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16._Neon


-Son las seis- exclamó Bills que descansaba su cabeza en su mano y el codo en el mostrador mientras movía la cola que delataba su impaciencia.

-Solo terminó esto y nos vamos- le contestó Mary mientras cerraba la caja.

Bills bostezo por tercera vez y con una lagrimita en los ojos miró la tienda de libros. Era un sitio sombrío, silencioso, pero con un toque cálido. Durante el último mes había estado pasando a recoger a Mary, allí, dos o tres veces por semana. La muchas nunca se iba hasta dejar todo cerrado y limpio por lo que a veces, a Bills, le tocaba esperarla. No solía quejarse demasiado al respecto, pero si molestarla de algún modo. Ese día estaba particularmente tranquilo. Tanto que Mary le preguntó si estaba bien.

-Quiero que vengas a mi casa- contesto- Bills jugando con las hojas de una planta que ella tenía sobre el mesón.

La respuesta sorprendió a la mujer. Siempre que se reunían lo hacían en casa de ella o algún sitio a comer. Era la primera vez que él la invitaba a su casa.

-Claro- exclamó un poco intrigada y terminó con lo que hacía.

Cerca de las siete dejaron el local para buscar un taxi. Caminando hacia la pareada, Bills la iba viendo de reojo. No era extraño que Mary se tomará de su brazo cuando iban por la calle, lo que hubiera sido muy normal considerando la cercana relación que ellos tenían. Lo que a Bills le medio molestaba era que aquel gesto tenía que ver más con la dificultad que tenía Mary para caminar a su ritmo, que porque ella quisiera sujetarse de él de manera amorosa. Y es que Bills caminaba bastante lento en comparación a Mary que, si bien jamás llevaba prisa, si tenía la costumbre de avanzar rápido.
Al llegar a la parada de taxis, que estaba vacía, Bills se soltó del agarre de la mujer para poner su brazo sobre los hombros de esta y pegarla un poco a él.

-¿Pasamos por algo de comer?- le preguntó Mary viéndole con algo de curiosidad.

-Prefiero ordenar algo desde casa- le contestó logrando que ella torciera un poco la boca en desaprobación.

-¿Qué te sucede?

-Pensé que cocinarias para mí- confesó la muchacha medio encogiéndose de hombros- Un plato de pasta hubiera estado bien. No soy exigente...

-¿Acaso crees que no soy capaz de preparar un platillo elaborado?- le cuestinó Bills.

-No- murmuró Mary- Quiero decir que no, que sí creo puedes cocinar algo...

-Para que lo sepas cuando era más joven era un excelente cocinero y estuve apunto de convertirme en un chef- se jacto Bills.

-¿En serio? ¿Y por qué terminaste en el departamento de cobranza de un banco?

-Eso no importa.

-A mi me importa- le respondió Mary entrelazando su mano a la de él que colgaba de su hombro.

-Ya te dije que no importa.

-Sí fueras tú quien hace la pregunta no me dejarías no contestarla- le señaló Mary con una expresión de reproche casi infantil.

-Te enojas con demasiada facilidad, Mary- le contestó Bills al verla fruncir el ceño. Ella guardo silencio e hizo una seña a uno de los taxis que estaban llegando.

-Lo averiguaré de todas formas- le dijo la mujer y él sabía lo haría tarde o temprano.

Durante el viaje a casa de Bills esos dos se lo pasaron medio coqueteando en los asientos traseros, para incomodidad del conductor a quien Bills acabo regañando por no poner atención al camino. No era raro que Bills le gritara a alguien al menos una vez al día. Pero a Mary no solía alzarle la voz. No con frecuencia.

La casa de Bills estaba a media hora de la ciudad. Mary sabia donde gracias a la vez que viajaron en autobús, pero nunca antes había caminado por ahí. Era un condominio de estos con guardias en la entrada. Mary tuvo que mostrar su identificación en la puerta para ingresar. La casa de Bills era grande si se considera que vivía solo. A Mary le pareció un tanto sombría y un poco vacía también, pero eso le agrado porque había mucho espacio para desplazarse. Algo que llamó su atención fue el enorme acurio en la sala. Se pegó a el como una niña esperando ver algo asombroso.

-¿No tienes medusas?- le preguntó.

-No- contestó Bills mientras iba a la cocina diciendo que se pusiera cómoda.

-Sino me pareciera cruel tener a los animales encerrados, yo si tendría una medusa. Son tan hermosas- comentó la muchacha poniendo su dedo sobre el cristal del acuario.

Bills la escuchó, pero estaba ocupado ordenando comida a un restaurante. Mary lo buscó con la mirada y al verlo ocupado se fue a sentar al sofá. Uno muy cómodo en el que le hubiera gustado subir los pies para sentarse a lo jefe indio. Callada miró las paredes de la sala. No había un solo retrato. Ni siquiera uno de Bills, quien brinco ágilmente sobre el respaldo para caer sentado a su costado y encender la televisión. A ella nunca se le pasó por la cabeza que él la invitará a su casa alguna vez, pero ahí estaba. No dio a ese gesto ninguna connotación particular. Mas le fue bastante agradable conocer ese íntimo espacio.

