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25. Detrás de cámaras

Un hormigueo me eriza la piel mientras observo como el staff termina de colocar el set con la misma eficacia que un escuadrón de élite preparando el campo de batalla. El rodaje de hoy lleva cierto retraso y, tengo claro, que el deseo compartido de evitar las horas extra está azuzando más al equipo que el propio director. De hecho, ser testigo de semejante despliegue hace que rememore con cierta añoranza los tres días en los que tuve que guardar reposo y todo era serenidad y calma. A pesar de que apenas ha transcurrido una semana, el recuerdo de haber estado enfermo se me antoja tan lejano como la línea que delimita el horizonte.

Un complejo entresijo de luces en tonos anaranjados y marinos envuelve la lujosa estancia en la que grabaremos, creando una atmósfera íntima y atrayente. Una mesa de caoba, con un portátil de última generación, ocupa la esquina contraria a la puerta, situándose junto a la magnífica cristalera que cubre esa pared y que ofrece una vista envidiable de la urbe titilando en la noche. Varias cámaras fijas, una de ellas justo encima de la cama matrimonial, se distribuyen estratégicamente para enfocar toda la estancia.

―¿Nervioso? ―la pregunta de Kasem, que acaba de situarse a mi lado, hace que me sobresalte.

―Sí, o sea, no ―respondo, tragando saliva e intentando dejar de balancearme sobre los pies.

Kasem me dedica una sonrisa dulce.

―Lo harás bien ―afirma, pasándose la mano por el pelo. Aunque no puedo asegurarlo, creo que él también está inquieto.

Un par de estilistas se acercan a nosotros para dar los últimos retoques, impidiendo que continuemos charlando. Sin embargo, su intervención no impide que Kasem me guiñe un ojo con cierta picardía. Le respondo con una mueca de falso enfado y giro la cabeza para evitar que vea mis mejillas encenderse; me resulta increíble que, incluso estando intranquilo, sea capaz de mantener esa faceta juguetona que consigue sonrojarme.

Desde nuestra conversación en el hospital, la relación con él es más cercana que nunca. No obstante, mi recuperación en casa, y el consiguiente exceso de trabajo que conllevó, no nos ha dejado ningún momento para hablar a solas. En cierto modo, siento que ambos deseamos formalizarnos como pareja, pero no queremos hacerlo con mensajes y tampoco lo hemos verbalizado; como si tuviéramos miedo de que, al hacerlo, la realidad pudiera desvanecerse igual que un espejismo. Suspiro para mis adentros al pensarlo: cualquiera diría que somos estudiantes de instituto enfrentado su primer amor.

Escucho al señor Ayu dar las últimas indicaciones, haciendo que todo el personal, excepto el jefe de fotografía, el cámara y él, abandonen la sala. Tomo aire y me acerco a la mesa. Kasem hace lo propio, situándose frente a mí y de espaladas a la salida. Acabamos de grabar la escena fácil, en la que mi personaje es sorprendido por Goya tras escabullirse del festejo y colarse en la habitación principal para hackear el ordenador. Ahora toca la parte complicada, la que me mantiene con los nervios a flor de piel y que todavía sigo procesando. El sonido de la claqueta resuena como un disparo, haciendo su magia y consiguiendo centrarme en el guion. Kasem es quien toma la palabra.

―Arthit ―comienza, con una mirada ligeramente amenazante―, la fiesta es en el piso inferior. No deberías estar aquí.

―Lo cierto ―respondo, esgrimiendo una media sonrisa―, es que no me apetecía seguir bailando.

Kasem ladea la cabeza, traspasándome con esos iris oscuros que anulan por completo mis sentidos.

―¿Estabas aburrido? ―pregunta, acortando tanto la distancia que el aroma de su perfume me envuelve―. Tal vez podamos remediarlo.

Le mantengo la mirada, deslizando los dedos sobre el cuello de su camisa.

