CAPÍTULO 60
Clínica de San Gabriel:
Jennifer despertó y de inmediato buscó a Edward con la mirada. Al no encontrarlo se inquietó y trato de levantarse, sin embargo se detuvo cuando recordó su estado y volvió a acostarse.
Ernesto entra silencioso al cuarto, pero Jennifer ya tenía su vista sobre él antes de que siquiera cerrara la puerta.
Jennifer: Hi Doc.
Ernesto: (da un respingo de sorpresa), Buenos días señorita Smith.
Jennifer: ¡Oh please!, no me hable tan formal... Llámame Jennifer y yo no te diré Doc. sino Ernesto, ¿ok?
Ernesto: (sonríe), ¡Claro Jennifer!
Jennifer: Good... y ahora puedes ir directo al punto, (él la mira asombrado), no te sorprendas... si has venido tú en lugar de Edward, es porque algo pasó, ¿cierto?, (Ernesto se queda pensativo, y ella se levanta para sentarse en la silla), el ginecólogo dijo que ya no hay peligro de aborto.
Ernesto: Ahora ya no, pero si te alteras puede volver a presentarse.
Jennifer: Me altera más no saber lo que está pasando, (se estira y toma su mano), please... dime lo que sea, prometo ser fuerte, (acaricia su vientre), por mi hijo y por Edward.
Ernesto se sienta en la orilla de la cama y le cuenta lo sucedido con Paula. También le explicó que Edward se encontraba bien, pero que después de dar su declaración en la delegación, le dijo que tenía un dolor de cabeza muy fuerte y lo llevo a la clínica para valorarlo y desafortunadamente se confirmó que la visión en su ojo izquierdo se había perdido en su totalidad.
El silencio fue la única reacción de Jennifer... Ernesto se levanta anticipando cualquier contingencia que se pudiera llegar a dar si ella se ponía mal, pero vuelve a sorprenderse cuando la mira ponerse de pie y sacar su ropa del pequeño ropero... Jennifer se mete al baño y sale luego de haberse arreglado.
Jennifer: Llévame con Edward.
Ernesto: (¿?), Perdón, pero, ¿escuchaste lo que dije sobre la vista de Edward?
Jennifer: Escuché perfectamente, y por eso quiero estar con él.
Ernesto: No es un buen momento... Edward llamó a tu hermano Henry para que venga por ti... supongo que desea alejarte de James y de él mismo.
Jennifer: (se altera), ¡Es un fool!, pero que ni piense que logrará apartarme de él cuando más me necesita, (camina hacia la puerta), ¡please!, ¡llévame con Edward!
Ernesto: Pidió que lo dejemos solo, por lo menos hasta mañana.
Jennifer: Ok, entonces si tú no piensas contradecirlo, no me queda más remedio que buscarlo por toda la clínica, (lo apunta con el dedo), y ni siquiera pienses en detenerme o me vas a conocer.
Jennifer sale del cuarto y se pone a abrir cada puerta del pasillo. Ernesto se apresura a sujetarla, pero ella lo golpea en la pierna. Un colega que iba pasando lo ayuda a no caerse.
Médico: Será mejor que la dejes verlo o terminará por armar un escándalo en la clínica.
Ernesto: Tú dijiste que le diéramos tiempo a Edward para que asimile lo de su ceguera.
Médico: No podrá aceptarlo ni mañana, ni en un año, así que permítele verlo. Tal vez ella consiga tranquilizarlo.
Ernesto acepta y corre tras Jennifer para decirle que el médico tratante le permitió verlo... Él la conduce hasta el cuarto y le abre la puerta... Dentro está Edward sentado en una cama, con sus manos sujetando su cabeza, (que está cubierta por una ligera venda que alcanza también sus ojos)... Jennifer se acerca a la cabecera y Ernesto sale para darles espacio, pero se queda a unos metros del cuarto por si acaso... Edward escuchó el ruido de la puerta y unos pasos, sin embargo no tenía ánimo de recibir a nadie y por eso ignoró a la persona que entró... Jennifer suspira antes de sentarse a su lado y él finalmente es consciente de que ella está ahí, viéndolo derrotado y eso aumenta su desespero haciéndolo apretar con fuerza la sábana que cubre sus piernas... Jennifer las sujeta suavemente para que suelte la sábana y al conseguirlo las dirige a sus labios y las besa con ternura.
Edward: (se suelta de su agarre), ¿Por qué siempre eres tan necia?... ¿acaso no comprendes que necesito estar solo?
Jennifer: Comprendo tu dolor mejor de lo que te imaginas. Yo me sentí igual cuando quedé paralítica, pero a pesar de mi sufrimiento, lo único que deseaba es que estuvieras conmigo y aunque lo niegues sé que tú me necesitas tanto como yo te necesitaba a ti.
Edward: (estira su mano tratando de encontrar su rostro, pero como erraba Jennifer le ayuda), ¡Lo lamento mi amor!, no estoy siendo justo contigo, pero no soy tan fuerte como tú y tengo miedo de herirte con mis palabras.
Jennifer: Me hieres más alejándome de ti, (le coloca la mano en su vientre), no nos alejes ahora... Te amamos y no queremos estar separados.
