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06. Tensión

No es justo.

Esto no debería estar pasando.

Splinter debió decidir mejor cuál de los cuatro era más digno de realizar esa peregrinación.

Soy el más fuerte y el mejor luchador, yo merezco ir a ese viaje.

Me lo he ganado.

Eso pensaba Rapahel en su mente desde que Splinter tomó la decisión de que Leonardo sea el indicado de los cuatro para realizar ese viaje de peregrinaje por un año.

No lo podía negar, era imposible engañarse a sí mismo. Le daba rabia, estaba decepcionado de que Splinter sobrevolara a su hermano simplemente por ser el líder.

Estaba harto de eso, de siempre lo mismo.

Sin hacer el más mínimo ruido, abandonó su habitación dejando a Lara descansar en su cama. Aprovechó que sus hermanos y el resto estaban durmiendo para poder escaparse a la superficie, aunque fuese solo por un rato.

Tendía a retirarse a la zona de Chinatown para escabullirse de los pensamientos que lo atormentaba.
Le parecía una de las mejores partes de la Ciudad, especialmente, por la simple razón de que siempre había algún criminal quien aporrear.

Pero antes, sintió un impulso por pasarse a observar la ventana que pertenece a la vivienda del anciano al que ayudó la noche en la que Splinter les prohibió detenidamente salir a la superficie e interactuar con el exterior.

Fue un alivio para Rapahel que el anciano siguiera sano y salvo en su hogar. Era algo peculiar en él, pero sentía lástima a la par que admiración. No le parecía un ciudadano cualquiera, estaba seguro de que había algo más en ese anciano.

Hasta que surgiera la oportunidad de propinarle a un canalla, Raphael contemplaba las vistas sentado en el saliente de la azotea, con una pierna flexionada sobre la cornisa y un brazo apoyado en la rodilla.

En algunos momentos de paz, la tortuga de rojo lograba entrar en calma con su rabia. Tal que así que lograba descender la rabia hacia su hermano.

No es que Leonardo no merezca ese viaje, tiene su mérito. Pero, ganar todas las recompensas, sólo por ser el líder... es injusto. Reflexionaba Raphael.

Fue sacado de sus pensamientos por un alarmante chillido femenino que provenía de los callejones de la zona. La tortuga esbozó una sonrisa ladeada victoriosa.

Raph: Al fin, empezaba a aburrirme. —Celebró Raphael para sí levantándose de un salto.—

Resulta que en la zona de Chinatown tendía a ser costumbre encontrarse a los maleantes de siempre, los Dragones Púrpura.

A pesar de que no eran rivales —ni le alcanzaban a la suela de los zapatos— para nadie, bastaba para que Rapahel se diera por satisfecho.

La chica que había gritado estaba huyendo de un dragón púrpura, abrazándose a su bolso como si su vida dependiera de ello. El dragón púrpura que tenía intenciones de asaltarla —o incluso de agredirla— la perseguía con un arma blanca en la mano.

Escondido y camuflado con las sombras de aquel oscuro callejón, Raphael atrapó al dragón púrpura trayéndolo a las sombras que lo mantenía oculto.
Por su parte, la chica aprovechó para escapar y salir corriendo de allí sin importarle qué o cómo la había salvado.

Cuando ya era seguro salir a la luz, Raphael empujó al dragón púrpura al suelo con brusquedad. En lo que este se incorporaba para levantarse de la caída, Raphael desenfundaba sus sais del revés con los mangos hacia el canalla.

Raph: Suponía que algunos de vosotros, idiotas, saldría esta noche para fastidiar. Aunque, mirándolo bien, me hacéis un favor. —Le lanzó una patada al dragón púrpura en su esfuerzo por levantarse.— Venga, inútil.

Dragón púrpura: Agh... Estúpida tortuga... Se suponía que habíais desaparecido... —Dijo entre quejidos apoyando sus manos sobre el suelo para reincorporarse de nuevo.—

Raph: ¿Te parece qué estoy desaparecido? —Vaciló Raphael dándole un golpe en su abdomen con el mango de su arma. El dragón púrpura cayó al suelo abrazándose a sí mismo en su abdomen.—

Dragón púrpura: —Con tan solo un par de golpes, era demasiado fuerte el dolor que sentía en su cuerpo. Se limitó a gimotear del dolor y toser.—

Raph: Arriba. —Ordenó Raphael acercándose hasta el dragón púrpura.—)Ya descansarás cuando te despiertes en el hospital.

El dragón púrpura consideró que lo más acertado era quedarse tirado en el suelo, de ese modo la tortuga perdería interés en seguir golpeándole.

Se equivocó.

Leonardo había despertado de su profundo sueño. El líder se aseguró de abandonar su cama lo más suave posible para no alarmar a su novia quien dormía plácidamente.

Desde que Leonardo fue elegido por Splinter para realizar el peregrinaje durante un año, estaba más que dispuesto a pasar el máximo tiempo juntos antes de que Sara empezase el último curso de su postgrado, y de su inminente viaje.

Las cosas en la guarida estaban tranquilas, el ruido reinaba en el lugar, nadie parecía estar despierto. El de azul sintió la necesidad de acudir a la cocina para saciar su sed y de aliviar el sequedad de su garganta.

