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Capítulo V

[Voz de narrador: Cornel Leib Borchard]

La resignación es una de las cualidades que el ser humano debe tomar en cuenta si es que desea sobrevivir, de cualquier otra manera, no soportará ninguna de las pruebas que la vida nos impone con el pasar de los años. Resignarse es el paso número uno, después viene la superación, la aceptación... y finalmente la felicidad auténtica.

Siempre me levanto preguntándome si hay algún motivo por el cual deba caminar, anteriormente me diría que no, pero cuando mi regla de cuatro pasos comenzó llegando al proceso de superación, al fin logré responderme algo diferente. Ya puedo mirar el retrato encima de mi buró con una sonrisa sincera y decir "Hoy es otro excelente día"... otro excelente día para seguir retando a la resignación.

Criónica


Siete de noviembre de 1944, mi matrimonio iba bastante bien desde la llegada de Oliver, tener un hijo de tres años a los 20 me motivó a superarme cada día y a no caer en la inmadurez.

Mi traslado de Alemania a España ya estaba programado; mi esposa, Oliver y yo teníamos todo preparado para tomar el tren e irnos lo más pronto posible, queríamos escapar de ese país antes de que sucediera algo grave. Poco se sabe si esta guerra fue tan desastrosa como la primera, pero de lo que si estoy seguro es que las personas detrás de ella me parecen unos verdaderos monstruos insaciables.

Aún recuerdo los olores de esa noche antes de dormir; un café que todavía saboreo por momentos, la tierra mojada en las pequeñas botas de Oliver por haber jugado en el jardín, las flores que mi esposa recolectó por la mañana y dejó en el florero de la mesa... nada se me olvida.

Ya teníamos noticias en el hospital militar donde trabajaba sobre que España tenía planeado hacer una segunda expedición a la Antártida para averiguar algo sobre el deshielo masivo que se dio hace mucho tiempo, nunca perdí el interés en saber qué escondían realmente detrás de esa máscara; si el filtro era de por si escandaloso, la realidad debería ser mas grave, entonces me enteré sobre la criónica, la idea más demente que escuché en esos ayeres, pero cuando tu labor consiste en no solo tratar heridas, fracturas y enfermedades físicas, sino mentales también, te acostumbras a cualquier cosa, te esperas que verás desde lo peor hasta lo desquiciado. Ser doctor militar me preparó bastante bien; casi nada me sorprendía ni me rompía el cerebro a pedazos, el caso es que el humano no entiende hasta que lo vive en carne propia, así fuimos maldecidos.

Esa noche entraron a mi casa como animales salvajes hambrientos, pude matar a plomazos a dos de esos Canadienses, pero uno de ellos subió a la planta alta y encontró a mi esposa con mi hijo en brazos escapando por el balcón. El sonido de esos cinco escopetazos los tengo muy grabados en mi memoria, por mucho que anhelo olvidarlos, no puedo... No puedo borrar la sangre en mis manos y en mi ropa, no puedo borrar esa chispa de locura que me obligó a empacar un pequeño cadáver para traerlo en tren y experimentar si la criónica lograría traer de vuelta lo que un maldito bastardo me arrebató tan fríamente. No puedo olvidar nada de eso, mi regla de cuatro pasos me abandonó en la etapa de aceptación y me regresó al principio con una mentalidad distorsionada.

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ーLo único que conseguí fue proyectar una fantasía y beneficiar la causa del hospital, conocer que para hacer funcionar la criónica, la persona debe congelarse en el mismo instante de su muerte, no antes ni después, debe ser instantáneamente sincronizado, por ello funcionaron los demás experimentos. Aunque intenté preservar el cuerpo de Oliver por un tiempo, ahora solo es un recordatorio de mi fracaso... y de lo inhumano que soy.

ーCornel... no tenía idea de todo esto, ¿por qué jamás me lo mencionaste?

ーSi regresaste a España no fue para llenarte de mis tragedias a distancia, me bastó con que me ayudaras a instalarme... ーrespondió Cornel apenas sosteniendo el vaso de tequila en su mano.

ーPero bien sabeis que para mí no presenta un problema ayudaros, por Hab, tío...somos amigos desde hace muchísimo tiempo; conocí a vuestra esposa desde antes de ser andantes, estuve cuando fuiste recibido como médico... vos habéis estado en el funeral de mis padres ¿y aún así pensaste que me provocaríais problemas?

