Capítulo 27
...
Finalmente, unas horas después de haber empezado la fiesta me resigne a que Lucifer ya no vendría, tal vez no estaba acostumbrado a cumplir sus promesas, debía admitirlo, tenía la esperanza de poder compartir tiempo con él, de... Decirle la verdad, al principio quise negarlo, todo en él gritaba peligro por cada poro de su cuerpo, pero por más que lo intente no lo logre y la verdad, era por que en el fondo no quería, no lo deseaba. Repito, siempre estuvo ahí, mirándome desde la oscuridad observando cómo crecía, la muerte se había enamorado de la vida, de la vida que representa una pequeña niña a punto de dar la estocada final y si bien, yo pude detenerlo, hacer que retrocedieron pero tampoco lo hice, no tenía una excusa perfecta, pero si tenía la razón ideal, yo, yo lo amaba, lo amaba tal y como era, sin máscaras, yo me había enamorado de lo que él representaba de la bondad que muchos ignoraban. Lucifer, no es malo, por años lo habían acusado de las peores barbaridades, desde traidor, despiadado, frío, calculador. Hasta diabólico, mezquino, blasfemo y cobarde. Pero no, él no era eso, al menos conmigo había logrado recuperar un poco el ángel que un día fue. Miré a mí alrededor todos bailaban, disfrutaban, lloraban su último día justos, su última fiesta, sus últimas sonrisas, yo había crecido con muchos en éste colegio, incluso podía decir, me había acostumbrado tanto a él que estos muros de concreto se quedaría con un poco de mi alma, con un poco de mi, me daba nostalgia saber que mañana al despertar ya dejaría esto para iniciar un ciclo nuevo. Le dirigí una mirada a mi madre, ella estaba sentada justo frente a mí y hasta que no vi lo cansada que estaba fue que no me percate de lo tarde que era.
-¿Quieres que nos vayamos ya?- le pregunte a ella por encima de la música, mi reloj de mano indicaba que eran las 12:39 a.m.
-La verdad estoy un poco cansada y a dolorida, además la niñera dijo que sólo trabajaría hasta la 1:00- contestó, asentí
-vamos, le diré a Ferno que me deje en mi apartamento y luego le pediré que te lleve a casa- ella fue quien asintió.
Me levanté de la silla y recogí mi vestido con mis manos, así no lo pisaría y caería. Mi madre se levantó tomando su gabardina y se la puso encima. Mi mejor amiga, bailaba en la pista con sus amigos, mientras reía a carcajadas, no quise avisarle que me iba por dos razones, primera, no me dejaría ir y segunda, si no lograba convencerme que me quedará ella se vendría conmigo y lo que menos quería era arruinarle su felicidad. Amaba a esa chica, por años estuve sola, sin nadie en quien apoyarme y sin importar sus cargas ella sujetaba mí cruz en su hombro, ambas, éramos cómplices de muchas cosas y conocíamos todo una de la otra, era mi hermana, mi protectora. Karina nunca se sentó a esperar el príncipe azul, ella solita bajo de la torre y destruyó al gran dragón, era la definición perfecta de una verdadera guerrera, de una mujer de hierro. Camine detrás de mi madre hacia la salida, empujando una que otra persona por la gran cantidad en un sólo salón, al salir el frío azotó mis descubiertos hombros y sentí un escalofrío que me hizo poner los vellos de punta. En la calle Ferno nos esperaba afuera del auto, era como si en toda la noche no se hubiera movido de ahí. Me sonrió mientras nos acercabamos a él y en sus ojos visualice un pequeño destello rojo en sus pupilas, fue casi imperceptible y creo que mi madre ni lo había notado, un segundo escalofrío recorrió mi cuerpo y por un segundo me dio rabia, ¿si no iba a venir para qué molestarse ordenándole a él que me escoltara? ¿acaso había enloquecido?.
-Dama, señorita, ¿ya se marchan de la fiesta?- preguntó él, asentimos las dos- Las acompañaré entonces.
-Ferno, ¿crees que podríamos llevar a casa a mi madre?- le pregunté.
-Por supuesto, señorita Wilson, yo las llevaré- le agradecí con una sonrisa, mientras nos abría la puerta a ambas.
...
Por más que le daba vueltas al asunto nada tenía sentido, nada, él me había comprado el vestido, me había dado esa hermosa cadena con el colgante en forma de corazón, me había mandado quien me escoltara para estar segura y había convencido a mi madre de ir a la graduación conmigo, ¿por qué tomarse tantas molestias? Suspiré agotada, mis músculos se había encogidos de estar tanto tiempo sentada en el auto, el trayecto del colegio a la casa de mi progenitora era de 20 minutos, sin contar el tráfico y los trancones y media hora de la casa de ella a la mía, el instituto quedaba en el centro de la ciudad y nosotras cada una, vivíamos en cada extremo de la ciudad. Ferno manejaba sin quitar la vista del frente, lo miré a través del retrovisor, sólo se veía medio rostro y del susto di un respingón, parpadee varias veces sin creerlo, su cara estaba roja, en cráneo vivo y se veía un cuerno, sus ojos de color rojo sangre, con mis manos estregué mis ojos, tal vez era una alucinación provocada por el cansancio de la noche, me quite esas imágenes de mi cabeza y recosté mi cabeza en la ventanilla del vehículo, sólo faltaban unas cuantas manzanas para llegar y yo sólo deseaba dormir dos semanas seguidas. Cerré mis ojos un momento, imaginando cómo hubiera sido bailar con él, aislados, mientras los demás nos miraban, lejos de imaginarse que es él, el mismísimo diablo personificado. Ferno aparcó el auto a la entrada del edificio y salió para abrirme la puerta a mí, al salir a la acera miré a mi apartamento, todo parecía normal y en calma.
-Ferno ¿dónde está Luc?- le pregunté.
-El amo, Lucifer, volvió al infierno- abrí mis ojos de par en par y fruncí el ceño.
-¿Qué? ¿A... Al infierno?- no podía salir de mi sorpresa, ¿cómo era posible?- Él asintió- ¿Tú qué eres?.
-Un castigador del infierno, señorita Wilson- contestó, asentí con desdén.
Camine a paso lento hacia adentro, mis lágrimas amenazaban con salir, se había ido, sin siquiera despedirse, ¿por qué? Una buena pregunta, ¿cuál podría ser la respuesta?. Tal vez era lo mejor, tal vez se vio tan intimidado por sus hermanos que prefirió irse, así quizá nos mantendremos a salvo los dos, ninguno había nacido para el otro. Subí las escaleras maldiciendo el no tener ascensor, mis pies temblaban y quise quitarme el maldito vestido de encima, quise quitarme todo lo que me recordara a él. ¿eso era a lo que él llamaba amor? Llegue a mi puerta metí la llave a la cerradura y abrí, accione el interruptor de la luz y así todo se iluminó, el apartamento estaba un poco desordenado por el afán de está tarde, aún podía ver mi yo ingenua contando los minutos que quedaban por verlo. Él era tan impredecible, ¿y si no volvía? Después de todo, ¿así terminaría esto? Tantas preguntas en mi cabeza y ninguna con respuesta. Me senté en mueble doble y eche la cabeza hacia atrás mirando el techo, hacia unas horas el había dormido aquí, aún podía oler su perfume, me encantaba, solté un suspiro y empecé a quitarme los tacones que me estaban matando, me desabroche las correas de las sandalias y me los despoje de mis pies, así quedaba más baja, por lo tanto arrastraba el vestido. Me dirigí al cuarto del baño, me mire en el espejo, mientras tomaba mi cepillo y empezaba a cepillarme los dientes. Acerque mi rostro al lavamanos para enjuagarme bien la boca, al mirar de nuevo a través del cristal vi a una silueta humana de pie junto a la puerta, solté un pequeño grito y me gire de nueva, pero ya no había nadie.
Mi respiración se había hecho acelerada, mis manos empezaron a temblar y mi corazón a palpitar desbocado, salí corriendo de allí y mire a todos lados en la sala, mi habitación quedaba al otro lado y estaba oscura, camine hasta la puerta y encendí la luz, nadie, no había nadie más que yo y mí paranoia, todo estaba en su sitio tal como lo había dejado. Por un momento me sentí sola, no deseaba quedarme allí, era muy tarde para ir a la casa de mi madre y mi mejor amiga aún no llegaba de la fiesta. Quise salir corriendo, tenía miedo, estaba aterrorizada, había sido fácil dormir la noche anterior, estaba acompañada tenía a Samirah y al otro lado a Lucifer, pero ahora no había nadie, sólo yo y me aterraba que, como hace apenas unos días, algún arcángel se infiltrara en mi habitación y tratará de matarme mientras dormía. Aún no podía comprender como creaciones divinas de Dios fueran tan perversos, parecía que en vez de lucifer, ellos fueran los demonios, si esto lo hacían ahora, como habrá sido cuando lo expulsaron, quizá él no tuvo la culpa y Miguel y sus hermanos fueron quienes hicieron que lo sacaran del paraíso. La puerta sonó haciéndome salir de mis pensamientos, ¿quién podría llegar a ser a estas horas de la madrugada? Me devolví en mis pasos y abrí la puerta, sentí un gran alivio en mí pecho y se me ensanchó una sonrisa en el rostro, era él.
-Anni- empezó hablar, pero mi primer impulso fue tomarlo del cuello de la camisa, atraerlo a mí y besarlo.
Capítulo dedicado a Mystic_Writer05 stefaniamanrique8 y LaHijaDeLaSabiduria también a mi hermano mayor CristianJulianBuitra
Perdón por la tardanza 😘😘😘😘
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