―Tal vez ―repito, rodeándole con lentitud―. Pero acabo de recordar que tengo un compromiso.

Doy un paso para alejarme pero Kasem me sujeta del brazo, frenando mi avance. Estoy tan absorto en la interpretación que apenas aprecio al cámara situado a nuestro lado.

―Deja de negar lo evidente, Arthit ―murmura, acariciándome el oído con su aliento―. Lo deseas tanto como yo.

Fijo los ojos en mi compañero y permanezco inmóvil unos minutos que se me antojan interminables. Su voz profunda, acompañada de su cercanía, hacen que cada fibra de mi ser anhele besarle. Sin embargo, debo aguantar sin hacerlo para generar tensión y mostrar a la audiencia el conflicto que siente mi personaje: cumplir la misión o dejarse llevar por lo que siente. Por fin, transcurrida esa breve pausa, soy libre para seguir mi el instinto, buscando los labios de Kasem con avidez.

Él corresponde mi beso con idéntico ardor, envolviéndome en un abrazo y forzando que comience a caminar hacia atrás hasta que siento el frío cristal de las ventanas contra la espalda. Nuestras lenguas continúan su danza mientras nos deshacemos de las camisas con pasión, como si el tacto de la tela nos estuviera dañando y debiéramos arrancarlas. Entonces siento su mano subiendo sobre la nuca hasta sujetarme del pelo, con firmeza pero sin dañarme. El agarre me obliga a inclinar la cabeza hacia atrás, exponiendo la piel del cuello a los cálidos chupetones de Kasem. Su caricia me arranca un gemido espontáneo de placer cuando alcanza el pezón, que muerde en varias ocasiones con ligereza, haciéndome temblar.

Apenas he recuperado el aliento cuando Kasem me alza, sujetándome por los muslos mientras me abrazo a él y avanzamos hacia la cama, sin dejar de besarnos. Me deja sobre el colchón, interrumpiendo el contacto entre nuestros cuerpos para terminar de desvestirse. Permanezco inmóvil admirando su cuerpo que, ahora, tan solo cuenta con unos centímetros de tela cubriendo su miembro. Una oleada de excitación me recorre cuando se inclina sobre mí, jugueteando de nuevo con mi piel mientras me desabrocha el pantalón, deshaciéndose de él y dejándome igual de expuesto: con tan solo un diminuto tanga especial que vestiremos durante el resto de la escena.

Kasem vuelve a robarme un quejido de satisfacción al lamer, de improviso, mi pezón. Después me dedica una sonrisa pícara que me deshace por completo y toma un condón con la boca, deslizando el envoltorio sobre mis labios antes de abrirlo con los dientes. Mi acompañante baja la mano e imita el gesto de ponérselo, regalándome un beso en el proceso. La intensidad de su mirada cuando finge entrar en mí desata una oleada de electricidad que me recorre por completo, haciendo que me encorve de manera instintiva a pesar de que solo estamos actuando.

Intento llevar las manos a su espalda pero él las sujeta, presionándolas por encima de mi cabeza sobre las sábanas. Entonces noto un ligero empujón y Kasem inicia un movimiento rítmico, como si me estuviera penetrando. Cierro los ojos y me uno a él, contrayendo la musculatura y sumando mi respiración agitada a la suya. Aunque no es real, algo dentro de mí se desata, haciendo que la excitación me embriague. Aprieto los dedos con fuerza, perdiéndome en el momento hasta que escucho el gemido de Kasem y siento la calidez de su aliento. Abro los ojos para encontrarme dos iris oscuros en los que me sumerjo tan rápido como un guijarro cayendo a lo más profundo del océano. Ambos sonreímos, espontáneamente, con una mezcla de picardía y ternura.

La escena ha terminado.

El señor Ayu nos felicita, haciéndonos volver a una realidad que, parece ser, habíamos olvidado. Después se retira con el director de fotografía y el cámara para revisar las tomas y, sobre todo, para otorgarnos tiempo y privacidad.

