Capítulo 21
...
Samirah y Lucifer comían helado mientras hacían muecas graciosas, disfrutaba pasar tiempo con esa pequeña pelirroja, sin embargo, hoy no lo había disfrutado. Llevábamos más o menos una hora y media en está heladería y aún seguía a la espera de la llamada de mamá, me preocupaba que se hubiera arrepentido o peor, que ese hombre le hubiera hecho algo. Sentía algo en el pecho que no me dejaba tranquila, habíamos pedido helado de chocolate, con cobertura de chocolate y relleno de chocolate, demasiado dulce para un solo día.
Miraba cada momento para la puerta de entrada o por la ventana, con la esperanza de que ella apareciese en cualquier momento o entrara, pero no. Muy en el fondo sabía que ello no pasaría, estaba inquieta, impaciente y sin ganas de comer. Había venido para que Samy no hiciera preguntas y se entretuviera un rato, reí fuerte cuando empezaron a frotarse helado en la cara, ambos hacían muecas y luchaban por ser el ganador, aunque, claro, Lucifer se dejó ganar. Cualquiera en está tienda que lo viese lo vería como una persona normal, si tener el más mínimo pensamiento de que sea un demonio.
-¡Mira Anni!- exclamó Samirah- le he ganado a Lucifer.
-Claro que sí- contesté sin parar de reír.
La chiquilla bajo del asiento en el que estaba para ir al baño, mientras que Lucifer se limpiaba con unas servilletas, nunca llegué a pensar que se llevara tan bien con lo niños, miré mi celular de nuevo y nada, sentí el impulso de llamarle pero ella había dicho que haría ésto sola, no debía presionarla. Solté un suspiro de frustración, aún tenía tantas interrogantes en mi cabeza y sentía que pronto estallaría, en ese instante sonó mi teléfono y cuando vi en la pantalla era Karina, mi ánimo decayó con una velocidad increíble.
-Princesa- habló Kary- me preocupa que no hayas venido aún.
-Mamá llamó, pero de eso te hablo luego- informé- Necesito que te quedes con Samy mientras voy a ver que todo esté bien.
-¿Bien con qué?- pregunto confundida.
-Con mamá, luego te explico, estoy en la heladería "Dulce sabor a helado" ven rápido- no lo vi pero imaginé que debió haber asentido.
-Annia- Me llamo Lucifer apretando un poco mi mano- Todo estará bien.
...
Había pasado más o menos media hora desde la última vez que había hablado con Karina y aún no llegaba, Lucifer y Samirah se habían comido ya dos helados y él mío ha se había derretido, solté un suspiro de frustración colgando el teléfono, con esta llamada eran ya casi una docena que le había hecho a mi madre y aún no contestaba, esa sensación molesta en el pecho aún no me abandonaba. Quién iba a creer que la muerte parecía un niño comiendo helado, ver la sonrisa de ambos me hacía olvidar por un momento de todo.
La puerta de la heladería se abrió haciendo sonar una campanita, mi mejor amiga entro y empezó a mirar a todos los lados para ubicarme y cuando lo hizo empezó a caminar hacía mí, pero se detuvo un momento al ver quien me acompañaba. Le sonreí tratando de disimular un poco, ella frunció el ceño y puso una cara de desconcierto. Samirah la abrazo por detrás tomándola por sorpresa, con lo años había llegado a tomarle mucho cariño y la consideraba su hermana mayor, la tomó en su brazo y vino a nosotros para sentarse. Lucifer la miró dándole una sonrisa, sabía que luego debía explicarle porqué estaba con él una semana antes de graduarnos.
-Profesor Watson ¿qué hace aquí?- le pregunto Kary. Samirah rió.
-Que gracioso, su nombre el Lucifer- comento mi prima, mi mejor amiga nos miró a ambos.
-¿Qué?.
-Olvídalo- intervine- Ya sabes como es su imaginación, muy volátil, en fin necesito que te quedes con ella un rato solamente.
-¿Por qué?.
-Necesito saber que mamá está bien- antes de que pudiera seguir preguntando tomé a Luc del brazo y lo arrastre a la salida, ya ni sabía si llamarlo así o Lucifer.
...
Lucifer estacionó su auto a las afueras de la casa de mi madre, miré por la ventana del copiloto y aparentemente todo estaba tranquilo. Cosa qué, en serio me asustaba, llamé en un último intento de que mamá contestara y nuevamente no lo hizo, con esta ya era casi cincuenta llamadas y no exageraba. No veía a Orlando en ningún lado, además, las ventanas y cortinas estaban cerradas, era como si hubieran salidos de vacaciones. Hasta ahora no me había dado cuenta de mis manos temblorosas y que mi garganta se había secado, no sé cuántas horas, minutos o segundos había pasados mirando la puerta de la casa solo podía pensar en mí madre.
Pasé la lengua por mis labios tratando de hidratarlos un poco, mi compañero sólo se mantenía callado mirando donde yo miraba, no era un silencio incómodo, pero tampoco sabía qué decir. Al principio quería mantenerlo lejos, no quería que estuviera cerca de mí, sin embargo. No lo pude evitar, no sólo por el hecho de que cada que estaba conmigo o compartíamos tiempo juntos me familiarizaba más con él, sino también. Porque con nadie me sentía más protegida, era un sentimiento confuso, pero como lo había dicho desde siempre no podía pensar bien cuando él estaba cerca.
