Carnaval de lágrimas.
Sé que las piezas se me caen
de las manos
cuando tu nombre
trastabilla por mi garganta,
a veces tu recuerdo
son instantes fugaces,
otras son un imán
marrón que te acelera como
un bucle en reproducción.
Mis mejillas empiezan a sufrir
el efecto colateral
de la sacudida
de tus córneas efímeras,
magullando heridas y descomponiendo
mi vida,
bajo tus pies.
Mis ojeras se convierte en pozos sin salida,
el instante de cólera
se evade por las nubes de la melancolía,
y en los canales lúgubres de mis bolsillos
estás viviendo dentro de mí,
viajando y fugándote
a través del tiempo,
describiéndome a mí con tus huidas desiertas.
Estoy cayendo por la conversión
de tu piel en muñecas de porcelana,
en un rastro sin vida
en un suspiro sin castillo ni forma.
Hay nostalgia en un poso,
hay una herida abierta en el café.
Una luna
en un teatro de mentiras,
un libro abierto en una manzana envenenada.
Las carnes de un muñeco de trapo
deshojado de su hilo de descomposición.
Nota: Mil gracias por los 300, Lucía se lo merece.
Con amor, Carmen.
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