XIX.
Mi maquillaje de escarcha y el asfalto de mis rodillas enfrentadas
con la realidad del suelo,
el polvillo de una noche de polémica
y el silencio que rodea nuestros labios.
Los ladrillos de conversión histérica
y en las gasolineras huida de gas,
escape de histeria.
Horas que pasan sin descanso
puente que nos acerca,
construcción que se desinfla.
Arco que muere en la papelera,
mi corazón pálido como la luna.
Mi rostro anunciando la desolación
de la madrugada.
Con la excepción de un farolillo intrépido
que se marca las velas del fuego
para desaparecer en gas.
Para abrumarse en granizo
y no poder salir de su oscuridad.
Te echo de menos
como al lucero que me va quitando la vida
hasta el diez.
Que me va arrastrando
hasta que escribo y me desarmo por completo
en lo que has dejado de mí.
No puedo recordarte sin un ligero
sabor a conciencia,
nunca estoy encendida, en apagón
neblina o drogada.
Estoy en mis cinco sentidos,
porque sólo pienso en ti
cuando estoy entera
y preparada para sentir los latigazos
de tu soledad.
Hay maquillajes corridos sin cordura
y el tuyo sabía a nostalgia
o a acera demacrada.
Sin color alguno en las pupilas,
sin puente entre las dos realidades
efímeras.
Demasiado maquillaje en las ojeras
y somníferos en el habla.
Háblame para decirme que estás despierta,
que todo esto es una maldita pesadilla
y que voy a poder volverte a encontrar
en otro enero diferente,
dónde yo hubiera sido más valiente.
Y no romperme en tantas calles dónde
tú ya no estabas.
Nota: Este es el poema de todos que más ha conseguido emocionarme de todos los que le he escrito. Os mando un abrazo a todos muy grande. Os quiero.
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