Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

─ ●●● P ɪ ᴇ ʟ


Silencio. Sabía que ya había abierto los ojos, pero lo único que podía ver era negro. El parpadear y mi respiración parecían escucharse demasiado. Me senté en el lugar donde me encontraba, sintiendo un montón de texturas que picaban bajo mis pies descalzos. Solté un chillido por la desagradable sensación que no lograba divisar. Enseguida, toqué mi cuerpo al ponerme de pie, trastabillando. Todo estaba en su lugar, no me dolía nada y al parecer todavía llevaba el mismo vestido magenta que me había puesto... «¿Esa mañana?, ¿dónde estaba?, ¿qué día era?». Empecé a hiperventilar. Ya tenía 18 años y aún no lograba superar el pánico a la oscuridad.

El sonido de un aleteo pesado se escuchó en algún punto detrás de mí, seguido de un lamento que cortó mi pecho. La piel se me puso de gallina y empecé a sudar frío. Mi corazón golpeaba rápidamente «¿Qué mierda había sido eso?». El sonido de las alas parecía estar más cerca. Me giré histéricamente con mis brazos extendidos, intentando sentir algo. El aleteo se acercó un poco más. Otro lamento contenido. Entonces, empecé a llorar y a temblar hasta que aquellos lamentos se sincronizaron con mi llanto.

Mis manos, mi nariz y mis pies estaban congelados. Estaba aterrada. Sentí el aire de las alas a solo un par de centímetros de mi cabeza, y por alguna razón, sentí paz. Segundos después, aquello que tenía alas me empujó por la espalda, rasguñando mi piel. Apenas pude moverme de mi lugar, sintiendo que las alas pasaban por delante de mí, como si me esperaran. Di un paso más. Otro lamento, pero esta vez sorbió por la nariz. Alguien lloraba.

–¿QUÉ QUIERES? –grité, llorando. No podía dejar de temblar al escuchar los lamentos que de pronto se sintieron tan cerca. Podía percibir un cuerpo y sus lamentos casi en mis oídos, provocando que me sintiera atrapada en una maldita película de terror. No podía sostenerme, las piernas me temblaban, obligándome a caer. El corazón me latía tan deprisa que no podía concentrarme.

Las alas se acercaron nuevamente, sintiendo sus patas tirando de mi cabello. Una repentina oleada de tranquilidad me ayudó a levantarme. Pasos ligeros y de nuevo otro lamento desgarrador que se perdió en la distancia. Las alas soplaron delante de mi cara, incitándome a avanzar. Levanté mis brazos queriendo alcanzarla, pero ellas continuaron avanzando. La histeria ya se había apoderado de mí. Tenía demasiado miedo. Busqué entre la oscuridad, moviendo las manos de forma violenta. De vez en cuando me jalaba el cabello, desesperada, sin dejar de llorar. Y sin darme cuenta, caminé por un largo rato, tropezándome en cada paso, presa del pánico y de aquella cosa asquerosa que continuamente se enredaba en mis pies.

A causa de mi bloqueo mental por el miedo, no me percaté que en realidad estaba amaneciendo. El cielo era menos negro, pero en la tierra la oscuridad no cesaba. Siluetas serpenteantes de árboles negros hicieron más escalofriante el lugar donde me encontraba. Pero, por lo pronto, sabía que estaba fuera «¿Un parque?» Me pregunté, concentrándome esta vez en sentir la temperatura cálida, suponiendo que lo que había estado pisando seguramente eran restos de hojas secas acumuladas. Me incliné hasta el suelo y toqué aquello que me picaba los pies, se sentía asqueroso. Lo sostuve entre mis manos con la esperanza de poder ver lo que era. No tuve suerte. Aquello era interminable. No eran hojas secas, no eran trozos de nada, simplemente era algo pesado y aguado que no tenía un inicio, ni un fin. Lo regresé de nuevo al suelo y continué caminando.

El miedo me atacaba a cada minuto, junto con los lamentos. Las alas continuaron llevándome por el camino, hasta que me rendí de caminar, tenía demasiado sueño, tenía miedo, frío, no dejaba de llorar y ciertamente no estaba llegando a ningún lado. Me dejé caer en lo que sea que pisaba, sintiendo asco por aquello que solo me provocó más lágrimas.

