Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

─ ─ ─ ─ ●●● P ᴏ ᴅ ᴇ ʀ


Los siguientes días falté al trabajo hasta que mi rostro dejó de lucir como un alíen. Incluso, sabiendo el montón de mentiras que tenía por opciones para cubrir mi estado, entendí que no podía seguir evitando a las personas ni mis responsabilidades, pues con el incidente, decidí apagar mi teléfono. No quise saber de nadie ni mucho menos dar explicaciones. En la universidad, expliqué una de mis tantas mentiras preparadas y nadie más ahondó en mi situación, lo cual agradecí. Continuaba inexplicablemente molesta y era más que consciente de ello. Las meditaciones me calmaban momentáneamente o me hacían cosquillas en la ira. Me descargaba durante los ensayos con los chicos, para finalmente estrellarme con la almohada por las noches, sintiendo que no tenía suficiente y que seguía asfixiándome.

(♪) Removí las cortinas, dejando entrar la luz. Afuera, el día pintaba a que en cualquier momento iba a caerse el cielo. Sonreí por eso, abriendo la ventana para dejar que la frescura se colara en mi habitación. Amaba los días nublados y esa sensación de querer acurrucarme en la cama, leer un libro o ver películas hasta escupir sangre; acompañada de chocolate caliente o un buen café de olla. La cuestión era que, ya tenía que presentarme a trabajar y no había manera de que disfrutara de todas esas cosas que deseaba terriblemente.

Cuando entré a la galería, Ángela ya me esperaba detrás del mostrador, luciendo como un suricato que se debatía entre salir o no de su madriguera, sabiendo que había peligro fuera. Al final, ella prácticamente me delató con André y de alguna manera me tranquilizó que él no tomó a mal la verdad sobre mi ausencia, por el contrario, le hizo mucha gracia.

–¡EH¡, Ahí está mi chica –dijo con buen humor, chocando los cinco conmigo–. ¿Puedo preguntar cómo quedó la contrincante? –Me enseñó los dientes, con una sonrisa.

–Mucho peor –Alardeé, para seguir el juego, pero la verdad es que no me hacía mucho orgullo lo que había ocurrido.

Ángela me entregó una taza caliente de chocolate oaxaqueño, mismo que me cubrió con su delicioso aroma, provocando que mi boca se inundara de saliva inmediatamente. Aquella muestra de afecto se trataba nada más y nada menos que de una ofrenda para calmar a mi bestia interior, y un sutil aviso de que enseguida iniciaría el interrogatorio al que ya me había mentalizado que no iba a poder evitar.

Poco antes de oscurecer, comenzó a llover. Esa tarde era deliciosa y no tenía que ir a la universidad, pero sí que tenía trabajo acumulado en la galería. Ángela había salido temprano, por lo que me ofrecí a hacer el trabajo que ella había dejado a la mitad, estaba enloqueciendo con la universidad y yo la había dejado tirada con exceso de trabajo. Además, necesitaba tener la mente ocupada fuera de la ira. De modo que, cuando cayó la noche, me pareció una sorpresa el montón de tiempo que trascurrió sin joderme con los pensamientos, cosa que ayudó a que mi humor mejorara considerablemente.

Mi teléfono sonó con la llamada de Leo, donde avisaba que estaba fuera del centro comercial, esperándome para ir a ensayar. Bromeó conmigo el resto de la llamada, mientras yo ponía todo en orden: apagando las luces de la galería y activando la alarma. Colgué el teléfono entre risas, dirigiéndome hacia la puerta de la entrada. Un cuerpo se removió entre la oscuridad, absorbiendo el poco buen humor que me había construido durante todo el día. Era Diego. (♪)

Un interruptor se encendió dentro de mí, haciéndome rabiar al instante, con la intención de proteger lo que me dolía dentro. No sabía si debía saludarlo, ignorarlo o pretender que no había ocurrido nada. Pero, llevaba claro que no había porque fingir. De modo que, mientras avanzaba hacia la puerta, me quedaba sin tiempo ni opciones. En el último segundo, simplemente decidí ser lo que yo era. Él me conocía como el peor de los demonios, ya no había nada que pudiera hacer y tampoco me sentía con las ganas de remediarlo. Oscilaba entre la decepción, la vergüenza y la rabia que, únicamente, quería que se fuera y me dejara en paz. Lo último que necesitaba eran estupideces, y tenerlo cerca, como que ponía mi salud emocional sobre una cuerda floja. En serio tenía un montón de cosas que hacer con mi vida y no podía estar perdiendo más el tiempo.

