XXXI. Aeternum II
Creo que tuvieron
tanto miedo de mirar
a tus ojos
porque vieron que el miedo
era fuego
y temieron la vuelta
a la tierra de los ángeles
caídos.
Aunque
destaparon corchos
y rompieron botellas
de oxígeno
de más vidas,
y nos dejaron sin nada
y sin nuestra propia revolución.
Sin las pecas de nieve,
sin el gorro de lana
que era la primera señal
de que ella estaba cerca.
Ahora son todo recuerdos
y un instituto que duele,
una ciudad que antes parecía feliz
y una colonia de cenizas
en las afueras.
Y ahora veo como bajas la mirada
a las catacumbas.
Te miro y dónde antes había blancos
sin doler
y la nieve no supuraba,
ahora son todo rotos.
Cornisas desamparadas
como las alas raídas
de un ángel caído.
Seguiré rogando a esa piedra
en la que pareces tan libre,
y dirán que es arrepentimiento.
Yo solo sé
que ahora hay un duelo
difícil de cerrar.
Dame la mano,
que el viento es demasiado frío
y mi ojos me tienen en tinieblas.
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