El ave se acercó, haciendo un gañido y jalándome del cabello nuevamente, obligándome a ponerme de pie y seguir. Me reincorporé de mala gana y continué sin darme cuenta de que, en algún punto, el ave ya no me guiaba y los temblores en mi cuerpo tampoco habían cesado. En la distancia, una silueta delgada y alargada se retorció. Un escalofrío me recorrió y decidí ralentizar el paso hasta no saber lo que era. Casi como si me leyera el pensamiento, dos destellos pequeños y amarillos aparecieron. «Un gato». Quise pensar. Entendiendo que era su cola la que se retorcía por el aire. Pero al acercarme, notando el tamaño y el dorado de su piel que adornaba aquellas manchas preciosas, me quedé seca.

Respiré a medias, sin querer hacer ruido. No lograba decidirme si me emocionaba ver a un jaguar de tan cerca o que el fin de mi vida había llegado. El felino soltó un rugido bajo que terminó ahogado en su pecho, pero que se sintió tan dentro de mí, en mis oídos y que hizo vibrar la tierra bajo mis pies, perdiéndose en la distancia. Extrañamente, se giró con tranquilidad y comenzó a caminar con tanta elegancia. Una vez que estuvo a una distancia segura, me dirigí hacia el mismo camino, viéndolo perderse detrás de un árbol musgoso al que también llegué más tarde.

La creciente claridad apenas se hacía notar. Sentada en las raíces expuestas del árbol, recargué mi cabeza en su tronco y limpié mi cara mojada por el llanto. Estaba exhausta, pero tenía que pensar en cómo salir. El jaguar se había ido, pero no me sentía segura de saber que podía saltar desde cualquier sitio. Haciendo consciencia, noté que uno de mis pies colgaba del otro lado del árbol, en donde era claro que podía pisar la tierra, mientras que, del otro pie, aún tocaba aquella cosa asquerosa. Me incliné nuevamente y con ayuda de un poco de luz examiné aquello. Era traslúcido y estaba lleno de esa textura que picaba. Tiré de la cosa pesada y me di cuenta de que todo el recorrido por el que había venido estaba plagado de ese mismo material y que parecía haber estado acumulado por siglos. De modo que, era imposible encontrar cuál había sido el último. Entonces, el eco de un siseo me estremeció la piel y de inmediato obtuve la respuesta que únicamente logró que quisiera morirme allí. Todo eso era la piel muerta de una serpiente.

La sangre huyó de mi cuerpo. Fingiendo que no respiraba, mi corazón golpeó en mis oídos. Estaba petrificada y mirando hacia un punto fijo. Las lágrimas comenzaron a brotar incontrolables. En lo que podía ver por el rabillo de mis ojos, no logré divisar a aquella serpiente. Me giré hacia un lado, con cautela y luego hacia el otro, aterrada. No había señales de ella. Estúpida y rápidamente, me eché a correr hacia el lado donde podía tocar la tierra. Corrí y corrí hasta escupir mis pulmones. Nada vino detrás de mí, solamente estaba rodeada de árboles retorcidos y espeluznantes, tierra y hierba seca.

Miré alrededor, girándome e intentando localizar algo familiar que me guiara de vuelta a casa, pero no había nada que yo pudiera reconocer. El cielo estaba oculto entre las ramas de los árboles y de un momento a otro, niebla se formó de la nada, sin permitirme ver más allá de un par de metros. Justo cuando regresé mi mirada al frente, el cuerpo desnudo de una niña blanca, envuelta en expuestas venas rojas que lucían como tentáculos húmedos, me recibieron con una mirada de pánico, llena de lágrimas y suplicantes ojos. Me quedé en silencio, mirándola con terror. Su pequeño cuerpo temblaba incontrolable por el llanto y cuando intenté acercarme, la cabeza gigante de una serpiente roja salió detrás de ella, devorándola.