Edward: (la acerca hacia él y la abraza), ¡Gracias mi amor!... eres una mujer asombrosa y aunque no puedo prometer que mi carácter se mantendrá apacible, puedo jurarte que nunca voy a alejarlos de mi porque los necesito más que a nada en el mundo.
Jennifer lo besa y él corresponde amorosamente. La mano de Edward vuelve a posarse sobre el vientre de su prometida y así permanecen besándose y acariciándose hasta que entra alguien al cuarto.
Henry: Veo que te encuentras bastante bien a pesar de todo, cuñado.
Jennifer: (termina el beso y le dirige una mirada asesina a su hermano), La que se encontraba muy bien era yo y a ti se te ocurre venir a interrumpirnos.
Henry: ¡Qué pena hermana!, pero Edward me pidió que viniera lo más rápido que pudiera.
Jennifer: (checa su reloj), ¿En qué te viniste?... recuerdo que son más de diez horas entre Francia y México y tú llegaste muy pronto.
Edward: Tu hermano ya estaba en el D. F.
Jennifer: (¿?), ¿Y por qué brother?
Henry: Laura me convenció de venir a buscarte y desde ayer en la mañana estamos en la Ciudad de México.
Jennifer: Ok, me alegra que te estés tomando días de vacaciones junto a Laura, pero si se te ocurre querer separarme de Edward, te arruino tus intentos de conquista con mi amiga.
Henry: (incómodo), ¡No estamos de vacaciones! y no te preocupes, no vengo por ti, sino por Edward... Voy a llevarlo a Estados Unidos para que le practiquen una operación, (Jennifer trata de hablar pero él no la deja), y no estoy dispuesto a soportar negativas porque el médico dijo que no debe pasar más de una semana si es que desea recuperar su vista por completo.
Edward: Te agradezco tus buenas intenciones Henry, pero no me iré a ningún lugar hasta que los Montero y Ricardo estén sanos y salvos en su casa.
Ernesto entra y se coloca a un lado de Henry.
Henry: Si retrasas la operación, disminuyes el porcentaje de recuperar tu vista, (a Ernesto), ¿verdad que sí doctor?
Ernesto: No estoy muy familiarizado con esa clase de condiciones, pero si le dijeron que lo llevara de inmediato, entonces así debe hacerse.
Edward: Si me voy no lograré estar tranquilo, y tú sabes Ernesto, que el estado anímico de una persona, también influye durante una operación.
Jennifer: ¿Es cierto eso?
Ernesto: Quisiera decir que no, pero hay casos que confirman lo que menciona.
Henry: ¡Por Dios cuñado!, piensa en Jennifer y en tu hijo, ¿qué no deseas verlo cuando nazca?
Edward: Sí quiero Henry, pero te repito que no me iré hasta que todo esto se resuelva y no podrás hacer que cambie de opinión.
Jennifer lo mira y quiere llorar, sin embargo se contiene porque entiende sus sentimientos.
Jennifer: Ok, si es lo que deseas, yo te apoyaré.
Henry: Jennifer, no lo secundes.
Jennifer: (abraza a Edward de la cintura y recarga su cabeza en su hombro), Confío en Edward y también confío en que las cosas se resolverán antes de que pase la semana... Cuando aquél hombre esté en la cárcel y Rogelio, Ana y Ricardo estén bien, iremos a Estados Unidos.
Henry y Ernesto sólo se miran ya que saben que no hay nada más que puedan decir, y se retiran.
Edward se recarga en su almohada y Jennifer acaricia su cabello para ayudarlo a dormir. Él lo hace unos minutos después y ella aprovecha para llorar por los sentimientos que se obligó a ocultarle.
Reclusorio varonil de Tuxtla:
Dany estaciona el auto unas calles antes de llegar al reclusorio y se va caminando cuidando de que no haya nadie extraño rondando por ahí. La entrada fue igual que la vez en que visitó a Miguel, (bastante incómoda por la revisiones pasadas de tono de los custodios). Ella iba a dirigirse a la sala de visitas, pero un guardia se le acerca y la conduce a la enfermería.
Dany: (nerviosa), ¿Por qué me trajo aquí?
Guardia: Porque si se quedaba en la sala de visitas, estaría perdiendo su tiempo.
Dany: ¿Qué quiere decir?
Guardia: Antes debo decirle que el señor Sanders me estuvo dando dinero para ayudar a su esposo y a Rogelio Montero... Ayer sucedieron muchas cosas que ya le contará su marido si es que puede.
Dany: ¿Cómo si puede?, (empieza a temblar), ¿le pasó algo a Alejandro?
Guardia: Está aquí... ayer lo hirieron y perdió mucha sangre. Está delicado y lo recomendable sería que lo trasladaran a un hospital, pero hay una persona que no quiere que se salve y ordenó que lo dejaran morirse.
Dany: (se sujeta de la pared), ¡No es posible!... ¡por favor déjeme verlo!
Guardia: Por eso la traje, (mira a todos lados), pero le recomiendo que sea breve. Si la ven, se desharán de su esposo.
El guardia descorre una cortina y Dany ve a Alejandro tendido en una precaria cama. Estaba pálido y un halo de dolor cubría su rostro. De un rápido vistazo se da cuenta de que no había bolsa de sangre y la del suero era tan pequeña que parecía que era para un bebé y no para un adulto.