ー...Lo siento, Hazel... me sentí tan bloqueado ante tantas cosas que el mundo desapareció para mi ーexpresó cansadamente antes de tomar un trago y alcanzar el vaso al contrario para que lo vuelva a llenarー también creí que luego de tantos años sin vernos te olvidarías de mi.

ーNo me olvidaría de vos ni de chascarrillo ーevadió Hazel con determinación.

ーBueno, ya tienes la respuesta a tus reclamos, no es justificación, pero se trata de lo que me ha estado manejando a su antojo con el experimento.

ーMe disculpo por las gilipolleces que dije hace un rato, creí que os estabáis volviendo igual que Liar por mero placer ーdijo en un suspiro mientras sirvió más tequila en el vaso de Cornel y el suyo.

ーSonaré un idiota, pero a veces siento que ya no es imposible ーconfesó el mayor recargando su peso en el respaldo del sofá.

ーEntonces retiro mi disculpa ーbromeó Hazel tomando un sorbo de su vasoー sabéis dónde está la puerta.

Cornel mantenía una mirada seca y perdida, el alcohol posiblemente ya había noqueado a su cerebro después de la primera botella de tequila compartida con Hazel en la casa de este último, pero escuchar las bromas de su amigo siempre le hacían recordar que seguía vivo, esta no era la excepción; sin evitarlo echó una muy rápida ricilla de diversión y dedicó una mirada correspondida a su amigo el cual elevó su vaso brindando con sarcasmo, un momento silencioso que decía muchas palabras.

ー...Desde ese día... nunca me he caído ーmencionó encendiendo un cigarrillo y expulsando el humo inmediatamente.

ーTal vez sea hora de desechar todo el veneno a través de los ojos ーpropuso Hazel repelando con su mano el humo que le alcanzó el rostro al no estar sentado muy lejos del ajeno.

En respuesta de tan acertado comentario, Cornel volvió a silenciar y agachó la mirada ensimismado, los brazos lo obligaron a recargarse de sus rodillas derrotado resistiéndose al hecho de que su desahogo quería dominarlo, sin embargo, sabía que si no desintoxicaba su espíritu, en poco tiempo no quedará nada de él.

ーNadie sabrá que por unos minutos dejaste de ser inmortal ーreplicó el médico más joven ya de pie a un lado de Leib.

En la mente de Cornel invadieron las imágenes de un infante muerto con un hueco chorreando sangre a ríos desde su cabeza, con los ojos abiertos y piel fría, no faltó tampoco la alucinación de una mujer castaña sin vida sobre el suelo y con cuatro impactos dispersos por su cuerpo... ¿Cómo algo puede ser capaz de volverte loco en tan poco tiempo? ¿Cómo es que el hombre desea retar a Hab y revelarse contra la naturaleza de la vida? Contradiciendo al sabio espíritu de no estar muerto y aferrarlo a su prisión corporal. Leib estaba perdido en si mismo, había sido devorado por su propio subconsciente hasta los huesos eliminando todo a su vista... su ayer pedía a gritos su presencia.

ーCornel ーllamó Hazel con su mano sobre el hombro ajeno.

ーNo creo poder manejar para regresar a mi casa ーdijo el mayor luego de reaccionar gracias a la voz de su acompañante.

ーNecesitáis estar bromeando como para pensar que os iba a dejar volver ーaccedió mientras sentaba su cuerpo en el sofá nuevamente.

El reloj marcó las 3:25 de la madrugada, Hazel y Cornel no tenían mucho rato de haber caído dormidos en la sala, pero Leib apenas comenzaba el reto de mantenerse dormido, pues últimamente le costaba méritos conciliar sueño por más de dos horas continuas. Al amanecer y llegar la hora de laborar, ya estando en el hospital con todo y resaca, ambos médicos siguieron su labor como de costumbre; Hazel en su área de pediatría y Cornel en su oficina dando inicio a su agenda.

La llamada matutina a sus pacientes en los departamentos se llevó a cabo con normalidad, los ocho primeros estaban excelentes, pero al llegar el turno del noveno, se cambiaron las cartas; al principio nadie cogía la llamada, fue hasta el tercer intento cuando hubo respuesta.

ーHola... ーrespondió Aziz a la llamada.

ー¿Por qué no has respondido antes? ーinterrogó Cornel de tajo más por su angustia que por molestia.

