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Capítulo 2

La tensión dentro de aquel coche era palpable. Arisha mantenía una mano sobre su vientre, como una muda señal de protección hacia su bebé, mientras apretaba la mandíbula con fuerza. No apartaba su mirada de Olya, aunque le encantaría mirar por la ventana para ver aquel camino que había recorrido tantas veces, no lo hacía, no se fiaba de la mujer que la acompañaba, a pesar de que eran una especie de socias. Olya conducía mientras miraba de vez en cuando hacia su acompañante. Se notaba el nerviosismo de la morena a kilómetros de distancia. La fija e iracunda mirada de Arisha la intimidaba, aunque hacía lo que podía por ocultarlo, lo cual no conseguía. Arisha era la viva imagen del terror en aquel momento, ella asustaba sólo con verla. Su perfecta belleza se veía empañada por el odio que sentía, pero no decía nada, sólo la miraba, sin nada que decir.

—¿Podrías dejar de mirarme así? Me estás poniendo nerviosa, Arisha —la llamaba por su nombre completo, tan diferente de cómo la llamaba cuando se habían conocido—.

—No, no puedo —dijo la joven, cortante. Después cerró los ojos un segundo, tratando de relajarse, pero no por ello suavizó sus palabras, seguían siendo al más puro estilo Arisha, cortantes, duras—. Sé que hemos pactado una especie de tregua por el bien de nuestros bebés, pero no me fío de ti. Ni un poco. Sólo para que lo sepas. Me traicionaste una vez, no pienso dejar que sean dos.

Ante la incrédula mirada de Arisha, los labios de Olya se curvaron en una sonrisa que, poco después, pasó a ser una carcajada. Las risas de la joven duraron varios minutos, en los que Arisha no pronunció palabra, aún alucinada de la risa que se había apoderado de la otra.

—Tú siempre tan intensa, Arisha Vólkova —sacudió la cabeza burlonamente—. ¿No crees que si quería hacerte algo o te quería muerta hubiera dejado que te tirases por aquel puente? Si no lo hice fue por algo, utiliza un poco esa cabeza que tienes, deja la impulsividad a un lado por una vez en tu vida —su mueca cambió rápidamente, para ser una molesta.

Arisha pensó en sus palabras. Odió tener que reconocerlo, pero Olya tenía razón, podría haberla dejado tirada en el puente, haber disfrutado al ver cómo se tiraba, pero no lo había hecho, había preferido salvarle la vida. Supuso que lo había hecho por sus propios intereses, pero aun así no dejaba de ser un hecho que le había salvado, enemiga o no. La joven cerró los ojos de nuevo, volviendo su cabeza hacia la ventanilla del coche por primera vez desde que habían iniciado el viaje. Era un viaje largo, nada menos que ocho horas, y llevaba tres de ellas con los ojos clavados en su acompañante, sin apenas hablar de nada.

Recorrió con su mirada el paisaje, familiar para ella a pesar de que hacía muchos años que no lo veía. La última vez que lo había recorrido había sido cuando se había separado de Devlin, casi seis años atrás. En aquella ocasión, estaba destrozada, no sabía que iba a hacer, no se había curtido como estaba ahora. La vida había cambiado mucho para ella en esos seis años. En ese momento era una mujer completamente diferente de entonces, era más fuerte, nadie la perseguía ya que ella supiera, estaba embarazada, pero había algo que no había cambiado. Seguía totalmente sola. Casi sin querer, tratando de huir de sus pensamientos, de su sensación de ahogo por la soledad que la embargaba, volvió a hablar:

—Recuerdo la cantidad de veces que hice este camino con mis padres, aunque era muy pequeña. Luego recuerdo haberlo hecho con mi abuela... También recuerdo cuando me mudé aquí, huyendo. Y ahora... Vuelvo a buscar respuestas —la joven suspiró, con la voz aún dura, pero mucho más suave, cargada de desamparo.

