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─ ─ ─ ●●● V ᴇ ɴ ᴀ s


Era lunes y había despertado cerca de las siete de la mañana, deseando poder quedarme todo el jodido día fundido en la cama. Pero, Franco nos tenía a todo el equipo consumiendo hasta la última gota de vida que nos quedaba. Estábamos a escasos tres días de que el ANCORA finalmente abriera sus puertas y, entre los detalles que parecían no terminar, junto con la obsesión de Franco por que resultara todo exactamente a como lo tenía en mente, nos estaba enloqueciendo. Además, todas las ideas de Sophía, nos había costado un infierno el poder el llevarlas a la realidad. Y eran esas mismas ideas, con las que ya tenía cerca de dos semanas soñando que todo el proyecto al final se arruinaba, haciéndome despertar en medio de la noche, nadando en sudor, para después volver a tener el mismo sueño una y otra vez.

Más tarde, cuando llegué al ANCORA, algo había explotado dentro y las reparaciones no estaban saliendo bien. Franco estaba al borde de la locura, gritando un sin fin de palabrotas, sin razón. Fanny, mi mejor amiga y colega, salió pitando del cuarto de sistemas, y, por la pinta que tenía, estaba a punto de asesinarlo.

–Voy a fumar. No tolero un segundo más a este pendejo –escupió Fanny, entre dientes, y golpeándome por el hombro al salir.

–¡Vaya! Qué bueno que llegas. Algo ha explotado. Espero puedas solucionar eso. Lo único que necesitamos es que este lugar se llene de luz para poder terminar. Solo eso pido. La diseñadora ha traído la obra esta mañana. En serio, no puedo esperar para verle el final a todo esto –soltó, histéricamente y casi sin respirar. Yo me limité a escucharlo vomitar su frustración.

–Tranquilo, hombre. De modo que estés pesimista, no vas a solucionar nada –Le tranquilicé, dándole un ligero golpe en la espalda. Franco me miró, no queriendo admitir que tenía razón, pero al final, nos dio un respiro a todos. Entré al cuarto de sistemas, y junto con los hombres de mi padre, pasamos un par de horas solucionando el problema, y antes de la hora de la comida, finalmente el recinto vibró, llenándose de luz. Franco gritó desde fuera al ver que el letrero de la entrada se encendía.

Fanny y yo nos quedamos en el vestíbulo, exhaustos. Teníamos la pupila fija en el muro donde se suponía que estaría la obra de Sophía. Franco corrió como un niño, perdiéndose detrás de la cortina de terciopelo negro. Nos quedamos todos en silencio, mirándonos y escuchándolo gritar de nuevo, en la profundidad del club. Regresó pegando de palabrotas y haciendo demasiado ruido con los pies al caminar, hasta que asomó su cabeza por la cortina.

–A que se van a cagar de ver esto –dijo, con la misma cara de poseído. Estaba eufórico. Fanny y yo nos miramos un par de segundos sin saber qué mierda estaba mal con él. Franco entró y salió otras cien veces, repitiendo que no podía creer como lucía todo, que la chica que había diseñado la iluminación era un genio, y de vez en cuando, y por mero compromiso, nos hacía cumplidos por nuestro trabajo. Fanny rabeó al escucharlo.

–En serio, ni siquiera conozco a esa mujer y ya la odio –confesó, cruzándose de brazos. Yo me limité el confesar lo que sabía, pues de alguna manera, se sentía que lo peor que yo pudiera hacer era rebelar la verdadera identidad de la culpable de nuestra reciente gastritis.

Una vez que estuve harto de escuchar la euforia de Franco y las quejas de Fanny, atravesé la cortina, encontrándome con un camino desigual de líneas blancas que, como repetía Franco, parecía que nuestros pasos dejaban el rastro de luz. Salí del túnel, quedándome inmediatamente atónito. Definitivamente, los renders nunca iban a igualar la realidad. Así que, no me quedo más remedio que admitir que Sophía había hecho un estupendo trabajo al potencializar lo que nosotros no habíamos conseguido, y que, finalmente, mis pesadillas habían estado equivocadas. Sí, se había logrado el objetivo y ahora podría dormir tranquilamente.

