CAPÍTULO 6
En una carretera que lleva Tuxtla, viajan dos soñolientos. Su brillante idea de pasar una noche diferente les había valido una de las experiencias más cansadas de su vida. Paula quería saber lo que era tener un bebé en el cuarto durmiendo con ellos. Se imaginaba que sería una de las noches más bonitas y tranquilas, y podría ver una faceta de su amado esposo que le falta por conocer. Pero no contaba que Mary tiene el sueño ligero y cualquier cosa la despertaba, y si no era eso, estaba el pañal, el biberón, lo chípil, y cuanta cosa se presentara. Y por eso ahora se encontraban en el asiento trasero durmiendo, recargados uno en el otro (Paula más cómoda que el pobre de Rogelio, que la tenía casi totalmente encima de él).
Unas horas más tarde, en la entrada del Hotel de Tuxtla.
Pancho: (moviéndolo para que despierte), ¡Patrón!, ¡Patrón!
R: (medio dormido), ¿Qué quieres Pancho?, ¿no ves que estamos durmiendo?, (se trata de acomodar mejor, y la cabeza de Paula se resbala de su hombro).
AP: (con los ojos cerrados), Rogelio no te estés moviendo tanto que no me dejas dormir, (coloca su cabeza en el pecho de su esposo).
Pancho no sabe qué hacer, su patrón no parece querer despertarse y piensa que de insistir, capaz que le grita. Espera un poco y se pasa del otro lado para decirle a su patrona que habían llegado.
Pancho: (tocando su brazo), ¡Patrona!, ¡Patrona!
AP: (bufando), ¿Qué quieres Pancho?
Pancho: Patrona, es que ya llegamos a Tuxtla.
AP: (abre los ojos y se incorpora), Ese Rogelio me las va a pagar, ¿por qué no me despertó?
Pancho: Pues porque él aún sigue dormido Patrona, (señalando al susodicho).
Paula gira su cabeza y ve a su marido. De momento se le ocurre algo y manda a Pancho a pedir los cuartos. En cuanto se fue, cierra la puerta de la camioneta y se acuesta nuevamente sobre su esposo. Lo mira primero y luego lo comienza a besar desde el pecho, hasta llegar a su cuello. Rogelio empezaba a sentir los besos que su mujer le estaba proporcionando e instintivamente toma su cara con sus manos y la guía hasta sus labios. Se besan con una pasión poco común, puesto que la mayoría de las veces son más tiernos. Estaban comenzando a acalorarse, así que Paula al darse cuenta de eso, va disminuyendo lentamente el beso y se levanta. Rogelio no entiende el motivo del por qué se detuvo, hasta que observa bien el lugar donde se encuentran, mira a Paula que está sonriéndole y se acomoda en el asiento.
R: (poniéndose su sobrero), Con un zarandeo hubiera sido suficiente.
AP: (conteniendo una risa), Agradece que fuera yo quien te despertara así, Pancho estaba más que puesto para hacerlo.
R: (acercándose al rostro de su esposa), Ta bueno, pero has escuchado el dicho "la venganza es dulce".
AP: (sintiendo sus labios), Sí, pero sé que no lo pondrás en práctica.
La mano de él se abre paso por la blusa de ella y se desliza por su vientre comenzando a subirla poco a poco. Paula volvía a sentir esas sensaciones tan placenteras que cierra los ojos dejándose llevar, trata de besar a su marido, pero de pronto siente que él se aleja.
R: Paula, te recomiendo que te abroches la blusa porque Pancho está por llegar.
Apunta con el dedo hacia la ventana de la camioneta y Paula siguiéndolo ve a Pancho caminando hacia ellos. Rápidamente se abotona la blusa y le da un golpe a Rogelio en el estómago.
R: (retorciéndose de dolor, pero riendo a la vez), ¡Oye!, ¿por qué me golpeas?, Yo solo hice lo mismo que tú.
AP: (fingiendo enojo). Ésta si me la pagas Rogelio. Dime haber si vuelves a tener una noche conmigo.
R: (la abraza y le da un beso en la mejilla), No te enojes amor, verás como hago méritos para que me perdones.
AP: Pues tendrán que ser muchos señor Montero.
Rogelio solo se ríe.
