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7. Ganadores y vencidos

―¡Descanso de quince minutos!

La voz de la instructora llega hasta mí como el canto de mil ángeles celestiales. Estoy agotado. Ha pasado un mes y tres semanas desde aquel día inolvidable en que acepté convertirme en actor y el curso intensivo hizo honor a su nombre.

Pensaba que superarlo sería la parte difícil, pero entonces empezaron los ejercicios grupales con los compañeros de la serie y comprobé lo equivocado que estaba.

Cuando afirman que nuestro director es apasionado se quedan muy lejos de la realidad; más bien diría que es un genio loco. Supervisa cada uno de nuestros gestos y movimientos, asegurándose que sean exactos pero, al mismo tiempo, adora la improvisación y la naturalidad.

Es como una mezcla concentrada y agitada de perfeccionismo y excentricidad que consigue llevarnos al extremo. Aunque, he de reconocer, que siempre consigue motivarnos y hace que redescubramos nuestros límites. Creo que empiezo a comprender qué quiso decir Kasem el día que nos conocimos, durante la presentación, cuando afirmó que éramos afortunados al trabajar con él.

El grupo se ha dispersado, muchos han salido fuera y el resto charla despreocupadamente en pequeños corros o mira el móvil. Aunque el ambiente es bueno todavía no he terminado de congeniar: no solo soy el más joven, también fui el último en llegar y el único que debuta por primera vez. A esto sumamos que apenas llevo dos meses trabajando como actor y no estoy familiarizado con este mundillo.

Salgo de la sala de ensayo y avanzo tranquilamente. Saludo cordialmente a los compañeros que también prefirieron salir durante el descanso, pero no me detengo para hablar.

Voy primero al aseo y después a las máquinas expendedoras al final del pasillo. Quiero estar solo un rato. Después de estas prácticas todavía tengo que hacer la rutina diaria de ejercicio. Siempre he hecho deporte pero ahora que debo cuidar mi imagen decidí, tras un acalorado debate en casa, contratar un entrenador personal. Empecé al mismo tiempo que con el curso así que llevo unas semanas realmente intensas. El director iba en serio cuando aseguró que debía darle el cien por cien. Sin embargo, el esfuerzo está dando buenos resultados y estoy motivado.

Pulso el código mientras rebusco en el bolsillo las monedas pero no consigo encontrarlas. Maldigo por lo bajo: acabo de recordar que dejé la bandolera en la sala y la cartera está dentro.

―Invito yo ―escucho una voz.

Me giro para descubrir que Kasem está a mi lado. Hoy lleva el pelo suelto, sujeto con una cinta negra y estrecha para que no le caiga sobre los ojos. Es un look informal que le queda bien, le da un toque desenfadado a juego con esa característica sonrisa despeinada que me encanta.

―¿Cuál quieres? ―pregunta mientras me hago a un lado.

Le indico el número y toma dos refrescos. Me entrega el primero, abre el suyo y hace un gesto para que brindemos.

―¡Por el señor Ayu! ―dice―, porque no nos mate de extenuación antes de grabar la serie.

Ambos reímos. Doy un trago refrescante y me apoyo contra la pared. Kasem opta por reclinarse sobre la expendedora, justo frente a mí. Me dedica una mirada pensativa, como si estuviera valorando algo importante. Comienzo a pensar temas de conversación para romper el silencio, pero mi acompañante se adelanta.

―Sabes que ahora tendremos que protagonizar una escena, ¿no?

Asiento. El personaje de Kasem y el mío forman la pareja secundaria, lo que implica que tendremos que rodar muchas tomas los dos solos y, algunas, realmente íntimas. No puedo evitar sentir un cosquilleo en el estómago cada vez que lo pienso: ¿cómo será rodar un beso con él? Le miro los labios sin darme cuenta. ¿Podré hacerlo llegado el momento? Aunque hemos hecho un sin fin de ejercicios juntos y ganado confianza, nunca hemos cruzado esa línea.

―¿Nervioso? ―Kasem parece haberme leído el pensamiento.

―¿Por qué iba a estarlo? ―replico. Siento las mejillas encenderse―. Es una práctica sencilla: fingir una discusión. Apenas decimos cinco líneas cada uno.

