1._Resistencia
La oficina era amplia. Tenía una docena de escritorios con más de una decena de gente que iba de un lado a otro abriéndose paso entre los gabinetes, fotocopiadoras y alguna planta puesta para decorar. Mary seguía al hombre alto de peinado extravagante, atuendo granate, que con un ánimo fresco y afable le iba hablando de sus tareas en el lugar. Se llamaba Whiss, aunque la muchacha no recordaba su nombre en ese momento. Y no lo haría hasta mucho después.
Los trabajos de oficina nunca fueron de agrado de la muchacha, pero no estaba en condiciones de rechazar el empleo que una amiga suya le consiguió. Todo lo que restaba por hacer era ir a presentarse con el supervisor, un tal Bills del que su amiga le hablo bastante, advirtiéndole de su carácter. Ni siquiera lo había visto y sentía que no le iba a agradar ni un poco. Por fin, después de un paseo y una charla instructiva, el hombre alto la condujo a un cubículo de cristal al final de la oficina, dónde tras un amplio escritorio estaba un sujeto que más parecía estar sentado en una silla de playa que en la de su trabajo. Tras él había una pintura que mostraba un enorme árbol seco. Mary, por un momento, puso más atención a esa pieza de arte que a su futuro jefe.
-Señor Bills- habló el tipo que la acompañó hasta allí- La nueva chica ya está aquí.
-¿Eeh?...-fue todo lo que salió de la boca de aquel sujeto.
Mary no le vio la cara, pues él estaba de costado y tenía una carpeta en la mano con la que tuvo la impresión de que se estuvo abanicando. Cuando con un movimiento medio juguetón, Bills giró la silla hacia ellos, Mary descubrió que la expresión de ese individuo mostraba cierto hastio. Tenía en sus dorados ojos esas lágrimas que afloran al bostezar. Pese a la falta de interés que su jefe mostraba hacia ella, Mary se acercó al escritorio para saludarlo y presentarse formalmente. Lo hizo con una voz tranquila y un ánimo bueno, pero acabó con una mano extendida hacia el vacío por varios segundos, pues Bills tardo en soltar la carpeta y cuando lo hizo dejó en evidencia que era poseedor de una peculiar habilidad. Ese sujeto podía ofender sin tener que abrir la boca. Al fin le estrecho la mano sin fuerza, le señaló la carpeta delante de ella, sobre el escritorio, y la exhortó a hacer un buen trabajo.
En menos de un minuto, Bills dejó en Mary la impresión de ser un sujeto despectivo y poco agradable. Suficiente para considerarlo alguien indigno de su interés. De inmediato la muchacha se íntegro a las funciones del departamento de cobranza, olvidando por completo al tal Bills. Y que en cosa de horas corroboro todo lo que su amiga le advirtió respecto a él.
Cerca de las once, desde su cubículo en dónde todavía estaba recibiendo los últimos consejos para tener un buen desempeño, Mary oyó los grito de Bills hacia algunos de los empleados. No se enteró que les estaba reclamando porque no le prestó atención, pero si notó el cambio de ambiente en el lugar después de aquel evento.
-Seguramente lo reprendieron por no entregar el informe a tiempo otra vez. No tiene remedio- comentó el tipo alto que le estaba enseñando.
Mary no respondió. No era asunto suyo y él pareció decírselo a su propia persona. Una vez terminó con lo que debía dejarle claro, se retiró deseándole tuviera un buen día. Aquello se volvió una ironía en cuanto Mary comenzó a hacer llamadas para recordar a la gente que tenían deudas. Nadie quería escuchar lo que tenía que decir, solo soltaban un montón de justificaciones o insultos. A ratos resultaba bastante agotador, pero nada como para cambiar el humor de la muchacha, que a las dos de la tarde salió a almorzar como todos los demás. Ese fue el momento que aprovecho para ir a reunirse con su amigo Rox que trabajaba en otra sección.
Rox era una chica morena con una cabellera rizada negra inconfundible. Mary dió rápido con ella y juntas se sentaron en la cafetería para charlar un poco. Hasta allí llegaban prácticamente todos quienes trabajaban ahi, así que no era extraño que los supervisores y de más jefes se sentaran en una mesa que apartaban selectivamente, para no mezclarse con el resto de los empleados. Una de las autoridades del lugar capturó toda la atención de Mary. Se trataba de una mujer muy bonita, con grandes ojos verdes y una melena negra hasta el hombro.
-¿Quién es ella?- consultó Mary a su amiga señalando a la mujer de vestido bermellón solo con su curiosa mirada.
-Herez- respondió Rox- Es mi supervisora.
Mary apartó los ojos de Herez y volvió su atención a la comida.
-No me digas que te gustó. Mejor no te metas ahí. Ella gusta de acaparar la atención de todos, pero jamás brinda su atención a ninguno- le advirtió Rox.
-No voy a involucrarme con todos quienes me parecen atractivos o interesantes- señaló Mary justo cuando Bills parecía tener un problema con la persona a cargo de la cafetería.
-Oye ¿Y cómo es trabajar con ese tipo?- le preguntó Rox señalando a Bills con un ligero movimiento de su cabeza.
-Llevo seis horas aquí, Rox- contestó Mary sonriendo divertida.
-Claro...pero no fue grosero ni nada. Una chica me contó una vez que cuando tiro su...
-Rox...basta o voy a comenzar a creer que me conseguiste este trabajo para vengarte de mí, por alguna razón.
-Yo nunca haría eso.
-¿No?- le cuestinó Mary mientras la voz de Bills se alzaba un poco más.
-Obvio no- afirmó Rox- A veces creo que tú no confías en nadie.
-Si crees eso es porque no me conoces y eso es triste. Se supone eres mi amiga.
-No empieces, Mary...
-Y yo que tanto te estimo- continúo Mary con un tono exageradamente fingido de mortificación- Eres tan cruel conmigo que a mí forma te muestro lo mucho que te quiero...
-¡Mary, basta!- exclamó Rox intentando contener la risa que le daba que su amiga frotara su cabeza, como un gatito, contra ella mientras le hacia todos esos reclamos- La gente nos está viendo...
-No me importa...¡abrazame!- le dijo Mary metiendo la cabeza por debajo del brazo de Rox que no la abrazo, pero la dejo descansar en su regazo un momento.
Pasado las tres y treinta todos reanudaron su trabajo que continúo sin ninguna novela para nadie. Para Mary el tiempo se extendió de manera considerable debido a la monotonía del asunto. A ratos veía con ansiedad el reloj en la pared, esperando pronto dieran las seis para comenzar con el informe y posteriormente retirarse. Sin embargo, cuando al fin llegó la hora de la salida y como todos recogía sus cosas para marcharse, algo inesperado sucedió.
Más o menos a las seis y quince Herez llegó a la oficina de Bills bastante molesta y le dejó una carpeta en la mesa después de hacerle bastantes reclamos.
-Espero lo hagas bien está vez- agregó al cerrar la puerta. El rítmico sonido de sus tacones, alejándose, dió a sus palabras el toque de advertencia necesario para que su demanda resonará en la cabeza de Bills, que no se veía nada feliz con la tarea.
Con cierta impaciencia, el jefe de cartera, vio el mismo reloj en la pared que veían todos. Tenía prisa por llegar a una cita en un restaurante y no podía quedarse a terminar el documento. Para su mala suerte Whiss se había retirado temprano y las personas a la que solía encargar ese tipo de cosas se habían ido. Al buscar a alguien con la mirada, sus ojos se fijaron en la chica nueva. Con una sonrisa ladina salió de su oficina para ir con ella que estaba guardando sus cosas. Logró alcanzarla antes de que dejase ese escritorio entre dos paneles. Le cerré lo salida poniéndose delante, pero con una actitud relajada. Casi gentil.
-Necesito que te quedes a terminar esto- le señaló dándole la carpeta que Herez le dió a él.
Mary se quedó viendo el documento con incertidumbre. La tardanza en una respuesta y la ansiedad por llegar a tiempo a su cita, causaron un cambio de ánimo en Bills.
-Cuando termines llévalo a la oficina de finanzas en el cuarto piso- le dijo arrojando la carpeta en el escritorio y marchandose de inmediato para no darle la oportunidad de replicar. Aunque con toda certeza ella no la haría.
No era raro que Bills se quitará de encima trabajo dandoselo a alguien más. Casi siempre a los empleados más dóciles, pero en esa oportunidad se arriesgo con Mary, pues era nueva y no iba a cuestionar demasiado el que le diera una tarea extra. De todas formas la vigiló hasta que dejó el lugar. Cuando la vio sentarse frente al escritorio, dispuesta a iniciar el informe, se sonrió satisfecho. Había encontrado a alguien más para ayudarse con la parte más tediosa de su empleo. La segunda vez que le pidió a Mary que se ocupará de un informe ocurrió dos días después y aunque en esa ocasión, la mujer tampoco protesto si lo miró con cierta suspicacia, pero él le dió un argumento para justificar su petición y ella se quedó a terminar el trabajo sin protesta. Mas en la tercera oportunidad, Bills se encontró con algo que no esperó.
-No lo haré- fue la respuesta de Mary que tomaba sus cosas, del escritorio, para marcharse- Ese es su trabajo, señor. No el mío- agregó dejándolo con la carpeta en la mano y una expresión de molestia ante aquella resistencia.
La primera vez Mary no puso objeción porque simplemente obedeció a su jefe, debido a que era su primer día en el lugar y no quería dar una mala impresión. Además al abrir el documento pensó que podía tratarse de una prueba a su capacidad, pues descubrió aquello no tenía que ver precisamente con sus labores, sino con los de él. Una hora y media después dejó la carpeta correspondiente en la oficina que Bills le señaló. En la segunda oportunidad aceptó con dudas. Si bien la postura de Bills, desde el punto de vista de Mary, le permitía a él delegar parte de sus tareas a los demás empleados, aquello estaba tomando los tintes de algo rutinario y no circunstancial, como él se lo quiso hacer pasar. Sin embargo, esa tarde confirmó lo que sospecho la segunda vez y no lo iba a tolerar.
-Soy tu superior directo- le señaló Bills- Si yo digo que terminar este informe es parte de tus tareas lo es y punto final- le indico de manera bastante seria, un tanto agresiva.
-Pero no lo es- reafirmó Mary con firmeza tranquila debajo de aquella mirada embarina que derramaba enfado por su protesta- Esto corresponde a su trabajo como jefe de cartera, señor.
-Te recuerdo que tú estás aquí con un contrato temporal cuya extensión dependerá de mi evaluación-le dijo Bills inclinándose un poco hacia ella y apoyando la mano derecha sobre el escritorio.
La palma de la mano de su jefe sonó seca contra la mesa, pero no violenta. Fue más como un gesto que acentuaba su postura de poder en comparación a ella. Todavía quedaban algunos empleados ahí y estaban vigilando la escena con curiosidad más que preocupación.
-Entiendo- exclamó Mary haciendo creer a Bills, por un momento, que ella estaba claudicando- Usted me está amenazando- agregó haciendo que él levantará un poco la cabeza y el torso, como una serpiente que pensó podía pasar junto a una mangosta dormida que súbitamente abrió los ojos- Eso es acoso y no creo que quiera que me queje de esto con sus superiores. Con ese temperamento que usted posee apostaría que muchos estarían felices de poder librarse de usted. Y una queja de una pobre, tímida y recién contratada mujer...
Bills no abandono su postura, pero retrajo el labio superior enseñando el perlado incisivo que brillo helado como la luz de la pantalla del ordenador que Mary apagó.
-Por cierto, voy a necesitar que me pague las horas extra que me quedé trabajando está semana- agregó la muchacha- Que pase un buen fin de semana, señor Bills- se despidió Mary y paso por su lado para ir a reunirse con su amiga Rox que la esperaba en la entrada de la oficina.
Bills la siguió con la mirada en silencio. No era un tonto que no comprendiera los riesgos de meterse con una mujer sino tenía una buena excusa. Ahora bien, no se tocaba el corazón cuando por ineptitud alguna empleada no cumplía sus tareas, era torpe o perezosa, mas evitaba los roces innecesarios. Sin embargo, lo que en esa ocasión lo dejo con los ánimos un tanto furibundos no fue el no poder poner en su lugar a esa mujer, sino que no tenía argumentos para debatir. Y es que si bien Bills no era el tipo más hábil en los debates y mucho menos el más tolerante, si sabía cuando con razones podía rabiar y cuando no.
-Oye tú- llamo a un pobre tipo que iba hacia la salida- Quédate a terminar esto- le ordenó y su expresión advertía que no estaba dispuesto a aceptar una negativa.
-Es que yo...
-¡Ponte a trabajar mentecato!- le gritó tan alto que su voz se oyó desde el pasillo y hasta en la escalera.
Bills fue por su abrigo y al salir pudo ver a esa mujer alejarse por la acera hablando animadamente con su amiga. Con un despreciativo chasquido de lengua apartó sus ojos de ella y cruzo la calle.
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