
Grieve still.
Soy un suplente de eufemismos
en un vagón de emboscadas, Lucy,
mi corazón pasa por unos terrenos
tan histéricos, pero aun así
están doblados como el mejor mantel
de esos que mi abuela tenía en su mesilla,
eran virginales cuando los sacabas del cajón
como si nada ni nadie pudiera tocarlos,
pero luego se crispaban con las manchas
de nuestras manos,
y el polvo sacudido de nuestras conversaciones mundanas.
Sé que han pasado años,
pero aún recuerdo aquel olor a pan francés
y esas mejillas sonrosadas que me saludaban,
nunca pensé que no volvería a ver esa sonrisa.
He intentado todo hasta drogar al Martes 13
borrar el 10 de enero de todos los calendarios
de aquí a Cannes.
Todo me recuerda a ti,
hasta el momento en el que no nos
permitimos pensar.
Lo sé, ya está olvidado,
pero me odio por eso
porque olvidar es parte de la vida
y de seguir el cauce,
no de la muerte
y de sus brazos llenos de relojes de arena.
Creo que tengo un péndulo en la nuca
que dirige el paso del tiempo,
y cuando la cuerda tira más
más te siento,
y cuando la balanza me coge a tiempo
me olvido de mí.
Creo que aún me culpo
por no haberme acercado aquel día,
por no haber visto tu sonrisa de más cerca
por no empaparme de tus ojos
y sacar todos tus miedos de ellos.
Las canciones me recuerdan a ti
y este altavoz de mi mente
que te programa cuando quiere
a base de todo el volumen del ordenador.
Lo siento.
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