Abrí los ojos, sobresaltada. Yacía sobre la tierra, mirando directo al cielo, donde los árboles anteriores habían desaparecido. La niebla se encontraba vagando sobre la tierra y el amanecer queriendo despertar en el cielo «¿Dónde estaba la niña? Y... ¿La serpiente?» Me revolví totalmente inquieta, hasta que fui consciente de que había despertado y recién enterándome de que aún estaba envuelta en los cantos mayas del chamán. Sin interrumpirlo, me recosté nuevamente, sabiendo que estaba a salvo y que aquello había sido una pesadilla, y que, para haber estado durmiendo sobre la tierra, estaba bastante cómoda, pero me sentía terriblemente cansada. Disfruté un poco más de los cantos de Ikal, hasta que se quedó en silencio. Me reincorporé suavemente, notando que una manta preciosa y bordada se había deslizado sobre mi piel. Tenía dibujos mayas en todos los tonos existentes de rojos claros y oscuros. También tenía rosas, naranjas y cada uno de ellos estaban bordados sutilmente por hilos dorados.

—¿Pesadillas? —preguntó Ikal, tendiéndome una vez más una taza de barro. Fruncí el ceño. No quería más pesadillas—. Solo es agua —susurró, sonriendo con tanta ternura, tendiéndome la taza nuevamente. Cuando la primera gota pasó por mi garganta bebí el resto con desesperación.

Me quedé mirándolo. Tenía la mirada sumida en el fuego. Aún quedaban algunas llamas azules vivas sobre los troncos, tan tranquilas, pero llenas de vida. Me sumergí en el movimiento del fuego, recordando lo que había dicho Ikal la noche anterior.

—¿Cómo te sientes? —cuestionó, estudiando cada uno de mis poros mientras fruncía el ceño.

—Exactamente como si no hubiera dormido en toda la noche por estar ocupada corriendo para salvar mi vida. Suerte que desperté a tiempo —solté con sarcasmo.

—¿De qué huías exactamente? —Ladeó la cabeza.

—Creo que de una serpiente —dije no muy convencida, puesto que en el sueño no me había dado cuenta de en dónde había estado parada y si en realidad aquella serpiente iba por mí, pero era bastante obvio. Yo había estado en su territorio. El haberse comido a esa pequeña niña herida simplemente indicaba que yo iba a ser la siguiente si no hubiera despertado a tiempo.

—¿Crees? —Alzó una ceja. Después, desvió la mirada hacia la nada y volvió a fruncir el ceño.

—Bueno... No lo sé. Solo... Desperté en la oscuridad, pisando los restos de la piel seca de una serpiente... ¿Anaconda?...

—¿Anaconda? Aquí no hay anacondas —aseguró, pero había algo en sus ojos que indicaba que estaba siguiéndome la corriente y que en realidad sus pensamientos ya se encontraban a mil años luz.

—Sí lo era. Era de ese mismo tamaño —añadí—. Además, no era aquí —Continué mirando alrededor—. Solo... Era un lugar. Un lugar donde SÍ- HABÍA- ANACONDAS —repetí, dejándole bien claro que por aquel tamaño tenía que ser una... Aunque no existieran precisamente de ese color. Simplemente, había sido una terrible pesadilla.

—¿Qué color era? —cuestionó, aún pensativo y extrañándome, el hecho de que parecía importante el color.

—Roja —respondí, esperando que no fuera algo de mal augurio. Ikal me miró de reojo, con una extraña expresión que no me gustó. Después, volvió su mirada a ningún lado en particular.

—¿Qué hacía en tu sueño?

—¿Devorar a una niña por la cabeza?

—¿DEVORAR? —Abrió mucho los ojos.

—Sí. Bueno... Me desperté antes de poder verlo.

—¿Entonces no sabes si la devoró? —Puso mala cara.

—Creo que es obvio. La desgraciada se le echó encima.

—¿Quién era la niña? —Frunció el ceño.

—Yo qué sé. Solamente era una niña que lloraba.

—¿Lloraba?

—Sí, Ikal. Lloraba ¿Acaso estás sordo? —escupí con mal humor.

—¿Qué más hacía la niña?

—Se escondió en la oscuridad todo el jodido sueño, hasta que la muy infeliz se paró frente a mi cara, pegándome un susto de muerte con esas...

—¿Esas?... —Insistió.