Cuando llega Pancho, ayuda a Rogelio a descender de la camioneta, luego lleva las maletas a las habitaciones y después de dejarlas se retira al lobby a esperar a su patrón, porque le dijo que saldrían de nuevo en cuanto acomodaran las cosas.
Habiendo terminado de meter las unas cuantas mudas en los cajones, Paula se sienta en un sillón frente a Rogelio.
AP: ¿Y a dónde vas a ir Rogelio, si acabamos de llegar?
R: Es por un asunto de interés común.
AP: ¿?
R: (le toma las manos), Amor! es una sorpresa, ¿recuerdas que te dije en la camioneta que haría méritos por lo de la broma?
AP: Sí, ¿pero a esta hora?
R: ¿Acaso te sientes cansada todavía?, ¿quieres que nos acostemos temprano a dormir?
AP: Ya no estoy cansada, ¿se te olvida que pasamos bastante tiempo durmiendo?, pues por eso no creo que pueda dormirme tan pronto.
R: Mucho mejor!, porque yo estoy igual. (Besando su nariz), Así que por favor, mi hermosa esposa, espéreme aquí un ratito, ¿sí?
AP: Esta bien amor, pero no te tardes.
R: (se dirige a la puerta y la abre para salir, pero vuelve a mirar a Paula), Te amo.
AP: Y yo a ti mi amor.
Rogelio se retira y Paula se sienta en el borde de la cama. Mientras esperaba que regresara, pensaba en cuánto amaba a su esposo, pues no llevaban ni diez minutos separados y ya sentía que le hacía falta y eso le preocupaba, porque se estaba volviendo dependiente a su presencia. Las tres horas que esperó se le hicieron una eternidad, y pensaba en hablarle para saber si estaba bien, pero cuando iba a tomar el teléfono del buró, tocaron a la puerta. Abre y una de las recamareras le entrega dos cajas (una larga, y la otra chica), y se retira sin decir una sola palabra. Intrigada las lleva a la cama y ve que en una de las cajas hay una tarjeta, la toma y la lee.
Paula, mi amor.
Espero que la primer parte de mi sorpresa te guste. En cuanto estés lista baja, en la entrada estará un vehículo que te llevará conmigo.
Del hombre que te ama más que a su vida.
Rogelio Montero
Paula estaba muy emocionada con esas palabras, enseguida abrió la caja más larga y en ella encontró un vestido muy elegante, después abrió la otra y en ésta se encontraban las zapatillas que hacían juego. Se vistió lo más rápido que pudo y se maquilló solo un poco (Rogelio le decía que le gustaba mucho más al natural), y cuando terminó, fue a mirarse en un espejo de cuerpo completo para ver si la imagen que había sería del agrado de su esposo.
El vestido era de tono perlado, ceñido en la parte de arriba hasta un poco más abajo de la cadera; a partir de ahí la falda era más suelta y llegaba a los tobillos; tenía una abertura en ambos lados de las piernas, sobre los muslos un fondo de holanes; llevaba los hombros y brazos descubiertos, el escote era en forma de corazón y cubría levemente el pecho con dos tirantes entrecruzados y detenidos por el cuello en forma de collar, las zapatillas eran de tacón no muy alto con dos correas gruesas alrededor de la parte central del pie y del mismo tono que el vestido, traía el cabello suelto pero le dio un poco más de volumen y a pesar de no maquillarse demasiado se veía con mucha luz en el rostro, para finalizar, un bolso pequeño color marfil.
Satisfecha con el resultado, sale del cuarto y baja muy nerviosa y emocionada a la vez. Ya afuera del Hotel solo ve una limusina blanca, pero no piensa que ese sea el vehículo que le mandara Rogelio, hasta que Pancho desciende de la limusina y le abre la puerta, ella enseguida sube. Pancho regresa a su sitio y arranca.
AP: Pancho, ¿en dónde nos está esperando Rogelio?
Pancho: En cuanto lleguemos lo verá señora Montero.
