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4. Sin aliento

Como los castigos de Ulva, sin excepción alguna, siempre se cumplían, Rose decidió que el tiempo que estuviese ahí encerrada lo iba aprovechar para practicar hasta que sus músculos se lo permitiera, además, si ella no hacía nada (por quien sabe cuánto tiempo), enloquecería.

El único momento que podía salir de la habitación era para ir al baño, pero hasta esa mínima acción tenía temporizador, no podía tardar más de 5 minutos. Su progenitora al ser tan astuta, colocó una campana en la puerta de su alcoba, así que cada vez que la pequeña saliera de allí, ella se daría cuenta y subiría para prestarle atención. También en su castigo, tenía un límite de idas al baño, lo cual significaba que solo concedía con ir 3 veces al día.

Volviendo a las prácticas de Rose, el objetivo era efectuar tiro y movidas en el tenis. Al no tener el equipamiento apto, ya que sus padres jamás se lo dieron al considerarlo una estupidez, ella se lo inventó: La raqueta, era su mano (igual a como comenzó el juego en su creación). Su pelota de tenis, era una bolita saltarina envuelta en una calceta para hacer que revotara menos y que fuera más grande. Y, por último, su "contrincante", era su blanca y limpia pared.

Todo eso era más que suficiente para entretenerla por un largo rato.

«Ojalá mi equipo de entrenamiento fuese real» –caviló mientras observaba su pelota– «ojalá yo fuera como mis hermanos... ¿por qué a ellos si le dan lo que desean y a mí no?» –se le escapó y una pequeña y sutil lágrima.

Al notar que la situación la estaba colocando deprimida, inició a realizar lo que siempre la hacía feliz: Jugar tenis.

El día fue transcurriendo como el sudor que bajaba por su suave cuerpo: aceleradamente. Aun así, no se pudo dar cuenta cuándo inauguró la noche ya que no tenía ventana para ver el radiante atardecer o la efímera oscuridad entrante; solo se pudo dar cuenta gracias a que escuchó a su padre y al resto de la familia llegar... ¿O quizás no debía llamarlos así?

Poco tiempo después, desde su recámara, apreciaba como todos cantaban a la vez; ella sin aguantar tarareó la alabanza al sabérsela. A mitad de la adulación se animó a salir al "baño", pero su propósito era ir a las escaleras para verlos cantar felizmente.

Y de ese modo pasó, la castigada Adameit se quedó observándolos desde las escaleras hasta que terminaron de corear; también miraba la deliciosa comida, la cual no podía tocar.

–¡¿Qué te pasa?! –preguntó furioso Conrajo al verla–. ¿Ahora sí te interesa Dios o qué?

Todos los presentes contemplaron justo donde lo hacía el chico.

–Ammm, quería ir al baño.

–¿Sí? –interfirió Theobold– Pues el retrete no queda justo en esta dirección. Das lástima.

–Hijos, ya. No debemos perder tiempo con esta desconocida –dijo su padre indignado.

–Es cierto –musitó Heidi, la cual podría querer mucho a su hermana, pero cuando discernía que su padre estaba lastimado por alguien o por algo, ella lo defendería hasta las últimas consecuencias.

Rose no dirigió ni una sola palabra, y algo ofendida fue al sanitario y bebió un sorbo de agua del lavamanos... sabiendo precisamente que eso sería su única comida, quién sabe hasta cuándo.

«Estoy cansada de esta familia» –confesó dentro de su cabeza para que nadie la escuchara, aunque ya se encontrara en su cama, y su puerta tuviera seguro gracias a su madre, que al notar que ya se había gastado sus 3 idas al baño, cerró con llave para prevenir que su "hija" volviera a salir nuevamente.

***

Segundo día de castigo y parecía como si nada fuese a mejorar. La pequeña se despertó gracias a unos gritos que se percibían desde la primera planta de la casa: Eran sus dos progenitores discutiendo entre ellos.

Quizás le dolería lo que iba a oír, pero ella necesitaba investigar qué pasaba, así que, se dirigió a la portezuela y colocó en ésta su oído en la fría y pulida madera.

–¡Sí, lo sé! ¡Sé que tengo que salir a buscar un orfanato, pero es que la casa me ocupa mucho tiempo!

–Pero debes hacerlo. Yo no puedo dejar mi trabajo por ella... ¡Probablemente me despedirían! Tengo un caso que me está matando y necesito concentrarme.

–¡Bien! Entonces hagamos algo... Compra el almuerzo de hoy, así estaré libre dos horas, que es lo que me demoro en hacerlo, y podré salir a averiguar.

–¡¿Qué?! Sabes que estamos algo apretados de dinero.

–¡No mientas Stein! Sé perfectamente que te alcanza para eso. ¿O acaso no das el mejor diezmo en la iglesia?

–Pues sí, pero es muy distinto... Tú más que nadie sabes que es para nuestro Señor.

–Lo sé, pero porque este domingo des menos no significa que vaya a ser el fin del mundo. ¿O quieres tener más tiempo a esa aquí? ¿Quieres que se complique más nuestra vida? ¿Quieres un dolor de cabeza al saber que hay que ayudarla a que mejore en el estudio? –inhaló profundamente Ulva esperando una respuesta de su esposo, al no ser así, ella continuó–. Tú y yo sabemos que está loca por un deporte que ni puede jugar...

–Okey, hoy compro el almuerzo –La detuvo–. Así que arréglate rápido y sal lo más pronto posible.

La chiquilla al saber que en ese instante los gritos y la conversación habían concluido se encaminó a su litera agarrando con fuerza su almohada y estrujándola en su cara para que sus gritos desesperados no se oyeran.

Estuvo vociferando alrededor de 2 minutos hasta que sintió que sus cuerdas vocales se desgarraron de su garganta. La situación, en vez de colocarla desalentada la hacía sentir impotente... Impotente porque sus padres no confiaban en sus capacidades, y peor aún, porque ellos querían deshacerse de su hija y ella no podía hacer nada para impedirlo.

***

Tercer día de castigo y esta vez Rose no pudo practicar; su cuerpo no respondía y se sentía muy agotada como para levantarse de su cama, no tenía ganas de nada. Con mucho esfuerzo pudo sentarse e inconscientemente levantó su blusa para poder ver su torso... que sin dificultad se lograban ver sus costillas, las cuales eran marcadas por su delgadez y desnutrición.

–Mamá, ven –dijo apenas en un murmullo, anhelando profundamente que ella viniera al rescate.

No fue así.

La Sra. Obermair no acudió hasta tres horas después.

***

Toc, toc, toc...

Nadie abre.

Toc, toc, toc...

Ella intenta hacerlo, pero hay un seguro activado desde adentro.

Toc, toc, toc...

Sin respuesta alguna.

Toc, toc, toc...

La preocupación la invadió.

***

Un gran estruendo se oyó media hora, posterior a que tocaron la portilla con desesperación porque nadie abría.

Después que la puerta estaba derrumbada, se podía observar a Stein y a Ulva con sus ojos abiertos como platos al ver a su pequeña sin blusa, sin movimiento y... ¿sin vida?

Temerosos se fueron acercando despacio al cuerpo de la niña. No sentían tristeza alguna, pero sí miedo de lo que les pudiera hacer la ley si Rose falleciera; y eso lo sabía a la perfección el Sr. Adameit.

–Hey, despierta –dijo con suavidad el hombre con más de 45 años de edad–. Chiquilla, no nos asustes.

–Creo que no te percibe. –Tragó saliva su acompañante.

–Shhh, no me pongas nervioso.

–¿Y si oramos? Si tenemos fe, Dios nos ayudará.

Él movió su cabeza en modo de aprobación.

–Dios, sabes nuestros problemas, desesperaciones y anhelos... Por favor salva a nuestra hija, tú sabes que si despierta la llevaremos a un mejor lugar. Lamentamos no ser los mejores padres –rezaron con sus ojos cerrados mientras tenían apretadas sus manos–. Amén.

Cinco minutos más tarde, la joven no daba respuesta mínima. Respiraba tan suave que, si ustedes la pudieran dislumbrar, dudarían si estaba viva o no.

–Ulva, ya vuelvo. Creo que es mejor ir por algo de comida y alcohol.

–No tardes –expresó mirando el pálido rostro de su pequeña.

Al volver Stein con un trapo en la mano, echó algo de alcohol etílico y se lo puso a Rose para que lo inspirara. En menos de un segundo abrió los ojos y tosió con desesperación.

Pobre niña, estaba tan débil.

A continuación, le ofrecieron algo de comida y ella placentera la terminó en un solo mordisco; sí que tenía hambre.

–Ya te tenemos el mejor lugar para quedarte. Sabemos que lo disfrutarás –reveló su papá.

–Vale... Los extrañaré, aunque ustedes no me extrañarán a mí. –Y con esas palabras, se giró bocabajo quedando atrapada en un largo y profundo sueño.

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