XXXIII. Máscara de Venecia
Me habría quedado
pero no tenía a nadie
tenía miedo
de mis propias telarañas
y del agua helada
que bebía para no pasar
por esa misma fase.
Si me hubiera quedado
nos hubiera salvado a las dos
y tal vez pisaríamos los
cascos antiguos del miedo.
Pero el frío
es como una estocada
en el corazón.
Un puñal helado
que sumerge el frío
y fragmenta el tiempo.
No culpes a nada ni a nadie
estoy bien con el dolor
a veces,
otras veces es demasiado,
pero no soy más que una máscara
de Venecia
que sonríe cuando
todo el mundo lo aparenta.
Y pensar duele menos
con los ojos cerrados.
La verdad es que últimamente me importa
poco lo que escribo
es como si me sintiera descolgada
de algún sitio,
y lo que más miedo me da
es no entenderme.
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