Paula estaba extrañamente nerviosa, pues no se podía imaginar que había preparado su esposo y Pancho no estaba siendo muy cooperativo. La ansiedad la estaba matando, pero de repente vio como entraban a un parque, y conforme iba pasando la limusina, los árboles encendían con luces de color dorado, llegaron hasta el lago, pero no pudo ver bien porque no había luz en esa parte. Pancho se baja y le abre la puerta, ella desciende y camina unos cuantos pasos tratando de acercarse al lago, pero se detiene y voltea hacia atrás porque escucha el motor del auto y ve como este se va dejándola completamente sola. A estas alturas, pensaba que era una broma más de su "querido esposo", y decidió regresar por el camino por donde llegó, cuando unas luces se prendieron dejando ver el lago y frente a ella un barco mediano de color blanco, y en donde se encontraba la persona que con tanto anhelo esperaba ver. Rogelio (que estaba vestido con un traje negro muy elegante, camisa blanca, corbata marrón, y sin sombrero), le indica con la mano que se acerque y ella inmediatamente lo hace, uno de los barqueros la ayuda a subir y en cuanto está cerca de su esposo le sonríe y se sienta en sus piernas para abrazarlo con todas las fuerzas que tiene.
R: Sorpresa dos Paula, ¿te gusta?
AP: (sollozos)
R: (que no entiende el ¿por qué?), Paula mi amor, ¿estás llorando?
AP: (sin contestarle, solo aumenta la fuerza de su abrazo).
R: Paula, ¿pero que tienes?, (), Paula, no es por nada pero creo que ya me empieza a faltar el aire.
Hasta que lo escuchó decir eso, deja de abrazarlo y se acomoda de forma que Rogelio no vea su rostro mientras trata de quitar las lágrimas con el dorso de su mano.
AP: Discúlpame Rogelio, no fue mi intensión.
R: (con su mano la hace que lo vea), No te tienes por qué disculpar Paula, ¿pero dime?, ¿por qué llorabas?
AP: (tomándole el rostro con las manos), Es que me siento muy feliz mi amor.
R: ¿No crees qué es un poco contradictorio lo que me dices, a lo que estoy viendo?
Paula lo besa de forma más profunda y acaricia su cabello.
AP: (separándose un poco), ¿ahora me crees?
R: (recargando su cabeza en la frente de ella), Pues no tanto!, tal vez si me das otro termine por hacerlo.
Paula lo iba a besar de nuevo, cuando de reojo pudo ver a los barqueros parados en la proa del barco mirándolos divertidamente.
AP: Creo que no se va a poder por ahora mi amor (con la cabeza le indica a los dos espectadores).
R: Me lleva!, (volteando hacia ella y hablando en su oído), pero no creas que te me escapas, esta es la segunda sorpresa, pero me falta mostrarte la tercera.
AP: ¿Y cuál es la tercera?
R: No seas ansiosa, más tarde te la muestro. Ahora!, quiero que veas que hermoso lago tenemos alrededor.
Rogelio les indica a los barqueros que pueden comenzar a navegar por el lago, que aunque no era tan extenso como los de Monte Bello, les proporcionaba una vista muy bonita, pues él había pedido que alrededor, se colocaran lámparas de distintos colores para dar la impresión de un arcoíris, también dispuso una mesa redonda para dos personas y una silla de corte antiguo, la mesa tenía una vela que aunque no era necesaria por toda la luz que había, quería darle un toque más romántico, para terminar, del pequeño camarote sale un hombre con una guitarra cantando la canción que Paula una vez le cantara a Rogelio. Eso hizo que las lágrimas volvieran a aparecer en los ojos de ella, y sin importarle que la estuvieran viendo, besa a su esposo con la pasión con la que lo había hecho en la camioneta. Él tratando de controlar sus emociones y las de ella, la separa muy a su pesar, porque si no lo hacía, lo más seguro sería que la pusiera en una situación muy incómoda.
R: Paula, perdóname amor, pero recuerda que no estamos solos.
AP: (bastante sonrojada), Tienes razón Rogelio, perdóname, pero es que sabes que soy muy sentimental con estas cosas y no puedo evitar que mis impulsos sean más fuertes que mi cordura.
R: Dímelo a mí. Van dos veces en el día que me pones bastante ansioso y eso que solo me has besado los labios.
AP: (él se acerca a decir algo en su oído que hace que su sonrojo sea más fuerte), Rogelio, ¡te estás descarando bastante! No se supone que eres el graaan señor Montero que se mantiene ecuánime en cualquier situación.
R: (riéndose), ¡Era el más ecuánime del mundo!, hasta que llegaste tú. Yo no tengo la culpa de que seas tan hermosa y apetecible.
AP: (ya más serena), es cierto, soy muy hermosa, pero usted es el apetecible (le muerde el lóbulo de la oreja).
Se levanta y va hacia la mesa para sentarse, dejando a Rogelio sorprendido por lo que acaba de decir, él estaba seguro que le habló sin titubear y calmada, cosa que no creía que ella pudiera hacer, si hasta hace una semana, se moría de la vergüenza por decirle algo menos directo que eso.
AP: (mirándolo divertida), Señor Montero, ¿le pasa algo?, recuerde que me debe la tercer sorpresa y estoy segura que no me la vas a dar en el barco, ¿o sí?
Cero y van tres, esto ya lo estaba haciendo pensar que quizás ella estuvo tomando alcohol antes de ir a su encuentro o tal vez fue él, y ya no se acordaba.
R: Claro que no!, pero antes vamos a cenar que me estoy muriendo de hambre.
Una mesera que también estaba en el camarote, salió a servir una cena ligera, y dejó en un lado un carrito con champan. Cuando estaban brindando Rogelio le dice lo que venía pensando desde que la vio en el momento que las luces se encendieron.
R: ¿Sabes que hoy estás mucho más hermosa que nunca?
AP: Me imaginé que era así en cuanto vi como me mirabas. Pero tú no te quedas atrás, con esa ropa me dejaste impresionada, nunca te había visto vestirte de ese modo, ni siquiera en nuestras bodas.
R: Pues lo que pasa es que es bastante incómodo andar de catrín (jalándose la corbata), ¿no sé como muchos pueden soportar tener esta correa en el cuello?
AP: (se estira y toma su mano para besarla), Pues me encantó verte vestido así, pero me gustas mucho más con el estilo que manejas, es que así me atraes de una forma que no tienes idea.
La cuarta; en definitiva Paula estaba muy desinhibida y no es que no le encantara verla actuar de esa forma, pero de seguir haciéndolo, juraba que no podría llevarla a ver la tercer sorpresa porque algo raro le venía pasando desde que lo beso en la camioneta que lo estaba descontrolando demasiado. Pero pensó que dos podían jugar el mismo juego.
R: Gracias por tu cumplido. Eso significa que te tengo muy satisfecha (pausa), en cuanto a mi forma de vestir.
AP: Así como yo te satisfago a ti (imitándolo), en cuanto a mi elegancia.
Paula se moría de los nervios cada vez que decía ese tipo de cosas, pero estaba decidida a verificar lo que venía dándole vuelta en la cabeza desde la tarde, además de que su esposo le debía una, y lo más importante, comenzaba a divertirse con la cara que ponía Rogelio y lo nervioso que estaba con cada insinuación que le hacía.
Habiendo terminado de comer y hacer un brindis por su felicidad, regresan al pequeño embarcadero para bajar del barco. Muy cerca los esperaba Pancho junto a la limusina, ya que como adivinó Paula, la tercera sorpresa no se la daría ahí. Ambos se suben y salen del parque para dirigirse a un centro habitacional de Tuxtla que no estaba muy concurrido (las casas se encontraban muy separadas), luego de un rato recorriendo algunas casas, la limusina se detuvo frente a la entrada de una con estilo similar a las casitas rústicas de las pinturas. Tenía un gran jardín y un pequeño camino que conducía a la puerta de la casa. Rogelio le pidió a Pancho que se regresara al Hotel y que pasara por ellos al día siguiente. En cuanto se hubo ido, guía a Paula hasta la casa y al entrar observa que no tiene ningún mueble.
AP: Rogelio, ¡no es que no aprecie el detalle de la casa!, pero, tengo una duda, ¿por qué no tiene muebles?
R: (toma su mano), Porque me gustaría que esta pequeña casa la decoremos juntos poco a poco cada vez que vengamos, porque traeremos desde nuestro hogar y el de nuestros hijos, algo que no queramos compartir con nadie, algo que sea solo nuestro, para de esa forma llenar este lugar con los recuerdos más bonitos e importantes de nuestras vidas y que ningún recuerdo malo tenga cabida en él. ¿Te parece que así lo hagamos?
AP: (se inclina hasta su rostro), Claro que sí mi amor!, es una idea maravillosa. Este lugar va ha ser nuestro verdadero corazón, en donde se encontrarán depositados todos los momentos más felices que tengamos.
