22. Rumores
Todavía siento el estómago cosquilleando cuando el señor Ayu da por finalizada nuestra presentación y la consiguiente toma de fotografías. A continuación, los cuatro actores principales tomamos asiento tras una mesa larga, en el centro del escenario, mientras que el director hace lo propio en un lateral, junto a Sunan.
La ronda de preguntas comienza con cuestiones generales sobre la serie relativas a las impresiones durante el rodaje, opiniones acerca de la trama, la dificultad en las actuaciones y la compenetración existente dentro del equipo, entre otras. Después de ese primer asalto, nos aguarda otra maraña de interrogantes acerca del capítulo que vamos a visionar y las expectativas que auguramos ante el cercano estreno de la serie.
Sukhon y Luan consiguen, como buenos veteranos, llevar la voz cantante; sorteando cada nueva incógnita con la misma elegancia y soltura que emana un cisne nadando en aguas cristalinas. Su resolución y confianza también pueden apreciarse en Kasem que, aunque interviene en menor medida, suele ser quien aborda los temas más ligados a nuestros personajes.
La buena labor de mis compañeros consigue que pueda hablar lo menos posible y, de paso, se convierte en mi mejor aliado en la batalla encarnizada por controlar los nervios que, aunque pierden intensidad, persisten en quedarse conmigo, provocándome una tenue presión en la sien. Una reportera alza la mano, obteniendo el turno de palabra.
―Mi pregunta es para la pareja secundaria ―dice―. De acuerdo a la información que tenemos, no sólo es la primera vez que actuáis juntos, además, también os estrenáis dentro de un papel principal. ¿Diríais que está resultando complicado?
Kasem responde primero.
―Ambas afirmaciones son ciertas y mentiría si dijera que ha sido sencillo. Sin embargo, me gustaría señalar que tengo mucha suerte al poder enfrentar este reto junto a Chai ―me mira antes de continuar, deslumbrante como un amanecer en Kenia―. Mi compañero es muy profesional y creo que estamos haciendo un buen trabajo. Tan solo espero que él opine lo mismo.
Aguardo a que finalice el sonido de las risas y carraspeo levemente, acercándome el micrófono.
―Creo que Kasem me sobrestima como actor. Les aseguro que no habría podido llegar tan lejos sin su ayuda, ni sin la del resto del equipo ―declaro, dando lugar a un aplauso de regocijo entre el público.
Hablar de nosotros aviva mis ganas de estar junto a Kasem y hace que, llevado por ese sentir, coloque la mano con suavidad sobre la suya. Acabo de rozarle la piel cuando toma la botella de agua, rompiendo el contacto. El movimiento no me parece casual.
«¿Me está evitando?».
Le miro de reojo, con la ilusión vaga de obtener alguna señal o gesto sutil que me reconforte, pero no obtengo ningún resultado. La intervención de otro periodista me fuerza a devolver la atención al evento. Se trata de un hombre menudo, con poco pelo y que viste un chaleco verde oscuro sobre camisa negra.
―Mi pregunta también se dirige a la pareja secundaria ―indica―. Muchos fans han compartido imágenes y vídeos de su visita al centro comercial en el día de ayer. ¿Podrían indicar el motivo por el que acudieron hasta allí?
El comentario hace que me mueva en el sitio, incómodo. Kasem mantiene la misma expresión serena pero puedo ver que ha apretado el puño con fuerza. Ninguno hacemos ademán de responder aunque, de haberlo intentado, Sunan no nos habría dejado tiempo porque acaba de incorporarse, hablando por primera vez desde que subimos al escenario.
―Les recuerdo ―argumenta con voz firme―, que todas las preguntas deben referirse a la serie y la labor profesional de los actores y, por tanto, no se dará respuesta a cuestiones fuera de este ámbito. Gracias.