―En ese caso, seguro que no tendrás problema para recordar tu parte... ¿o sí? ―inclina la cabeza, con mirada traviesa.

―¡Claro que no! ―me defiendo―. No soy tan novato como pensáis.

―Tranqui, no lo decía por eso ―mueve la mano apaciguadoramente―. Creo que has mejorado mucho y no soy el único que opina lo mismo. De hecho ―añade―, varios compañeros han apostado al respecto.

―¿Una apuesta? ―levanto la ceja, intrigado.

―Si, bueno... ―Kasem da un paso hacía mí antes de continuar― Una parte opina que todavía eres un principiante y olvidarás tus frases y, la otra, asegura que saldrás airoso. ¿Tú qué crees?

―¿Qué clase de pregunta es esa? ―quiero enfadarme pero Kasem me dedica una sonrisa revoltosa que hace que olvide parpadear. Es imposible tomarme a mal lo que dice: tiene un carisma y una dulzura innatas que podrían embrujar al demonio más despiadado de los infiernos.

―Pensé que sería más justo si te advertía ―continúa diciendo―. Ahora la apuesta es mucho más entretenida.

Me guiña un ojo antes de darse la vuelta y alejarse, dejándome totalmente desconcertado.

«¿A qué viene todo esto?' ―pienso, dando un nuevo trago― 'Claro que recordaré mi parte. No pienso quedar mal delante de todos».



―Empezad cuando queráis ―indica la instructora.

Kasem está frente a mí, moviendo el cuello y los brazos para concentrarse. El descanso terminó hace un buen rato y es el momento de nuestro ejercicio. El resto de los presentes se reagrupa formando un semicírculo alrededor nuestro. He revisado el pequeño guion una veintena de veces y sé que puedo bordarlo.

Respiro profundo, concentrándome. Tenso el cuerpo y adopto una expresión de enfado. Kasem también hace lo propio.

―¿Qué has hecho? ―comienzo con la interpretación―. ¿Acaso has perdido la cabeza?

―Tan solo fue un error. No pasará nada.

―¿En qué estabas pensando? ―doy un paso hacia él.

―Digamos que no lo pensé demasiado.

―¿Crees que todo esto es un juego? ―pregunto con voz amenazante.

Kasem hace un movimiento repentino, acercándose tanto a mí que me hace retroceder de manera instintiva. Choco contra la pared y quedo atrapado entre el muro y la mirada intensa de mi captor. Nada de esto aparecía en el guion.

―Cuando quiero jugar... ―dice con voz profunda, sin dejar de aproximar su rostro al mío―, se me ocurren ideas mucho más... atrevidas.

Coloca la mano sobre la pared, junto a mi rostro, y clava sus iris oscuros en mí, acariciándome con la nariz. Tiene los labios tan cerca que siento como rozan suavemente los míos. Me quedo paralizado, con la mente en blanco. El tiempo se detiene, envolviéndome en un instante que desearía conservar para siempre. Es mi turno, pero lo he olvidado por completo, al igual que respirar.

Entonces kasem sonríe, alejándose. La magia se desvanece a la misma velocidad que su perfume. El corazón me late tan deprisa que siento que toda la sala puede oírlo. Kasem se gira hacia nuestros espectadores.

―¡Gané! ―dice, haciendo una reverencia rápida―. Os dije que no acabaría las frases.

―Eres un embaucador ―le acusan.

Varios de los presentes comienzan a reír mientras se acercan a felicitarle. Otros parecen decepcionados por haber perdido pero aplauden igualmente. Siento un calor repentino en las mejillas y un nudo en la garganta. La situación resulta humillante.

―Enhorabuena ―digo a Kasem, llenando la voz de sarcasmo.

Veo que intenta responder pero no me detengo a escucharle. Alcanzo la puerta y abandono la sala con rapidez. Ahora mismo, lo único que quiero es desaparecer.



Menuda situación... me parece que yo me habría desmayado 🤭 ¿y tú, cómo crees que habrías reaccionado teniendo una persona que te hace tilín tan, tan, cerca?

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