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13. Agridulce despertar


Kasem está frente a mí, esgrimiendo ese ademán descarado que consigue hacerme descarriar como si condujera un tren sin frenos. Me rodea la cintura con los brazos y pronuncia mi nombre con dulzura mientras se aproxima, despacio. Siento que todo alrededor se ralentiza y desaparece; como si el mundo estuviera borroso y tan solo existieran esos iris castaños en los que deseo sumergirme. Tengo el corazón tan acelerado que incluso resulta difícil respirar.

Quiero besarle.

Anhelo volver a sentir el roce de sus labios. Cierro los ojos. El aire de su respiración me acaricia, erizándome hasta el último pelo del cuerpo. Ya casi puedo sentir el calor del beso cuando una luz intensa me deslumbra, haciendo que la imagen desaparezca.

Despierto de golpe.

Apenas he podido ubicarme cuando vuelvo a ver al protagonista del sueño: está dormido junto a mí, a apenas unos centímetros. El sobresalto hace que me aparte con brusquedad, como si acabaran de electrocutarme.

Noto una sensación de ingravidez seguida de un golpe al caer desde la cama.

―Mierda... ―murmuro.

Me siento en el suelo y acaricio la nalga dolorida mientras recoloco todas las piezas. Anoche Kasem me pidió pasar la noche en casa y me rogó no decir nada al resto y que no le preguntara el motivo (aunque estoy seguro de que está relacionado con la llamada telefónica que espié sin ''querer-queriendo''). Mis padres pasaban fuera todo el fin de semana y, a juzgar por el gesto apurado que tenía al preguntar, no me estaba pidiendo el favor a la ligera; Era imposible negarse.

Después de eso seguimos bebiendo un rato y, debo admitir, que la fiesta se nos fue de las manos. Acabamos llegando a las tantas, algo perjudicados. Cambié las sábanas para que Kasem durmiera en mi habitación y tomé una colcha del armario para acomodarme en el sofá.

«Vale, entonces, ¿por qué he amanecido pegado a él? ¿Soy sonámbulo?».

No, lo habría sabido mucho antes. La opción más probable es que despertara de madrugada, todavía medio borracho, fuera al baño o a beber agua y, al volver, me acostara en mi cuarto por costumbre, sin darme cuenta. Asiento para convencerme. Es lo más seguro. Además, esta hipótesis también explicaría lo que estaba soñando.

Abro mucho los ojos, paralizado. Las mejillas empiezan a encenderse mientras me giro para ver a Kasem. Sigue dormido, tan apacible como un cervatillo. Un suspiro escapa de lo más profundo de mi ser. Habría muerto de vergüenza si llega a descubrir que estuve acostado tan cerca, fantaseando con...

Me llevo los dedos a los labios, recordando. Kasem me besó, seguro. Lo que pasó en la disco no fue ninguna ilusión. Se supone que lo hizo para quitarme de encima a ese energúmeno pero... ¿y si realmente hubo otro motivo?

Vuelvo a centrar la atención en mi compañero de piso provisional. Tiene el pelo revuelto, cubriéndole parte del rostro. Respira con suavidad, con una mano apoyada sobre la almohada. Me quedo embelesado, atrapado en el ligero subir y bajar de su torso desnudo.

Antes de pararme a pensarlo he alargado el brazo para acariciarle. Deslizo el dedo sobre la frente, apartando suavemente un mechón y bajando hacia la mejilla; tiene un tacto cálido y suave. Retiro la mano con velocidad felina cuando hace un pequeño movimiento. Continúa descansando. Sonrío para mí, aliviado.

Me incorporo y permanezco parado un par de minutos, quizá cinco, disfrutando de la calma del momento. Debería despertar a Kasem pero soy incapaz de actuar: ¿susurro su nombre, le zarandeo suavemente? Pensar en interrumpir el halo de paz que le envuelve intensifica las dudas, como si fuera a cometer un delito capital. Pero estar quieto, observando, tampoco resulta muy favorable; no quiero parecer un acosador. Un brillo en el estante situado sobre la cama llama mi atención.

«¿Cómo llegó mi móvil hasta allí?».

Debí ponerlo sobre la balda cuando cambié las sábanas y después lo olvidé por completo. Me inclino, alargando ambos brazos para alcanzar la pared y mantener el equilibrio. Es una posición incómoda ya que no alcanzo bien y debo sostenerme en vilo. Palpo con los dedos hasta alcanzar el dispositivo.