Un murmullo sigue a su afirmación, haciendo que el reprendido vuelva a sentarse, contrariado. Las siguientes participaciones vuelven a ceñirse a las normas y conforman el cierre de la rueda de prensa. El señor Ayu procede a dar unas últimas palabras y, a continuación, nos dirigimos en orden a la sala dispuesta para la proyección.
El estruendo provocado por los fans al vernos aparecer, supera, por goleada, al que nos recibió en el auditorio. De nuevo noto la garganta como un secarral y un sudor frío abrazándome. El dolor de cabeza va en aumento por lo que respiro profundo varias veces, repitiéndome con insistencia que todo va bien y que, en esta parte, solo tengo que mirar una pantalla.
Camino con el grupo hasta nuestras localidades sin dejar de sonreír y saludando con gentileza. En un momento dado, juraría que reconozco uno de los gritos. Sacudo la cabeza: es casi imposible que acabe de escuchar a mi madre entre tanto ruido.
Por fin nos acomodamos, reuniéndonos al resto del elenco frente a un par de cámaras que se encargarán de registrar nuestras reacciones. Las luces se apagan y proyectan el capítulo. Llevamos cerca de la mitad cuando, de manera repentina, el personaje de Goya recibe una bofetada. Ver la escena activa mi instinto protector, haciendo que coloque la mano sobre la rodilla de Kasem y le acaricie con cariño. Su respuesta no tarda en llegar: toma mi mano con la suya y la aparta con tanta cortesía como un caballero victoriano. Esta vez me vuelvo a mirarle, deseoso de hacerle llegar mi confusión. Él se limita a sonreírme con camaradería y vuelve a centrar la atención en la pantalla.
«¿Qué demonios le pasa?».
Un rompecabezas se me antoja menos complicado que descifrar este cambio de actitud. Entonces recuerdo la rueda de prensa y la pregunta de ese hombrecillo entrometido: ¿tal vez Kasem desea guardar las formas para evitar un escándalo?
El visionado termina y, tras una despedida que se me antoja eterna, nos dirigimos a la zona donde tendrá lugar el cáterin. Acabamos de entrar a la nueva estancia cuando Kasem me rodea los hombros con el brazo, atrayéndome hacia él.
―¡Por fin libres! ―comenta, guiñando un ojo―. Es increíble todo lo que hemos tenido que aguantar para conseguir comida gratis.
Wattata y Luan, que se encuentran a nuestro lado, secundan la observación riendo con ganas. Yo esbozo una sonrisa pero no tengo ganas de reír: me noto destemplado y el dolor de cabeza no ha parado de aumentar, como si alguien estuviera apretando unas tuercas imaginarias a cada lado.
―Ahora vuelvo ―digo, zafándome del agarre de Kasem―. Voy al baño.
―¿Todo bien? ―me pregunta.
―Sí ―miento―. Tranquilo.
Kasem alza una ceja, parece poco convencido pero no dice nada más. Los otros dos asienten y comienzan a charlar. Me alejo del grupo con rapidez, caminando de vuelta al pasillo. No quiero preocupar a nadie. Seguramente el malestar que siento sea producto de los nervios y pasará pronto; así que me prometo a mí mismo aprender a gestionarlos.
Estoy a mitad de camino cuando una salida lateral me llama la atención. Me detengo, mirándola un momento: creo que me vendrá bien el aire fresco. Salgo al exterior, donde me aguarda un pequeño patio cerrado sin ninguna decoración. El cielo está cubierto y una brisa fría me revuelve el pelo. Me acerco al muro, apoyándome sobre los ladrillos para usarlos a modo de escudo contra el viento. Cierro los ojos, disfrutando del silencio.
El sonido de la puerta al abrirse hace que me incorpore, sobresaltado. Todas mis alarmas saltan cuando reconozco, al instante, el chaleco del recién llegado.
―Perdone la intromisión ―dice el extraño, mostrando una grabadora―. Es usted Chai Suwang, ¿cierto? Tan solo quisiera hacerle un par de preguntas.
―Disculpe pero...
