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Capítulo 24

...

La chica tecleó rápidamente el computador, mientras me miraba a los ojos sus pupilas estaban dilatadas, había logrado entrar en su cabeza, no dejaría que ese hombre se quedará sin un castigo ejemplar, uno tan malo que no le quedaran ganas de volver a lastimar otra persona en su vida. Claro si es que algún día salía de este hospital, cosa que lo duda y si lo hacía sería muerto y yo podría recibirle en las puertas del infierno para que mis castigadores le dieran el castigo que de verdad merece, uno digno del Rey Del Infierno. Al terminar la muchacha asintió guiándome por el pasillo que anteriormente había mencionado, giramos a la derecha y llegamos a un patio interno con varios bancos donde poder sentarse, algunos pequeños árboles. Un olor llegó mis fosas nasales, un olor a horrible mezclado con muchas cosas, orina, cloro, camas viejas, humedad y demás. Habían varios hombres y mujeres algunos no tan locos como otros, en este lugar no podías distinguir a un loco de los demás lunáticos, caminamos algunos metros recorriendo algunos asientos hasta llegar al hombre que buscaba.

El hombre tenía abrazados sus pies, balbuceaba muchas cosas incoherentes y de las cuales casi ninguna se le entendía, se balanceaba de un lado a otra mientras sollozaba. Le agradecí a la mujer aún hipnotizada y ella se retiró, repare más el lugar, habían algunas macetas con flores y unos caminos de piedra, a unos metros una mujer sentada en un banco que miraba a un punto en especial, me dio la impresión de que ya la había visto, su expresión era neutra, no hablaba parecía que estuviera en algún tipo de trance. Otro hombres de encontraban en el patio interno, uno hablaba solo mientras revoloteaba sus manos, parecía que discutiera con alguien, el otro jugaba ajedrez sólo, me puse en cuclillas frente a Orlando y empecé a reparar que decía, no prestaba atención a mi presencia, estaba completamente sumido en lo que decía. El hombre levantó su cabeza lentamente, para ver quien estaba frente a él, sus ojos reflejaron miedo puro y retrocedió cayendo al suelo de espaldas, balbuceo otras palabras pero no entendí.

-Orlando Libelli, ya me conoces- empecé hablar, su respiración empezó a ser pausada- Vengo hacerte pagar por todo lo que haz hecho, tú alma es negra, una de las peores que me ha tocado llevar al infierno. En éste mismo instante quiero matarte, quiero que vayas directo al último piso del infierno, pero aún no es hora, sería una regalo para ti la muerte, quiero que la desees, quiero que desees morir, por que este será tú infierno. No volverás a ver a una persona a los ojos, tendrás miedo de que te hablen y siempre tendrás en tú vocabulario el nombre Lucifer- sentía mi rabia subir con cada palabra- Recordarás cada golpe que le diste Alexandra, recordarás cada lágrima que le hiciste derramas Annia, recordarás lo porquería que has sido y entrarás en un brote psicótico, no habrá día de calma para ti y si lo hay, se verá interrumpido por mi voz, mi presencia y mis ojos de demonio. Llorarás y sufrirás como lo han hecho todos los que están a tú alrededor, no habrá minuto, hora, día, semana, mes o año en el que puedas estar en paz, no volverás a dormir y estarás en pánico y cuando estés apunto de morir quiero que recuerdes que tú verdadero infierno te está esperando y te recibirá con Ferno, mi mejor castigador- empezó a gritar desesperadamente, me levanté y empecé a retirarme del lugar.

Pov's Annia.

Puse el vestido encima de la cama con cuidado de no arrugarlo, me crucé de brazos y solté un suspiro. Él no me podía estar haciendo esto, tomé la tarjeta que venía con él y la releí de nuevo "No voy a olvidar el día que naciste, porque ese mismo día volví a nacer, no sé si sientas lo mismo, pero quiero que sepas que no hay otra cosa en la que piense desde que llegaste al mundo que hacerte sonreír, tu sonrisa es lo más preciado que tengo, aún así sé que no me pertenece, sin embargo, quiero ser quien la produce, para mí eres más preciada que un ángel. Nos vemos mañana en la graduación, no olvides ponerte lo que hay en la cajita pequeña" Mi madre estaba cruzada de brazos en el marco de la habitación con una sonrisa burlona, Sonreí inconscientemente, él sabía cómo alegrar mis días. Después de salir del colegio llegué al hospital por mi madre y ahora estábamos en mi apartamento, en la puerta de entrada nos habíamos encontrado una caja y su contenido era un vestido de graduación.

-Se ve que es caro- hablo mi progenitora.

-Sí, justamente por eso, lo devolveré- conteste, desde hacía rato estábamos con ese dilema entre devolver o ponérmelo mañana- esto es muy fino para alguien tan malditamente distraída como yo, lo puedo arruinar, es más, ya me veo cayendo encima de las botellas de vino- ella rió fuertemente.

-Es hermoso, perfecto para ti- agregó con una sonrisa- ¿Me dirás quién es tu pretendiente?- preguntó.

-Mejor espera hasta mañana. Mañana lo verás- ella puso los ojos en blanco.

