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Capítulo 6


De nuevo en la actualidad, en algún lugar de San Petersburgo...

Arisha llegó a la habitación de su abuela corriendo. Aún tenía lágrimas en sus ojos, que lucían más tristes que nunca, más aún que cuando había perdido a Devlin y Alex. En aquel momento, las muertes de todas las personas que quería le cayeron encima sin que pudiese hacer nada para controlarlas. El recuerdo de su primera vez con Devlin fue seguido de muchos momentos más con él, que llevaron a muchos momentos vividos con Alex que, a su vez, llevaron a otros muchos vividos con su abuela. Sus hombros estaban caídos, como si estuviese soportando el peso del mundo entero sobre ellos y, para ella, así era.

Sólo entonces, se preguntó una vez más por qué. ¿Por qué moría todo el mundo a su alrededor? ¿Por qué había tanta gente empeñada en protegerla aunque tuvieran que jugarse la vida para ello? En la batalla en la que habían matado a Ilya, cuando tanta gente había caído por ella, sin más excusa o explicación que salvar a Arisha de las garras de su padre, ella ni siquiera se había planteado los motivos de toda aquella gente para luchar, pero en ese momento lo hizo, se preguntó por qué tanta gente arriesgaba su vida, su familia, todo, por ella, por una chiquilla de veintidós años a la que apenas conocían.

Sabía que Ilya la quería para traer más hijos al mundo pero... ¿Qué tenía aquello que ver con el resto de la gente? ¿Por qué nadie había ido contra Ilya hasta verla a ella? ¿Qué demonios era lo que ella se estaba perdiendo? Cada vez estaba más segura de que había más, mucho más de lo que le habían querido contar, pero ese algo se le escapaba, no tenía ni idea. Incluso Olya, que solía estar en su contra, ahora se había unido a ella, ¿era, quizá, porque estaba esperando un bebé? ¿Qué podría significar aquel bebé?

Arisha se había quedado plantada delante del cuadro de su abuela, cavilando sobre todo aquello, cuando Olya entró en la habitación.

—Joder, Arisha, estamos embarazadas, ¿podrías no hacer este tipo de cosas, por favor? ¿Acaso estás loca? ¿Qué coño acaba de pasar?

Los ojos de Arisha volaron a los de Olya. Los ojos grises de la joven mostraban desconfianza. Tardó un rato en contestar, planteándose si contarle todo lo que le había dicho su abuela o no. Al final, soltó un suspiro resignado. No tenía a nadie más y ya había visto en el pasado lo que sucedía si hacía las cosas sola, nunca llegaba a ningún lado. De manera que pasó a relatarle lo que había escrito en la carta de su abuela y le dijo que abriría la caja, pero se guardó para sí la contraseña de ella, eso era algo que sólo iba a saber ella, por si acaso. Tantos años de desconfianza hacia el mundo, unidos a las palabras de la carta de su abuela, hacían que no pudiese fiarse de ella. "Ni de ella, ni de nadie", se recordó la joven a sí misma.

—¿Qué crees que puede haber ahí? —preguntó Olya con curiosidad, pero en sus ojos asomaba una pizca de miedo.

—No tengo ni la más remota idea, pero debe ser importante si mi abuela se tomó la molestia de escribirme esa carta antes de morir y de confiarme durante años la clave para abrirla, algo hay ahí adentro que igual despeja algunas de nuestras dudas —aseguró la joven.

Sin pensarlo más, Arisha apartó el cuadro y allí, justo como decía la carta, había una caja fuerte, bastante más grande de lo que se había esperado la joven. Se volvió hacia Olya.

—Si no te importa, date la vuelta —dijo, pero no era una sugerencia—. No es por nada, pero no me puedo fiar aún de ti.

—Lo entiendo, yo haría lo mismo —dijo la chica dándose la vuelta para no poder ver la clave que marcaba su inusual aliada.

Con el corazón palpitándole fuertemente en la caja torácica, la joven comenzó a poner una sucesión de números en el panel de aquella caja fuerte. La fecha no era la boda de su abuela, como se podría pensar, aquello tenía registros, alguien podría haberlo pensado, no. Era mucho más difícil de dar con ella. La clave de la contraseña era el día exacto que su abuelo y su abuela habían ido a Oslo a ver aquel cuadro, muchos años atrás. Aquella fecha no era tan fácil de averiguar, pero su abuela se había encargado durante años de que ella la supiera.

Cuando terminó de escribir el código, contuvo el aliento unos segundos, deseando no haber fallado, no haber interpretado mal todo lo que le había contado su abuela. Pero no lo había hecho puesto que, con un chasquido, la caja se abrió.

Ante ella, vio lo que su abuela ocultaba y abrió los ojos con sorpresa. Había dinero, mucho, mucho dinero, pero también había una pequeña nevera de laboratorio, del laboratorio de su padre para ser más exactos, y muchas, muchísimas carpetas totalmente repletas de papeles.

Se volvió hacia Olya, para imponer unas normas, puesto que, claramente, iba a necesitar ayuda para leer todos aquellos papeles.

—Puedes girarte —Olya se giró y se acercó a la caja, observando lo que había dentro de ella y, al igual que su compañera, sus ojos se abrieron con sorpresa. Cuando iba a hablar, Arisha le interrumpió, alzando una mano para hacerla callar—. Voy a poner unas normas, Olya. Primero, estos papeles no van a salir de esta casa. Segundo, sólo se revisarán cuando esté yo, las dos juntas. Y tercero, cuando acabemos con ellos, volverán a su sitio hasta el día siguiente o hasta cuando sea, siempre en mi presencia, ¿está claro?

Olya asintió con la cabeza.

—¿Quiere decir que vamos a mirarlos juntas?

—Por supuesto —Arisha puso sus ojos en blanco debido a la estupidez de la pregunta—. Yo sola tardaría una eternidad. Pero no me vas a ocultar nada de lo que descubras en ellos. Y no es una amenaza, querida, es una advertencia —los ojos de Arisha mostraron un tinte acerado, con una mirada peligrosa saliendo de ellos, dirigida a la joven que estaba con ella.

—Por supuesto, ahora somos aliadas, Arisha, te demostraré que no soy tan mala como pensabas.

—Ya pensé una vez que no eras mala, Olya, y mira cómo terminé —dijo la joven con amargura tiñendo sus palabras—. Ya veremos si eres ahora quien dices ser.

Olya asintió y no hubo más palabras. Cada una cogió tres carpetas, ya que habían decidido dejar la nevera para el final. Después de eso, Arisha cerró la puerta de la caja y bajaron al salón. Lo primero que hicieron fue limpiar un poco y, a continuación, no sin antes ser registrada por Arisha, Olya salió de la casa a comprar reservas para comer mientras Arisha preparaba dos habitaciones, una para cada una de ellas.

Poco después, con todo hecho, las dos jóvenes se sentaron y comenzaron a estudiar los papeles que habían sacado.

Pasaron largas horas con las narices metidas en todos aquellos papeles, tratando de comprender muchas cosas. Allí había una gran cantidad de información, pero mucha de ella no les decía nada a ninguna de las dos jóvenes.

De repente, tras unas cinco horas leyendo y ordenando papeles en montones con información útil, información de la que se desconoce la importancia o información inútil, mientras Olya leía tranquilamente, un jadeo la sorprendió. Levantó la vista del papel, con ojos cansados, pero alerta. Pero sólo había sido Arisha, que estaba paralizada con la mirada clavada en el papel que tenía delante. Los ojos de la joven estaban muy abiertos y se había puesto aún más pálida de lo que ya lo era.

—¿Qué pasa? —Arisha no reaccionó a sus palabras, se quedó en la misma posición exacta, sin moverse. Olya ni siquiera sabía si estaba respirando porque no se movía ni un pelo de la rubia—. Arisha, no me asustes. ¿Qué pasa? ¿Qué es?

Pero la joven seguía sin responder, de manera que Olya se levantó para ver qué sucedía. Iba a sacudir un poco a Arisha para que volviese en sí, pero sus ojos recorrieron el papel que la rubia tenía delante. Los ojos de Olya se fueron abriendo cada vez más a medida que iba leyendo aquel papel hasta que, al final, se llevó una mano a la boca con sorpresa, conmocionada.

—No puede ser. Joder, esto es imposible, tiene que ser falso. No puede ser verdad.

No hablaba con Arisha, hablaba para ella misma, pero en ese momento, Arisha volvió en sí y clavó su gris mirada, aún con los ojos profundamente abiertos, sobre Olya y asintió muy lentamente con la cabeza.

—Es cierto. Si no, no lo tendría guardado mi abuela, ni señalado. Fíjate, esta hoja tiene una marca.

Olya miró la hoja y, efectivamente, no tardó en descubrir la marca de la que hablaba. Alargó la mano hasta una silla cercana y se sentó al lado de Arisha. Ambas se miraron unos instantes.

—Pero... ¿Cómo puede ser? ¿Por qué nadie nos lo había dicho antes?

—Porque parece ser que a nosotras nadie nos decía nada —dijo Arisha. Su voz estaba desprovista de toda emoción, al igual que su cara y sus ojos, que ya habían vuelto a su tamaño habitual.

—Pero eso significa... Significa que...

—Sí, Olya, exactamente significa eso que estás pensando —asintió Arisha con seriedad y, tras esas palabras, sobrevino un silencio en el que ambas trataban de procesar lo que habían leído.


¡Hola, hola! Hasta aquí habíamos llegado en las actualizaciones anteriores. Está subido de nuevo todo lo que estaba... Así que preparaos, porque aquí llegan cosas nuevas. Si os ha gustado, no os olvidéis de dejarme una estrellita y algún comentario para decirme cómo creéis que va :).

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