
III
Hoy he sentido varias nubes de tormenta en mi cabeza, ya sabes, esas que Ian Curtis solía sentir. Me he terminado Control, y he escuchado Decades más de dos veces, y es curioso, que aunque sólo la escuche una vez, siempre la tengo en repetición en mi cabeza, como si mi mente fuera una cadena de hechos que se van sucediendo, y mira que tan sólo soy un paro cardiaco. La razón de que Curtis me inspire tanto, es tal vez, que me recuerda mucho a ti, y que muy en el fondo, me recuerda a mí, en algún punto de la mente, somos los tres iguales, tres personas rotas, hasta el fondo, cristales destrozados, junto con huesos descosidos del músculo. Piel sin algo que le haga arder. Tú lo sabes bien.
Y probablemente, por eso, siento un entumecimiento letal, como si la tormenta que se espera me hubiera anestesiado, pero no es un entumecimiento temporal, es esa anestesia aquí tan lejos de Elvira Sastre, es quizá, esos nublos que nos rodean cuando la mente salta al vacío, y se cae en el suelo del pecho. Porque a veces, soy una lluvia incesante de emociones, una enredadera que rodea con sus hierbas mis manos, las amarra, y entrelaza todo su reverdecer en mis piernas, y sube de mi cintura hasta mi garganta y hace estragos con mis cuerdas vocales, y yo en sueños quiero gritar, pero mi voz no sale.
Siento miedo, porque sé que a veces te recuerdo cuando demasiado fuerte, a veces te siento demasiado real, y todo duele tanto, como cuando inevitablemente, tu oxígeno expiró de la cuerda, como también lo hizo Ian. Si me enseñaste algo, aunque tú no lo buscaras, fue que las apariencias engañan, la persona del amanecer en su sonrisa, el edificio que la sustenta puede estar derrumbándose a partes desiguales, a trozos pequeñitos y luego sepultado bajo las alcantarillas.
Solo somos ciudades con el humo roto, muriéndose en las chimeneas. Lo sé, sé que quieres decirme que el tiempo es tiempo, algo que comprendes ahora, cuando ya no estás y todo ha acabado, que las horas no duran para siempre, y que un minuto evita los segundos. Pero a veces cuesta tanto, y los recuerdos siempre vuelven. Si vuelves a visitarme como un rayo de luna, deja una luz tenue que no excite a los demonios, paséate por dónde quieras, camina o vuela, como la brisa que eras, y el aire que serás.
Hoy me siento un azul sin sombra, y a menudo sé que tú te sentías como un gris sin rayas, e Ian, tal vez, se sentía como el gato de Schrödinger, un pasajero del tiempo, que se escapa de cajas sin huecos, y ya no lo encuentras.
Él y tú, quizás, erais ángeles del reloj de arena, que viajabais en trenes que nunca se detenían, porque vuestra mente, nunca paraba. Metíais vuestro mundo en la maleta, y quisisteis iros con las manos libres, y vuestros pies se quedaron descalzos. Mi mente también es un tren sin parada, y juega a la ruleta rusa con mis pensamientos. Todas mis cartas están echadas, voy a izar la bandera. El camino empieza ahora.
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