—No lo sé... Era como si las venas las llevara por fuera de la piel. No sangraban, simplemente brillaban como si estuvieran húmedas... COMO SANGUIJUELAS. TEN... TENTÁCULOS. Eso. Tenían ese aspecto, solo que eran rojas. —hablé, casi gritando. Ikal me recorrió el cuerpo con la mirada, sonrió de lado de manera adorable y movió ligeramente su cabeza, como si acabara de comprender algo.

—¿Y? —pregunté.

—¿Y? —preguntó también, arqueando las cejas.

—¿No vas a interpretar mi sueño?, ¿no es eso de lo que se trata todo este asunto de la droga?

—¿Droga? No es ninguna droga. Y no. Tú tienes que enfrentarlo.

—¿ENFRENTARLO? —grité. Era un jodido sueño. No había nada que enfrentar.

—¿Ahora tú eres la sorda? —Imitó mis malas caras.

—Vaaaale. Qué buen servicio ¿En serio? Duermes a tus clientes y después ¿Simplemente no dices nada? —Me molesté ¿Quién se creía el viejo? Seguro su teatro, iba a costarme un ojo de la cara, nada me había quedado claro, y encima, estaba mal dormida y dolorida. Ikal no contestó. Literalmente ME IGNORÓ.

—Bien. Me iré a descansar. Puedes quedarte aquí si quieres. La frazada es tuya, puedes llevártela. —habló, dirigiéndose hacia la entrada de su casa–. Por cierto... Si vas al templo, pon atención —Ordenó, antes de perderse en el interior.

Regresé hasta el hotel, pisando fuerte. Reviviendo la pesadilla mientras intentaba interpretar YO SOLA los posibles significados y en la orden que me había dado Ikal, de poner atención en el Templo, ¿Qué mierda quería decir con eso? Ni siquiera recordaba haber asistido alguna vez a una Iglesia ¿Por qué iba a hacerlo ahora?

Entré en la habitación que mis padres habían alquilado únicamente para mi hermana y para mí, y con los ronquidos nada femeninos de Bárbara, me metí en la cama contigua. Estirándome como una estrella, sentí la frescura de las sábanas por todo mi cuerpo y lo cómoda que estaba.

—Sí que estuvo buena la fiesta —balbuceó mi hermana, con voz modorra mientras se cambiaba de lado para seguir durmiendo.

—Ni te imaginas —musité, perdiéndome rápidamente en un sueño que fue interrumpido por la misma pesadilla, asustándome en la misma escena y haciéndome despertar cerca de las diez de la mañana.

Bárbara ya se había salido de bañar y era mi turno. Entré al baño y me di una ducha caliente. Salí de la regadera acompañada del vapor y miré mi silueta borrosa en el espejo. Tomé una toalla y lo limpié hasta que pude verme. Abrí la puerta del baño para ayudar a que el vapor saliera y retiré la toalla que me cubría. Pero, antes de comenzar a untarme crema en el cuerpo, vi esa mancha que al instante no pude comprender cómo había llegado hasta allí.

Otro espejo que se encontraba en la puerta del baño reflejaba todo mi cuerpo desnudo por la parte trasera, revelando el fino contorno negro de lo que supuse era una luciérnaga con las alas extendidas y que descansaba tan poderosa en mi espalda, al nivel de mi cintura. Llevé mis dedos hasta allí y la toqué. Era preciosa y me encantaba, extrañándome también el hecho de que no recordaba que algo me hubiera gustado tanto como eso, pues siempre era tan indecisa, inconforme y cambiante.

Terminé de vestirme con mi hermana hablando por teléfono en el fondo. Sentencié que no les dijera a mis padres de mi escapada nocturna y finalmente salimos hacia el restaurante, degustamos exquisitos sabores mayas y después nos tendimos todo el día en el sol y la alberca, cual iguanas.

No hubo señales de Ikal en todo el día, en su lugar, estaba su hija, quien se encontraba sentada en la mesa con aquellas artesanías expuestas. Mientras ella tejía enganchada al árbol contiguo, me acerqué a preguntar, pues nunca había visto algo como lo que ella estaba haciendo. Me habló del telar de cintura y del proceso. Me enseñó todo lo demás que vendía y todas las técnicas que junto con la comunidad sabían hacer. Estaba fascinada, tanto que deseé algún día poder aprender y ser capaz de elaborar algo como eso.