Regresé al vestíbulo, donde Franco estaba ayudando a colocar la obra. Era pesada, pues al parecer, no se trataba solamente de pintura.

–¿No se supone que la "DISEÑADORA" tendría que encargarse del montaje de su obra? –escupió Fanny, con toda la amargura posible. Yo la miré de mala gana, esperando que ya cerrara la boca.

– Sí. Por eso vino temprano, pero gracias a la explosión de esta mañana, le dije que yo me encargaba de montarlo. Contestó Franco, tajantemente. Fanny y Franco no se habían caído bien desde un inicio, pero Franco era profesional y sabía que Fanny pertenecía al equipo. De modo que, se tuvo que aguantar. Fanny era obstinada y simplemente dejaba fluir que no lo soportaba, lo cual estaba mal. Independientemente de que la familia de Franco y la mía tuvieran una buena amistad, eran clientes demasiado buenos y había que dejarlos contentos.

Una vez que la obra quedó segura en su sitio, Franco tiró del papel como si fuera un niño pequeño abriendo regalos. No hizo falta que lo quitara por completo, pues una vez que el negro brillante sintió la luz que lo bañaba, el efecto que él esperaba comenzó a hormiguearme por el cuerpo. Sabía que estaba fijo, pero la luz que se escapaba del muro se reflejaba en la obra, simulando que todo se escurría lentamente. El efecto hizo que recordara las fotografías en movimiento. De modo que, aquello la hacía tan enigmática y poderosa. Me perdí a tal grado que, creí que estaba atrapado y congelado bajo unos ojos que no existían en la obra, sin embargo, sentía que me miraban, acechándome.

El viernes finalmente llegó. Me sentía emocionado por comenzar la noche. El hecho de que Franco me considerara para tocar en ANCORA, sabía que me exigiría demasiado y estaba dispuesto a darlo todo. Cuando llegué esa noche al club, el sitio parecía tan impaciente como yo por comenzar, por rugir y explotar las luces. Me tomé el suficiente tiempo para instalar y conectar lo debido. Un par de canciones de prueba y entonces me sentí listo para arrancar. Cuando lo hice, Franco y el resto del personal gritaron, animándose a dar el inicio oficial de la primera noche y permitiendo la entrada a los primeros invitados.

Unos minutos después, los vestidos, faldas cortas y tacones comenzaron a abrirse paso por el recinto. Desde la cabina era difícil ver los rostros, pero lo que sí, era que tenía la vista perfecta para controlar a todos. No pasó mucho tiempo cuando un par de personas empezaron a moverse. Aquello no comenzaba por completo y la constante llegada de nuevas personas entorpecía el baile de algunas de ellas. Levanté la mirada y eché un vistazo a la mesa donde se encontraban ya mis amigos. Parecían emocionados y de vez en cuando me hacían señas o algunos me visitaban en la cabina para hacerse fotos y grabar para sus redes sociales.

Luciéndome con la música, Franco finalmente me dio la señal de iniciar. La oscuridad nos cubrió por completo, salvo por una suave luz roja que quedó suspendida, un poco más abajo de donde me encontraba, moviéndose impaciente sobre la silueta que supe bien a quien pertenecía. Sophía. Mi pecho golpeó de inmediato. La introducción que habíamos grabado, retumbó en todo el club. El silencio volvió, acompañado de los gritos de algunas personas animadas. Y entonces, hice reventar las bocinas.

(♪)Luces plateadas nos deslumbraron como relámpagos, y yo, intentando ignorar el cuerpo que me había puesto a temblar de un segundo a otro. Fue imposible, pues inevitablemente, caí inconsciente al ver a Sophía. La mujer era letal y eso lo sabía desde hace mucho. De modo que, gran parte de mí se retorcía, intentando convencerme de rendirme y admitir de que seguía gustándome. Mientras que, la otra parte razonable, se movía de un lado a otro, desesperado; deteniéndose de vez en cuando para cerciorarse de que yo no hiciera una estupidez. No encontraba las respuestas adecuadas de lo que pasaba dentro de mí al verla ¿Un embrujo? Pensé. Pero sabía que los embrujos eran en contra de la voluntad y yo... Yo estaba bien consciente de que me ponía como un imbécil por ella.