Mi serpiente interna estaba en el rincón de mi cerebro, dando vueltas y queriéndose hacer un ovillo. Yo le piqué la carne mentalmente, pidiendo una última vez su ayuda. No hubo respuesta. Dándole la espalda a Diego, me tomé todo el tiempo para cerrar la puerta de la galería. Detrás de mí, él esperó en silencio. Mis huesos temblaban como cascabeles navideños y una descarga viajó por toda mi columna. Una vez que me aseguré de que la puerta estuviera correctamente cerrada, pasé de él, asegurándome de mirarlo a los ojos y que entendiera el mensaje de negarme por completo a lo que sea que lo tuviera allí. El siseo comenzó a taladrarme dentro del cerebro.

–¿De verdad, así es como harás las cosas? –preguntó, con claro mal humor. Aún continuaba con ese mismo tono que uso conmigo esa noche, y lo único que consiguió fue que, comenzara a desear desmesuradamente, poder arrancarle los ojos con una cuchara.

–Entérate que, el venir a hablar con el enemigo no resulta del todo bien ante los juzgados. Así que, bueno. No es necesario que te diga que hay mucho espacio por aquí para que escojas uno y te largues. Si tienen algo que decir, pueden hablarlo con mi abogado –escupí.

–¿Es en serio? Fanny no va a presentar cargos –Comenzó a decir, pero fue tan notable como palideció y tragó saliva con dificultad. Yo no pude ocultar mi sonrisa. Perro que ladra no muerde. Pensé, al recordar lo innecesario de sus amenazas. Además, con eso me quedaba más tranquila. Sí que me daba miedo ser arrestada. Yo me metí la mano al bolsillo de la gabardina, fui entre los contactos e hice ademán de iniciar una llamada.

–Qué tal, Juancho...No. No lo interrumpas. Solamente dile que retire todo...No presentaran cargos... Entiendo...Vale, no importa. Con que no duerma por una noche me basta... De acuerdo... Adiós– No tenía ni una puñetera idea de cómo era el proceso de una demanda, pero al menos me esmeré en que también sonara lo más turbio posible y esperaba que surtiera el efecto necesario. También, me sentí demasiado orgullosa por mi actuación, mentiras y diálogos improvisados dignos de Oscar. Me le quedé mirando a Diego, regalándole un poco más de mi tiempo, en caso de que quisiera agregar algo, pero únicamente logró articular como un pez, sin conseguir decir palabra alguna. Le di la espala y antes de comenzar a caminar habló.

–: ¿Qué fue lo que sucedió? –preguntó en voz baja.

–¿Ahora sí quieres enterarte?, ¿No crees que eso debiste de preguntar antes de gritarme y echarme esa noche? –cuestioné. Él puso los ojos en blanco, pero sabía que tenía razón, pues no insistió y como que yo tampoco sentí ganas de explicar mi versión–. Lo siento. Pero, hasta que no se finalice formalmente esto, cualquier cosa puede ser usada en mi contra. Además, no es a mí a quien le tienes que pedir explicaciones –Me volví nuevamente y esta vez me tomó por el brazo y me hizo girar. El sonido de un encendedor lo distrajo. Se me quedó mirando, tomándose el tiempo de examinar las marcas que me quedaban de los golpes, y pude jurar que sus ojos lucieron caídos de las orillas. Algo me dolió en el pecho, y por un momento, me sentí de rodillas; sus ojos siempre me doblegaban, pero esta vez no lo iba a hacer–. Diego... Lo que sucedió no fue justo. No sé qué te tengas con ella. No me interesa. Pero tampoco tengo por qué pagarlo yo ni nadie –fue lo único que me atreví a decirle.

Él no parecía muy enterado del asunto y sabía que tampoco era su culpa, pero me molestaba que aún se mostrara como que solamente a mí tenía que pedirme explicaciones y hasta que Fanny no se decidiera por aclarar el asunto, yo no hablaría con él, o bien, con el pasar de los días se me pasaría el enfado y quizás hasta entonces podría hablarlo.

Leo ya me esperaba fumando entre las sombras. Sabiendo que él se había enterado de la discusión. Me tendió el porro que acababa de encender y sin decir una sola palabra, pasó su gigante brazo sobre mis hombros, riéndose de mis mentiras y mi actuación. Y así, nos fuimos caminando hasta donde él había estacionado el auto. 

El día del evento en memoria de la madre de Leo había llegado. Entramos por un camino repleto de jardines preciosos, plagados de árboles altísimos que nos envolvieron con su aroma. Recientemente, había llovido y todo estaba tan húmedo y fresco. Fuimos recibidos por un montón de lucecillas demasiado refinadas, junto con arreglos florales igualmente costosos y que decoraban aquel céntrico jardín resguardado de pinos. Una vez que digerí la belleza del lugar y la elegancia que portaban los invitados, tragué saliva pesadamente. Aunque íbamos todos vestidos muy formales, me entraron los nervios de pensar que nuestra presentación estuviera tan fuera de lugar.

Todo aquello se trataba de una pequeña feria, junto con una fiesta que se organizaba todos los años, en la que un montón de gente aportaba de manera monetaria o generando nuevos empleos, a comunidades indígenas o artesanos.

Sin entender dónde encajaría un grupo de chicos rockeros tocando en una fiesta elegante, quise convencer a Leo de que dejáramos para otra ocasión nuestra presentación. Negándose por completo, me tranquilizó al contarme que cada año, durante la fiesta, se abría un espacio para apoyar bandas emergentes y que en algunas ocasiones había que aplaudirle a un montón de desgracias. Ahora, nos ofrecían ese espacio. Nosotros no éramos tan malos tocando, pero... ¿Qué culpa tenían los más viejos de aguantarnos con tanto ruido?

Leo también explicó que, en realidad, su madre siempre había organizado cada una de las fiestas que se celebraban cada año y que, con su muerte, todos se creyeron que nunca más se llevarían a cabo las fiestas de beneficencia, por lo que resultó ser una sorpresa para la familia de Leo el que se continuara la tradición y que, encima, a partir de esa noche, el evento oficialmente llevaría el nombre de su madre.

Adentrándonos en la fiesta, de la compañía de su padre y su hermano, Leo me presentó a un montón de conocidos que se acercaron para dar sus condolencias y hablar una y otra vez del ángel que solía ser Victoria, la madre de Leo. Todos parecían no tolerar un comentario más. El señor San Toro parecía agotado, luchando por mantenerse en una sola pieza. El hermano de Leo parecía molesto, y de vez en cuando, utilizaba como distracción a la mujer que lo acompañaba. Mientras tanto, Leo siempre se mostró tan amable, saludando a cada una de las personas. Pero, estaba bien segura de que no encontraba su sitio y no sabía cómo sentirse. Así que, intenté animarlo en repetidas ocasiones, esperando que aquello resultara más sencillo de soportar. También, intenté hacerle plática al señor San Toro, acerca de su trabajo, pues esa era la mejor forma de mantenerlo hablando y que el tiempo trascurriera más rápido para él. Ya que, desde que había comenzado la fiesta, simplemente daba la impresión de que estaba en otro lugar, lejos de allí.

Conocí a Leo poco después de haber entrado a la preparatoria, una vez que se me obligó a ayudarle con las materias que él llevaba retrasadas o con terribles notas, cosa que me sorprendió, pues mis calificaciones, como de costumbre, continuaban siendo una vergüenza. Y en ese entonces, no comprendí cómo es que los profesores se creyeron que yo podía serle de ayuda. «Hola, se supone que debo ayudarte con una materia en la que yo también soy una mierda. Por cierto, me llamo Sophía». Fue lo primero que le dije una vez que me presenté ante él.

Ambos íbamos en el mismo salón, por lo que siempre supe que algo ocurría con él. Faltaba a menudo o siempre se dormía en todas las clases, y por consecuencia, sacaba malas notas. Todos sabíamos que tenía una banda de rock y supuse que a eso se debían sus desvelos y sus constantes faltas, hasta que noté que en realidad se trataba de algo más. Lucía siempre preocupado, contestaba llamadas en todo momento, mientras que al resto nos prohibían los celulares, dejando claro que, únicamente a él se le permitía utilizar el celular si llamaba su madre.

A partir del día en que nos conocimos, nos volvimos buenos amigos. Nos reíamos por absolutamente todo, hacíamos maldades, y milagrosamente, nos la apañamos en mejorar nuestras notas. Una vez que se enteró de mis habilidades en la guitarra, me presentó al resto de la banda. Me invitaban a los ensayos, me daba algunas lecciones, hasta que me integraron al grupo, y en ocasiones, me presentaba con ellos.

Todos se hacían a la idea de que Leo y yo estábamos juntos, y aunque él no me era indiferente, nunca fui más allá de nuestra amistad. Una vez él confesó que sentía algo por mí, pero tan maduro como se permitía ser algunas veces, prefirió conservar nuestra amistad, antes que arruinarla a causa de sus hormonas fuera de control. Con el tiempo, llegué a pasar más tiempo en su casa que en la propia, pues su familia me abrió las puertas de par en par. A tal grado que, algunas personas se referían a mí como la hija pequeña de los San Toro. Por esto mismo, la cercanía que había entre Leo y yo, mutó a algo que nos hacía sentir como verdaderos hermanos.

A Victoria le diagnosticaron cáncer cuando Leo cursaba el último año de la secundaria. Y enseguida, su padre, quien era un buen médico. Se desvivió en el intento de encontrar todas las maneras existentes de poder salvarle la vida. Su matrimonio era inigualable, y desde que ella había fallecido, el señor San Toro se consumía en la culpa por no haber podido salvarla, sumiéndose en una profunda depresión de la que parecía ser incapaz de salir, o definitivamente, se negaba a curar. También, Victoria había sido una madre excepcional y un auténtico ángel al que le fueron entregadas sus alas eventualmente, tomándonos por sorpresa su muerte, creyendo que la superaría, y aunque todos parecían tan unidos, la falta de una madre y esposa, los había afectado de maneras distintas.

En algún punto de la fiesta, perdí a Leo de vista. Mientras tanto, yo me quedé pendiente en la mesa, sabiendo que los meseros estaban por servir un postre bastante prometedor. Lo disfruté como una chiquilla, tomándome demasiado tiempo en comerlo. Sobre mi mal humor, aparentemente se había tomado un descanso. Bebí un poco del buen café que habían servido, y encima de sentirme despertar, comencé a relajarme de tal manera que, estaba segura de que iba a quedarme dormida en la silla.

Fui hasta el baño para retocar el maquillaje y espabilarme. A la salida, encontré a Leo fumando en un rincón, viendo hacia el cielo o a la oscuridad que habitaba debajo de los árboles. Me acerqué hasta él y hablamos mientras nos turnábamos para fumar.

–Siento no haberte mencionado la posibilidad de que Diego estuviera aquí con Fanny –Se disculpó, una vez que me descubrió echando un vistazo hacia donde no debía, pues al llegar a la fiesta, para mi desgracia, lo primero que vi fue el cuerpo de Diego, acompañado de Fanny y sus familias. Y aunque nos fulminamos desde nuestros sitios, también fui buena fingiendo que no me importaba–. Creí que si te decía ibas a negarte. En verdad lo sien...

–Leo, está bien. No hagas drama. Solo son simples personas con las que compartí un mal día. Ya está –interrumpí–. Aunque lo hubieras hecho. Jamás me negaría a nada que se trate sobre de tu madre. También sé lo importante que es esto para ti y toda tu familia.

–Es... Sí. Es importante, pero no creo que sea sano. No... No siento que necesitemos esto ahora, pero... No pude negarme –Ocultó la cabeza. No encontré nada para decir. Cuando alguien perdía a un ser querido, nunca había nada bueno para decir, salvo escuchar y simplemente estar.

–Ven. Vamos a hacer que ese par se retuerza un poco –Me animó, lanzando los restos del cigarro y tendiéndome la mano para ir hacia la pista.

–¡Aggg!, ¡Venga, ya! Que no tiene importancia, Leo...

–Sí que la tiene. Te ves preciosa esta noche –dijo, con decisión y yo me sonrojé.

–No veo por qué habrían de retorcerse.

–Yo tampoco, pero... Bueno, Fanny te odia tanto que seguro está deseando tu vestido ahora mismo y tener tu cabello.

–¡JA!, ¿Mi cabello?

–Sí. Tengo unas amigas que la conocen. Frecuentan el mismo gimnasio. Al parecer quiso hacerse un cambio de imagen y algo salió mal. Tuvo que cortarse el cabello y se rumora que eso ha sido un trauma del que no logra recomponerse –Se burló.

Con discreción, miré hacia Fanny, llevaba su cabello tan atado y engomado a su cabeza que era casi imposible percibir dónde había ocultado la punta de su cabello. Sabía desde siempre lo mucho que despilfarraba para cuidarlo y de llevarlo tan largo como podía. Me entraron ganas de reír al notar lo corto que lo llevaba, casi como el de un hombre. Aunque sabía que me iba a ir al infierno por reírme a causa de su desgracia, no pude evitarlo, queriendo justificar el que ella había sido una perra conmigo y lo había pagado... Bastante caro.

–¿Huh?, ¿Qué te parece? Lo que le causó hacerte unos rasguños –dijo Leo, acompañándome en el estudio de la casi calva de Fanny–. ¿Sigues sin creer lo poderosa que es tu mente? –agregó, antes de que nos echáramos a reír de nuevo. (♪)

Bailando con Leo en el centro de la pista, disfrutando de la sensualidad de la melodía y bajo esa sensación de ser observada, accidentalmente, mi mirada aterrizó en la de Diego, descubriéndolo como registraba mi cuerpo minuciosamente, quedándose constantemente en mis piernas. Mis órganos comenzaron a retorcerse ante el gusto que me provocaba el tener sus ojos penetrando mi piel. Algo debían de tener, pues ellos lograban encenderme como un cerillo.

Con todo ese calor nublándome la consciencia, caí como un cordero medio muerto sobre toda su figura, en ese atuendo color marfil y bléiser elegante, color azul claro. Llevaba su camisa desabotonada y exponía con sutileza su dorado pecho. Siempre ha de llevar algo azul. Pensé. Sus ojos lucían tan preciosos y brillantes. Incluso, con lo mucho que nos fulminamos una vez que nuestras miradas se encontraron. No lo mires, no lo mires. Me repetí al querer desprenderme de ellos.

Leo me hizo un gran favor haciéndome girar, pues yo no pude por mi propia voluntad. Inmediatamente, fui consciente de cuanto dolió, como si él nos hubiera arrancado por la fuerza y me hubiera quedado esa sensación de carne vivía en la piel o en el alma. Seguido a esto, sentí tanta rabia de que todo lo que habíamos reparado entre Diego y yo había terminado tan pronto y a causa de una idiota. Siempre se puede arreglar. Dijo mi serpiente interna, quien ya se estaba poniendo a llorar por aquella belleza, recaudando todas las nuevas y posibles estrategias para poder arráncaselo a Fanny de las manos o a cualquier otra. Pero, saberlo siempre tan dispuesto a recibir todas las exageradas comodidades que le ofrecían las mujeres, el alma me tembló, tan adolorida de arriesgarme con alguien que podría machacarme el corazón con las primeras pestañas que se agitaran frente a él. Miré hacia otro lado, rendida ¿Qué necesidad tenía yo de meterme en problemas? Recapacité, al analizar el rumbo al que se habían dirigido mis pensamientos. Se suponía que estaba enojada... Muy pero muy enojada.

Mientras seguíamos bailando y riéndonos por las burlas de Leo hacia los invitados, finalmente la nueva organizadora de la fiesta, ofreció algunas palabras, donde claramente, toda la familia de Leo se vio incómoda. Al terminar su discurso, anunció lo que habíamos estado preparando por semanas. Subimos al escenario, sintiéndome tan nerviosa bajo los ojos intensos de Diego, e incluso, los de Fanny, que rabiaban desaforadamente. Los chicos encendieron sus equipos y yo hice una prueba con la guitarra. Entonces, Leo habló.