«¡Lo tengo!».

Comienzo a enderezarme cuando sucede lo inevitable. La alfombra hace que resbale, precipitándome sobre la cama. Consigo sujetarme un segundo antes de caer sobre Kasem. Tengo una mano en la almohada y la otra junto a su hombro. Nuestros rostros están uno sobre el otro, tan cerca que nuestras pestañas rozan.

Pero nada de eso es relevante. Ahora mismo, lo único que eclipsa mi universo son los ojos castaños de Kasem, mirándome.

Una corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo; seguramente los hornos del Titanic se verían menos ardientes que mis mejillas. Me aparto con toda la rapidez de la que soy capaz.

―Per... perdona... ―balbuceo―, yo, verás, no. Yo solo quería. El móvil estaba... iba a... pero...

Guardo silencio. Estoy tan aturullado que no sé ni lo que estoy diciendo. Kasem se incorpora ligeramente. Tiene cara de adormilado y el pelo le cae revoltoso sobre los hombros. Examina el cuarto con rapidez, ubicándose, antes de mirarme.

―Espera ―dice con tono serio―, ¿hemos dormido juntos? ―asiento, sin pararme a pensar. Él se cubre la boca con una mano y eleva mucho las cejas―. Anoche, tú y yo... no haríamos...

―¿¡Qué!?

Niego enérgicamente con la cabeza y las manos, reculando. El rubor en las mejillas debe hacer que brille más que un volcán en erupción.

Kasem comienza a reír.

―Chai, eres adorable cuando te toman el pelo, ¿lo sabías?

Recibir una jarra de agua helada habría tenido el mismo efecto paralizante. Tras unos segundos procesando tomo un cojín del suelo y lo empleo a modo de arma.

―¡Idiota! ―le regaño.

Las carcajadas de Kasem aumentan mientras se cubre torpemente con los brazos.

―¡Está bien, está bien! ―suplica con voz entrecortada―. Me rindo.

Detengo el ataque, sonriendo como un chiquillo que acaba de recibir un dulce. Mi víctima toma aire para serenarse y se echa la melena hacia atrás de manera inconsciente. Los músculos del brazo y el abdomen se le marcan ligeramente, incrementando su atractivo. Ese simple movimiento hace que me quede cautivado; como si un halo de luz acabara de envolverle. Kasem se percata de que le estoy mirando; probablemente porque ni siquiera he parpadeado.

―¿Tan mal me veo? ―pregunta.

―¡No!¡sí! O sea... Te ves perfecto... ¡despeinado! Te ves despeinado.

«¿Qué me pasa?»

Kasem gira la cabeza, observándome con ojos brillantes.

―En verdad eres adorable.

―¿Qué quieres decir? ―mi voz suena algo más aguda de lo que me habría gustado.

―Nada ―se encoge de hombros―. Sólo que debo lucir horrible y no quieres decírmelo ―toma mi móvil, que está sobre la colcha, y me lo ofrece―. Ten. Se te cayó cuando resbalaste. Desperté mientras hacías malabares para alcanzarlo.

―Gra... gracias.

Había olvidado el teléfono por completo. Lo tomo con timidez, pulsando por inercia el botón de desbloqueo. La pantalla se ilumina, mostrando cuatro números y propinándome un generoso latigazo de realidad.

―¡Mierda! ―exclamo.

―¿Qué pasa?

―¡La cagamos! Tenemos apenas media hora para llegar al trabajo.

―Por favor, dime que vives justo al lado. Nadie podría sobrevivir a una bronca del señor Ayu con esta resaca.

―Se tarda cuarenta minutos, si no hay atasco ―contesto, abatido.

Me muerdo el labio. Un sentimiento de angustia cae a plomo sobre nosotros, ahogándonos con la rotundidad de una avalancha.

―Estamos muertos... ―concluye Kasem, fulminante.



¡Gracias por leer hasta el final!

Que bonito despertar junto a la persona que nos gusta aunque, en este caso, fuera algo inesperado.

Te propongo un juego, si pudieras elegir a cualquiera: ¿con quién querrías amanecer a tu lado?
En mi caso es un cantante coreano muy famoso peeero vas a tener que tirarme un poco de la lengua para que añada detalles... 🤗

Me encantaría que votes si te ha gustado y que te animes a comentar. ¡Me ayudas mucho! ♥️

PD: se viene gominola con el siguiente capítulo 🤫

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