-Pedí comida italiana- le dijo mientras se aflojaba la corbata y la miraba como apunto de hacer una travesura, pero ella se le adelantó lanzandose sobre él- Ten cuidado, por poco... ¿qué estás haciendo? Oye, espera un poco. Me estás...- decía Bills mientras ella le desabotonaba la camisa. Quedó mudo cuando ella se quitó la camiseta y su brasier salió volando a la alfombra.

Mary solía dejar que fuera él quien tomara la iniciativa. De ahí que ese cambio de actitud lo tomó por sorpresa y le causará una rápida subida de sangre al rostro y otras partes de su cuerpo. Pero para su pesar, Mary no tenía ninguna idea lujuriosa en su cabeza. Simplemente se abrazo a él estrellando su piel con la suya para disfrutar con mayor plenitud las sensaciones únicas que Bills la hacía sentir.

Bills tenía un carácter iracundo, pero a ella la hacía sentir en paz, para muchos podía parecer un amargado, mas a ella se le hacia divertido y a pesar de no ser un tipo de carácter protector la hacía sentir segura. Sin embargo, lo más importante eran otras cosas. La primera de ellas era que con Bills, Mary sentía podía ser tal y como era. Ni aquellos que se decían sus amigos la hubieran reconocido de verla con él. La segunda era...

-Tú callas todos y cada uno de mis pensamientos, Bills- le dijo- Y haces que mi corazón trabaje a una capacidad sin precedentes...

Si él entendía o no el mensaje en esas palabras, la verdad, a Mary no le importaba. Ella era así. Dejaba que las cosas fluyeran, para bien o para mal, la mayoría del tiempo. Era su capacidad de improvisación, su versatilidad lo que daba la ilusión de que planeaba las cosas. Esas palabras brotaron de forma espontánea. Tuvo la necesidad de decirlo y lo hizo sin pretención de hacer entorno a él ninguna atadura, ni acordar un compromiso.

Una de las cosas que a Bills más le agradaban de ella era precisamente esa naturalidad con la que Mary actuaba y que inducia a los demás. La gente no se hacía más tranquila entorno a ella, solo dejaba de actuar. La mayoría parecía descansar, bajar la guardia junto a Mary. Incluso él caía víctima de esa aura. Hay gente que te provoca ternura, alegría, diversión, espontaneidad. Esa mujer transmitía naturalidad. Y todo lo que pasaba con Mary era de esa forma. Ella nunca hizo algo por cautivarlo y posiblemente él tampoco hizo algo por obtener la atención de Mary. Solo paso. Simplemente él advirtió antes que la muchacha lo que estaba pasando entre los dos.

Bills no era un tonto. Entendió lo que que había entre esas palabras y lo complació. Hundió sus dedos en el cabello de la muchacha quedandose así un rato.

Había días como ese. Jornadas en que el uno exprimía al otro como quien estruja dos mitades de limón entre las manos. Con esa ansiedad y vehemencia de animales sedientos capaces de beber el zumo del otro hasta la última gota y, sin embargo, pese a todo había límites que no cruzaban jamás. Fronteras que se abrían solo con consentimiento. Las de él eran más cerradas que las de ella, pero no tan inescrutables como Bills hubiera querido. Él podía desnudarla por completo. Mary casi tenía clarividencia.

Así siguieron los días. En más de uno se desató una disputa feroz. Él era demasiado demandante, Mary era tolerante, pero no muy complaciente. En ocasiones no se querían ver más. Fuera porque sus diferencias sacaban chispas o porque al estar juntos se saturaban un poco del otro. Pero esa noche, justo antes de la llamada de Whiss, Mary dejó la casa de Bills diciendo:

-Dime ¿Qué motivo tenemos para someternos a todo esto?

Habían tenido una discusión particularmente fuerte y hace menos de tres días otra así que la sensibilidad de ambos estaba alterada. Mary parecío querer decir algo más, pero se le atoro en la garganta. Bills quedó un tanto molesto después se esa discusión. Aunque más que todo pensativo, mas esa llamada lo distrajo.

-Todo está listo- le dijo su asistente- Solo tiene que decirme cuando y a qué hora quiere sea encendido.

-¡Nunca!- le gritó Bills y aplastó el teléfono entre la mesa y la palma de su mano.

Esa mujer a veces lo exasperaba. El enojo le duraba un par de horas a lo mucho medio día, pero por orgullo extendía su enfado uno o dos o tres días. Luego aparecía por el trabajo de Mary como si nada hubiera pasado. Ella se resistía un poco a sus propuestas o invitaciones, pero siempre terminaba por ceder con ese ánimo jovial y juguetón que le mostraba a él. Solo a él. Y ay de ella si se atreviera a ofrecer algo así a otro.

