XXXIX. DÖPPELGANGER
He visto los chicos del coro
y sé que aunque últimamente
tu presencia se arrima
a mí bastante,
he de decir que siempre
hay algún detonante
que dispara el dolor
en el estómago,
el pecho acelerado
como si tuviera el corazón
en punta,
haciéndose pequeño ahí
dónde habitan las lágrimas.
El viento se vuelve inflamación
y sé que estás en alguna parte
sonriendo,
en un escenario
o en un coro de niños cantando.
Ahora la hoja ha golpeado suavemente
mi cuello,
la he retirado con cuidado otra vez
al escritorio.
Espero que en el algún lugar
te haya llegado al corazón.
Porque tu canto, ángel
es el coro que haces con mis
manos,
es como un döppelganger en el espejo,
una ligera casualidad que sabe
a recuerdo
que se disipa
en el olvido de un rostro fantasmal
amnésico como tu memoria
que nunca muere en mi mente.
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