Arisha no lo vio, puesto que tenía la mirada fija en el paisaje, pero Olya había clavado la mirada en ella durante unos segundos. Sus ojos reflejaban compasión y tristeza por aquella joven, a pesar de que ella había participado en lo que le había sucedido, nunca se había dado cuenta de que aquella chica lo había perdido todo, todo lo que tenía y, por primera vez, sintió algo que la unía a Arisha. Por eso, comenzó a hablar, sin dejarse nada, en ese momento creyó que Arisha se lo merecía.

—Conocí a tu padre con quince años —la cabeza de Arisha se volvió hacia ella bruscamente, perpleja, pero no habló—. Sólo soy dos años mayor que tú, aunque a veces parezca más niña —sonrió con tristeza—. Él era un hombre mayor, yo era una adolescente rebelde que no quería pasar tiempo con sus padres y quería hacer cualquier cosa para enfadarles. De esa manera fue como me acerqué a él. Tu padre es... —se corrigió al instante—. Era un hombre atractivo y tenía ese porte de chico malo —la joven sacudió la cabeza riendo suavemente—, con aquella edad era lo que buscaba, el chico malo al que arreglar y que molestase a mis padres así que, sin darme cuenta, pensando que él estaba cayendo en mis redes, fui cayendo yo en las suyas. Él me escuchaba —Olya se aclaró la garganta mientras sus ojos se empañaban ligeramente, pero no dejaban caer ni una sola lágrima, no lo merecía.

»Me entendía. Yo creía que me quería. Poco a poco, me metió en la cabeza sus ideas, mi mente era joven y vulnerable, y, sin darme cuenta, me fue haciendo la mejor soldado que podría tener: una que estaba locamente enamorada de él y haría cualquier cosa con tal de que él me sonriera —una ligera mueca de disgusto se fijó en las facciones de Olya—. Me instruyó, me convenció para irme de casa y mudarme a la ciudad, movió los hilos para que tú y yo nos encontráramos poco después y me hizo creer que la mala eras tú, Arisha, que eras una especie de aberración —durante unos minutos, Olya no dijo más, parecía sumida en sus recuerdos. Arisha comenzaba a ponerse tensa, pero no dijo nada, sólo esperó.

»Y yo le creí —continuó la joven con un fuerte suspiro al tiempo que cerraba muy brevemente sus ojos, para luego ponerlos de nuevo sobre la carretera—. Le creí —dijo como si no diera crédito—, te espié, te vigilé, te odié, traté de matarte —otros segundos de silencio cayeron sobre ellas mientras Arisha escuchaba impactada aquella historia—. Hasta que llegó mi bebé —dijo rozando su tripa con una de sus manos—. Cuando le conté que estaba embarazada, él se alegró mucho —su voz volvía a estar teñida por el recuerdo—. Pero no porque fuese a tener un hijo conmigo, sólo porque podría tener otro de sus esbirros perfectos. A él le daba igual yo, le daba igual mi hijo, sólo le importaba tener un soldado más —ahora destilaba rabia.

»Tardé en comprenderlo. Antes de aquello, yo maté a tu amiga. También es cierto que teníamos una historia, las dos nos odiábamos —una mueca pasó por la cara de Arisha al oír aquello, pero no dijo nada de cualquier manera, sólo esperó a que continuase—. Después de aquello, lloré la muerte de Ilya, me sentí sola en el mundo embarazada. Y, después de unos días, caí en la cuenta de que Ilya me había manipulado, yo no tenía pensamiento propio, no era yo, sólo era lo que él había querido que fuera. Yo nunca le importé —cerró los ojos un momento más mientras dejaba que las palabras asentaran sobre una aturdida Arisha y después volvió a hablar, con la voz cargada de un profundo arrepentimiento—. No me estoy justificando, Arisha. Sólo quiero que sepas que te envidio, envidio lo que tú tuviste con Alexey y Devlin, incluso con Lena, porque aquello era amor real, protección, algo que yo no he conocido. Sólo de mis padres y yo... Apenas los conozco ya, no he vuelto a hablar con ellos desde que me fui de casa, con apenas diecisiete años. No pretendo que me perdones nunca, sé bien que lo que he hecho es imperdonable. Sólo quería que supieras la historia.

