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Capítulo 8

En algún lugar de San Petersburgo...

Las dos jóvenes se habían quedado estupefactas ante la información que habían encontrado. Aquella trama se enrollaba más con cada segundo que pasaba, el alcance de todo aquello abrumaba a Arisha.

Ella siempre había pensado que el mundo estaba contra ella, que todo aquello era culpa suya y que luchar contra Ilya era trabajo suyo. No entendió nunca por qué toda aquella gente había luchado junto a ella contra su... Bueno, contra su no padre. Pero empezaba a entender muchas cosas. Cosas que no sabía hasta aquel momento.

No era ella la única implicada en aquel caos que había organizado Ilya. Había mucho, muchísimo más allí de lo que ella sabía hasta aquel momento y, estaba segura, aún le quedaba muchísimo más por descubrir.

Puede que lo que ellas acabaran de descubrir no fuese lo más importante, pero a ambas las impactó en gran medida. ¿Sería aquello posible? Tenía que serlo pero... ¿Lo sabían? ¡Por supuesto que no! ¿Cómo iban a saberlo?

—Arisha... —la voz de Olya sacó a la joven de su ensimismamiento— ¿Crees que lo sabrán?

—Por supuesto que no lo saben, Olya, ¿cómo iban a saberlo? —La joven se llevó las manos a la cabeza con gesto de desesperación—. Esto es una locura. Y no es nada comparado con lo que, seguro, vamos descubriendo. Mi padre... Quiero decir, Ilya —se corrigió automáticamente. Ilya nunca había sido su padre— no pudo haber hecho todo esto solo. ¿Qué coño está pasando aquí? ¿Qué nos estamos perdiendo, Olya?

—No lo sé. Pero esto va muchísimo más allá de lo que nosotros pensábamos. Yo pensé que sólo había experimentado contigo, que sólo quería experimentar contigo por alguna especie de odio que ahora entiendo que venía de que no eras su hija... Pero, ¿esto? ¡Han experimentado con cientos! ¡Desde hace más de cuarenta años, Arisha! ¿Te das cuenta de que los propios padres de Devlin estaban metidos en esto? ¿Te das cuenta...? —un escalofrío la recorrió entera al pensarlo.

—Cállate. La histeria no nos sirve para nada en este momento. Pensemos, sigamos leyendo información. Sigamos investigando. Seguro que encontramos algo más por aquí que nos ayude.

—Aquí hay muchísima información. ¿De dónde sacaría tu abuela todo esto?

Las jóvenes no se habían preguntado aquello hasta entonces. En la carta que le había dejado su abuela decía que había oído ciertas cosas, pero no de cómo había conseguido toda aquella información. Todo el mundo parecía saber más que ellas, incluso su abuela que siempre había parecido una persona inocente. Pero tenía todos aquellos documentos. ¿Los habría robado? Por supuesto que lo habría hecho, ¿cómo si no iba a hacerse con ellos?

—No tengo ni la menor idea, pero espero que lo averigüemos. Creo que eso también nos ayudará a destejer todo este hilo que se ha formado.

Las dos jóvenes siguieron leyendo durante horas, comentando cada vez que encontraban algo que merecía la pena. Había mucha información, cosas que todos parecían saber y ellas se estaban enterando en aquel momento, pero no había nada realmente importante de momento. Aunque les quedaban muchos, muchísimos papeles por revisar.

Tras un tiempo más de estar con las narices pegadas a aquellos folios, Olya soltó un suspiro de cansancio.

—¿Te parece que lo dejemos por hoy? Ya prácticamente no distingo ni las letras de lo que estoy leyendo, llevamos demasiado tiempo.

Arisha asintió lentamente con la cabeza mientras terminaba de leer un documento de cómo habían planteado el experimento del que muchos formaban parte sin saberlo. Realmente lo estaba leyendo sin enterarse de nada puesto que ella no había estudiado mucho y todo aquel lenguaje científico le sonaba a chino, pero se había quedado con las cosas básicas que debía saber de allí, sin meterse en los puntos técnicos de lo que se hablaba.

—Tienes razón, deberíamos descansar un rato.

Las jóvenes se echaron hacia atrás en sus sillas, frotándose la cara con las manos para tratar de despejarse un poco. No era especialmente tarde, pero ambas estaban agotadas de estar todo el día allí.

—¿Quieres una taza de té? —comentó distraídamente Arisha—. Nos vendrá bien algo caliente antes de irnos a dormir y podemos comentar mientras lo que hemos encontrado por ahora.

Olya suspiró. Lo que habían encontrado. Ambas estaban sorprendidas por muchas cosas. No se acababan de creer lo que habían leído, sobre todo aquel primer papel con el que ambas habían jadeado y que había sido el más comentado. Sí, no era mala idea en absoluto comentarlo un poco todo para tratar de poner un poco de orden en sus cabezas después de todo.

—Está bien —asintió Olya igualmente distraída.

Arisha se levantó con gracilidad de la silla en la que llevaba horas sentada, en el salón de casa de su abuela. Se dirigió a la pequeña cocina de gas que había en un extremo de la habitación y la miró con cariño. ¡Cuántas veces había visto cocinar allí a su abuela! Rápidamente cogió una tetera de una de las estanterías, sin borrar de su cabeza lo que acaba de leer. Llenó la tetera de agua mientras pensaba. Le apetecía más un buen trago de Vodka, pero no podía beber. Estaba embarazada y aquel bebé debía estar sano y salvo. Por lo que había pasado ella. Por lo que habían pasado sus padres.

Aquel bebé sería el legado del amor que ella profesaba a Devlin y Alexey. Aquel bebé sería feliz aunque... Muy a su pesar aquel bebé iba a cumplir exactamente lo que ella había querido evitar: el propósito de Ilya se iba a ver reflejado en aquel bebé que Arisha llevaba en su vientre, aunque ella no quisiera.

Aquello era lo que la había sorprendido de leer aquellos papeles. Aquello era lo que ella temía. Aquello le había confirmado que su padre había ido lejos... Muy lejos por lograr su objetivo. Y aquello la confirmaba que ni mucho menos toda aquella historia había acabado, no acabaría hasta que la organización de su padre estuviese muerta y encerrada. Porque no iban a ir a por ella a partir de entonces... Iban a ir a por su hijo. Por eso la habían dejado en paz los últimos tiempos, estaban esperando que diese a luz. Querían a su bebé. Y seguramente también al de Olya. Y por eso, sólo por eso, la joven se fio un poco más de la mujer que la acompañaba. Sabía, de primera mano, que el amor de una madre podría con todo. Y sabía que Olya lucharía por su bebé tanto como ella misma por el suyo. Debían acabar con aquello. Pronto.

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