26. Entre la espada y la pared
Escuchar esas palabras tan anheladas, mientras continuo envuelto en su abrazo, hacen que el corazón se me acelere y el mundo entero parezca detenerse; como si el propio universo deseara alargar el tiempo y otorgarme el privilegio de poder exprimir cada segundo de este sueño. Kasem adopta una expresión dulce y me besa en la mejilla, intensificando el amor que siento. Entonces me suelta, dando un paso atrás y frunciendo el ceño con sutileza.
―Chai yo... ―dice, bajando el tono de voz y encogiendo los hombros―. necesito pedirte algo.
Arqueo una ceja, incapaz de imaginar que puede causarle tanto apuro. Él toma aire un par de veces antes de continuar, como si necesitara reunir valor.
―¿Te importaría que, de momento, lo mantengamos en secreto? ―pregunta al fin, pasándose una mano por el pelo―. No lo malinterpretes, por favor ―añade con rapidez, sin darme tiempo a replicar―. No pretendo que lo ocultemos, ni que tengamos encuentros a escondidas. Tan solo necesito ir despacio, ya sabes, por la prensa y las críticas... todavía no estoy preparado para volver a librar ese tipo de batalla.
Me quedo en silencio, valorando la petición. Kasem me observa con una sombra de preocupación dibujada en el rostro, incapaz de esconder el agobio que siente. Una ola de ternura me recorre: verle tan preocupado es prueba más que suficiente para saber que le importo.
―Sin problema ―respondo, rompiendo la tensión reinante con una sonrisa―. No diremos nada hasta que estés preparado.
Kasem relaja todo el cuerpo, devolviéndome el gesto y recuperando ese aura centelleante que siempre logra seducirme. Está a punto de decir algo cuando sentimos pasos aproximándose, indicando que nuestro tiempo a solas ha concluido. El director no tarda en hacer acto de presencia, acercándose a nosotros en un parpadeo.
―¡La toma quedó perfecta! ―exclama, palmeándome en la espalda con efusividad―, ¡y a la primera! No me gusta alardear pero, debo reconocer, que tuve buen ojo contigo, chico; si sigues así, te aseguro que vas a llegar a lo más alto.
―Muchas Gracias, señor
―Kasem ―continúa diciendo―. No creas que me olvido de tu excelente trabajo. No solo has demostrando estar a la altura, también estás arrasando en las redes y aumentando la popularidad de la serie. ¡Buen trabajo!
El aludido se sonroja, agradeciendo, al igual que hice yo, las palabras de nuestro superior. Después mantenemos una breve charla sobre el acabado que darán a la grabación y ambos obtenemos permiso para retirarnos.
Caminamos juntos, despidiéndonos del personal según avanzamos e intercambiando miradas tan llenas de cariño que no nos hacen falta las palabras. Alcanzamos la zona de vestuario, donde Kasem me dedica un guiño travieso a modo de despedida antes de separarnos. Avanzo unos metros más hasta alcanzar mi camerino, al que entro con la sensación de estar flotando entre las nubes y el perfume de mi amado pegado al cuerpo.
«¡Por fin está pasando! -repite una vocecilla insistente-. ¡Somos novios!»
Estoy tan pletórico que no paro de decírmelo una y otra vez, como si, al hacerlo, pudiera aferrar esa realidad entre las manos y mantenerla conmigo para siempre.
Dejo el albornoz a un lado, no sin antes hundir la nariz en el cálido tejido por enésima vez, y comienzo a vestirme. Es tarde, la escena NC que acabamos de rodar era la última tras un extenuante día de trabajo y, a pesar de la sensación de ingravidez que me invade, debo reconocer que estoy cansado.
Termino de cambiarme y me giro hacia el tocador para recoger mis enseres personales cuando descubro un pequeño sobre blanco encima del móvil. Lleva escrito mi nombre y, está claro, que fue colocado ahí con la clara intención de que lo viera.
Tomo el envoltorio, volteándolo con curiosidad antes de abrirlo. Dentro hay un sencillo papel con caligrafía de imprenta y un mensaje corto: ''Tengo una sorpresa para ti. Sal por la puerta trasera. No se lo digas a nadie''. Justo debajo de las letras hay un llamativo corazón en rojo.