-Iré- le dije.
-Muy bien, iré contigo- contestó.
-No, no, por favor. Luc o Lucifer, cómo te llames, ni siquiera se como llamarte- dije un poco irritada, pero sin pasar a ser grosera- Te agradezco mucho lo que haces, pero esto es un asunto de familia, debo hacerlo sola, si quieres puedes esperarme aquí.
-No estoy de acuerdo que entres ahí con ese humano asqueroso- dijo obviamente molesto- Pero si es tú decisión, la respetaré, me quedaré aquí- le sonreí a respuesta. Le quite el seguro a la puerta y salí del vehículo, trague saliva y di mi primer paso.
Si alguien estaba en la casa, debía estar lista para pelear por la libertad de mi madre, no permitiría que siguiera viviendo su vida infelizmente atada a un hombre que no vale ni la mitad de lo que se come diariamente. Lo hacía no sólo por mi madre, sino también, por mi prima. Si ese hombre seguía en la vida de nosotros ninguna, nunca, podría ser feliz. Camine hasta la puerta y toqué con dos suaves golpes, nadie abrió, no se escuchó nada, volví a golpear más fuerte y nuevamente nadie abrió. Mi preocupación creció aún más, di un golpe más fuerte y cuando me di por vencida sentí unos pasos adentro que se dirigían a la puerta, cuando ésta se abrió dejó ver a Orlando con un olor horrible a trago, una ropa de más o menos dos días y con una botella de Whisky en la mano.
-Quítate, infeliz bueno para nada- le dije empujándolo, entré al vestíbulo y no estaba mi madre- ¿Dónde tienes a mi madre?- pregunté.
-No sé- dijo- en alguna de las habitaciones.
Lo fulmine con la mirada, di media vuelta y empecé a buscar a mi madre, la llamé varias veces y no me contestó, caminé por un pasillo que tenía dos puertas a cada lado, entre a la izquierda la cual era la habitación de Samirah. No estaba, luego, entre a la otra la cual, era la habitación principal, de nuevo, nadie, estaba por creer que ella no estaba allí, me devolví por donde había venido y al otro extremo de la casa estaba la puerta de mi habitación, me dirigí hacia allí y cuando entré la vi en el suelo, con su cara destrozada a golpes, mis lágrimas salieron sin poder evitarlo.
-¡Mamá!- exclamé corriendo hacia ella, su ropa estaba manchada de sangre y su hermoso rostro hinchado por los golpes- mamá, mamita, reacciona- solté un sollozo- Mamá qué te hizo ese hijo de puta.
-Se lo merecía la muy perra- dijo él en la puerta de la habitación, me puse de pie con una ira que quemaba mi cuerpo- pretendía abandonarme- le di una bofetada tan fuerte que hice que las marcas de mis dedos quedaran en su rostro.
-Lárgate de mi casa. Orlando, no vuelvas por que te juro que te mato con mis manos- sus ojos se oscurecieron, me tomó de los dos hombros y me apretó con fuerza.
-Te voy a enseñar a respetar a un hombre maldita zorra- escupió con ira, empezó a zarandearme de los brazos, luché contra él pero era más fuerte que yo, me dio una bofetada que me tumbó al suelo, mi rostro dolía y sentía como salía sangre de mi labio inferior- Te voy a dar lo que has deseado toda tu vida.
Se desabrochó los botones de su pantalón y se puso encima de mí, las lágrimas empezaron a salir, grite mientras me removía debajo de él una y otra vez, su maldito olor lo sentía muy cerca de mí. Tanto que me provocaba ganas de vomitar, quería apartarlo de mí, quería alejarlo, empecé a llorar mientras le daba golpes en su rostro y cuerpo, trataba de patearlo pero su peso no me lo permitía. Entonces, vi cómo una sombra negra se posicionó detrás de él y lo levantó del cuello tirándolo contra una de las paredes. Lucifer me ayudó a poner de pie y entonces, note algo muy inusual sus ojos estaban rojos.
-¿Cómo te atreves a ponerle tus malditas y asquerosas manos encima?- le preguntó con voz ronca Lucifer.
-No es tú problema, vete al demonio- contestó él poniéndose de pie con dificultad.
-Oh, no maldito escarabajo, no me hables de demonio por que yo nací en el infierno- Él se acercaba a Orlando muy lento he intimidante- que por cierto tengo un lugar reservado sólo para ti, sabes porqué, por que yo soy el diablo y pagarás cada lágrima que le provocaste a Annia- Los dos se miraron a los ojos y al instante el maldito empezó a gritar fuertemente, como si Lo estuvieran torturando mentalmente, cayó al suelo y se encogió haciéndose bolita, sus gritos no cesaban.
Lucifer dió media vuelta para mirarme de nuevo y sus ojos estaban negros, vacíos, sin vida, sin alma, estaba viendo los ojos del demonio.
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