Me sorprendí al ver dibujada una sonrisa en sus labios mientras echaba su cabeza hacia atrás, con éxtasis. Verla disfrutar tanto me hizo sentir tan drogado de ella, como si clavara más profundo una daga en mi pecho. Mi cuerpo ya no me pertenecía. Flotaba desde mi sitio hasta donde ella se encontraba, como si pudiera pasar los dedos y la lengua por todos aquellos sitios de ella donde deseaba estar. Las cajas de humo explotaron, cubriendo en pocos segundos la parte baja del recinto, con las luces volando sobre él. Una vez que llegó hasta Sophía, el humo la envolvió, haciéndola flotar, dejando que me embriagara por el momento en que cubrió suavemente la curva de su cuello, la quijada y su rostro; devorándola por completo. Al desvanecerse, su silueta apareció a contraluz de los destellos plateados.

Las hojuelas rojas en su cuerpo, recorrieron su piel de manera inestable. Sus ojos iban y venían por todo el recinto, como si aquello le resultara nuevo, girándose e intentando adivinar de dónde venía todo. Sus ojos reflejaban inocencia pura, logrando que algo se agitara dentro de mí, con su cuerpo tan tranquilo y dispuesto a absorberlo todo. Quería darle mucho más y ver lo que podía pasar. El estruendo de la música la golpeó, devorando sus escamas. Pude verla cerrar los ojos, rindiéndose y echando nuevamente su cabeza hacia atrás, exponiendo su cuello de un lado... Del otro, dejándome tocarla con mis ojos. Entonces, lo vi. Una creciente luz blanca y delgada naciendo de su centro, extendiéndose en ella mientras se dividía en más líneas que lucían como los relámpagos de una tormenta; ascendiendo con la música. Al cubrir todo su cuerpo, la luz comenzó a centellear. Una luciérnaga. Pensé al recordar su tatuaje.

Era la materialización de lo que no se podía escribir con palabras. Verla me recordaba las barras que subían y bajaban cuando detectaban el sonido. Ella sonreía con éxtasis, moviéndose con tanta sensualidad. La había visto bailar tan natural las anteriores veces, pero jamás, la vi sonreír, disfrutando tanto mientras lo hacía. De modo que, ahora, presintiendo todo lo que ella podía sentir, me provocó un subidón del ego. Sophía bailó, dejándome sumido en la inconsciencia y bebiendo la luz que la habitaba. Finalmente, abrió los ojos, encontrándose conmigo. La vi sonreír nuevamente, mirándome con aquella fuerza y poder que me provocaba.

Al parecer, Sophía estaba con otras personas, pues de vez en cuando, aparecía y desaparecía de la mesa de Ángela y los chicos. Cuando se iba, la seguía hasta el lugar donde supuse que estaban sus acompañantes, pero la vista no me daba para distinguir con quién estaba. Siempre que se acercaba a la mesa con Ángela, yo lanzaba las mejores canciones que podía, viéndola moverse de forma tan deliciosa. Nunca había visto nada parecido en mi poca vida como Dj, y el poder ver como disfrutaba, gracias a mí, hacía que amara la maldita vida que pisaba. Así que le di más. Quería ver más de lo que tenía, en espera de poder ver nuevamente aquellas venas luminosas en ella, pero no lo conseguí. Encima, las hojuelas siguieron los ritmos, y aunque ella o disfrutaba, yo sabía que aquellas venas de luz tenían otro significado, como una vida paralela en la que encontré cierta fascinación y placer de verlas, quedándome jodidamente dispuesto a averiguar lo que significaban.

Sonreí, imaginando un montón de cosas en mi cabeza, cuando la figura de Franco me distrajo. Estaba subiendo a la cabina, deteniéndose un momento a contemplar la euforia de la gente desde arriba. En seguida, detuvo la mirada demasiado tiempo en lo que yo estaba haciendo. Me causó incomodidad que me observara, obligándome a sentir que estaba en un maldito examen y que él simplemente supervisaba que tuviera coherencia entre lo que provocaba en la gente y lo que parecía que hacía por encima del controlador. Levanté la mirada y alcé la barbilla hacia él. Franco negó con la cabeza, pensativo.

