Pensaba que la gente te veía como la lluvia por eso no se atrevían a tocarte.

Inflamable como algo que prende fuego vivo fácilmente.

Inefable como un dibujo que se mece unos segundos en la arena y luego desaparece.

Es curioso que encontremos fragilidad en las alas de una mariposa que sin embargo son ventanas abiertas a diferentes colores.

Es curioso porque yo en ti encontraba diferentes calidades, diferentes matices y degrades,

texturas en penumbra, pero al fin y al cabo eran los contraluces de tu mirada.

Tus ojos ausentes a todo lo que no te llegara al alma y mis miradas perplejas

por no poder estar a tu altura.

Los ojos a menudo son paredes que me acercan o me separan completamente de otra persona.

Y en los tuyos era capaz de ver que tras esos cubitos de hielo azul había un mar inaccesible cuyo cerrojo yo quise romper a través de una palabra que esperaba que te llegara.

Aun no sé si te llegó a los ojos o se ahogó en el camino, pero sé que desembocó en una tímida sonrisa.

En tu cara, una mirada que recordaré siempre.

Eso siempre desbordará mi alma.

Y si me dejas te recordaré así.

Pero no sabía que nada es imperecedero.

Acostumbrada a pensar que un instante contigo sería eterno aunque tú vinieras de lejos

o de frente.

Jamás pensé que algún día faltarías.

Que la silla de la clase se quedaría vacía.

Que un día serías parte de unos recuerdos vagos que me mata recordar.

Instantes de mi vida que ojalá pudiera rebobinar

y hacerlo diferente.

Dar un golpe en el suelo y que todos se dieran cuenta

de que algo te estaba marchitando.

Ojalá pudiera dar marcha atrás al tiempo y haberte abrazado aquel día.

Tal vez lo necesitabas.

Realmente no sé si tu decisión habría seguido en tu cabeza, pero me gustaría haber podido hacerla polvo, que de ella solo quedaran añicos. Pero no supe escuchar una señal que era fuego y ahora mi vida estará empañada de señales de alarma para que reconozca que el destino no es ciego.

Y que estamos aquí como puentes de distintas estrellas que hace tiempo que se extinguieron.

Ya ves...han pasado cuatro años y sigues igual de nítida.

Espero que me perdones algún día porque yo sigo sin poder perdonarme.