R: Ahora déjame mostrarte el único mueble que hay en la casa, en el cuál deseo iniciar nuestro primer recuerdo.
Paula sigue a Rogelio hasta la única habitación de la casa. Cuando él le da el paso para entrar, y la luz se enciende para que la vea, mira a su esposo y le sonríe en forma aprobatoria. Así que se dirige a la cama y se sienta invitándolo para que se acerque. Rogelio (que se estaba volviendo un maestro en poder trasladarse de su medio de transporte hacia cualquier mueble), queda sentado al lado de ella, pero antes de que pudiera atraerla para besarla, Paula lo recuesta en la cama y lo besa con mucha pasión mientras le desabrocha el saco y la camisa, desata el nudo de la corbata, la jala y se la muestra riendo porque recordaba que le era incómodo usarla, él iba a decirle algo, pero ella no lo dejó pues volvió a besar sus labios y con sus manos acariciaba su cabello, de rato abandona su boca y le besa su oído mientras sus manos le hacen caricias a su pecho. Rogelio estaba extasiado por los besos y caricias que su esposa le estaba dando, aunque seguía preguntándose ¿qué la había hecho actuar así?, porque su dulce y tierna Paula no se encontraba en estos momentos con él. La mujer que ahora le daba placer era otra, pero admitía que le empezaba a agradar mucho esta Paula, pues desde la tarde le hizo experimentar una sensación que había olvidado que podía sentir y solo la tuvo antes de quedar paralítico. Paula seguía enfocada en el pecho de su esposo mientras pensaba ¿qué cómo era posible, que ella estuviera comportándose de esa manera?, si cuando trató de hacerlo durante la luna de miel simplemente no pudo contener sus nervios, aunque la respuesta estaba haciéndose evidente como en la tarde que pudo notar como el cuerpo de Rogelio respondía a sus besos; Sus entregas de amor siempre eran más de espíritu y no tanto pasionales, por eso su inseguridad, ya que no sabía cuánto deseo le despertaba a su esposo, pero ahora se daba cuenta que en verdad era bastante y tenía que agradecer a la bendita operación que le dio mayor sensibilidad. Todos los temores se estaban borrando completamente y la seguridad como mujer imperaba su ser, así que se colocó encima de su esposo para ofrecerle una vista mucho más agradable, porque el bonito vestido desapareció tan rápido que Rogelio no se dio cuenta hasta que la más hermosa ninfa se mostraba frente a él, esto le elevó mucho más la temperatura del cuerpo y la necesidad de hacerla suya estaba rebasando los límites de la cordura, esto lo pudo saber su esposa por su agitada respiración. Así que las hábiles manos de Paula se deshicieron de lo que le falta a su esposo y por fin pudieron unirse en un solo cuerpo. En este momento mágico la palabra "amor" no era suficiente para describir todas las emociones que estaban viviendo, porque a esa palabra tan hermosa se le estaba sumando otra, "pasión", las dos eran importantes en una pareja y para ellos hasta ese instante, la última no había sido tan necesaria. Pero juntas se complementaban en todos los sentidos, formando lo que serían por siempre; amigos, compañeros, y amantes.
No saben cuánto tiempo se disfrutaron, pero sentían que había sido una eternidad, porque cuando su entrega finalizó, ambos estaban bastante exhaustos, aunque muy felices. Una vez recuperaron su respiración normal, se miraron a los ojos y sonrieron en agradecimiento de tan bello momento. Rogelio atrae de nuevo a Paula y ambos se abrazan quedando casi al instante, profundamente dormidos.
Al amanecer, los rayos del sol comenzaban a colarse por la cortina que cubría el enorme ventanal de la habitación, donde los ahora amantes descansaban.
Cómo ya era costumbre, Rogelio despertó primero, iba a levantarse pero recordó que a Paula le gusta que esté a su lado cuando abre los ojos y si no lo encuentra junto a ella, estaba seguro que la tendría de mal humor durante todo el día. Por eso se acomodo otra vez en la cama. En ese instante Paula comienza a abrir los ojos.
AP: Buenos días amor!
R: Buenos días mi amor!
AP: ¿Cómo amaneciste?
R: Sin gota de energía.
AP: Increíble!, ¿mis encantos te dejaron tan cansado?
Rogelio la abraza y la besa.
R: Para qué te lo niego, si consumiste toda la fuerza que tenía.