En lo que se servía el agua el pensamiento de su viaje invadió su mente. Se sentía preparado y capaz para lo que le esperaba ahí fuera en ese largo camino, para lo que no estaba listo, era dejar a su familia y seres queridos por tanto tiempo.

Temía que su familia se desequilibrara a consecuencia de su ausencia durante todo ese tiempo, puede que más. Pero confiaba en sus posibilidades para afrontar este nuevo viaje en su camino.

La tortuga dejó el vaso en el fregadero después de saciar su sed hasta darse por satisfecho. Suspiró pesadamente dispuesto a regresar a su habitación.

Un ruido extraño lo obligó a frenar en seco. Dirigió su vista hacia la entrada de la guarida cuando acertadamente dedujo que de allí provenía el ruido. Se mantuvo en guardia por si de trataba de una amenaza, pero nada más lejos de la realidad.

Raphael había salido con éxito de la guarida sin ser visto, pero su suerte no estaba de su lado para su regreso. El de rojo resopló rodando la vista cuando su hermano lo observaba seriamente con los brazos cruzados.

Leo: ¿Se puede saber a dónde has ido? —Cuestionó firmemente esperando respuesta.—

Raph: A ninguna parte que te importe. —Evadió al de azul. Tras bajar las escaleras se dirigía a toda prisa hacia su habitación para evitar una conversación. No tuvo suerte.—

Leo: Raphael, tenemos que hablar. —Dijo Leonardo para detener el intento de fuga de su hermano.—

Raph: No, Leo, no tenemos nada de qué hablar. Ya está todo claro. Tú te vas a ese peregrinaje por decisión de Splinter y no hay nada más que decir. —Replicó con decepción cruzándose de brazos.—

Leo: Escúchame, yo no he influido nada en la decisión de Splinter. Él sólo ha meditado quien de los cuatro era el indicado. —Trataba de suavizar la situación con el hecho de que la decisión era exclusivamente de Splinter.—

Raph: Claro que has influido en su decisión, solamente por ser el líder.
¿No te parece injusto para los demás? —Cuestionó Raphael. Resopló ante el cobarde silencio de su hermano.— Apuesto a que no te lo parece.

Leo: Nuestros actos hablan por nosotros mismos incluso la sumisión de cada uno. Eres el que menos ha obedecido sus órdenes, Raph. Y por muy líder que sea, tú te responsabilizas de tus actos. —Respondió el de azul firmemente a su pregunta. Entendía la frustración de su hermano pero no es culpable de los actos de nadie.—

Raph: —Frunció el ceño apretando ligeramente los puños. Su paciencia estaba cerca de agotarse, pero no sentía ese impulso explosivo característico de él. Ya había saciado su rabia con el dragón púrpura, tampoco quería empezar a gritar y hacer salir a los que estaban durmiendo.— No es justo para los demás, Leo. Todos merecemos las mismas oportunidades que se te da.

Leo: —Las últimas palabras de su hermano disminuyó la expresión defensiva en su rostro. Raphael pasó por su lado golpeando su hombro contra el suyo y dejarle plantado para ir a su habitación de una vez. El de azul observaba a su hermano alejarse reflexionando en sus palabras. Se dio cuenta de que había verdad en su frustración. Aunque, sí podía verse la rabia que ocultaban.—

El de rojo no quiso mirar hacia su hermano, había dejado claro su postura y la de los demás. Era incapaz de disimular su rabia hacia él, por los privilegios que se ganaba Leonardo única y exclusivamente por su liderazgo.

Pero Raphael no siempre expresaba las verdades solo con palabras, esta había sido una de las pocas ocasiones que lo había hecho. Lo mejor de todo era que oralmente había golpeado a Leonardo en la cara.

Leonardo por su parte, resopló con frustración por la reciente discusión. Era un hecho que con Raphael siempre ha habido una peligrosa competitividad, pero ahora la relación entre hermanos no estaba siendo otra cosa que pura tensión.

En lo poco que le quedaba hasta marcharse quería evitar todo tipo de enfrentamiento y discusiones, tratándose de Raphael era caso perdido.

No perdió más tiempo para dirigirse a su habitación para volver a acostarse y descansar en lo que quedaba de la noche.

Em, vale, igual este capítulo os parece demasiado corto, pero la realidad es que tenía que ser así.

¿Por qué?

En la película vemos a Leonardo y Raphael enfadados durante la mayoría del tiempo.

No hay que olvidar que son hermanos. Los hermanos se enfadan, pero no todo el tiempo.

Ya que tengo la oportunidad de reflejar esa tensa relación entre ellos, pero también de hacerla ver reflexiva y sentimental.

En la que la razón no la tiene uno, o el otro, sino los dos en determinadas partes.

Y sí, han tenido una breve discusión, pero no una en la que se gritan entre ellos, o se pelean entre ellos como en la mítica escena de la azotea.

Además, quería profundizar más en la frustración de Raphael antes de llegar a lo visto en la película. Digamos, mejorar y justificar el hecho de que parezca enfadado en toda la película.

Bueno, y eso quería explicar en este breve espacio.

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