Kasem y yo permanecemos unos minutos tumbados, en silencio. Los dos estamos acalorados y nuestro abdomen sube y baja, agitado. Realmente pensé que iba a tener dificultades para rodar esta parte pero, para mi sorpresa, ha resultado tan natural que todavía no puedo creerme que acaba de suceder. Ahora mismo, manejo tal revoltijo de sensaciones que no tengo claro si morir de vergüenza o comenzar a dar saltos de euforia. Todavía estoy perdido en ese laberinto emocional cuando Kasem se acomoda de lado para poder mirarme.

―Chai ―dice, creo distinguir un rubor en sus mejillas―. Me encantaría que fueras mi pareja.

La frase me pilla desubicado.

―Ya lo soy ―respondo, arrugando la frente.

Él sonríe, apartándome el flequillo a un lado con ternura.

―No estoy hablando de la serie.

La afirmación hace que abra mucho los ojos, incapaz de responder de manera inmediata. Kasem ladea la cabeza y deposita un beso tierno sobre mi frente, haciéndome reaccionar.

―Yo tampoco ―murmuro, dedicándole un gesto travieso.

Kasem ríe con suavidad ante la ocurrencia y vuelve a acercarse solo que, esta vez, rozando mis labios. Nos regalamos unos minutos más disfrutando de la cercanía del otro antes de vernos obligados a separarnos: no podemos quedarnos en el set eternamente.

«¡Es real! ―grita una voz en mi interior― ¡Acaba de pedirme que salgamos!»

Ahora mismo soy tan feliz que podría gritar de alegría, o comenzar a bailar y cantar como un grupo de aficionados celebrando que su equipo ha ganado el mundial. Estoy tan absorto que me quedo tumbado, dejando que Kasem sea el primero en incorporarse. Entonces me brinda un vistazo burlón, señalando mi entrepierna con la cabeza.

―Tranqui, será nuestro secreto ―dice, conteniendo una carcajada y alejándose sin darme tiempo para replicar.

Me levanto, con las mejillas ardiendo: la excitación que sentí rodando resultó ser más real de lo que imaginaba y el fino tanga que llevo marca la erección con claridad. Tener a Kasem tan cerca, fingiendo mantener una relación que realmente deseo, ha hecho imposible que no sucediera. Sé que habrá total discreción por parte de los presentes y seguro que no soy el único actor del planeta al que le ha surgido este "asuntillo" durante un rodaje. Sin embargo, no puedo evitar avergonzarme. Me levanto y tomo el albornoz que Kasem me ofrece (él ya se ha puesto uno), evitando mirarle, lo que causa nuevas risas por su parte.

―¡Para ya! ―me quejo, intentando golpearle sin éxito. Comienzo a ponerme la prenda cuando un aroma inconfundible me embriaga―. Te has equivocado con los albornoces ―comento, deteniéndome para mirarle―. Este es el tuyo.

Kasem se acerca, terminando de abrocharme como si se tratara de un adulto adecentando a un chico rebelde.

―Yo creo que todo está perfecto ―susurra, abrazándome con tanto afecto que siento que, en este instante, ni siquiera un terremoto podría alejarme de él.

―Te quiero ―confieso en voz alta, sin pensar.

Kasem se aleja levemente, manteniendo el achuchón y fundiéndome con esa mirada radiante que le hace brillar.

―Yo también.



Ains!! Todo es tan dulce y de color de rosa cuando se está enamorado que se nos olvida lo demás ¿Te ha pasado? Deseo que sí.

Espero que el capítulo te haya gustado tanto como a mí. Por fin parece que nuestros tortolitos disfrutan de un periodo de paz pero... ¡cuidado! porque después de la calma siempre llega la tempestad ¿o era al revés...? Bueno, por si acaso, más vale que te prepares para posibles turbulencias.

¿Te animas a comentar o a dejar tu voto? Me ayudas mucho si lo haces ♥️

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