–Quiero agradecer a todos por asistir esta noche. Esto... Esto era algo que verdaderamente mi madre amaba hacer y... Por lo que en ocasiones nos daba atún enlatado para comer, por no tener el suficiente tiempo –Hubo risas adoloridas entre los invitados, y yo quise vomitar por el nudo en la garganta. Cerca del escenario, el señor San Toro luchaba por existir y su imagen tan destrozada lo hizo más difícil–. Lo que tocaremos a continuación es... Es una canción escrita... No por nosotros, pero sí fue un precioso regalo para nosotros. Y que está dedicada para la nueva vida en la que se encuentra mi madre ahora –Agregó. Leo y su hermano me sonrieron, asintiendo en agradecimiento–. También, estamos profundamente agradecidos de lo que hicieron por mi madre y el que la hayan querido tanto. De todo corazón, gracias –Finalizó rápidamente, mientras los aplausos se abrían paso, poniéndome aún más nerviosa. Leo suspiró, mirando hacia el suelo, y enseguida, dio la orden para comenzar.

(♪)Mis dedos pasaron por las cuerdas, cubriéndome del dolor. La ronca y melancólica voz de Leo cantaba y lloraba las palabras que tan delicadamente escribí cuando Victoria se fue. En el instante en que mis dedos tocaron el metal de las cuerdas, yo me olvide de mi cuerpo, pues un poder oscuro y grave se coló bajo mis venas. Me drenó un llanto oculto que se filtró sobre mi piel. Misma que, se abrió como escamas, liberándome junto con las notas que se perdieron dentro de los árboles, al viento, al cielo. Mientras el final de la canción se apagaba, miré hacia los chicos que ya habían dejado caer sus cabezas al suelo, con la mirada perdida y triste. Una vez que la canción terminó y los aplausos cesaron, Leo bajó del escenario, disparado y perdiéndose entre la oscuridad de los árboles.

Fui detrás de Leo, hasta que lo encontré entre los árboles, con su frente apoyada sobre un tronco. Su puño estaba por encima de su cabeza y daba pequeños golpecitos. Entonces, lo escuché llorar, dejándose caer; rindiéndose en el suelo, con sus brazos apoyados sobre sus rodillas. De inmediato, el dolor llegó también a mí, al ver aquella imagen. Me sostuve de un árbol, sentándome en la tierra y llorando en silencio al verlo, comprendiendo una y otra vez por qué nunca tendría yo derecho de llorar ni de quejarme por mis "problemas" tan absurdos. Cuando allí afuera, había alguien que había perdido una madre amorosa de un minuto a otro, y de un padre que cargaba con la culpa de creer que no era lo suficientemente bueno como para haber salvado a la madre de sus hijos.

Me limpié las lágrimas y lo miré de nuevo. Parecía tan solo que no podía dejarlo allí. Aunque sabía que él pudiera querer llorar en soledad, me acerqué de a poco para no alterarlo, y cuando estuve lo suficientemente cerca, levantó la mirada, encontrándose conmigo. Yo le sonreí de lado, pero en seguida se partió de nuevo, en un llanto ruidoso, haciéndose un ovillo en la tierra. Fui detrás de él y lo abracé tan fuerte como daban mis brazos, mientras lágrimas brotaban de nuevo por mis mejillas. Dolía tanto verlo así que, simplemente, deseé con todas mis fuerzas tener esos poderes de los que me hablaba, pero que ellos pudieran evitar que él sufriera, o incluso, ser capaz de regresarle a su madre.

–La extraño. Quiero que regrese –Sollozó fuertemente que, incluso los árboles se partían en dos por aquel dolor.

–Lo sé –Fue todo loque pude susurrarle mientras él dejaba de llorar. Una vez que sus lágrimascesaron, fuimos hasta el auto donde su padre y su hermano esperaban,desanimados. Entonces, todos salimos de allí.

_______________________

1: ( ♪ ) Colorblind | Mokita

2: ( ♪ ) Saints | Echos

3: ( ♪ ) At this moment | Michael Bublé

4: ( ♪ ) Open Up Your Eyes | Daughtry





Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro