Los días de lluvia
sobre los ojales de su sudadera.
Hiel escrita
con el talón de Aquiles
del naufragio,
que hay bajo sus ojeras.
Ese gorro de nieve
escándalo de una ciudad.
Sin ausencia de provincias,
con brumas a la espalda
y espejos rotos del alma
en el Cáucaso de la Indiferencia.
Los días que duelen sobrepasan
la atmósfera de mi rutina,
sé que no puedo quitarle
la contaminación atmosférica,
del dolor en capas.
Sé que no puedo hacer nada
salvo sonreír cuando ella asiente
al vuelo de los pájaros.
O sonríe, si encuentra
algún secreto al doblar la calle.
Sé que sólo puedo esperar
a que la lluvia pase
en este eterno silencio.
O mentir si me encuentran llorando,
porque me quiebra este dolor,
me humilla demasiado.
Desconecta el sol
del cable de la fibra sensible,
y ya no soy yo
aunque lo intente.
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