—¿Y bien? —preguntó la joven, quien resultó llamarse Aruma—. ¿Cómo te ha ido con mi padre?

—Nada bien. Salí peor de como llegué —contesté, mientras seguía deleitándome con el colorido de las artesanías. Ella levantó las cejas, admirada–. Me quedé dormida como una borracha y tuve pesadillas, mismas que tu padre no quiso explicar —agregué. La chica sonrió ampliamente. También era adorable.

—Mi padre no te lo dirá. Nosotros podemos ayudarte un poco, pero no lo podemos hacer todo. Tú tienes que solucionarlo —Se burló, entreteniéndose en lo suyo.

—Ese es el problema, no sé cómo hacerlo. Ni siquiera entiendo nada de lo que había en mi sueño, ni nada de lo que sucede ahora.

—Debe haber una explicación de por qué no lo entiendes... O es que no lo quieres entender —soltó tan tajante. Yo me le quedé mirando, sintiendo una punzada en el estómago sin justificación alguna.

—Volví a tener esa pesadilla cuando regresé a mi habitación y también descubrí que tengo un tatuaje en la espalda –Dramaticé.

— "La pesadilla" como tú la llamas, es porque has abierto una puerta hacia ti misma. Nosotros le llamamos el inframundo. De modo que entiendas y aceptes lo que eres; con todo y lo que ocurrió, podrás sanar tú, el hoy y tu mañana. Los sueños son un reflejo de tu vida... O de tu interior. Sobre el tatuaje, descuida. No es permanente. Se quitará en un par de días. Es una acompañante. Es parte del ritual. Te ayudará a conocerte mejor —explicó, poniendo aquella sonrisa que hacía sentir que estabas descansando sobre nubes. Después, sentí pavor. No quería que la luciérnaga se fuera.

—Aquello no fue un sueño. En serio, fue una pesadilla —Insistí.

—¿Por qué? —preguntó tiernamente. Entonces, hasta que no lo dije en voz alta, comencé a entender.

—Porque... Me da miedo la oscuridad —dije tan bajo que no estaba segura de si ella lo había oído, hasta que su amplia sonrisa lo confirmó—. ¿Qué pasa si no quiero que el tatuaje se borre?, ¿crees que tu padre quiera hacerlo de nuevo para tatuármelo después? —dije, pero Aruma me miró como si de pronto le hubiera ofendido.

—Yo lo hice. No es un dibujo. Ya te lo dije, es una acompañante. Eres tú y tu vida reflejada en cada línea y si es de esa manera es porque así la vida te permitió serlo. Si la quieres de forma permanente, tendrás que hacerla valer —habló, decepcionada. Entonces sentí vergüenza por no entender. De modo que le regalé una sonrisa en señal de disculpa ¿Qué significa todo esto?, ¿por qué habría de hacerla valer? Solamente es un tatuaje ¿No? Pensé, bombardeando mi cabeza de preguntas de las que no lograba encontrar respuestas.

Para cuando llegamos a la zona arqueológica, la hora azul estaba iniciando. ( ♪ ) Los guías nos llevaron por algunos caminos que, por alguna extraña razón, me resultaron familiares, y una vez que llegamos a la explanada, la pirámide se iluminó tan majestuosa en el centro de todo, tan imponente que me robó el aire. Las estrellas en el cielo parecían luciérnagas adorando su arquitectura; la cúspide estaba iluminada de un intenso rojo, mientras que el resto de ella brillaba en un precioso azul como el agua. Enseguida, al relacionar los colores, inconscientemente llamas de fuego brotaron en mi cabeza, sintiendo una calidez abrazándome el alma. El corazón comenzó a latirme, desbocado. La proyección de luces empezó y me vi poniendo demasiada atención a la voz que explicaba lo que veíamos delante de nosotros, hasta que la palabra "Templo" se repitió un par de veces, entendiendo que era aquello a lo que Ikal se refería. Era el Templo de Kukulkán.

