11. Complicaciones
Llegamos a la barra y llamamos la atención de uno de los camareros.
―Un "Muerte Dulce" ―grita Kim para hacerse oír por encima de la música.
―¿Sólo uno? Si pides tres y consigues beberlos todos a la primera invita la casa y, además, pondremos tu foto en el ''mural de la fama''.
―Me da igual. Pide solo uno―, comenta Nuer.
Todos nos volvemos hacia él, con gesto malévolo. Mi amigo mueve las manos rápidamente mientras recula.
―¡Ni de coña! ―dice, leyéndonos la mente―. No pienso hacerlo.
Díez minutos, un forcejeo, varias mentiras piadosas y tres chupitos después, conseguimos ganar un lugar en el mural de los famosos y un viaje acelerado al aseo para salvar la dignidad de nuestro amigo. Los astros deben estar alineados ya que no hay fila y logramos llegar a tiempo. Diao y Kim entran para ayudar a Nuer que, supongo, va a reencontrarse con su primera papilla.
Kasem y yo estamos esperando en el pasillo cuando veo que toma el móvil del bolsillo. Lee la pantalla durante un momento antes de cambiar totalmente de expresión: de repente se le ve apagado, como aquella vez durante la fiesta con los compañeros de trabajo.
Quiero preguntarle si ha pasado algo pero él se adelanta.
―Tengo que hacer una llamada ―dice―. No tardaré.
Ni siquiera tengo tiempo para responder antes de que se aleje. Durante unos minutos permanezco inmóvil, como si todo a mi alrededor se hubiera desvanecido. ¿Tendrá un familiar enfermo? ¿Se ha perdido su mascota? O... ¿tal vez su madre se ha fugado con un amante secreto?
«¡Deja de pensar estupideces! ―me reprocho».
Lo mejor será preguntar. Quizá pueda ayudarle. Aviso a Kim de que voy a salir y me abro camino entre la multitud. La brisa fresca de la noche me recibe cuando abandono el interior del local. Miro alrededor pero no veo a Kasem. Seguramente se haya alejado un poco, hay bastante ruido cerca de la entrada.
Camino hasta la esquina. Estoy a punto de girar cuando le escucho.
―¿Por qué te pones así? ―suena bastante nervioso―. Siempre haces lo mismo. ¿Pretendes que vuelva a salir corriendo?
Me quedo parado. No es que quiera cotillear pero tengo la sensación de que mi presencia solo estorbaría.
―Dijiste que no te importaba, que el domingo tenías libre. Esta vez no voy a ceder.
Un par de chicos pasan riendo junto a mí.
―¡No, no te atrevas a decir que soy un egoísta!
Es la primera vez que escucho a Kasem alzando la voz con rabia.
―¿¡En serio!? ¿Y tengo yo la culpa? No pienso...
Una moto atraviesa la calle en ese momento, impidiendo que pueda oír el resto de la frase. No puedo evitar mirar al causante del ruido con cierta rabia, esos trastos solo molestan.
Cuando el zumbido del motor por fin se aleja ya no escucho la voz de Kasem. Permanezco unos instantes parado barajando qué hacer. Finalmente tomo aire y volteo la esquina.
Kasem está apoyado sobre el muro. Aprieta el móvil con una mano y tiene la otra sobre la frente en un gesto que denota tristeza y enfado. Doy un par de pasos en su dirección antes de que se percate de mi presencia.
―Chai... eres tú ―dice, intentando recobrar la compostura.
Se limpia una lágrima apresuradamente y adopta una expresión despreocupada pero resulta evidente lo afectado que está. Muevo el pie sin darme cuenta, no sé por qué pero me siento un poco tonto.
―Perdona ―acierto a decir―. Salí para ver si necesitabas algo. No quiero cotillear ni nada.
―Está bien. No te preocupes ―juguetea con el móvil, evitando mirarme―. Solo ha sido un... malentendido.