Arrugo la frente, sonriendo con ligereza: seguro que esto es obra de Kasem: solo él pondría ese sello romántico. Guardo mis posesiones con rapidez y salgo al pasillo. No puedo evitar fantasear mientras me dirijo hacia el lugar indicado: ¿qué será lo que ha preparado? Podría tratarse de una caja de dulces, un ramo de flores, una cena romántica aderezada con la dulce melodía de un violín... Sacudo la cabeza, descartando esas ideas cada vez más alocadas.
Bajo el último tramo de escaleras y empujo la pesada puerta que da acceso al exterior. Una suave brisa me acaricia, produciéndome un escalofrío. Miro alrededor, parpadeando para acostumbrar la vista a la oscuridad del callejón ya que, la única fuente de luz, proviene de una farola solitaria que podría exponerse con honores en el museo de antigüedades más prestigioso de la ciudad.
No tardo en distinguir una figura solitaria apoyada sobre el muro, a mi izquierda. Aunque no puedo diferenciar los rasgos, deduzco que solo puede tratarse de Kasem, así que me acerco hasta allí, confiado. Estoy a apenas unos pasos cuando me detengo, congelado al descubrir la verdadera identidad del individuo.
Ante mí se encuentra un joven de cabello oscuro, piel aceituna y pómulos tan perfectos que parecen cincelados por un artista. Viste ropa deportiva holgada, en tonos negros, muy similar a la que llevaba la primera vez que le vi. Mantiene los ojos, de un marrón intenso, clavados en mi persona. Sorawit saca las manos de los bolsillos y da un par de pasos para encararme.
―Veo que recibiste el mensaje ―dice, esgrimiendo una voz tan afilada como un bisturí―. Espero que la sorpresa sea de tu agrado ―añade, sin molestarse en ocultar el sarcasmo.
No respondo, en parte porque no quiero pelea y, también, porque sigo procesando la situación. Mi interlocutor me mira de arriba abajo con descaro, frunciendo los labios.
―Resultas penoso ―concluye tras el examen―. Me parece increíble que Kasem se haya planteado dejarme por un "mierda" como tú.
El comentario hace que apriete el puño
―A lo mejor se cansó de aguantar a un impresentable ―replico, llevado por el coraje.
Sorawit ríe a modo de respuesta. No es un sonido alegre.
―¿En serio crees que siente algo por ti? ―inquiere, resoplando―. Mírate, tan solo eres un niñato oportunista que se las da de actor. ¿Cuánto se supone que lleváis juntos? ¿Dos semanas? Me sorprendería que fuera más de un mes.
―No te importa.
―¿Lo ves? No quieres decirlo porque sabes que eres una distracción pasajera; un "capricho" del que Kasem se deshará tarde o temprano. La realidad es que me sigue prefiriendo.
Una parte de mi ser quisiera actuar, dejar a la ira al mando y borrarle esa sonrisa cínica de un puñetazo. Sin embargo, opto por tomar aire, intentando mantener la calma.
―Él ya no te quiere ―afirmo―. Dejó de hacerlo hace tiempo.
―¡Eso no es cierto!
―Acéptalo de una vez. Lo vuestro se acabó
―¡Por tu culpa! ―espeta, acercándose más. Tiene el rostro encendido.
―¡No! ―mi voz resuena entre los muros de la calleja, amplificándose―. Te dejó porque estabais atrapados en una relación vacía. Yo no tuve nada que ver.
―¡Mientes! ―grita, colérico.
―¡Es la verdad! ¡Tienes que pasar página!
―¡Cállate! ―Sorawit hace un movimiento rápido e inesperado, sujetándome de la camiseta con fuerza. Puedo distinguir un brillo acuoso en sus ojos―. ¡Es culpa tuya! ¡Tú le engatusaste!
Las palabras parecen quedar congeladas en mi garganta, haciéndome incapaz de replicar nada mientras mi rival mantiene el agarre, lleno de rabia. Permanecemos inmóviles, dejando que el sonido de nuestras respiraciones agitadas sea lo único que rompa el silencio de la noche.
