VII
Aún quedaban dos días para su cumpleaños, todos los sirvientes se movían de un lugar a otro arreglando y ordenando, no había querido levantarse pero su madre le insistía que debía recuperar su energía.
Kasumi salió con un humor de pocos amigos y eso se notaba en su rostro, no quería hablar con nadie, así que hizo todo lo posible por no toparse con nadie en su camino al jardín trasero, pero sus planes no resultaron como esperaba ya que se encontró de frente con Sesshomaru, lo miró de pies a cabeza totalmente enojada y pasó de el.
-Kasumi- le llamó tomando su brazo- ¿aún estás enojada?
-Por supuesto que no- su respuesta fue hecha con sarcasmo- solo quiero aire
-No uses el sarcasmo conmigo- le miró a aquellos ojos tan iguales a los suyos- no puedes odiarme por cuidarte
-Solo déjame ir- podía estar muy enojada, pero no trataría mal a su padre- por favor.
Sesshomaru la soltó y dejó que siguiera su camino, sabía que su hija se estaba aguantando las ganas de gritarle en la cara, después de todo tenía exactamente su misma personalidad.
Por otro lado, Kasumi caminaba rápido y con ganas de llorar, respiró profundamente y se apresuró en salir al jardín, cuando llegó se sentó a los pies de un árbol y miró el cielo, su mente era un caos, pensaba en el último día que vio a Kichiro, quizo hacer algo para detenerlo, que no se fuera, pero no pudo, él ya no estaba.
Las lágrimas comenzaron a caer y los sollozos eran inevitables, comenzó a limpiar su rostro y respirar profundo, trató de pensar en otra cosa, en su cumpleaños por ejemplo, en como su madre se había esmerado en su kimono para aquel día, pero no funcionaba muy bien su idea, cada dos por tres se encontraba pensando en aquel muchacho de ojos carmín.
-¿Te gustan las flores?- se volteó encontrándo a la hermana de Kichiro quien sostenía unas flores en su mano y le sonreía- mi madre y hermano me las dan cuando estoy triste
-Son muy lindas- limpió su rostro y le sonrió- ¿cuales son tus favoritas?
-Las rosas y tulipanes- Kyomi se sentó y dejó las flores en su regazo- pero solo las de color rojo, ya que me recuerdan los ojos de mi hermano
-A mi me gustan las amapolas- dijo Kasumi mirando las flores que se encontraban cerca de los muros- y también las rosas
-¿Puedo hacer una pregunta?- Kyomi ladeó la cabeza y Kasumi asintió- ¿a ti te gusta mi hermano?
-¿Que?- fue directa y la miraba esperando una respuesta, la cual era un si, pero que le preguntara eso la hermana del chico que ya no estaba a su lado era doloroso, ya que deseaba verlo y saber como estaba- si, me gusta
-¿Lo harás feliz?- sus ojitos tenían lágrimas y sus labios temblaban, Kasumi se preocupó- yo quiero que sea feliz
-Claro que lo haré feliz- acarició su cabello y sonrió triste- pero no se donde está
-En el bosque Inuyasha- susurró Kyomi mirando el cielo- me dijo, que si un día se iba, se esconderia en aquel lugar, ya que nadie jamás ha podido entrar.
Kasumi la vio levantarse y hacer una reverencia, se adentró en el castillo dejándola sola con sus pensamientos, el resto del día pasó rápido, fue a almorzar, leyó en la biblioteca y cuando era hora de dormir, fue a darse un baño.
Miraba por la ventana hacia el bosque, preguntándose que estaría haciendo Kichiro en estos momentos y si pensaría en ella.
•••
Sus brazos dolían, cargar la leña para repartir en las casas era cansador, pero la recompensa sin duda era la mejor, una agradable noche a la luz de las estrellas mientras cocinaba su carne y la risa de los niños le recordaba cuando jugaba con Kyomi.
Recordó su rostro antes de partir, se veía triste, queriendo que se quedara con ella, su madre no dijo nada, pero sabía que le deseaba lo mejor, Kasumi pasó por su mente, como cada día, deseaba verla, sus ojos, su cabello, su sonrisa mientras se sonrojaba y sobre todo deseaba besarla nuevamente.
-¿Ya acabaste?- Inuyasha preguntó saltando frente a él- quería agradecerte
-¿Por qué?- estiró los brazos y movió un poco la cabeza para calmar el dolor- ¿y que traes en las manos?
-Mi forma de agradecerte- quitó la tela lentamente, dejando a la vista una espada- la mandé a forjar para ti, has demostrado ser un buen hombre y has ayudado a mis aldeanos
-Fue el trato ¿no?- recibió la espada y la miró fijamente, la empuñadura era de roble, cortada y tallada precisa para su mano, la hoja era filosa y tenía sus iniciales grabadas en ella- es un poco pesada
-La sabrás manejar muy bien- Inuyasha se fue y Kichiro llevó la espada hasta su cabaña, tomó ropa limpia y se dirigió al río que estaba a unos minutos de ahí.
En el camino saludó a una que otra persona, los niños corrían y pedían que jugará con ellos, amable les dijo que debía ir por un baño, cuando llegó al río lo primero que hizo fue mirar todo, era extraño no estar en su hogar, rodeado de aquellos que lo vieron crecer y de sus padres, extrañaba ver jugar a Kyomi y como peinaba su cabello.
Se quitó la ropa y entró al agua comenzando a tallar su cuerpo, se hundió y comenzó a nadar un poco, salió unos minutos más tarde y se vistió, regresó a su cabaña por la katana, le pediría a Inuyasha que le ayudara a manejar mejor para no tener problemas con el peso.
Kichiro llegó al mismo lugar donde fue interceptado por Inuyasha, los primeros días fueron difíciles, tenerlo tras él vigilando incluso cuando quería darse un baño, escuchar sus gruñidos cuando estaba cerca de un niño, y sobre todo, su humor de pocos amigos, al final, decidió acatar todas las órdenes y así ganarse su confianza.
Se encontró con Inuyasha mirando fijamente a una persona que estaba tapada con una capucha, estaba en posición de combate, sus filosas garras apuntaban al extraño, se acercó hasta quedar junto a él, en ese momento vio como se quitaba la capucha revelando a Kasumi, Kichiro detuvo los movimientos de Inuyasha, se acercó a ella y acarició su mejilla, temiendo que fuera una broma, pero sentir su calidez, las lágrimas en su mano y el abrazo inesperado le hicieron feliz, su corazón se aceleró y solo correspondió aquella muestra de afecto.
-Te extrañé mucho- decía Kasumi en medio de sollozos- por favor, no vuelvas a dejarme
-Jamás lo haré.
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