ーLo lamento...no volverá a pasar ーel menor se disculpó sin problemas.

ーNo puedes repetirlo, ¿entiendes? Generas que uno se preocupe ーcontinúa en sus regañosー no te hemos molestado desde hace dos días como para que suceda esto.

ーLo siento ーAziz volvió a disculparse.

ー¿...Todo está en orden? ーCornel preguntó nuevamente al notar bastante extraño al peliazul.

ーSi... es solo que no pude dormir, están molestándome otra vez ーsincerizó cohibiendo sus temores.

ー¿De quiénes hablas? ーel médico intentó investigar.

ーLas voces, también Ce, está insoportable ーel peliazul explicó.

ーEntiendo... ¿Desde cuándo te está pasando? ーal cuestionar lo anterior, ya se mostró más tranquilo y atento.

ーDesde mi última consulta con usted.

ーEso fue hace tres días, ¿por qué no llamaste para informarme? ーCornel se sintió confundido con las desiciones del paciente.

ーNo lo sé, creo que lo olvidé.

A mitad de la conversación, Adam tocó la puerta de la oficina entrando sin esperar respuesta de Cornel, el último mencionado volvió su vista al intruso dispuesto a pedir que se marche, pero al notar su gesto entendió que habían noticias fuertes.

Desde el otro extremo de la llamada, a escucha de Aziz, no hubo explicaciones mayores más que un silencio extraño y la voz de su médico antes de cortar la comunicación.

ーTe espero en mi oficina a las cuatro de la tarde ーindicó y después colgó dejando como rastro el típico sonido sin señal telefónica.

Aziz colocó el teléfono en su lugar y se mantuvo con los brazos recargados en la barra de la cocina; miró el reloj en su sala y recién eran las diez de la mañana, quedaba una larga tarde por delante. El mozo echó un suspiro de relajación e incorporó su cuerpo para estirarse y alejar la tensión, en eso escuchó que alguien llamó a la puerta y se dirigió a atender.

ーBuen día, señora Shely ーsaludó Aziz a la mujer que esperaba afuera.

ーBuenos días, hijo... me quedé de nuevo afuera de mi casa y no puedo entrar, perdón por molestar ーexplicó Shely avergonzada.

ーNo hay problema ーel joven sonrió aceptando ayudar y se encaminó al departamento vecinoー Luci debe estar hambrienta ーinició una casual conversación mientras se sostuvo de uno de los barrotes de la ventana abierta para impulsarse y brincarse adentro de la morada.

ーOh, no, ni me lo hagáis recordar, en el hospital nunca me dijeron que pasaría la noche ahí y no le di de cenar, mi pobre amiga no me lo perdonará ーla mujer se lamentó.

Aziz buscó las llaves de Shely en donde bien sabe que nunca falla, sobre la nevera; al llegar a la cocina se le acercó una linda can de raza mestiza y él la acarició gustoso previo a proceder abrir la puerta.

ーMuchas gracias, muchas, muchas gracias, prometo que siempre intento dejar mis llaves donde las pueda ver, pero no sé qué pasa conmigo ーla mayor carga en brazos a Lucí sin dejar de agradecer.

ーMientras esté aquí, no se preocupe ーrespondió Aziz confiado y con amabilidad.

ーEsperdad que os daré algo para agradecer tanto favor ーindicó Shely entrando a su departamento y dejando que Luci baje de sus brazosー pilla, no vayáis a salir de aquí.

La mestiza sentó su cuerpo a un lado de la puerta, el peliazul la vio y se agachó de cuclillas para acariciarla de nuevo, no obstante, algo anormal notó en ella pese a que muy cariñosa agitaba su cola; prestó atención a los ojos del animal capturando un atípico tono amarillento... y no solo eso, percibió un ligero olor a descomposición que aparentemente Shely no había atendido.

ーSé que os gustará aunque sea muy humilde.

La voz de la mujer volvió en sí a Aziz varándose detrás de Luci y entregándole en manos una planta apenas creciendo.

ーEs tan capullo aún, pero si la cuidais bien y le habláis lindo, crecerá muy abundante ーvolvió a indicar la mayor.

ーGracias, señora Shely ーexpresó el menor encantado con su regalo y ya echándose a caminar hacia su departamento.