Lucifer no podía hacerme esto, el vestido frente a mí era realmente fino, debió de haber valido un ojo de la cara. Además me estaba manipulando, yo ya había tomado una decisión y él ya había sobrevalorado. Tomé el vestido y lo doble muy cuidadosamente poniéndolo de nuevo en la caja, tome la pequeña caja la cual no había abierto pero también la mencionaba en la carta, abrí mis ojos como platos, adentro hermoso collar bañado en oro, con un hermoso dije en forma de corazón y en medio de éste las iniciales "A~L" tuve el déjà vu de haberlo visto antes y entonces lo recordé. El collar lo había visto en nuestro primer encuentro, en la casa del terror, ahora lo comprendía, lucifer lo había puesto en ese cajonero esa noche, él había planeado todo desde el primer momento, sonreí de nuevo, aunque nadie me veía, iría a la graduación sólo por estar con él, iría para bailar con él. Parecía una idiota sonriendo por todo lo que tuviera que ver con Lucifer, pero me era inevitable, había perdido la batalla desde el momento en el que me había enamorado de su ser demoníaco.

Pov's Aradia.

Salí del almacén donde compré el vestido de Annia y me dirigí al bar donde trabajaba, no la conocía en persona, pero Lucifer me había hablado mucho de ella. Me encontraba casi del otro lado del mundo, en Colombia uno de los países más hermosos que conocí, cuando mi hermano me mandó a buscar con uno de sus rastreadores infernales según él requería mi presencia para algo muy importante, odiaba que hiciera eso, cuando decidí descender de los cielos fue porque no quería tener nada que ver en medio de Miguel y Luzbel. Si no estabas con el cónclave de ángeles tampoco podías estar en él cielo, así que antes de que mi padre me expulsara decidí salir por mi propia cuenta.

Mi doctrina nunca se caracterizó por ser siempre devota a mi padre, he creído siempre que nunca existió el mal en la tierra, el mal vino justo después de la creación del ser humano, el hombre por naturaleza es malo, sin importar qué, cómo, porqué o cuándo ellos adoptaron una maldad en sus adentro que los hace hacer cosas atroces, incluso peor que las que hace Lucifer. Me he atrevido a decir, sin mencionar mi apariencia y vivencia angelical que el verdadero infierno se encuentra en la tierra y no en el verdadero infierno, donde torturan tu alma, aquí arriba es un castigo peor, porque torturan tú cuerpo, tu aparecía humana se desgasta, se acaba, envejece, se vuelven polvo, "Polvo eres y polvo serás" dijo un día mi padre y tiene toda la razón. Llegue donde trabaja Annia el bar apenas estaba abriendo, me adentre al gran salón y me senté en la primera mesa que vi, una mujer se acercó a mí a tomar mi orden, me quedé mirándola preguntándome sí tal vez ella sería la enamorada de mi hermano.

-Buenas tardes señorita, mi nombre es Silvana y hoy seré su mecerá- hice una mueca al escuchar su nombre, si que quería conocer esa chica.

El tiempo se fue deteniendo poco a poco, la chica que debo confesar estaba muy bella se quedó mirando un punto fijo, totalmente rígida, sin moverse un poco. Puse los ojos en blanco mientras veía como la sombra de uno se mis hermanos se hacía presente en el lugar. El arcángel Rafael, uno de mis tantos hermanos mayores se quedó mirándome mientras yo le sonreía de la manera más hipócrita posible, ya me estaba imaginando a que había venido, decidí levantarme del asiento donde estaba y empezar a caminar hasta la salida, si las cosas se ponían pesadas no estarían los mundanos viendo como dos hermanos arcángeles se peleaban a muerte, salí de nuevo del bar y me desvíe al callejón. No había hablado con él desde hacía mucho y la última vez que lo hicimos las cosas ni resultaron tan bien que digamos, me cruce de brazos a esperar que hablará.

-Aradia- empezó hablar Rafael- cuánto tiempo ha pasado ¿Uno, dos siglos?- preguntó.

-Dos siglos y medio- conteste neutra. el hizo una mueca de exageración- ¿A qué has bajado? Tú nunca te separas de la sombra de Miguel.

-¿Te has enterado de las últimas andanzas de nuestro hermano?- preguntó.

-¿Te refieres al capricho que tiene hacia la niña?- él asintió- Lo siento Rafael, pero si vienes a decirme que convenza a Lucifer que deje Annia, no lo lograrás, por favor vete, las cosas no acabaron bien entre los dos la última vez- él asintió de nuevo, extendió sus alas y se dispuso a volar, pero se detuvo.

-¿Al menos me dejas darte un abrazo?- preguntó, dude un poco pero asentí, se acercó a mí me abrazo fuertemente recostando su cabeza en mi hombro- olvide como se sentía esto- a decir verdad yo también lo había olvidado. Sentí como me atravesaban con el filo de una daga, cada fibra de mi cuerpo mundano empezó a quemarse, me sostuve de los hombros de mi hermano para no dejarme caer, solté un sollozo seguida de una lágrima. Miré a los ojos a Rafael quien me miraba con toda la frialdad del mundo, se alejó de mí dejándome caer al suelo- Dile a nuestro hermano que Miguel baja a la tierra en dos días- sentía que todo el cuerpo me dolía- Éste es el segundo ultimátum- finalizó extendiendo sus alas

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