–A veces no logro entender ¿Por qué parece que te importa una mierda lo bien que haces las cosas? –habló con seriedad. Yo me limité a sonreír, en señal de agradecimiento–. Lo digo en serio. Haces muy buen trabajo y es lamentable que no puedas estar tocando más días aquí... Y lo acepto únicamente, porque sé también que haces muy buen trabajo en la constructora y que vas a llegar muy alto con ese cerebro tuyo –Agregó. Yo asentí, sonriendo de nuevo.

La gente usualmente me llenaba de halagos cuando tocaba, pero simplemente no dejaba que me llegara demasiado a la cabeza. A decir verdad, no me importaba. Simplemente, lo hacía por mero gusto. Me pagaban bastante bien y disfrutaba de hacer lo que se me daba la gana... En realidad, sabía que era una manera distinta de descargarme, sabiendo que todo aquello que callaba, de alguna manera, se proyectaba sobre las yemas de mis dedos hasta convertirlo en algo placentero y vivo para los oídos.

Supongo que tenía suerte en que la gente disfrutara de lo que hacía. En el caso de la constructora, aún no terminaba la carrera de arquitectura. Pero, había trabajado con mi padre desde que se percató de mi pequeño cerebro brillante y de las ganas que tenía por complacerlo. Él era estricto en supervisar mis pasos y lo que podía desarrollar dentro de la empresa. Me pagaba bien, y a la par, aprendí a cuidar e invertir lo que ganaba. De modo que, me hacía de buenas cosas a mi corta edad. También, estaba plagado de buenas oportunidades y rodeado de personas importantes que facilitaban mi crecimiento y el de la empresa que un día sería mía.

Franco se quedó un momento más, mirándome y mirando al resto de la gente que cambiaba sus movimientos en el instante en que yo cambiaba el ritmo, o bien, tocaba alguna canción que les gustaba a la mayoría. Él sonrió de lado al notarlo. Yo también lo hacía y era mi parte favorita: ese segundo en que el ritmo se fundía con el otro, resultándome fascinante cuando algunos eran capaces de seguirlo con naturalidad, justo como lo había hecho Sophía en ese segundo, provocándome cosquillas en todo el cuerpo.

–Me gustaría presentarte a "la chica" que les causó un poco de problemas –habló nuevamente, con su mirada perdida entre la multitud. Yo sentí el cortón en el cuerpo. Me aterró la idea de experimentar la locura por tenerla cerca de nuevo. Solo de pensarlo, sentía como me burbujeaba la sangre. Franco pareció notar mi mirada matadora–. Sí, ya sé que no te gusta la idea, pero nunca se sabe lo que podría pasar o necesitar. Además, negocios son negocios. Tiene una mente brillante y para serte sincero, no le vendría mal alguien como ella en tu empresa –Añadió, guiñando un ojo.

De inmediato, malinterpreté sus palabras, pues a veces me parecía demasiado exagerada su admiración por ella, creyendo que su verdadera intención de que "la conociera" era para que yo la integrara al equipo, lo cual no me pareció. Sería lo último que haría. Necesitaba con urgencia que Sophía se fugara otra vez de mi vida y él no estaba ayudando. Por mi cabeza también pasaron un par de posibilidades, como que, seguramente, Franco ya era un "cliente" más de ella y que probablemente él quería jugarla de buen samaritano, cambiándole la vida al colarla en alguna empresa grande a como diera lugar. Pero estaba hasta la mierda de equivocado. Yo ya me sabía cuentos parecidos.

Otra posibilidad era que estaba insinuando que reconsiderara tener a Fanny como parte del equipo, lo cual ya rondaba en mi cabeza. Su incapacidad de relacionarse con buena actitud ante los clientes, podría en un futuro causarle un problema a la empresa. Pero, sabía también que Fanny tenía demasiado potencial y que su soberbia era parte de su personalidad. Su ego no la dejaba abrirse a nuevas ideas y siempre hacía lo que ella quería. La última posibilidad era que podrían ser otras mil posibilidades más de las que yo no tenía idea. Así que, dejé de quemarme el cerebro y concentrarme en lo que estaba haciendo. De modo que, terminé sonriendo hacia Franco, en señal de que me daba igual si nos presentaba o no. Él asintió, victorioso. Pero, su sonrisa fue borrada una vez que Fanny se acercó a la cabina. Hizo un esfuerzo por ser amable con ella y nos dejó de inmediato.