Ignoro con quién hablaba o el motivo de la pelea, pero conozco a Kasem lo suficiente como para saber que está dolido. Me sitúo junto a él.
―No importa si no quieres hablar de ello pero puedes contar conmigo.
Me dedica una media sonrisa.
―Es... ―parece estar buscando las palabras adecuadas, como si tuviera que encajar las piezas de un puzzle―. Verás es... complicado.
Suspira y baja la mirada, parece angustiado.
―¿Tan complicado como un código secreto para copiar en un examen? Porque entonces no podré ayudarte.
Mi comentario consigue robarle una risa tímida. Vuelve a suspirar, abatido. Permanecemos en silencio unos minutos, sumidos en nuestros propios pensamientos. Por fin me decido a tomar la palabra.
―Todos los problemas se ven de otra manera al día siguiente. Seguro que mañana estás más tranquilo y puedes arreglarlo.
―No sé. Últimamente siento que no doy una a derechas.
―¿Bromeas? Eres buen actor, divertido, guapo, honesto, nuestros compañeros te adoran. ¡Incluso el señor Ayu te felicitó!
―Supongo que tienes razón ―responde con poco entusiasmo―. Especialmente en lo de ser guapo― añade, dándome un codazo amistoso.
―¡No! O sea, sí ―tartamudeo―. Quise decir que me gus... ¡que gustas a la gente! Tienes muchas cualidades y un error lo comete cualquiera.
Kasem vuelve a reír con ligereza, relajando los hombros. Vuelvo la cabeza para intentar esconder lo aturullado que estoy: ¿por qué no acierto a hablar cuando estamos a solas? Me da miedo pensar en lo que pasará cuando comencemos a rodar como pareja...
Un nuevo silencio nos acompaña, aunque esta vez no es tan espeso. Me armo de valor y le devuelvo un codazo juguetón mientras hablo:
―¿Por qué no dejas que te invite a una copa? No ganas nada comiéndote la cabeza.
Asiente, dedicándome una media sonrisa. Mientras caminamos de vuelta soy consciente de que mi plan de irme pronto acaba de saltar por la borda, sin salvavidas, a un mar revuelto. Pero valdrá la pena si así puedo animar a Kasem.
Más de una hora después estamos en la pista de baile, saltando y bailando al ritmo de la música como si nuestras vidas dependieran de ello. A estas alturas los cinco vamos bastante tocados.
Diao y Kim se han acercado a un grupo de chicas. Nuer está distraído con el móvil, seguramente mandando mensajes empalagosos a Jane. Kasem fue al aseo así que, momentáneamente, estoy solo.
Tres amigas comienzan a acercarse con intenciones obvias de ligar conmigo. Las evito cortésmente, intentando alejarme pero, lejos de pillar la indirecta, me rodean y comienzan a darme tema de conversación. Antes de poder reaccionar estoy atrapado. Intento explicarme, pero el alcohol en sangre de todos los presentes y el volumen de la música juegan en mi contra.
Entonces alguien me sujeta con fuerza por el hombro.
―¡¿Qué crees que haces, capullo?! ¡Esa es mi chica!
El matón al que pertenece la voz tiene cara de pocos amigos y una borrachera importante. Intento zafarme pero sus dedos parecen de acero, clavándose como tenazas.
―Yo no...
―¡No seas mamarracho! ―una de las chicas intenta interponerse pero el otro se limita a ignorarla.
―Debería darte una lección ―añade amenazante mientras alza el puño.
Trago saliva y me cubro de manera instintiva, esperando el golpe.
Parece que Chai acaba de meterse en un lío sin comerlo ni beberlo. ¿Crees que podrá explicarse o que la cosa acabará torciéndose? Ciertamente el alcohol es muy mal consejero... os lo puedo asegurar (por una amiga).
Me encantará leer tu opinión y mil gracias si dejas tu voto ♥️.
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