Tras aquellas palabras, Olya aparcó el coche en un lado de la carretera y salió del asiento del conductor, ya llevaban la mitad del viaje y llegaba el turno de conducir de Arisha. Mientras daba la vuelta al coche dejó que un par de lágrimas cayeran por sus mejillas. Luego las limpió, no tenía derecho a llorar después de lo que había hecho, no tenía derecho siquiera a disculparse con Arisha porque sabía que si hubiese vuelto a nacer, hubiese hecho lo mismo. Sabía que Ilya no la quería a ella, pero ella sí lo había querido realmente a él.

Por otro lado, Arisha salió del coche sin mirar a Olya, intuyendo su momento de debilidad. Estaba muy impactada por las palabras de Olya. Por supuesto, no podía perdonarla tan fácilmente por todo lo que había hecho. No podía aunque quisiera hacerlo, que tampoco quería de momento. Si Alexey, Lena y Devlin siguieran vivos, podría haber una posibilidad, pero de esa manera no, indudablemente no. A pesar de seguir odiándola, un nuevo sentimiento se coló en ella mientras pensaba en la historia que le había contado: la pena. Olya sólo había sido un peón más en el juego de su padre, quizá no un peón, quizá un alfil, o una torre, pero nunca había sido la reina del juego, sólo otra pieza sacrificable más, mientras que ella realmente había querido a aquel abominable hombre.

En verdad, Olya había sido otra víctima de su padre y, en el fondo, ella lo sabía, pero no había forma de que pudiera perdonarla, no podía, no aún.

Se sentó en el asiento del conductor y puso en marcha el coche, mirando a la carretera. Ninguna de las dos habló en los siguientes minutos, Olya llegó a pensar que no volverían a hablar en todo el viaje. Ambas pensaban en la historia y dejaban que las palabras se asentasen en ellas, Arisha las estaba reposando mientras que Olya se sentía liberada por haber soltado por fin aquella historia que llevaba dos meses consumiéndola. Sí, la había cagado. No, no esperaba el perdón. Pero al menos quería que Arisha supiese qué había pasado en realidad, quería saber qué era lo que había hecho, cómo había llegado allí. Sin embargo, sorprendiéndola, Arisha habló tras varios minutos:

—Tienes razón. No te puedo perdonar, Olya —a pesar de esas duras palabras, por una vez la voz de Arisha no era glacial, era bastante más suave, y sonaba cansada—. Has hecho cosas terribles contra mí y has matado a gente que quiero. No te puedo perdonar. Pero te entiendo, Olya —con mucho esfuerzo, Arisha colocó una mano sobre el brazo de Olya sólo unos segundos para luego volver a poner la mano en el volante—. Sólo has sido otra víctima del hijo de puta que tengo por padre.

Arisha no añadió nada más, pero para Olya fue suficiente. Aquellas palabras la hicieron suspirar y se sintieron como una liberación para ella. No era un perdón, como ella suponía que pasaría, ni siquiera lo esperaba, pero al menos había entendido su papel en aquella historia y, aquello, debería servir de momento.

¡Hola! Como os dije, aquí tenéis la actualización semanal. Como también dije, supongo que todas sean los miércoles o los jueves, dependiendo de la semana. Una vez dicho esto, ¿qué os ha parecido? ¿Qué pensáis de la historia de Olya? ¿La creéis, creéis que ha sido una víctima más? ¡Contadme vuestras opiniones, me encanta leerlas! Por otro lado, os dejo en multimedia lo más parecido que he encontrado yo a lo que en mi cabeza es Olya. Le faltan las pecas, pero por lo demás es perfecta para ello. ¡Si os ha gustado, ya sabéis, dejadme una estrellita! Hasta la semana que viene. ¡Besos!

PD. Este capítulo va dedicado para iblwe_stories por seguir aquí dándome apoyo y comentando todos mis capítulos, disfrutando de mi historia casi tanto como yo. Ella es una chica genial que escribe como los ángeles y me siento honrada de que lea esta historia. Que haya pasado un año entero y aún siga aquí, pendiente de mis letras. ¡Muchísimas gracias!

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