Con sus lágrimas cayendo, corre a su lado y lo llama con desesperación. Alejandro abre los ojos y al ver su rostro sonríe.
Alejandro: ¡Dany, mi vida!, finalmente puedo verte después de tantos días y doy gracias a Dios, porque así podré decirte que nada de lo que has oído es cierto... Dany, yo no te he engañado, te lo juro.
Dany: Ya lo sé mi vida y por eso soy yo quien tiene que pedirte que me perdones, (aumenta su llanto), si te hubiera escuchado ese día, tal vez hubiera podido ayudarte... ¡lo siento Alejandro!... ¡lo siento tanto!
Alejandro: No había nada que pudieras hacer, y si lo hubieras intentado, esos tipos te habrían lastimado y eso jamás me lo perdonaría.
Dany: ¿Quién te hizo esto?
Alejandro: Creo que James Clayton pidió que me mataran.
Dany: Y como no lo consiguió, entonces sigues en peligro, (mira al guardia), ¿hay alguna manera de sacarlo?
Guardia: Ninguna por el momento... La vigilancia estará más elevada y negociar sería un error.
Dany: (angustiada), Por favor, debe haber algo que usted pueda hacer. Si se queda más tiempo, van a matarlo.
Alejandro: (toma su rostro entre sus manos y la besa fugazmente), ¡Estaré bien!, lo que me inquieta ahora, eres tú... ¿James sabe que conoces su identidad?
Dany: No creo. Rosaura y yo hemos estado fingiendo que le tenemos confianza y parece que se lo creyó porque los hombres que vigilaban la hacienda, dejaron de prestarnos atención.
Alejandro: Si es así, todavía podemos hacer un último movimiento, pero tú tendrías qué..., (se calla repentinamente).
Dany: ¿Tendría qué?, (él desvía la mirada), ¡Dime qué es lo que puedo hacer!... Alejandro, quiero ayudarte.
Alejandro: No quiero arriesgarte. Ese maldito no será condescendiente aunque seas mujer.
Dany: ¡Por favor, mi vida!, ¡confía en mí!, te lo suplico, quiero que esto termine.
Alejandro la mira y ve la desesperación en su rostro, y aún dudando le cuenta sobre los documentos que dejó en el banco, pero que tuvieron qué descartarlos, porque James amenazó con matar a Cynthia y a Ricardo.
Alejandro: Sin embargo acabo de encontrar un problema en mi plan.
Dany: ¿Y cuál es?
Alejandro: Dejé indicado que solamente le entreguen esos documentos a Fabiola.
Dany: ¿Y la conocen?
Alejandro: No, pero...
Dany: Con eso basta, (le da un corto beso en los labios), tal vez no soy una mujer de carácter fuerte como Fabiola, pero te juro que haré todo lo que pueda para ayudarte.
Alejandro: (trata de levantarse), Dany, ese hombre es peligroso... lo mejor es que te vayas al D. F. y esperes a que todo se arregle.
Lo ignora y se acerca al guardia... De la bolsa de su ropa saca una tarjeta con un número escrito con pluma.
Dany: Éste es mi número de celular... no tengo la habilidad para introducir dinero a este lugar, pero puedo depositarle cualquier cantidad que me pida, con tal de que mantenga a mi esposo a salvo.
Guardia: Lo voy a intentar señora, pero le repito... es mucho más complicado que antes mantenerlo vivo. Sobre todo por la herida que tiene.
Dany: (en el mismo papel escribe otras cosas y se lo entrega), Si puede conseguirle una bolsa de sangre, extenderíamos su posibilidades de recuperación, pero en caso de que no logre hacerlo, esos medicamentos nos darán más tiempo. Y lo más importante es procurar que la herida no se infecte.
Guardia: Los medicamentos sí los puedo tener y revisaré la herida, pero aquí lo quieren muerto y yo no quisiera exponerme.
Dany: ¡Haga lo que pueda!
Alejandro: Dany, por favor, no...
Dany sale de la enfermería sin permitirse escuchar a su esposo. Él sigue intentando levantarse, pero el guardia se apresura a buscar el primer medicamento que ella le escribiera en la tarjeta y enseguida vuelve con él para sedarlo.
Antes de irse del reclusorio, Dany indagó sobre un lugar en donde pudiera conseguir documentos falsos. De las personas que iban de visita, dos jóvenes le ofrecieron decirle, si cooperaba con quinientos pesos. Dany se los entregó sin vacilar y ellos le dieron la dirección de un hombre que tendría los papeles en tan sólo una hora.
El barrio al que llegó era lúgubre y sucio, pero con determinación tocó a la puerta. Un hombre viejo la recibió y tal como habían dicho los jóvenes. El sujeto tuvo lista una identificación falsa en un hora.
Con ella en su poder, Dany sacó los documentos y tomó un vuelo al D. F.
Casa en los límites de Villahermosa:
La oscuridad había llegado más pronto de lo que Paula hubiera querido. El ruido que hacían los hombres afuera de la casa, era atemorizante. Sus risas y sus voces pastosas no auguraban nada bueno y el temor a lo que le hicieran crecía a cada minuto.