Había llegado mi descanso, así que dejé a cargo al chico que me supliría y bajé de la cabina.

–¿Qué quería? –preguntó Fanny, percibiendo la vibra que se respiraba entre Franco y yo. Resoplé. A veces me molestaba su afán de querer saberlo todo.

–Nada. Quiere que conozca a la diseñadora –dije, rodando los ojos al mencionarla, con la intención de que Fanny deseara fugarse de inmediato.

–¡Agg! Me estaba creyendo que nos olvidaríamos para siempre de ella, pero no me sorprende que la haya invitado... En realidad, no entiendo cómo es que no he visto una placa de ella por todo el club. Incluso, me parece grosero que no le haya puesto un puto monumento –habló con sarcasmo. Ambos nos reímos, mientras Fanny seguía cocinando algo en su cabeza. Sabía que ella había sido la más dolida cuando sus propuestas se vinieron abajo, en el instante en que Franco contrató a Sophía. A ciencia cierta, nadie sabíamos si Franco se negaba a las propuestas solamente porque no toleraba a Fanny o porque en realidad no le gustaba lo que ella proponía... o quizá Sophía sí se le había metido muy por debajo de la piel y solo buscaba complacerla a ella.

Fanny me siguió los pasos de cerca. Al parecer, ella sí que se deshacía por conocer el rostro de quien le había robado gran parte del trabajo. Aun con mi cuerpo temblando como un pollo por los nervios de verla de nuevo, pude concentrarme en pisar adecuadamente mientras bajaba por las escaleras, pues los cambios constantes de luz no me permitían ver el inicio ni el final de cada escalón. A mi lado, Fanny maldijo.

–Tiene que ser una puta broma. No puede ser ella –expresó con histeria. Seguí el rumbo de su mirada, deseando no haberlo hecho. Me detuve en el punto del que hablaba, topándome con su rostro. Sophía. De inmediato, mi cuerpo comenzó a alterarse y respirar me costó mucho más. Seguido a esto, canalicé los nervios a enfadarme por el hecho de que ella estuviera de pronto tan presente en mi vida, pareciendo que estaba jodiéndola a propósito. Entonces, Franco y ella llegaron demasiado pronto como para que a mí se me pudiera ocurrir huir.

–Chicos ella es...

–El dolor de cabeza –escupí, interrumpiendo a Franco, sin dejar de mirar a Sophía. Los destellos en su piel pasaron de brillar del amarillo a un verde veneno. Después, se asentó en el amarillo. Ella me miró con cierta burla en sus ojos. Me recorrió de arriba hacia abajo, con los destellos cambiando a ese suave juego de luces rojas y amarillas, cual aurora boreal. Al igual que ella, me di a la tarea de registrarla. La tenía tan cerca y había que aprovechar. De todas maneras, como que era imposible no fijarse en toda ella, ni en todo eso que su cuerpo hacía cuando se plantaba en un espacio.

Sus ojos estaban nuevamente maquillados de negro, las pecas sobre su nariz y pómulos, contrarrestaba con su mirada profunda y felina, haciéndola lucir con un ligero toque de ternura. Sus labios carnosos se lucían en un color carmesí. Su cabello largo y rojo oscuro, estaba ligeramente rizado, cayendo salvajemente a los costados de sus hombros. Sus lindas piernas, estaban dentro de unos pantaloncillos cortos de color negro, mismos que hacían juego con una blusa negra que se ajustaba a su abdomen, con encaje de bordados bohemios que abrazaban sus brazos completos, rodeando su cuello a modo de gargantilla y dejando expuesto su pecho en un escote de corazón. Sophía dio un trago a su bebida y yo me perdí al ver como el líquido pasaba por su cuello.

Me escurrí en sus piernas torneadas y después resoplé al pensar en cosas nada buenas, con mis ojos deteniéndose en cada maldito centímetro de ella. La luz del recinto no estaba ayudando, pues el claroscuro hacía que su piel luciera como un metal que se perdía en aquellos lugares donde se dormían las sombras, como el centro en sus pechos y la forma en que se sombreaba su clavícula que sobresalía con su respiración.

Franco me asesinó con la mirada. Sabiendo que estaba molesto, decidí mejor hablar lo necesario, presintiendo que Franco iba a matarme, apenas terminara la conversación. Fanny nos sorprendió soltando su veneno. Aunque Sophía no parecía afectada, igualmente me puse bastante tenso. Sabía que no había que hacerle muchas cosquillas a la bestia y Fanny no estaba midiéndose con la boca.

A modo de venganza, pude saborear la bilis de Fanny una vez que Sophía se le ocurrió halagarnos por nuestro estupendo trabajo, dejándonos enterados que le importaba bien poco lo que nos había costado el llevar sus jodidas ideas a la realidad. Terminando de hablar, se retiró con elegancia. Franco nos lanzó una mirada absolutamente matadora y se fue detrás de ella. Mientras tanto, yo tragué saliva, presintiendo que iba a costar contentarlo y que nuestra escena tan infantil había resultado de lo más terrible. Inmediatamente, me sentí avergonzado.

–¿A caso te olvidaste de tus bolas en la cabina? –escupió Fanny, jalándome de la ropa para obligarme a encararla. Aquello me tomó con la guardia baja, nunca me había hablado de esa manera. Era directa, pero ahora, sus palabras estaban cruzando una línea que no debían de cruzar, lo cual me hizo cabrear al instante, pero no dije nada. Después de todo, era con la única mujer que podía entablar una conversación sin que buscara ventaja, saliera llorando o tirada desnuda en mi sofá.

–¿Disculpa? –Fruncí el ceño, dándole oportunidad de retractarse.

–¿Justo ahora decides comportarte bien con ella? Aquí era donde debías sacar al hijo de puta que eres.

–Y me estás ofendiendo ¿Por? –Quise saber, dándole a notar que no estaba gustándome su tono, ni lo que estaba diciendo.

–¿Por?, ¿en serio?, ¿acaso verle las tetas te hizo olvidar lo que te hizo? Y no conforme, vino a joder nuestro trabajo, teniendo que escuchar al imbécil de Franco hablar de ella todo el puto tiempo ¿Te parece poco? –escupió con histeria.

–¡Por dios santo, Fanny! No seas ridícula. Lo que pasó entre ella y yo fue hace tanto tiempo. Solo éramos unos jodidos niños. Yo a penas y lo recuerdo ¿Cómo es que tú sí?, ¿por qué no aceptas que ella hizo un buen trabajo y punto? –Hice una pausa, esperando que contestara. Ella me fulminó.

Fanny y yo teníamos mucho más tiempo del que recordaba siendo amigos. A penas y podía recordar cuando le confesé todo lo que sentía por Sophía y que, prácticamente, tuvo que aguantar mi corazón sangrante y toda mi amargura una vez que ella salió de mi vida. Apreciaba que quisiera cuidarme, pero ni ella era mi madre para decirme que hacer, y yo tampoco era un puto bebé.

–Escucha, más o menos la hemos cagado con Franco a causa de nuestra escena de hace un momento. Esto es la punta del iceberg en el mundo laboral, más no un puto reality show. Estamos a nada de graduarnos y creo que eres lo suficientemente inteligente para saber que, la oportunidad que nos dio Franco, no se la ofrecen a novatos como nosotros. Es una suerte que mi padre nos deje experimentar y se esté tomando la molestia de mandarnos a gente para que no lo jodamos. Eso y sin contar el cliente potencial que es y puede llegar a ser Franco.