La pirámide se iluminó en una explosión de luces, junto con sonidos siseantes que me estrujaron la piel. Más luces iluminaron la pirámide de forma serpenteante, acompañada de una voz que explicó detalladamente los reflejos de la luz del sol que caían sobre el Templo. Aquello se sintió como un tiro de gracia. La figura de una serpiente se dibujó en cada uno de los escalones, donde al final de ella, cerca de la tierra, la cabeza de la serpiente emplumada brilló en tonos azules, verdes y rojos. «Dar nueva vida». Dijo la voz. Era lo que representaba el que Kukulkán se revelara ante el sol cada equinoccio, y cuando aquellas palabras fueron pronunciadas, mi madre sorbió la nariz ¿Por qué lloraba? Me pregunté. Mi padre la miró como si fuera una loca, para después bostezar.

La serpiente iluminada comenzó a desvanecerse, mientras que el sonido siseante hacía eco por todo el lugar, provocándome escalofrío, pues sonaban tan idénticos a los de mis pesadillas. Después, el dibujo de una serpiente animada y simpática bailó por toda la pirámide. Su cabeza se hizo grande, pareciendo que se acercaba, abriendo su boca, y con aquel sonido de serpiente, se abalanzó sobre nosotros, desapareciendo en polvillo rojo; recordándome a la serpiente roja de mi sueño, como un destello en mi cabeza. Finalmente, la pirámide comenzó a llenarse de agua mientras se explicaba algo acerca de los cenotes y los sacrificios. Un cuerpo femenino apareció suspendido en la profundidad, llamando mi atención y logrando que algo dentro se me retorciera. Al mismo tiempo, el pecho me dio un vuelco, alterando la sangre en todo mi cuerpo, como una oleada que me hizo recordar también aquellos sueños donde dormía bajo el agua. Pareciendo que entendía y sentía cada parte allí explicada, quise relacionarlo con mi vida y sentirme especial, sabiendo lo fantasioso que era.

El regreso al hotel fue silencioso, y como si no hubiéramos tenido suficiente, llegamos al restaurante y ordenamos más comida maya al centro de la mesa. Mi madre pidió un par de tequilas, y una vez que estos hicieron de las suyas en su cerebro, comenzó a hablar. Esta vez contó una historia que me dejó perpleja, pues aquello se trataba de una especie de milagro que había nacido justo en aquel Templo. Mi madre no se perdió ningún detalle del relato que, en algún punto, pensé que era una broma y me costó creerlo, pero en todas las ocasiones de duda, mi hermana salía a confirmarlo y mi padre asentía con aburrición.

En la habitación, fui abordada por mi madre, quien, de una bolsa de terciopelo rojo oscuro, sacó una pequeña pluma bicolor con el centro dorado, misma de la que había estado hablando durante la cena. La tomó delicadamente entre sus dedos, acomodando las plumas desordenadas. Después, la tendió en mi mano. Extrañamente, me sentí conmovida, pero me aguanté las ganas de llorar.

—Esta es la pluma que recibió tu hermana y es esta misma la que mantuve en mi mano el día en que naciste. A veces me cuesta creerlo, pero... ¿Qué hay de malo en creer en algo tan maravilloso como esto? —dijo con sus ojos inundados de lágrimas—. Y bueno... Siempre prometí que te regresaría aquí, en señal de agradecimiento. Espero que lo hayas disfrutado —sonrió, melancólica.

—Sí. Me ha gustado —contesté tan aturdida. Era extraño ver a mi madre siendo cariñosa y costaba corresponder, pero por un momento me permití ser empática con ella y lamenté todas las dificultades que le había hecho pasar desde que me adueñé de su barriga.

—No sé si sea el momento de señalar que nunca he tenido idea de la clase de pluma que es. La llevé con un par de expertos, pero nadie me dio una respuesta certera... O se hicieron pendejos, porque un par de ellos me ofrecieron grandes cantidades por ella, pero no podía regalar algo que no era mío —explicó mi madre al verme tan perdida en aquella pluma.

La puse frente a mis ojos, estiré mi brazo y estudié su contorno, dándome cuenta después de unos buenos minutos que, debajo del rojo, donde se concentraba el dorado, las delicadas líneas de la pluma eran más largas. De forma que se curvaban hacia el centro como si protegieran el dorado, dando la impresión de ser unas alas. Sonreí por lo bajo al descubrir aquello y me pareció adorable el que unas alas formaran parte de una pluma, que a su vez lucía como una flama. Y de nueva cuenta, allí estaban los colores del fuego zumbándome en el cerebro.

Una vez que mi madre se retiró y que mi hermana aún estaba fuera hablando por teléfono, me tumbé en la cama a solas con mi regalo y a esperar que de ella brotaran las respuestas. No podía creer la historia que me había contado mi madre. Parecía un cuento de fantasía y me negaba a creer que una pluma tan pequeñita pudiera hacer ese tipo de milagro. Pero, con todo y mi incredulidad, la pluma parecía sostenerme la mirada, retándome a no creerle.

La miré casi por unaeternidad, acariciándola y memorizando todos los colores que tenía impregnados,y una vez más, recordé las palabras de Ikal acerca del fuego, pues en la plumatambién su base era azul, se degradaba en morado con destellos rosas, perdidosen la electricidad del rojo que llegaba hasta la punta, y del centro de ella,el color dorado descansaba perfectamente sobre los colores.

Durante la noche tuve la misma pesadilla, provocando que me despertara más temprano de lo habitual, situación que me dejó pensando demasiado en lo que recién había descubierto y con una decisión cocinándose aceleradamente en mi cerebro. Estaba más ansiosa que nunca, sintiendo una bestia retorciéndose dentro de mis órganos. A penas había entendido una parte importante de mi vida y había otra que me estaba causando dolor de cabeza. La hora de irnos se acercaba conforme el sol se dibujaba en la ventana y de ninguna jodida manera iba a dejar inconclusa mi vida. Así que, me levanté en silencio y fui hasta la casa de Ikal, revelándole mis planes y sorprendida de que Ikal confesara el conocerme de antes y de recordar a la perfección aquel día: cuando yo era un feto y él le tendió la pluma a mi hermana, misma a quien reconoció junto con mi madre el día que ingresamos al hotel. Definitivamente, no quería irme de ese lugar, porque sabía que no iba a ser fácil regresar. Estaba desesperada por encontrar respuestas y el hecho de abandonar el camino a encontrarlas comenzó a aterrarme.

Más tarde, una discusión con mis padres fluyó por toda la habitación. Les supliqué con todas mis fuerzas el poder quedarme, pero ellos no se cansaron de escupirme en la cara lo descabellado y estúpido que era mi plan, pues decían que era demasiado joven e inútil como para sobrevivir yo sola en ese lugar. Pero al final, cedieron con burla en sus ojos, sabiendo la inmadurez con la que me estaba aferrando a algo que carecía de sentido, incluso para mí. Nunca me había separado de ellos, por lo que aquello no estaba siendo fácil y mi cuerpo titubeaba tembloroso ante la posibilidad de que tuvieran razón, pero no podía desperdiciar más tiempo pretendiendo que me sentía bien cuando no lo estaba. Estaba cansada de sentirme como un parásito.

Aquel sitio prometía aliviar todo lo que no había sanado en años y estaba dejándome saber cosas sobre mí de las que no era capaz de entender, pero podía sentirlas. Aún no me había decidido por la carrera que quería estudiar, y era buena opción esperar un tiempo para tomar buenas decisiones en el futuro. Después de todo, deseaba ponerle pausa a mi vida. Una vez que Ikal se presentó ante mi madre, ella se quedó seca, haciéndola llorar al recordarlo. Ikal prometió a mis padres que me cuidaría, solapando un montón de mentiras acerca de la verdadera causa por la que había decidido quedarme, y sin más que decir, permitieron que me quedara.

Más tarde, y sin poder creer el giro que había dado mi vida, regresamos a casa de Ikal, sospechando que él parecía saber y predecir el futuro, pues cuando le mostré más temprano la pluma bicolor; que, por cierto, aseguró sin parpadear que era una pluma de Quetzal, también prometió contarme la historia de su significado otro día, respuesta que me hizo enloquecer al creer que nunca nos volveríamos a ver. Y aquí estaba una vez más, asegurando que él era una especie de dios salvador. 

_______________________

1: ( ♪ ) Gemini | Xan Griffin


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro