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26

En el silencio
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Farah E.

El frío y Aster repitiendo aquellas palabras que no logró comprender, el viento golpeando las ventanas, Zorel gritando en súplica para que las voces se detengan.

Todo inundaba mi cabeza al punto de dar vueltas hasta sentir un golpe y llegar a sentir como caigo al vacío, silencio todo era silencio.

Las ganas de querer gritar y llorar al mismo tiempo quedan atoradas en mi garganta hasta que logro abrir los ojos, logró respirar finalmente, tomo una gran bocanada de aire y suelto un suspiro.

— No puede ser, voy a matarte por hacerme esto — digo en un susurro casi inaudible

Me pongo de pie y lo único que hay en el lugar son los grandes árboles y la pequeña montaña llena de flores, grito en busca de Flegt, pero solamente me encuentro con el silencio del lugar.

Corro hacia Sarter, con la esperanza de que este ahí o que Aster no pudo realizar correctamente el hechizo y seguimos en el mismo lugar.

— ¡Farah! — grita el sastre del pueblo

Las personas me observan un momento y se acercan a mi preguntándome si estaba bien, donde estaba, pero no me detuve a responder sus preguntas solo asentí con una sonrisa y me fui a casa, pero mi padre no se encuentra en el lugar.

— ¡Flegt!, ¡Flegt!

Grito por toda la casa hasta quedarme sin voz, pero era inútil hacerlo, él no había regresado conmigo, caigo de rodillas y comienzo a llorar, no me importaba nada, me encuentro destrozada otra vez lo había perdido.

Nuevamente solo había silencio y soledad.

— Has vuelto — mi padre me abraza, pero no dejó de llorar

— Lo siento, no debí irme así — no logró decir nada más, el llanto no me lo permite

Me siento destrozada, como si mi cuerpo se comience a caer en miles de pedazos, la soledad es algo que llega a derrumbarme.

— Lo que importa es que regresaste ¿encontraste a tu hermano?

— Sí... y lo volví a perder.

Después de llorar durante unos minutos hasta que mi padre me hace algo de comer y me voy a dormir, aunque fue poco tiempo extrañaba a Gi, a Zorel y Micah. Necesitaba a Aster y a Flegt, no podía perderlos otra vez, pero ya no había alguna manera de solucionar esto.

— ¿Cómo estas? — pregunta papá quien está entrando a la habitación

— Estoy bien, Aster y Flegt también lo están — susurro levemente

— Tienes que ver lo positivo, pudiste verlos y yo se que volverán.

— Lo harán, pero después de mucho tiempo — me acomodó en la cama — No quiero seguir sin ellos.

— Pero tienes que hacerlo, tienes que ser fuerte y no dejarte vencer.

Pasaron los días desde mi llegada y seguía sola, papá intentaba animarme, cocinar mis platillos favoritos, pero nada lograba animarme.

Decidí hacer algo por mi, tomó un cuaderno en el que había dibujado hace mucho y me siento en una banca para poder dibujar.

Las personas me observaban, algunas con pena otras con duda y por último solo murmuraban sobre sus teorías de donde había estado todo este tiempo y todas eran erróneas, nadie estaba ni cerca de la realidad.

— Farah, volviste — dice una voz chillona

La tía Samantha se sienta a la par mía, tiene un sombrero de flores muy inapropiado para esta época de frío y un abrigo.

— Sí — me limitó de decir

— ¿La viste?

— ¿Te interesa? — enarco la ceja, se queda un momento en silencio pensando en su respuesta

— Si no lo hiciera no preguntará.

— Esta bien, eso esperó.

— Gisela no dejará que nada le pasé — suelta un suspiro — Supongo que sabes de que habló.

— Ahora la incógnita es ¿cómo lo sabes?, nadie en este lugar tiene ni la mínima idea de lo que sucede y tú eres...

— Soy la peor persona del mundo, tal vez si, pero lo intenté aunque nunca se notará, la mamá de Aster fue como mi hermana y su pérdida me dolió a mi también, tengo sentimientos Farah, aunque sea difícil de creer.

— Lo siento Samantha, ¿conociste a Gi?

— Cuando vivía aquí sí, después de perderse en el bosque y quedarse con las hadas tomé su puesto para que Aster no hiciera preguntas, cuando ella también se fue supuse en donde estaba y al parecer no estaba equivocada.

— No lo estás, Gi la cuida, ella nos cuida a todos, daría su vida por nosotros.

— Soy consiente de eso, sigue siendo la misma Gisela — rueda los ojos — Te dejo para que sigas dibujando — se pone de pie y comienza a caminar


— Samantha...

— ¿Si?

— Ella regresará.

— Lo sé, sólo se tardará más a menos que logres cambiar la historia — me guiña el ojo y se aleja

Cambiar la historia...

¿Cómo iba a poder cambiar la historia sangrienta de un pueblo que la oculta a toda costa?, tal vez sea otra época y sean otras personas, pero nunca nadie ha intentando cambiar algo porque todos desconocen su propia historia.

Las ancianas del pueblo eran lo más cercano a conseguir algo de información de lo que tengo en este lugar, guardó mis cosas y comienzo a caminar hacía  la biblioteca.

Hablo con la señora Margory y también con la señora Kinsley junto a otras más, pero todas me decían lo mismo, lo que ya sabía.

— Las luces... hace mucho tiempo nadie me pregunta sobre eso — dice con ilusión

— ¿Sabe si hay alguna manera de romper la barrera qué nos divide?

— Claro que sí cariño, pero necesitas ayuda de las siete brujas y para eso deberías estar ahí, es imposible que puedas hacer algo en este lugar.

— ¿Y si regresó?

— Si logras regresar y convencer a las brujas de unir sus poderes para romper la barrera obligarias a dos pueblos completamente distintos, alejados por años de resentimiento a convivir.

— Pero la historia se puede cambiar.

— Es difícil cambiar el pensamiento de las personas, pequeña Farah.

— Difícil, pero no imposible.

Me despido de la señora Charsey y me dirijo a casa para poder explicarle a mi padre todo, necesitaba su ayuda para poder conver a las personas. Cambiar todo lo que conocemos y nuestra forma de vivir.

Una de las ancianas del pueblo me dio una pista de como regresar, las flores eran la clave, las iris eran lo que unía a los pueblos, en donde hubieran iris habría una entrada a Sarter.

— ¡Papá necesito tu ayuda!

— Estas aquí... — exclama sorprendido

— Tú... estás... aquí — digo en un susurro

Dejó caer mis cosas y corro abrazar a Flegt, quien está cubierto hasta el cuello como si viniera del polo norte.

— Sabía que estabas aquí.

— Pensé que no te iba a volver a ver.

— Estabas muy equivocada, era mi momento de buscarte.

— Se cómo solucionar esto pero necesitamos mucha ayuda — esbozo una sonrisa

— No puede ser...

Observamos a mi padre en la puerta, estaba parado observandonos detenidamente, se queda perplejo sin decir nada más.

— Papá.

— Flegt... pensé que te había perdido como a tu madre.


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