El trance se alarga durante unos minutos que parecen no tener fin hasta que mi agresor recobra la templanza, soltándome. Reculo un par de pasos, retomando el aire que había estado conteniendo e intentando que no se note el temor que me invade. Sorawit me dedica una mirada cargada de odio.
―Vas a dejarle ―exige, altivo.
―Ni lo sueñes ―replico, reuniendo todo el coraje de que dispongo para evitar que me tiemble la voz.
―Lo harás ―insiste―, o mandaré a la prensa un "regalito" de tu parte.
―¿De qué hablas?
El aludido toma el móvil, alzándolo para mostrarme la pantalla y que pueda apreciar una imagen de Kasem dormido en su habitación, totalmente desnudo. Aunque las sábanas están revueltas, dejan expuesta su zona íntima. Además, en el suelo se ve claramente un condón usado, tirado entre varias prendas. Me quedo en shock, con la boca y los ojos abiertos y tan petrificado como una estatua de mármol.
―¿Entiendes ahora? ―le escucho decir con voz gélida―. O colaboras, o esta foto aparecerá en los titulares y, teniendo en cuenta que sois la nueva "parejita" de moda, serás el primero en la lista de sospechosos porque, ¿quién podría haberla filtrado si no? Avivar los rumores resultará un juego de niños.
Le miro, incapaz de aceptar lo que está sugiriendo.
―Kasem nunca creerá que fui yo.
―Pero el resto del mundo sí ―sentencia, cruzando los brazos―, y dudo mucho que alguien apruebe vuestro noviazgo después de semejante escándalo. Imagínate, publicar una foto íntima de tu pareja tras una pelea, exponiendo su privacidad: ¿qué opinarán todos de tí? Incluso la compañía con la que trabajas se vería implicada.
―No te atreverás ―increpo, carraspeando―. También hundirías a Kasem.
―¿Quieres ponerme a prueba?
―¿Cómo puedes hacer algo así? Se supone que le amas.
La expresión de Sorawit se endurece, adquiriendo un matiz amenazante que me pone los pelos de punta.
―Si yo no puedo tenerle ―dice, con la mirada oscurecida―, me aseguraré de que nadie más lo haga.
La afirmación de Sorawit impacta en mi alma con la misma intensidad que una daga envenenada. Una mezcla de cólera y frustración se abre camino, fraguando una frase cargada de odio.
―Eres un...
―¡Cuidado, Chai! ―interrumpe Sorawit, anticipándose a mis intenciones― no querrás enfadarme y que mande un email por error, ¿cierto?
Me quedo en silencio, aguantando las ganas de maldecirle a él, y a toda su estirpe. Tengo la mandíbula apretada y el cuerpo tan rígido como las cuerdas de un arpa. Lágrimas de impotencia comienzan a resbalarme por las mejillas. Mi oponente sonríe con maldad al verlas, sabiendo que acaba de declararse vencedor.
―Tienes dos días ―exije―. Si en ese tiempo no recibo noticias de Kasem, desconsolado por vuestra ruptura, te aseguro que todo Bangkok podrá disfrutar de su anatomía; y no hace falta añadir que sucederá lo mismo si se te ocurre hablar con alguien sobre este acuerdo.
―Aunque le deje ―consigo decir, sosteniéndole la mirada con esfuerzo―. Nada te asegura que volverá contigo.
Sorawit encoge los hombros y perfila una mueca burlona.
―Claro que sí ―afirma―. Tan solo asegúrate de romperle el corazón en mil pedazos. Entonces lo único que tendré que hacer será ayudarle a recoger los trocitos, demostrándole lo equivocado que estaba y que soy el único que sigue a su lado y le quiere de verdad.
No respondo, desarmado. Mi oponente acorta la distancia, con un ademán desafiante.
―Dos días ―repite―. Espero que seas inteligente y no me obligues a sentenciaros.
Después me aparta con un empellón y se aleja, fundiéndose con las sombras. Me quedo solo, observando como se aleja mientras soy devorado por un sentimiento tal de desesperanza que, incluso respirar, resulta complicado.
No es justo 😭, ahora que nuestros tortolitos por fin podían estar juntos resulta que aparece Sorawit para poner todo patas arriba. ¿Crees que logrará salirse con la suya?
Me encantaría que comentaras y que te animes a dejar tu voto ♥️
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