Un hombre flaco y mal vestido entra a la casa e inspecciona a cada uno de los que se encuentran ahí. Cuando la ve sonríe cínicamente y se le acerca a grandes zancadas para tomarla del brazo. Paula intenta soltarse, pero el hombre le tuerce el brazo hacia atrás y ella deja de resistirse. Él comienza a pasar sus manos por su pecho de forma lasciva y acerca su rostro a su oído para lamerlo.
El asco que le produce aquél hombre, hace que llore de rabia y vergüenza. Eso enfurece al tipo y de un tirón le rompe la blusa, dejando a la vista su brasier.
Hombre: ¡Tranquila muchacha!, te aseguro que lo disfrutaras, pero si te pones necia, no seré amable.
AP: ¡No lo haga, por favor!, tengo dos hijos y...
Hombre: Eso no me importa... ¡Es más!, hasta nos conviene por todo lo que pensamos hacerte.
Paula se asusta terriblemente y sin importarle el dolor, vuelve a jalonearse. El hombre enfurecido le suelta un golpe que le abre el labio y al soltarla, ella cae bruscamente al piso, sin embargo el castigo no parece ser suficiente para el sujeto, que se aproxima para patearla, pero antes de que lo haga, Cynthia le habla.
Hombre: ¿Qué quieres mujerzuela?... ¿acaso deseas ayudarla?
Cynthia: Claro que no... Esa mujer destruyó mi vida y lo que más me gustaría es ver que pague por ello, pero también me encantaría que mi hermano la vea sufrir y si se te pasa la mano, la puedes matar antes de que venga y me parece que a James Clayton no lo hará feliz que le quites el privilegio de su venganza... ¿o tú qué opinas?
El hombre se tensa y se aleja de Paula, pero mira con intensidad a Cynthia.
Hombre: Tienes razón mujerzuela... yo no le pondré la mano encima, pero no creo que mis compañeros opinen lo mismo... Han estado drogándose y tienen necesidades que no desaparecerán por la amenaza del jefe.
Cynthia mira a Ricardo que aún está inconsciente y le acaricia el cabello antes de depositarlo en el piso.
Cynthia: (se levanta y camina hacia el hombre), Entonces tendré que ayudarlos con esas necesidades.
Hombre: Ahora están más salvajes que antier, mujerzuela... ¿crees que puedas aguantar?
Cynthia: (sonríe), Por supuesto... sabes que el salvajismo me excita mucho.
El hombre la toma del brazo y ambos salen de la casa. Paula se queda ida por un largo rato, pero cuando es consciente de lo que sucede, se incorpora y se arrastra por el suelo, sin embargo los horribles sonidos que escucha afuera la obligan a cubrir sus oídos con las manos... Su cuerpo tiembla y su llanto es incontrolable. Como último recurso para escapar de las atrocidades que oía, va con Ricardo y lo abraza con todas sus fuerzas.
Hotel - Villahermosa:
Raúl abre la puerta de un pequeño cuarto y le da el paso a Rogelio. Éste entra y se encuentra con tres hombres acostados en un sofá cama, (Adrián, Pablo y José). Al ver al recién llegado, los dos gemelos se levantan y sacan sus armas, pero Raúl les ordena que las bajen, a la vez que les explica que es hermano de Cynthia y el motivo por el que está ahí. Luego, Raúl le ofrece una comida ligera, pero en el momento en que iba a empezar a comer, César entra y con desesperación llama a sus cuatro compañeros.
Raúl: ¿Qué rayos te pasa?
César: James Clayton dejó a una mujer en la casa donde está la señora Cynthia. No sé quién será, pero escuché decir que Rogelio Montero pagará con ella lo que le hicieron a una tal Helena.
Rogelio se levanta de un tirón y zarandea a César para que le diga cómo es la mujer que llevaron a la casa. César no quería responderle, pero Raúl le exige que haga lo que le piden y mientras describe a la mujer, el rostro de Rogelio se torna cada vez más pálido.
Raúl: ¿Sabe de quién se trata, señor?
R: Sí, (se toma la cabeza con las manos), ¡Dios, no!, ¡ese maldito secuestró a mi esposa!
Desesperado golpea la mesa y camina por el todo el cuarto aventando cualquier objeto que se cruce en su camino. Raúl lo sujeta antes de que arroje una taza sobre sus otros compañeros.
Adrián: ¡No tiene derecho a molestarse!... Ustedes tuvieron la culpa por andar ocultando la identidad de James Clayton.
Raúl: (lo mira duramente), ¡Guarda silencio!, (a Rogelio), señor, trate de calmarse.
R: (se suelta y lo empuja), ¿Y cómo carambas piensas que me voy a tranquilizar, si ese desgraciado tiene a mi mujer en sus manos?, (saca la pistola para revisarla y se la vuelve a guardar).
Raúl: ¿Qué es lo que planea hacer?
R: ¿No es obvio?... voy a ir a rescatar a mi familia.
Raúl: Ya le había dicho que el lugar está bien vigilado. Si va, únicamente servirá para que James termine con todos ustedes.
R: No me pienso quedar aquí, mientras ese maldito los lastima.
Raúl: Deme un poco de...
R: (grita), No perderé más tiempo, (abre la puerta), ¡Voy a sacarlos de ahí!
César: ¡Espere hombre!, no es necesario que vaya solo, (a Raúl), ya vi nuestra oportunidad de ir por la señora.
Rogelio se detiene y cierra la puerta. Los gemelos, José y Raúl se acercan a César.
José: ¿Finalmente está despejado?
César: No exactamente... Hay cinco tipos cuidando la casa. James se llevó a los demás para buscar a éste hombre, (señala a Rogelio), o al menos eso escuché cuando les gritaba a sus matones.
Pablo: Si se fue a buscarlo, significa que no sabe que está con nosotros y mucho menos nuestra localización.
Adrian: Cinco contra cinco es una oportunidad perfecta, ¿verdad Raúl?
Raúl: (a César), ¿Estás seguro que no te vieron venir aquí?
César: Soy muy cuidadoso y como la casa está rodeada de árboles, me he mantenido escondido entre ellos. Todo lo que escuché lo hice porque James gritaba como loco. Además estuve esperando a regresarme por más de ocho horas. Cuando vi que los matones empezaban a tomar y a drogarse, me vine corriendo a avisarles y en ninguna parte de la carretera distinguí las camionetas que estaban aparcadas como otros días. Eso quiere decir que James Clayton está desesperado por encontrar a éste hombre y usará a todos sus matones con tal de dar con él.
Adrián: ¡Ves Raúl!, hay que aprovechar que no están todos.
Raúl: Es que no será sencillo sacar ilesas a tres personas.
José: Nosotros sólo tenemos que sacar ilesa a una persona, Raúl. De los otros no tenemos qué preocuparnos.
R: (alterado), ¿Cómo carambas no?... Estás hablando de mi mujer y mi concuño, idiota.
José: Sí pero ellos no son nuestra responsabilidad.
Rogelio trata de golpearlo, pero Raúl lo detiene y ordena que Adrián calme a José.
Raúl: Vamos a sacarlos a todos... Es lo que el señor Mendoza habría querido, ¿entendieron?, (los otros tres asienten, pero José bufa)... Ahora tenemos que ponernos de acuerdo sobre la forma en que sorprenderemos a esos asesinos... señor Montero, ¿cree que si lo suelto, será capaz de mantenerse tranquilo, o me forzará a dejarlo a merced de mis camaradas?
R: La tranquilidad no la tendré hasta que mi familia se encuentre a salvo, pero por el momento puedo intentar no matar a ese estúpido, (señala a José), siempre y cuando no vuelva a hablar así de ellos.
Raúl: Él no volverá a decir estupideces, se lo aseguro, (lo suelta), señores, vamos a planear un rescate, ¿están de acuerdo?
Todos asienten nuevamente, (José a la fuerza), y comienzan a dar ideas, y una vez aprobadas, se alistan y salen del cuarto para llevarlas a cabo.
Casa en los límites de Villahermosa:
Las atrocidades cesaron después de cuatro horas, (cuando los hombres se quedaron profundamente dormidos)... El dolor que Cynthia tenía en el cuerpo era intenso, pero el asco de tener sobre ella a un hombre pestilente era más grande, y aunque deseaba quitárselo rápidamente, se obligó a deslizarse cuidadosamente lejos de él. Liberada buscó la poca ropa que le quedaba y se la puso... La escasa luz que proveía de las lámparas le permitieron ubicar las armas que los hombres dejaron descuidadamente en el capote de la camioneta. Con piernas temblorosas se acerca y toma una pistola y un cuchillo. Lentamente regresa a la casa, pero antes de entrar, recoge una camisa de uno de los asquerosos hombres y dirigiéndose al que más la lastimó, se la coloca sobre la boca al tiempo que hundía en su pecho la afilada hoja del cuchillo. El hombre se retorcía e intentaba gritar, pero la fuerza de Cynthia era superior gracias que en ese momento su mente cuerda había desaparecido... El hombre finalmente exhala y ella observa detenidamente a los otros cuatro y al ver lo tranquilos que estaban, se dice que no se conformará con la muerte de uno, así que haciendo el menor ruido posible, hace lo mismo con tres de ellos, pero cuando iba por el cuarto, éste despierta y se aleja lo más rápido que le permite su estado. El hombre quiso tomar un arma, sin embargo Cynthia le dispara en la pierna y para escapar de una muerte segura, sube a la camioneta y se va en busca de ayuda.
El sonido de los disparos sobresalta a Paula y al escuchar que alguien estaba por entrar, arrastra a Ricardo a una esquina de la casa y se hace un ovillo junto con él. El aire frío le calaba los huesos y el miedo a esos hombres le impedían percibir que los pasos de la persona eran suaves y al sentir que le tocaban el hombro, finalmente reaccionó e intentó golpear a su atacante, pero una fina mano se la sujeta con fuerza y Paula abre los ojos desconcertada porque esa mano no era de un hombre.
Cynthia: ¡Eres una estúpida!... ¿acaso creíste que por esconderte en una esquina, ibas a escapar de ellos?
AP: ¡Gracias a Dios que estás bien Cynthia!, (la recorre con la mirada y ve golpes en la parte de la cara que no está quemada y que la rasgada tela de lo que alguna vez fue su uniforme de reclusa apenas y le cubría los pechos... Sin poder evitarlo se pone a llorar), ¡lo siento!, esto te lo hicieron por culpa mía.
Cynthia: Déjate de disculpas tontas y mejor apúrate a despertar a Ricardo... No tenemos mucho tiempo.
AP: (¿?), ¿Qué quieres decir?, (intenta oír las voces de los hombres, pero sólo hay silencio), ¿qué pasó con esos infelices?
Cynthia: Cuatro están donde deben estar, pero se me escapó uno y lo más probable es que fue a avisarle a James Clayton, por eso te digo que despiertes a Ricardo... Tienen que salir de aquí antes de que vengan y si no está consciente tendrías que cargarlo y eso te convertiría en una presa fácil.
AP: ¿Por qué hablas como si sólo nos fuéramos a ir Ricardo y yo?... Cynthia, ¿no me digas que piensas quedarte aquí?
Cynthia: (se acomoda en un extremo de la pared y estira la mano para revisar que Ricardo ya no tenga fiebre), No puedo correr... me duelen mucho las piernas y ya de por sí cargar con Ricardo te hará lenta, si voy con ustedes será peor.
AP: ¡No voy a dejarte con esos bárbaros!... Cynthia, no quiero que te vuelvan a lastimar.
Cynthia: (encoge sus piernas y las sostiene con sus brazos), Estoy bien, aunque estaría mejor si pudiera darme un baño... Lo que en realidad me lastima, es el haber traicionado a Luis.
AP: ¿Luis?... ¿hablas del doctor Mendoza?, (Cynthia asiente y Paula se coloca junto a ella), Él sabe que no deseaste que te hicieran esas cosas.
Cynthia: Solamente lo besé una vez, pero un beso fue suficiente para que mis labios quedaran marcados por él... Las dos noches que estuve con esos hombres, les entregué todo excepto mis labios... ¿crees que Luis me perdone lo que hice?
AP: No hiciste nada malo, al contrario, me salvaste a mí y a Ricardo.
Cynthia: No fue por ustedes, fue por Luis... Quiero verlo el día que deje este mundo, pero mis pecados son muy grandes y tal vez no consiga cumplir mi deseo.
AP: Lo vas a ver cuando llegue el momento, pero eso será dentro de muchos años, (se vuelve a acercar a Ricardo), ahora tenemos que ir con Rogelio.
Paula le habla a Ricardo y le da palmaditas en la cara. Él abre los ojos, pero tarda en enfocar a Paula, y cuando lo hace, se incorpora con cierta dificultad.
Ricardo: ¿Qué haces aquí Ana Paula?... no me digas que el maldito de James también te secuestro.
AP: Fui una idiota al haber permitido que ese monstruo me atrapara.
Ricardo: Yo también caí y lo mío fue verdaderamente tonto, así que no te apenes, (mira a Cynthia y se le acerca), ¿cómo estás?, (la observa bien y enseguida se quita la camisa para cubrirla, quedando él en camisa interior), ¡perdón!, soy un maldito estorbo... ni siquiera pude impedir que te tocaran.
Cynthia: Fue voluntario, así que no te culpes.
Ricardo: Lo hiciste para que me dieran de comer... lo sé porque escuchaba, pero enseguida perdía el conocimiento... soy un cobarde y un estorbo.
Cynthia: (con su mano le toca el costado y él se retuerce), ellos son los cobardes porque te atacaron en grupo... otro poco y te matan entre todos.
Paula levanta la camisa de Ricardo y se encuentra con varios golpes en la espalda y el abdomen. Estaban negros y con un leve tacto se da cuenta de que tenía rota las costillas.
AP: Sólo te pegaron en el cuerpo, por eso no noté lo mal que estabas.
Ricardo: Estoy bien cuñada, (de pronto se tensa y la sujeta de los brazos), ¿cómo está Vane y mi hijo?, por favor, dime que ese maldito no les hizo daño.
AP: ¡Tranquilo Ricardo!... El bebé está recuperándose y Vanesa está... (suspira), sigue en coma, pero tenemos la esperanza de que despierte pronto.
Ricardo afloja su agarré e intenta sonreír... Paula le da un apretón a su mano para reconfortarlo.
Cynthia: No quisiera interrumpir su reunión familiar, pero si no se dan prisa en escapar, esos hombres volverán y ésta vez no serán condescendientes con ninguno.
Por fin Ricardo se da cuenta de que la puerta está abierta y con dificultad se asoma y encuentra los cuerpos de los cuatro hombres con marcas de haber muerto por una herida en el pecho. Con la misma dificultad regresa con ellas y les indica que se levanten para poder irse. Paula se pone de pie, pero Cynthia no lo hace. Ricardo se agacha para ayudarla, sin embargo ella lo manotea.
Cynthia: Dos heridos es aceptable, pero tres convierte esto en un escape suicida.
Ricardo: ¿Tres?, (Paula da un paso, pero lo hace cojeando debido a su tobillo).
AP: Se me torció cuando James me tiro al suelo.
Ricardo: Pues no me importa, iremos los tres o nos quedamos los tres.
Cynthia: Tienes que sacarla de aquí. Si se queda sabes que le harán cosas horribles y en ella no será voluntario... ¿te parece justo hacerla pasar por ese horror?
Ricardo: Pero...
Cynthia: Yo estaré bien. No hay nada que sea peor de lo que ya me han hecho y ambos sabemos que James no me matará porque quiere vengarse de mi hermano... por favor, aléjala de esos bastardos.
AP: No me iré... Si tú pudiste soportarlos, también yo lo haré. Además sé que Rogelio vendrá pronto por nosotros.
Ricardo: (se pone frente a ella), Él vendrá, pero Cynthia tiene razón... James no sabe que sus hombres son violadores, de otra manera no las hubiera dejado con ellos, pero no creo que te defienda cuando vean que sus amigos están muertos... No es tan estúpido como para impedirles que se desquiten contigo, porque si no te lo hacen pagar a ti, se lo cobrarán con él.
AP: Pero si Cynthia se queda, se desquitarán con ella.
Cynthia: ¿Haciéndome qué?... lo único que me falta es que me maten porque lo otro ya lo han hecho y sin necesidad de vengarse, y matarme está descartado porque James perdería al que podría ser el último cebo contra Rogelio.
Ricardo: Te llevaré hasta al camino que conduce a la carretera y ahí tendrás que pedir ayuda a cualquiera que pase, excepto a las camionetas oscuras. Mientras tanto yo regresaré por Cynthia, ¿estás de acuerdo?
Cynthia: ¡No se te vaya a ocurrir venir de nuevo!
Ricardo: (la ignora), ¿Qué dices cuñada?
AP: (no muy convencida),¡Está bien!, lo haremos de esa manera.
Ricardo: (va con Cynthia y la cubre con la delgada manta que ella le consiguiera), No me tardo hermanita, sé que eres fuerte y por eso me voy, pero no dudes de que Rogelio y yo vendremos por ti.
Cynthia: ¿Hermanita?, ¿acaso los golpes te dejaron loco?
Ricardo: Rogelio es como mi hermano y eso te convierte en mi hermana, (la abraza), ¡gracias!... sin tu ayuda hubiera muerto desde hace mucho.
Cynthia: (corresponde a su abrazo), ¿Podrías hacerme una promesa?
Ricardo: La que quieras, hermanita.
Cynthia: Cuida a Rogelio.
Ricardo: Lo haré... ambos lo cuidaremos.
Cynthia: Es cierto... ambos, (mira a Paula), no olvides lo que te dije una vez.
AP: (¿?), ¿Sobre qué?
Cynthia: Ya lo recordarás, ahora, tienen que irse.
Paula pasa un brazo por la cintura de Ricardo para ayudarlo con el dolor de sus costillas y así salen de la casa. Antes de abandonar el lugar, Ricardo toma un arma que estaba tirada en el suelo y sin perder más tiempo se alejan lo más rápido que sus heridas les permiten.
Carretera de Villahermosa:
Dos camionetas negras cruzaban a toda velocidad la carretera llevando consigo a los últimos diez hombres de la banda contratada por James... Durante el día se dedicaron a buscar a Rogelio por los caminos de Tuxtla, pero no tuvieron éxito de encontrarlo. James estaba furioso. Era imposible que Rogelio se hubiera escondido tan bien como para no dejar rastro y eso podía significar que contaba con alguien que lo estaba ayudando... Se encontraba muy metido en sus pensamientos, que no escuchó las sirenas policiacas que resonaban por el camino. El hombre que iba manejando la camioneta, aumento la velocidad en un intento por perder a las patrullas. La camioneta de adelante frenó intempestivamente y debido a que la de ellos iba demasiado rápido, no se detuvo a tiempo para no impactarse con ella. Los tres hombres que estaban con James, tomaron sus armas y bajaron para escapar. Él se cubría detrás de ellos, pero cuando comenzaron los disparos, se aventó al suelo y se arrastró fuera del camino y huyo como el cobarde que era... Unos policías fueron tras él, pero para la suerte de James, cuatro de sus hombres llegaron a ayudarlo y unos metros adelante se topó con la camioneta del hombre que escapara de la casa y subiendo al vehículo junto con los otros cuatro, le ordenó al hombre que diera la vuelta. El rechinido de las llantas al virar puso en alerta a los demás policías, pero el caos desatado por los otros vándalos, les impidió
detenerlos. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos. James cuestionó al hombre el motivo por el que no estaba en la casa y éste le explicó lo que había pasado... Irse del país hubiera sido lo más sensato, pero él deseaba venganza y ofreciendo el triple de lo acordado, consiguió que los hombres accedieran a regresar a la casa.
La ira se incrementó al ver lo que pasó y más al dase cuenta de que Ricardo y Paula habían escapado... Sin poder controlarse, levantó a Cynthia del suelo, pero la soltó enseguida al ver las condiciones en las que la dejaron sus hombres.
James: ¿Qué demonios te pasó?
Cynthia: ¡Ahora me vas a decir que tú no permitiste que tus hombres saciaran sus instintos con nosotras!
James: (mira a los dos hombres que entraron con él), ¿Desde cuándo hacían esto?
Hombre 1: (nervioso), Usted no dijo que no podíamos divertirnos.
James: (saca su arma y le apunta), ¡Les pagaba bastante bien por mantenerlos vigilados, pero nunca dije que tuvieran el derecho de violar mujeres!
Hombre 2: (también saca su arma y lo amenaza), Pero sí podíamos matarlas, ¿no señor?
James: Las traje para que el maldito de Rogelio sufriera antes de matarlo yo mismo... sólo eso.
Hombre 1: ¡Calma, señor!, únicamente se lo hicimos a la loca, y no la obligamos... ella se ofreció para que le diéramos mantas y comida al otro tipo, y ésta última vez, fue para que no tocáramos a la señora de Montero... Además, la muy maldita mató a mis amigos, ¿no cree que eso estuvo peor?
James: (apretó los dientes y guardo el arma), ¡Salgan!, voy a hacer el traspaso del dinero del rancho para pagarles lo ofrecido, pero quiero tener privacidad.
Hombre 2: ¡Está bien!, pero ¿no va matarla por lo que hizo?
James: (grita), ¡Que salgan maldita sea!
Hombre 2: ¡Lo haremos!, pero no crea que podrá seguir tratándonos mal... Si nos cansa, nos deshacemos de usted.
James: ¡Háganlo y con eso se olvidan del dinero!... no le tengo miedo a la muerte, así que no les servirá de nada amenazarme, pero sí perderán mucho si no consiguen dinero para huir.
Los hombres salen refunfuñando y James se pone de cuclillas frente a Cynthia y la mira de una forma que ella no sabe interpretar.
Cynthia: ¿Y ahora que sigue?... ¿vas a robar lo último que tiene mi familia y luego escaparás?
James: Voy a robar lo que pertenece al rancho, pero no pienso irme sin antes vengarme de Rogelio.
James llama de su celular al banco para hacer la transferencia, pero le informan que no pueden hacerla porque Ana Paula de Montero, ordenó que el dinero de la cuenta no fuera retirado a menos de que ella lo solicitara, porque al parecer le estaban robando... El encargado le empezó a hacer más preguntas y eso lo puso en alerta y colgó... Su silencio y tranquilidad eran engañosos y Cynthia se río de él.
Cynthia: Al parecer la idiota de Paula, resultó no serlo tanto ¿verdad?
James: Con respecto al dinero, no... pero ella y todos los Montero son estúpidos para lo demás.
Cynthia: Sin dinero estás perdido... Esos hombres no aceptarán trabajar gratis... Como ves, Paula no es estúpida.
James: (sonríe), ¿Cuánto crees que pudo correr con un hombre herido?
Cynthia: (se tensa), ¡Lo suficiente para pedir ayuda!
James: No, mi loca señora... Ricardo estaba muy mal y su peso es mucho mayor que el de ella. Dudo que hayan avanzado lo suficiente como para llegar a la carretera, (se levanta), ¡espera y verás como la regreso!
James sale de la casa para ordenarle a sus hombres que buscaran a Paula, a lo que se negaron en un principio, pero después de que les explicara que una confirmación telefónica de parte de ella, liberaría el dinero, tres se pusieron en marcha. Por su parte, James dio la vuelta a la casa y se escondió en un matorral y dejó al frente a los otros dos hombres para que hicieran guardia.
Paula y Ricardo caminaban por una pradera. Para su mala suerte, no contaban con la protección de los árboles y aún les faltaba mucho para llegar a la carretera... Ricardo tropezaba todo el tiempo y en consecuencia, Paula también lo hacía... Él estaba desesperado por no ser capaz de aguantar el dolor de sus costillas, sin embargo ella entendía su situación y no le reclamaba nada, pero la octava vez que cayó, Ricardo se negó a levantarse.
AP: ¡Levante Ricardo!, si nos quedamos aquí, esos hombres nos van a encontrar, y con lo que pasó con sus compañeros, seguro nos torturarán antes de matarnos.
Ricardo: (se le dificulta respirar), ¡Ya no me quedan fuerzas para caminar cuñada!... lo mejor será que te vayas sola.
AP: ¡No lo haré!... tú dijiste que todos o ninguno, así que no pienses que puedes cambiar tus propias reglas.
Ricardo: ¡Cuñada!, si vamos los dos, nos van a alcanzar y nadie sabrá dónde estamos, pero si tú vas a buscar ayuda, tal vez lleguen antes de que nos maten.
AP: Pero es que...
Ricardo: Sabes mejor que yo, que no lograrás llegar a la carretera si continúas soportando mi peso, pero además hay una persona en la que no estás pensando y es en Rogelio... James pudo haberlo citado en la casa y si él se aparece en ese lugar, será hombre muerto... ¿eso es lo que quieres?
AP: Oíste que se escapó, (él asiente).
Ricardo: No tengo idea de lo que pudo pasar como para que quiera vengarse de Rogelio, pero sí sé que nada lo va a detener ahora que desea matarlo.
Paula miraba el camino que faltaba para la carretera mientras intentaba encontrar una salida que favoreciera a todos, sin embargo estaba muy consciente de que Ricardo tenía razón. Con pesar se incorpora y manteniendo en su mente el bienestar de su esposo, se va caminando sin mirar a Ricardo, ya que si lo hacía, regresaría con él.
Cuando se siente con fuerzas, corre lo más aprisa que su pierna lastimada le permite.
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