que se me iba el alma, tenía que disfrutarla antes de perderla para siempre. El sonido de la cafetera me despertó de mi trance, me separé de ella, fuí hacía una de las alacenas y saque un vaso, serví café en él y se lo lleve a ella.

-Buenos días, bella durmiente- le dije mientras le entregaba el café.

-Buenos días- Contestó, le dió un sorbo a su café y sin querer se quemó, solté una carcajada- Auch- se quejó.

-Se supone que debes esperar a que se enfríe un poco- Le dije, ella hizo un puchero, la acerque a mí y besé sus labios, fue un beso muy fugaz, ella me miró al separarnos y se mordió su labio inferior.

-Bueno... Creó que si me sigues curando de esa manera no me importará quemarme de nuevo- Reí- ¿Qué planes tienes para hoy?- Me pregunto.

-Bueno, si te parece en la mañana nos metemos un rato a la piscina y en la tarde te llevaré a la playa a que veas el atardecer. Hoy habrá una fiesta allí, también hace parte del carnaval.

-¡Me parece perfecto!- Exclamó- Nunca he ido a ver el mar, es mi primera vez.

-¿En serio? Bueno, ya somos dos- Ella frunció el ceño.

-Lucifer... ¿En serio nunca has visto el mar?- Negué- ¿Cómo es eso posible? Es decir, eres el ser más viejo que existe- Sólo me encogí de hombros a modo de respuesta.

Pov's Annia:

Por mucho tiempo tuve miedo, sabía desde que era una niña que la muerte no me había perdonado porque sí y sin embargo, nunca tuve miedo a morir. Mire a mi acompañante, venía manejando y no quitaba su mirada del frente. Por muchos años nos dieron una idea errónea de lo que significaba el nombre Lucifer, nos acostumbraron a temerle. Las religiones nos dieron una imagen muy diferente a la que yo tenía en este momento al frente, al menos conmigo había logrado reencontrarse con ese ángel que un día fue o quizá, nunca había sido por completo un ángel, quizá siempre había sido así un demonio mitad arcángel que no tenía empatía con las nuevas creaciones de su padre. Ahora, ni siquiera sabía si realmente lo habían expulsado por revelarse contra Dios. Se metió por un sendero colina arriba, desde aquí se podía ver perfectamente el mar y las playas, estaciono el auto en un pequeño camino dentro de un bosque. Salí, todo era paz, calma y silencio, un silencio que adoraba, solté un suspiro. Lucifer bajó de los asientos de atrás todos los implementos que habíamos traído para un picnic, sacó una canasta en la que adentro había comida y un mantel rojo. Me indicó que siguiéramos por el medio de los árboles, estaban muy altos, incluso las copas nos cubrían del sol, los pájaros cantaban, era como estar en un bello cuento de hadas. Avanzamos unos cuantos metros hasta que llegamos a un risco de piedra, era igual al de la casa, la diferencia es que desde aquí se veían las personas festejando en la arena, había surfistas abarcando las olas, realmente habían muchas personas. Pero aquí estábamos apartados, era algo muy íntimo. Me acerque al borde y miré hacía abajo, el mar chocaba con harta potencia contra el risco, habían afiladas piedras sobresaliendo el agua, cualquiera que tuviera la desgracias de caer de aquí, tendría una muerte segura y muy violenta, un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando sopló el viento marino. Volví a mirar al frente, siempre imaginé que sería hermoso, pero nunca imaginé que serían tan especial, tan único éste momento, no se veía el final en el horizonte y el sol estaba a punto de caer. El firmamento se estaba tiñendo de diferentes colores, naranja, rosado y rojo, era más que perfecto. No tenía palabras para describirlo en ese momento y quizá nunca las tendría, era simplemente magnífico y perfecto.

-Recuerda que el suicidio es pecado- hablo Lucifer burlón, di la vuelta y me encontré con sus ojos, estaba sentado sobre sus rodillas, ya tenía todo listo. Lo primero que había sacado eran dos copas y una botella de vino. Recuerde cuando había llegado a casa ebrio, fue la primera vez que pasamos la noche juntos.

-Que gracioso- le dije, camine hasta él y me sentó de piernas cruzadas a su lado, él sirvió el líquido en las copas- Esto es hermoso, sabía que lo sería, pero nunca me llegué a imaginar hasta qué nivel, es más que perfecto.

- No tenía que imaginarlo- Contestó- Sabía que sería otro nivel contigo a mi lado. Salud, por que nunca me olvides y nunca olvides que te amaré siempre, así no estemos juntos- ¿Por qué me sonaba a despedida?

-Salud- Le di un sorbo a mi copa

...

-Lucifer- Lo llame.

-Mmmm.

-¿A quién quieres más en el mundo?- Le pregunté. Se quedó callado un momento.

-Aradia- Respondió sin titubear, debía admitir que esa respuesta me había decepcionado un poco.

-¿Por qué esperaste tanto tiempo para ver el mar? Lucifer- Pregunté, esa pregunta me estaba taladrando el cerebro.

-De hecho... Lo ví solo una vez- Apoyé mi barbilla en su pecho, para mirarlo mejor, era de noche las estrellas y constelaciones brillaban en su mejor esplendor, estábamos acostados en el mismo risco, hablando de todo y de nada, a veces nos quedamos en silencio, sólo admirando el paisaje- Yo estaba sentado a la derecha de Dios cuando empezó con la creación del universo, las constelaciones me las se todas desde Canis Minor, hasta el Cinturón de Orión, vi cómo se formaban, como el cielo tomaba color y los árboles empezaban a crecer, como la vida iniciaba. Para mis ojos todo era más que hermoso. Mi padre separó la tierra del agua y dio vida a los mares. Un día con un descuido de mi padre, descendí del paraíso y me puse en un risco mucho más alto que este y vi el mar, sereno, tranquilo y el sol aún joven empezaba a esconderse por el horizonte. Sentí mucha paz, paz conmigo mismo. Tiempo después me expulsaron del cielo y juré que nunca más volvería a ver el mar sino era con una persona que me transmite esa misma paz. Tú causas eso y mucho más en mí- Por un breve momento sus ojos se cristalizaron y creí que dejaría caer una lágrima, pero no.

-¿Por qué te expulsaron?- Volví a preguntar, me senté encogiendo mis piernas y mirándolo a los ojos.

-Por que me revele contra mi padre. Annia, no todos los Dioses son buenos, ni todos los demonios son malos. Mi padre creía ser un Dios y realmente era un dictador, yo salí de su yugo y por ello me trataron de mezquino y cobarde- Su mirada estaba perdida, perdida en otras épocas- Sufrí mucho dolor, tanto físico como mental. Incluso aún me duele, supongo que no estoy arrepentido y tampoco creo que el de arriba lo éste. Los ángeles protegen y los demonios salvan. Cometí el peor pecado contra Dios.

-¿Te refieres al de crear?.

-Si, imite el trabajo de Dios y cuando quise créditos por ello, mi padre me lo negó. Fue cuando me revelé. ¿Qué clase de padre pone por encima del amor de su hijo más fiel, su sed de poder?.

-¿Te refieres a los demonios?- Él me miró a los ojos.

-Si, así los quieres llamar.

-Debiste de haber sufrido mucho dolor- Agregué.

-Todavía, pero tú apaciguas esas dolencias- acarició mi mejillas con sus nudillos, se acercó a mí y me beso, un pequeño beso que bajó de inmediato la atención que se había forjado.

-Lucifer, muéstrate como eres- le dije, él frunció ligeramente el ceño- Amar a alguien por su luz es fácil, muestrame tu oscuridad- Abrió ligeramente la boca, estaba sorprendido por mi petición.

-Annia...

-Por favor, quiero tener la oportunidad de conocer todo de tí- Me miro a los ojos, se puso de pie alejándose un poco de mi, empezó a quitarse la camisa.

-¿Qué... Acaso quieres que dañe la camisa?- preguntó burlón, le sonreí.

me puse de pie, él se puso al borde del risco, dándome la espalda y terminó de quitarse la camisa. Mis manos empezaron a temblar, sentía nervios, muchos, las manos me sudaban y el frío empezaba a taladrarme el cuerpo. Solté un suspiro, sus ojos se pusieron negros, hasta la córnea, estaban vacíos de nuevo, parecía sin alma. Mi respiración se aceleró. Su piel blanca y suave se oscurecía y se arrugaba, su sonrisa angelical empezaba a provocar terror, al ver la malicia que había adquirido después de tantos años. Di un paso atrás, sus cabellos se teñían de blancos y en ese momento escuche el crujir de su espalda, soltó un grito de dolor. Di un pequeño salto de sorpresa, de sus omoplatos salieron dos enormes alas, similares a las de un murciélago, tenían su misma forma, sin embargo, eran emplumadas, pero un plumaje afilado como dagas adornadas de color negros, en la curvatura de cada una de sus alas sobresalía unos pequeños cachos. Sus uñas se alargaron, su piel empezaba a ser escamosa y de color rojizo. La luz de la luna cubría el ser que tenía al frente. Se dio la vuelta para mirarme, solté un sollozo inconscientemente, de su frente salían unos grandes cuernos, como los de una cabra, hacía abajo. Se veía realmente terrorífico, no supe en ese momento si salir corriendo o quedarme mirando aquel ser enigmático que ahora tenía al frente, dio un paso adelante. La energía del ambiente se sentía pesada, me costaba respirar, dirigí mi mirada al suelo y vi como lo que tocaba se marchitaba y en ese momento tuve miedo de que me pasará lo mismo. Mis pies empezaron a moverse por sí solos, sus rostro se mostraba afligido, posiblemente sentía dolor, los años de aislamiento en el infierno lo volvieron lo que hoy era. El dio dos pasos hacía atrás y se encontró con el vacío del risco, tuve miedo de que cayera, pero sus alas empezaron a aletear provocando que no cayera y que un viento me invadiera. No quería temerle, se supone que si amas a alguien tienes que aceptarlo tal y como es, yo no podía obligarlo a cambiar. Cerré mis ojos un momento y acepte quién era él, era un demonio y era el demonio que yo amaba. Los volví abrir encontrarndóme que el vacío de su mirada. Camine hasta él, hasta el borde del acantilado, levanté la vista y toque su rostro con mis manos, lo sentí tosco, caliente, ya no estaba suave como me acostumbre.

-¿En verdad eres tú?- le pregunté. Asintió evitando mi mirada.

-Lo sé- un escalofrío me recorrió el cuerpo, su voz era de ultratumba- Soy un monstruo.

-Aunque la imperfección es más hermosa, las personas siguen prefiriendo la belleza y no me enamoré de tí por tu físico, sino por tú alma. Hasta el peor de los monstruos merecen un poco de amor. Nada cambiará lo que siento por ti- Sin siquiera avisarle, lo tomé con las dos manos su rostro y lo bese. Como esperaba eran fríos, pese a que su piel estaba caliente. Necesitaba que entendiera que lo amaba y que estaría dispuesta a amarlo tal y como era.

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