Cuatro días después de esa discusión, una tarde de lluvia, Mary recibió un llamado de Bills pidiéndole que se reuniera con él en el bulevar. La muchacha estaba sentada en una banca de un parque junto a Broly. A diferencia de Herez, el guardia de seguridad no se olvidó de ella después de que dejara su antiguo empleo. Ambos llevaban unos impermeables y comían unos pancitos dulces calientes que vendían cerca de allí. Mary habló poco, pero aceptó ir. Lo hizo de una forma que se escuchó apesadumbrada.

-¿Por qué vas a reunirte con él si no quieres?- le preguntó Broly.

-¿Por qué dices que no quiero?

-Tú cara- le señaló Broly buscando un pancito en la bolsa de papel que escondía bajo el impermeable.

-No es que no quiera ir con él ¿Sabes? Es que me asusta- le confesó Mary medio riendo.

-¿Es que te hará algo malo?

-No- exclamó la muchacha- Aunque en este momento no hay alguien que pueda hacerme tanto daño como él- agregó dejando a Broly con una expresión de extrañeza.

Pese a que no entendió muy bien de que le hablaba exactamente Mary, Broly se ofreció a llevarla al bulevar que estaba un poco lejos.

Aquel lugar era célebre por tener una enorme cantidad de bares y centros nocturnos, en los que antes eran edición gubernamentales que en la época de los 70 salpicaron la calle con luces de neón. Decenas de esos carteles colgaban sobre las aceras, en los ventanales, puertas y azoteas iluminando todo con colores vibrantes que a ratos podían ser un poco molestos de mirar. Broly se despidió de ella dejándole un paraguas que ella abrió para no mojarse el cabello. Le disgustaba ponerse la capucha, pues no podía ver hacia atrás.

Bills le dijo que la esperaba en una interceptación a la que Mary llegó muy rápidamente, pero él no estaba ahí. Miró los alrededores sin encontrarle por lo que le envio un breve mensaje para averiguar sino se había ido o todavía no llegaba. Bills no tardó en contestar diciendo que se equivocó de dirección y que fuera a otro punto del bulevar.

-Y abre bien los ojos para variar- agregó Bills antes de colgar.

Mary colgó y se echo a andar otro tramo buscando a Bills con la mirada, pero terminó encontrando otra cosa. En un rincón, medio escondido entre el anuncio de un bar y una tienda de ropa. Debajo de un enorme cartel de un motel y encima de una flecha que anunciaba un cine en un subterráneo, había un cartelito con letras de neón (como todos los demás) con dos palabras y un nombre...el suyo.
Una coincidencia extraña, pensó la muchacha mientras avanzaba unos pasos hacia el cartel. No tardó mucho en entender que no era algo fortuito. Una declaración presuntuosa, algo burlona solo podía provenir de él.

-Y...¿te ha quedado claro?- le pregunto una voz ronca, algo melosa a su espalda.

Mary bajo el paraguas y se dio la vuelta para mirarlo a los ojos.

-Me sorprendiste y eso es algo que muy, pero muy pocos han podido hacer- le respondió Mary logrando inflar un poco el ego de Bills que se protegía de la lluvia con un paraguas bajo el que ella se metió.

-¿Acabo de tener un enorme gesto contigo y eso es todo lo que me vas a decir?- le cuestionó inclinandose un poco para verla a la cara.

Aprovechando eso Mary le dió un beso sobre la boca, para después medio colgarse de su cuello en un abrazo fuerte, apretado.

-No más que yo- le dijo.

El paraguas de Mary, tirado a un costado de los dos, se iba llenando de agua de lluvia mientras ella permanecía pegada a él que le envolvió la cintura con su brazo y libre. Así tenía que ser. Ella no podía estar con nadie más. Esa declaración fue una atadura que al haberla, Mary, aceptado le daba a Bills el derecho de reclamar absolutamente todo de ella para si. No era control. Era algo todavía peor en cierta forma. Algo que lo descontrolaba a él.

-Vamos a casa- le dijo. Estaba empezando a llover más fuerte.

Mary se apartó de él y fue por su paraguas. Lo sacudió, lo enrolló y volvió con Bills.

-¿No me digas que todavía juegas a no pisar las líneas que separan los bloques de la acera?- le preguntó la muchacha después de un par de pasos.

-Es de mala suerte pisar esas lineas- le señaló Bills pasando su brazo sobre los hombros de Mary.

-Eso es una tontería ¿Me vas a decir que también crees en el horóscopo?

-A veces aciertan.

-Ahora sé porque siempre te veía leer el periódico, en las mañanas, cuando estabas en la oficina.

Bills la miró como si hubiera dicho algo malo, pero paso de eso al notar que ella tampoco pisaba las líneas de la acera. Aunque ella parecía estar jugando más que nada. Mary tampoco era la persona seria que todos pensaban. Tenía un mundo de juegos y divertidas ocurrencias reservado.

Atrás quedaban los carteles de neón con sus colores brillantes y la declaración escondida entre los letreros de la que más de algún amante se apoderó. Pero a sus verdaderos dueños no les importaba.

Ella siguió en su tienda de libros. Bills fue despedido tres meses después. Seguían juntos en aquel entonces y lo siguieron estando después.

Fin.




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