»– ¡Entiéndelo, Fanny! No estás en la postura de hacer, deshacer y ordenar a tu antojo. Te guste o no, Sophía ya es tu competencia y de modo que no ajustes tu actitud, ella podrá robarte o no el trabajo. Tu disgusto hacia Franco es bastante evidente, no te sorprendas si en próximos proyectos no nos llame, y en su lugar, esté Sophía. Así que aprende y supéralo –solté, casi quedándome sin aire–. ¡AH! Dos cosas más. Los intereses que tenga o no con ella, no son de tu incumbencia. Y, por último, cuida la próxima vez la manera en que me hablas –Agregué, dándome la vuelta, regresando a la cabina y dejando a Fanny con su amargura. Nunca habíamos sido tan duros con el otro, pero sabía que no le causaría ningún trauma. Ella debía ser más humilde y esforzarse. Pero, sobre todo, debía dejar de lado sus berrinches en los negocios.

Continué haciendo mi trabajo en la cabina. Estaba mal humorado y de un momento a otro, comencé a reproducir en mi cabeza el encuentro con Sophía. Miré con discreción hacia donde estaba su mesa. Ella ya no parecía con la misma actitud que con la que había estado al inicio, logrando que me cabreara de nuevo al percibir su resistencia a disfrutar. Definitivamente, necesitaba algo fuerte y que cortara con la revolución que tenía dentro. De modo que no me calmara, prometía manifestarse un dolor de cabeza como el infierno mismo.

Nadé entre la gente, pasándome a propósito por el sitio donde estaba Sophía. Ya no estaba. Algo dentro de mí se quejó. En mi camino hasta la barra la busqué, sin ver ni una señal de ella. Probablemente, está en el baño. Pensé. Distraído, saludé a un par de personas, noté un par de insinuaciones de mujeres y finalmente llegué hasta la barra. Ordené un tequila doble, bebiéndolo todo de un solo trago, esperando borrar lo que crecía dentro. Pero, lo único en lo que podía pensar, era en rojo. Mientras el tequila se me asentaba en las venas, recordé los dibujos que Sophía solía hacer cuando estábamos juntos, en clases: repletos de rojo y de formas extrañas que solo ella podría explicar, siendo esas mismas cosas que fui capaz de ver momentos atrás, al verla bailar tan perdida, dejándome abierta la puerta a experimentar una vida que no conocía.

Me dirigí de nuevo a la cabina, comiéndome por dentro las ganas de mirar hacia donde ella se encontraba, pero sabía que entre más la contemplara, quedaría perdido de nuevo y sabía lo letal que era. Claramente, no era una mujer que solo pudieras ver durante un segundo, era la clase de mujer que valía la pena memorizar cada parte de ella. Una vez quedé atrapado intentándolo y salí perdiendo. Ahora, estaba a tiempo de detenerlo antes de que me arruinara de nuevo

Pensando demasiado en ella, me negué a admitir que ya me había puesto otra vez de rodillas. Antes de volverme a lo mío, eché un vistazo una vez más, intentando ponerme a prueba y demostrarme a mí mismo que no estaba vencido. Ella ya había vuelto a su mesa, y desde la distancia, creí que podía contemplarla sin que ella lo notara, pero estaba equivocado. Para cuando la miré, ella ya estaba mirándome. Podía sentirla, sin flanquear ante mi mirada, volviéndola tan amenazante como siempre y junto con su polvorienta piel roja, recorriéndola como la más tranquila de las corrientes sobre el mar.

Pasé el resto de la noche sumido en lanzar canción tras canción, hasta que, en la distancia, pude ver a Sophía largándose. El alivio no cesó. En su lugar, la rabia se retorció en cada uno de mis poros, sintiéndome tan fastidiado de todo. Como el que, de pronto, ella había decidido hacer acto de presencia en mi vida, jodiéndola de todas las formas posibles, como una maldita epidemia que se extiende de manera violenta, pues hasta ahora, había conseguido llegar a todos los rincones: en mi cuerpo, mi memoria, mi cerebro, mis amigos y ahora, hasta lo laboral ¿Por qué no era capaz de arrancarla y seguir con mi vida?, ¿por qué tenía que estar tan molesto? La odiaba a ella y odiaba lo que de pronto había comenzado, sabiendo que, si no ponía cartas sobre el asunto, iba a consumirme como lo hizo de más joven y ahora que recién me la había topado. 

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1: ( ♪ ) I Need You | Armin Van Buuren


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