AP: Y vaya qué era bastante.
Empiezan a reír como siempre que se hablaban de esa forma y sin poder evitarlo se besan para revivir esas sensaciones tan placenteras. Paula estaba repitiendo lo que hiciera anoche y Rogelio nuevamente comenzaba a entusiasmarse al grado de que podía sentir como su cuerpo estaba con casi todos los sentidos despiertos, solo esperaba volver a tener a su esposa para acabar con el fuego que lo estaba consumiendo, hasta que Paula se detiene y él la mira intrigado. Ella no dice nada, únicamente se envuelve con la sábana y antes de levantarse le susurra a su marido.
AP: "La venganza es dulce". Con esto me cobro lo que me hiciste en la camioneta.
R: Espérate Paula, no puedes dejarme así.
AP: (risa burlona), Pues sí puedo señor Montero, ahora si me disculpa, voy a ver si hay agua para bañarme antes de que llegue Pancho a recogernos.
Paula se mete al baño.
R: Al menos déjame bañar primero o de paso contigo, porque en serio lo necesito.
AP: Lo siento, pero el baño no tiene tina y no es muy grande, así que no cabríamos los dos. Pero no te angusties, trataré de hacerlo rápido.
El pobre de Rogelio se quedó en la cama, tratando de controlarse, pero la imaginación de éste lo llevaba a la mujer que se estaba bañando y no le estaba yendo muy bien. De rato Paula sale y le indica que ya puede utilizarlo, y cómo un favor especial, le dice que irá a vestirse afuera para que no tenga pensamientos insanos, recoge su ropa y sale de la habitación, Rogelio se queda un momento más acostado sonriendo mientras recuerda lo que pasara anoche.
De pronto el ruido de un teléfono se empezaba a escuchar a lo lejos, Rogelio se incorpora en la cama e intenta ubicar su celular que no dejaba de sonar, encontrándolo en el piso, un poco alejado de la cama, por lo que decidió no contestarlo pensando que se cansarían de llamar. Pero parecía que la persona tenía urgencia de que se le contestara, así que con mucho esfuerzo, alcanza primero su pantalón y después su silla. Enseguida tomó el aparato y al ver quién lo llamaba, lo contesta bajando la voz.
R: Bueno!
Voz de hombre: Buenos días señor Montero, perdone que lo moleste, pero ayer lo esperaba para el asunto que me encargó y como no se comunicó para avisarme que había llegado, me imagino que apenas saldrá hoy para Tuxtla, ¿verdad?
R: En realidad llegué ayer, pero tuve que atender otro asunto muy importante, espero me perdone pero olvidé llamarlo para informarle que no lo podía ver.
Voz: No se preocupe señor Montero, sin embargo considero de suma importancia hablar con usted, ¿tendrá algún problema si nos vemos en la cafetería que está enfrente del reclusorio femenil?
R: No tengo inconveniente, ¿pero es necesario, que sea en ese sitio?
Voz: Es que la persona que le explicará la situación de su hermana, trabaja ahí, y no le es posible dirigirse más lejos porque que no tiene mucho tiempo libre.
R: Ta bueno, ¿a qué hora?
Voz: A las dos de la tarde. Que tenga buen día señor Montero.
R: Buenos días!
Rogelio se quedó un momento pensativo, aunque no tardó demasiado, pues tenía que apurarse para llegar a tiempo a la cita y aún le faltaba darle otra cosa a su esposa.
Mientras Rogelio se alistaba, Paula salió al jardín (que era muy grande, pero no había plantas, ni flores), caminó un poco y el aire que soplaba movía su cabello y acariciaba su rostro, de repente se puso a reír sin motivo aparente y a girar como si bailara. Ella lo hacía porque cada que pensaba que había llegado al límite de la felicidad, Rogelio le demostraba que aún le faltaba mucho para hacerlo. Desde el marco de la puerta Rogelio la observaba, no quiso interrumpirla porque le encantaba verla de esa forma, pues eso podía significar que lo que esperaba de Paula, fuera lo que tanto deseaba.
Paula se detiene, vira para regresar a la casa y ve al culpable de tanta dicha y le sonríe. Rogelio corresponde a tan bella sonrisa y poco a poco se le acerca, pero una mano la tenía escondida a la vista de su esposa.
AP: ¿Qué tanto escondes ahí Rogelio? (trata de acercarse)
Rogelio le muestra una maceta con dos rosas blancas.
R: ¿Me podrías ayudar a plantar estas rosas, para que sean las primeras de este jardín?
AP: (amplia su sonrisa), Encantada amor!, pero no tenemos utensilios de jardinería.
Rogelio saca de un lado de su silla, una pequeña palita.
R: Pues no es mucho, pero creo que esto nos puede ayudar ¿no?
AP: (tomando la pala), por supuesto, y ¿dónde la plantamos?
R: En dónde tú quieras.
Paula ve todo el jardín, pero siente que el lugar perfecto sería cerca del ventanal de la habitación. Ambos se dirigen a ese lado de la casa, Paula ayuda a Rogelio a sentarse en el pasto, enseguida se hinca frente a él y le da la palita, Rogelio comienza a sacar la tierra y cuando tuvo la profundidad suficiente, con mucho cuidado saca las rosas de la maceta y las coloca en el hoyo, después le pide a Paula que le dé sus manos y junto con las suyas echan la tierra para cubrirlas. Cuando terminaron de plantarlas, decidieron quedarse ahí abrazados, hasta que Pancho llegara (que no tardó mucho tiempo porque en realidad tenía unos minutos de haber llegado, pero al ver lo que estaban haciendo prefirió no interrumpirlos).
Pancho ayuda a Rogelio a sentarse en la camioneta y Paula va a la casa para cerrarla muy bien, después de subir al vehículo se retiran rumbo al hotel a cambiarse de ropa, porque ahora sí debían atender los asuntos por los cuales viajaran a Tuxtla iniciando con el de la Herencia de Paula, que no tenía nada de complicado, tan solo debía pedir una cuenta al Banco para que el dinero que dejó su padre se le fuera transferido, y firmar unos papeles donde se constataba qué era una de las herederas. Paula pensó que eso sería todo y que en cuanto visitara a su tía, regresarían a San Gabriel, pero Rogelio le dijo que el abogado que llevaba el caso de su tía, quería verlo frente a la cafetería del reclusorio (nunca le mencionaba a su hermana por respeto al dolor que le causó), y que por el horario, lo mejor era esperar al otro día.
Como aún faltaban dos horas para la cita, Rogelio llevó a Paula al centro comercial (más específicamente a una tienda de telefonía celular), donde le compró uno tipo palm de color plata, que le sería muy útil ahora que comenzaría la faceta de empresaria. La primera llamada de Paula fue a la Hacienda, preguntó cómo estaban todos y le dijo a Consuelo que no había problema con que se tomara el tiempo que necesitaba para su examen.
Después de colgar y aprovechando que estaban en un centro comercial, Paula hizo que Rogelio escogiera unas camisas que no fueran de color negro. Batalló mucho pues parecía que era el único color que le agradaba, pero finalmente pudo conseguir que se decidiera por otros (aunque igual de oscuros). Y ella también quiso cambiar un poco su imagen, y compró algunos pantalones tipo malla (muy justos), blusas sin mangas igual de pegadas al cuerpo, de cuello en v, lisas y que llegan hasta la cadera, un cinturón con la hebilla similar a la de su esposo, y finalmente unas botas de piel negras hasta la rodilla. Rogelio no estaba muy conforme con el nuevo atuendo, pues era algo provocativo (según él), aunque debía admitir que Paula lucía realmente cautivadora, y ahora sí que tendría que cuidarla mucho, pues con ese porte de domadora, hasta el más rudo, caería a sus pies.
Luego de dejar la ropa en el hotel y tomar un pequeño refrigerio, se dirigieron a reclusorio. Paula entró sola a ver a su tía Rosaura, mientras Rogelio se fue a la cafetería donde lo citara el abogado y otra persona a quién no conocía. Cuando entró, un hombre muy mayor, robusto, vestido de traje lo llamó a una mesa en la cual se encontraba otro un poco más joven, trigueño, de pelo negro muy corto, con un atuendo que le pareció de enfermero. Entonces recordó lo que le había solicitado al abogado para su hermana Cynthia. Solo esperaba que lo que le informaran fuera positivo, porque aún con todo lo que su hermana hiciera en el pasado, él la quería y deseaba con todo el corazón que estuviera bien, aunque jamás volviera a verla.
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