ーA vos, hijo ーdespidió ellaー vamos, querida mía, tenemos que daros de comer ーhabló a su can y cerró la puerta.

Aziz volvió a su departamento. En seguida de cerrar la puerta también, acomodó la planta en la barra de su cocina y la observó a detalle por unos segundos; era bastante linda a su parecer, no se distinguía exactamente qué clase de flor será, pero transmitía mucha paz al acariciar su frágil tallo.

Unas horas después, saliendo del área de cirugía de la planta más baja en el hospital, Hazel y Adam esperaban que Cornel les alcanzara en donde los escalones.

ーCreo que nuestras hipótesis por primera vez se están equivocando ーcomentó Adam.

ーA estas alturas ya no sé qué pensar ーrespondió el segundo echándose aire con su tabla de notas.

ーNi siquiera Cornel, paso de entender si su cara es de malas noticias o de victoria ーdijo Adam al ver llegar al mayor con un gesto inentendible.

ーLo hemos logrado, está recuperándose de la reanimación ーanunció Leib a sus colegas.

ーPero qué currada, Hab... ーsuspiró Hazel recargando su espalda en la pared.

ーLo más interesante es que lo hemos conseguido sin saber cómo ーcompartió Adam con un tono de ironía entre una risa de incomprensión.

ーPrecisamente ーcorrespondido Cornel leyendo las notas que se hicieron durante la operaciónー solo el de arriba sabe qué pasa con este experimento.

ー¿Se le dirá ya a la organización de Luceferie? ーcuestionó Hazel.

ーEs lo que me estaba preguntando ーvolvió a hablar el mayor de todos conectando vista con quien lo ha interrogandoー no sé si sea buena idea decirles que no entendemos aún el resultado.

ーPodemos esperar a contactar nuevamente al .0 para hacer la primera prueba que planeamos ーpropuso Adam.

ーSugerencia aceptada ーaccedió Cornel observando su reloj de muñeca leyendo ser la una de la tarde en puntoー agendemos su cita a las seis.

ーDe acuerdo ーHazel escribió en su tabla para no olvidar el dato mientras subía los escalones junto a Adam.

ーLlevaré a este paciente a observación, estén atentos a cualquier llamado ーindicó Leib regresando su rumbo al área de cirugía.

Ya viéndose el médico dentro de la pieza, cogió los guantes látex para guardarlos y hacer los últimos detalles de orden con los instrumentos; limpiaba todo en completo silencio hasta que un leve ruido de las llantas de la camilla de fierro lo hizo volver su mirada hacia el paciente.

ーSi estás despierto y consiente, no intentes levantarte o te provocarás náuseas ーordenó Cornel en espera de una respuestaー si me escuchaste, mueve tu mano todo lo que puedas.

Entonces el pelirrojo reacomodó su temblorosa mano con lentitud.

ーPerfecto, no te quites tampoco los conductos de respiración en tu nariz, en unos minutos te incorporo en una camilla mucho más cómoda ーfinalizó el médico.

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Las cuatro en punto. Aziz estaba a una cuadra de llegar al hospital con la fortuna de haber pasado el día entero sin la presencia de Ce, así que se sentía tranquilo y abierto a cualquier cosa que le pudiese pasar con Cornel.

Llegando a la oficina de su médico notó que no había nadie y le pareció un tanto anormal, por ello prefirió sentarse afuera en la sala de espera. Transcurrieron más de diez minutos para que apareciera el médico.

ーAziz, ven conmigo ーllamó Cornel desde detrás del menor.

El peliazul obedeció en silencio, quería preguntar razones y explicación, pero Leib se veía un poco atemorizante, con una mirada de pocos amigos, cansada y sería igual que su voz. Se calló sus dudas hasta que salieron del área médica general y pasaron de sección a sección hasta descender de planta.

ーVamos a realizarte unos estudios, nada grave ni doloroso ーexplicó al fin el mayor.

ー¿Qué clase de estudios? ¿Para qué son? ーinterrogó Aziz sintiendo un poco de nervios.

ーSon para dar seguimiento a tu reanimación ーdio los menos detalles posibles.

En cuanto llegaron a la planta más baja, el peliazul pudo ver que de tantas habitaciones sin señalamiento ni letrero, al menos cinco sí tenían su indicador; habitación .0, habitación .5, área de cirugía, habitación C. I ...y la última en donde fue llevado, habitación .4

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