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Recordando un pasado (parte 2)

Cuando llegué a sobrevivir en casa de Yusei conté todo a ellos, tomé grabaciones, fotos, videos, sobre todo los de la sala negra, los vi contener la respiración, casi nadie veía esa fachada, mis tíos denunciaron el orfanato y ese monstruo fue encarcelado a cadena perpetua por asesinato de 12 niños omega, maltrato y explotación de omegas, las mujeres cómplices fueron sentenciadas a condenas altas, que como conseguí las pruebas? Los niños fueron quienes contaron todo y el rastro de sangre que le dejé a esa mujer la policía descubrió un sótano debajo del orfanato del cual mostraba cuerpos en descomposición, el cuerpo de Daichi apilado como si de ropa se tratara se los llevaron y dieron sepultura, los padres biológicos de algunos de los chicos ya fallecidos lloraron amargamente cuando quisieron recuperarlos
Tenía evidencia de todo, gracias a las niñas que no nos miraban en menos tenía videos y fotografías y ellas guardaban todo, cuando me reuní con ellas en la comisaría mostramos las cosas como eran y como Daichi había muerto.

Cuando ya cumplí 18 una tarde conocí al joven Timaeus, vagaba por las calles sin rumbo como siempre evitando alfas a toda costa paseaba por la plaza de Domino, el cielo se mostraba con preciosos tonos anaranjados hermosos tonos morados anunciaban el anochecer cayendo, pensaba que hacer apenas entrara a estudiar gastronomía, caminaba sin percatarme de las personas a mi alrededor caminando absorto en mis pensamientos por el muelle hasta que choque contra algo duro pensé que era un poste pero cuando dirigí mi vista lo vi, hermosos ojos jade, albino pero una gran cicatriz se dibujaba en su ojo derecho creando una imagen de chico violento y rudo peleador, una chaqueta azul con camisa blanca bien planchada, jeans azul marino, zapatillas casuales, llevaba algunos collares y accesorios, un pendiente de jade en una de sus orejas pulseras adornaban sus muñecas, no mentiría se veía muy guapo pero solo eso, nada más

–lo siento–hablé inconscientemente y dándome una bofetada mental, el se movió un poco y su aroma llego a mi olfato, un Alfa mis sentidos se alertaron y me puse a la defensiva

–fíjate por donde caminas, no todos los días encuentro a un omega tan distraído–sonrío el joven albino.... ¿estaba sonriendo ese Alfa?–Mi nombre es Timaeus Halakti ¿y tu?–¿pregunta mi nombre? No hace nada mal en decirlo, total no lo vería más

–Muto Yūgi–hablé cortante, no tenía ganas de entablar una conversación con alguien como él–Adiós–

–oye espera, quizá podamos...–no le dejé hablar pues me iba a paso rápido, quería perder a ese Alfa no quería tener contacto con ellos no mientras yo lo permitiera pero era imposible sabiendo que estaba siguiéndome, no podría alejarlo mientras mi aroma lo atrajera, comencé a correr, sabía que el me ganaría, me alcanzaría que probabilidad había de alejarme llame a mi omega y me sincronicé con él me sentía libre y ligero como una pluma, como una cuchilla de patín de hielo deslizándose rápidamente y marcando el duro hielo de una pista,  sintiéndome libre a la vez, descubrí una forma de liberarme, correr, correr me hacia sentir salvaje, único, indomable llegó un momento en que mi mente quedó en blanco y me encontraba en el bosque el aire era puro y sentí mi garganta quemarme mi pecho dolía, pero mi omega interno me ayudaba a mitigar el dolor. Miré el atardecer, disfrutando la calidez del sol, la fresca brisa del viento los verdes árboles daban un momento de silencio y detenía el tiempo, sabiduría desbordante en cada poro, en cada trozo de fina madera haciendo un momento de paz y armonía, era simplemente perfecto, el viento mueve mis cabellos relajándome, dándome una fina caricia, miré de nuevo el atardecer, convirtiéndose en un elegante y hermoso crepúsculo, llegué a casa con el anochecer, me sentía nuevo, como si hubiera liberado una parte de aquel odio que sentía, cuando miré mi rostro las marcas de lagrimas estaban en mis mejillas ¿había llorado? No lo recordaba. 

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