―¿Es cierto que ayer acudió en compañía de su compañero de reparto al centro comercial? ¿Y que ambos se encontraban a solas?
―Debo irme ―respondo, dando un paso. El hombre se interpone en mi camino, impidiéndome avanzar.
―Entonces no lo niega ―dice, confiado―. ¿Acaso se trataba de una cita?
―¿¡Qué!? ―levanto las manos, nervioso―. ¡No! Solo fuimos de compras.
―¿Disfrutaban juntos de su tiempo libre?
―Sí, o sea, ¡no! ―intento rectificar.
―Como sabe, esas fotos han disparado opiniones diversas ―continúa atosigándome el reportero, impasible―. Muchos fans afirman que, lo sucedido ayer, es una prueba indiscutible para desmentir los rumores de hace unos meses, los referidos a Kasem y Sorawit ¿Podría decirme si están en lo cierto?
Escuchar el segundo nombre me bloquea por completo, como si formara parte de un drama y alguien acabara de pulsar el botón de pausa, congelando la imagen. Mi mente acaba de teletransportarme al piso de Kasem, reproduciendo con nitidez el momento en que desbloqueé su móvil y vi todas las llamadas perdidas.
―Sorawit ―murmuro para mí, reorganizando las ideas.
―¿Cómo dice? ―pregunta mi interlocutor, acercándose―. ¿Tiene algo que declarar sobre los rumores?
Me quedo callado. En parte porque necesito procesar la nueva información y, también, porque soy consciente de que me encuentro en una situación complicada. Este tipo de sujetos tan solo busca crear noticias sensacionalistas que les llenen los bolsillos y, tengo muy claro, que no me conviene ayudar.
―¿Y bien? ―insiste el hombrecillo, incapaz de esperar―. Podría decirme si...
―No creo que Chai pueda decirle nada ―Sukhon acaba de acceder al patio, interviniendo con un tono de voz tan férreo como su mirada―. Es más, considero que usted tampoco debería añadir nada más. A no ser que quiera hacerlo frente a nuestros abogados por colarse en un área acotada, invadir la privacidad de este joven y difundir falacias sin fundamento.
El aludido se muerde el labio, dedica un gesto rabioso al actor y se esfuma con la misma rapidez con la que apareció. Por primera vez desde que le conozco, tengo unas ganas irrefrenables de abrazar a Sukhon.
―Gracias ―me limito a decir, aliviado.
Él toma un pequeño paquete del bolsillo interior y prende uno de los cigarrillos que contiene. Da una calada con la vista fija en mi persona, pensativo; como si estuviera sopesando entre molestarse en responder o mostrar total indiferencia.
―Estás llamando demasiado la atención, novato ―dice finalmente.
―Bueno, yo no quería...
―Deja que te de un consejo ―interrumpe―. En esta vida, y más en el mundo del espectáculo, todos quieren algo y, te aseguro, que no dudarán en pisarte con saña para lograrlo. Así que aprende rápido cual es tu sitio y no te muevas de ahí. Eres demasiado ingenuo para hacerlo.
Permanezco callado, con los ojos abiertos: ¿se supone que me ha dicho algo bueno? El poco afecto que había despertado en mí se antoja ahora como un recuerdo lejano: está claro que nunca lograremos congeniar. Articulo una despedida mustia y camino en dirección a la salida, deseoso de abandonar el lugar.
―Por cierto, novato ―dice Sukhon a mi espalda―ni se te ocurra mencionar que me viste fumando.
―Descuida ―respondo, entrando al edificio como alma que lleva el diablo.
Parece que Sukhon acaba de convertirse en un héroe inesperado librando a Chai de ese periodista entrometido. ¿Qué opinas tú sobre esos rumores? Leeré encantada vuestras teorías pero, me temo, que no puedo decir nada 😜
Seré muy happy de la vida si te animas a comentar y si me dejas tu voto ♥️ ¡Me ayudas un montón!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro