¿Puedes creerlo? Ella estaba feliz, ansiosa y orgullosa. ¿Quién iba a pensar que hoy se levantaría con tantos ánimos por el hecho que cumplía otro año más de vida? ¿Quién iba a imaginar que anoche casi no durmió anhelando tener al frente de ella un enorme pastel con velas para poder soplarlas con júbilo mientras pedía su gran sueño de toda la vida?

Pero no todo es felicidad... Rose Adameit sabía muy en el fondo que quizás su sueño no se cumpliría, cada aniversario pedía lo mismo: Ser tenista profesional.

¿Por qué no lo podía ser? ¿Por qué el destino no la quería hacer feliz? ¿Por qué siempre había enormes obstáculos en su camino que no la dejaban avanzar?

Pero a pesar de eso, ella no quería recordar tantos suplicios, no. Sólo quería que esta vez fuese algo verídico, no algo de ensueño porque no le gustaba despertarse y volver a la cruel realidad.

–Cariño, despierta –susurró su querido esposo mientras se levantaba de la cama–. Hoy es un excelente día, ¿no lo crees? –continuó.

–Dame otros cinco minutos, quiero seguir soñando.

–¿Qué es lo que siempre has soñado con tanto esmero?

–No te lo puedo decir, sabes que es un secreto –comentó la cumpleañera volteándose sobre el otro lado de su torso.

–Está bien, al fin y al cabo, ya estoy acostumbrado a esto –rió.

Él tenía razón, desde que ellos se conocen, su esposa jamás ha querido contarle qué es lo que ha fantaseado por tanto tiempo. Al principio le costaba asimilarlo por la costumbre que tenía que todo lo que preguntara tuviese respuesta, pero lo único que estaba fuera de su alcance era ese secreto. Con el pasar del tiempo fue dándole menos importancia y ahora sólo lo hacía para fastidiar a su pareja.

Cómo cambian las cosas, ¿no?

Al poco rato que Gerard Sahingöz saliera de la habitación, Rose se levantó de la cama, organizándola mientras tarareaba Ich hab die Nacht geträumet de Joachim Zarnack, y aunque la letra fuese algo deprimente ella la cantaba porque le recordaba a su niñez, especialmente porque su madre Ulva Obermair la entonaba cuando hacía aseo esperando el regreso de Stein Atameit del trabajo.

Después de tender su cama, se limitó a tomar una larga ducha, concibiendo de tal forma, la relajación de sus músculos y el gustoso sentimiento del mismísimo paraíso. Al terminar, salió tapándose con una toalla de su color favorito, verde; con sus ya viejas pantuflas (las cuales la acompañan desde hace más de 15 años), y con su mojado cabello plateado.

Miró su reloj mientras se acercaba a su alcoba pensando qué colocarse, estaba realmente nerviosa, quería verse espectacular... quería que todos se quedaran con la boca abierta.

Eran las 8:31am.

Al abrir su armario se llevó con una grata sorpresa: Había una enorme caja morada con una nota que decía "Feliz Cumpleaños, querida esposa". Rose llorando de la alegría la abrió y descubrió en su interior un sofisticado vestido negro, con unos pequeños pendientes blancos y unas baletas que combinaban a la perfección.

«Definitivamente mi esposo piensa en todo. Como lo amo» –pensó al verse al espejo ya arreglada... con su deslumbrante traje, sonrisa y peinado.

Tocaron a la puerta principal justo en el momento que ella había bajado a comer lo que Sahingöz, su compañero sentimental, le había preparado: Panecillos con miel acompañado de dos ricas salchichas y queso.

–Yo abro –manifestó ella al levantarse del comedor.

–Hola madre, como te he extrañado –expresó su hijo Roger entregándole un regalo.

–Ay, hola hijo. Yo también te he extrañado mucho.

Finalizando esa pequeña conversación apareció alguien detrás, era Unna, su nieta. Rose la amaba más que a nadie en el mundo, la consideraba como la chica a seguir; y a pesar que tuviese solo 7 años de edad era muy madura con respecto a los demás niños de su alrededor. Amaba leer, escuchar y obedecer, también era muy simpática y risueña. Lo que más se destacaba de esta pequeña mujer eran sus ojos grises y su gran sonrisa que con tan solo verla tu día se alegraría inmediatamente.

– ¡Pequeña, estás gigante! Creo que no podré volverte a decir así, por otro lado, me encanta que estés creciendo.

–Gracias nana. Solo quería decirte que feliz cumpleaños, eres la mejor abuela del mundo.

–¡Hey! ¿Y yo qué? –se quejó el carismático Gerard.

–Tú eres el mejor abuelo del mundo. Es que es muy distinto decir "abuelo" y "abuela", ¿me entiendes?

–Perfectamente.

Todos rieron.

***

Dos horas trascurrieron para que llegaran los demás invitados, entre ellos estaba el otro hijo de la cumpleañera, Kay. Él a pesar de tener 31 años de edad es más joven que su hermano por la poca diferencia de año y medio. Lo que los diferenciaba con mayor razón era que él no es padre, siempre ha pensado que es una gran pérdida de tiempo y prefiere ahorrarse las etapas de estrés, preocupación, y dinero. Kay ha sido de la familia el más aventurero, así que, por esa misma razón, prefiere viajar y disfrutar su vida al máximo, eso sí, sin olvidar de dónde provino y quienes son los que realmente lo aman.

También llegó Morgen, nuera de la cumpleañera, esposa de su hijo mayor. Tanto Gerard como Rose la aceptaron en la familia poco después que Roger se las presentara. Es una mujer muy humilde, independiente y carismática; su hija heredó sus mismos ojos, color gris como la grava; e hizo del hogar algo mejor.

–Estoy muy orgullosa que hoy, 5 de abril, estés cumpliendo otro año más de vida; espero que sigas estando con nosotros por mucho más tiempo –declaró la recién llegada sin poder quitar la vista del vestido de su suegra.

–Muchas gracias. Y yo espero que sigas siendo parte de la familia.

–Por cierto, te ves magnifica. Déjame adivinar, ¿lo escogió mi suegro?

–Sí –rió– ¿Cómo lo supiste?

–Sabes que él ama el color negro. Solo hay que saber apreciar los pequeños detalles que te brinda la vida. Pero no hablemos más, tenemos que ir a celebrar, ¿te parece?

Ella asintió sonrojada, todavía pensaba en el cumplido que le acababan de hacer.

A continuación, estaban todos en la mesa frente a un delicioso pastel cubierto de chocolate y una pequeña vela formando un "61" que representaba la edad de Rose. Al instante en que ella se sentó para apreciar a su pequeña familia, todos empezaron a cantar al unísono.

«Ya casi es mi turno de pedirle al universo que cumpla mis súplicas» –decía para ella misma sin dejar de observar la vela que estaba enfrente.

–¡Qué pida un deseo! –gritaron haciéndola regresar al mundo, fuera de sus pensamientos.

Y sin hacerse rogar, pidió con toda su alma, fuerzas y corazón ser la mejor tenista profesional. No quería morir sin antes haber vivido su verdadera vida.

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¿Qué les pareció el primer capítulo? ¿Entretenido? Espero que sí. No olviden seguir leyendo, hay muchas aventuras que les gustará leer. Por cierto...

Datos curiosos:

*Gerard (nombre del esposo) significa Valiente.

*Ulva (madre): Loba.

*Stein (padre): Piedra.

*Roger (hijo mayor): Tranquilidad.

*Kay (hijo menor): Fortaleza.

*Unna (nieta): Mujer.

*Morgen (nuera): Mañana.

La canción Ich hab die Nacht geträumet de Joachim Zarnack es real.

El desayuno de panecillos con miel acompañado de dos ricas salchichas y queso, es el desayuno típico de Alemania.