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CAPÍTULO 58

Una semana había pasado y muchas cosas sucedieron durante ese tiempo.

La fortaleza de Paula parecía haberse perdido y se pasaba sus días encerrada en su recámara. Cada noche lloraba y cuando le subían comida la recibía para después tirarla a la basura.

Viendo su decadente estado de ánimo, María decidió que lo mejor era mantener a los niños lejos para darle oportunidad de recuperarse. A diario la acompañaba y conversaba de diversos temas, sin embargo Paula no le ponía atención y luego de un rato salía del cuarto aún más preocupada.

Fabiola regresó al D. F. para agilizar los trámites que requerían las autoridades americanas para iniciar con la investigación en México. Un día antes de su partida se presentó en la hacienda para informarle a Paula sobre lo que dispuso Rogelio respecto al manejo de sus bienes. Ella esperaba que se negara a trabajar con David, pero Paula estuvo de acuerdo en dejar que él se encargara de todo y desde ese momento sólo recibía a David para firmarle documentos que nunca quiso leer.

Edward se trasladó a Tuxtla y desde ahí seguía de cerca las actividades del reclusorio varonil. Gastó mucho dinero en contratar un espía interno, pero al menos sabía que Rogelio estaba acompañado por Alejandro y que ambos se encontraban perfectamente. Una noche recibió la visita de un hombre que se presentó como el guardaespaldas del psiquiatra Luis Mendoza. Edward desconfió y se negó a hablar con él, pero reconsideró cuando éste le mencionó lo que había pasado con Cynthia y Ricardo y también le dijo que sus hombres pasaron días buscando su paradero hasta que finalmente pudieron ubicarlos en una pequeña casa en los límites de Villahermosa. Ellos tenían planeado rescatar a Cynthia, pero tuvieron que retrasarlo debido a que el lugar estaba fuertemente custodiado por los hombres de James. Edward le pidió que se mantuvieran escondidos mientras las cosas se acomodaban y les consiguió resguardo en una casa de un poblado cercano a Villahermosa.

Vanesa continuaba en coma, pero afortunadamente su bebé consiguió recuperarse. Dany se ofreció a cuidarlo porque Mercedes ya tenía mucho trabajo cuidando de los pequeños Montero y su propio hijo. Rosaura le contó que Alejandro estaba preso al igual que Rogelio, y para su asombro, Dany no se puso histérica como creyó que haría. Era obvio que estaba angustiada por su esposo, sin embargo su postura fue el de ofrecerse ayudar a Fabiola con el envío de la documentación que recolectó Alejandro del caso de James y además vigilaba todo lo que David hacía en la hacienda. Tanto Rosaura como ella, convencían a Paula de confiar en él y siempre hablaban de eso cuando David estaba presente para que las escuchara y bajara la guardia con ellas. Hecho que consiguieron porque les permitía entrar al despacho y aprovechaban el tiempo buscando documentos que demostraran sus estafas, (aunque aún no encontraban nada contundente).

Los encargados de vigilar a Cynthia y Ricardo, estaban preocupados porque él se veía cada vez más débil. El haberlos mantenido sin comer por tres días ocasionaron que se deshidratara, pero como James tenía prohibido que lo atendieran, solamente le daban un poco más de ración en las comidas, (dos en el día). Sin embargo Ricardo devolvía lo consumido y a veces prefería no intentar comer. Cynthia lo cuidaba lo mejor que podía y llegó incluso a dejar de aislarse para no perderlo de vista, pero con todo y sus esfuerzos, Ricardo empeoraba.

Hotel de Tuxtla:

Desde que Raúl y sus hombres se fueron a la casa que les proporcionó Edward, los dos hablaban a diario por si la situación sufría algún cambio, (ahora estaban al teléfono). Como las cosas seguían igual, la llamada terminó enseguida.

Luego de colgar, Edward se mete a bañar y se arregla para ir con su informante en el reclusorio.

Al abrir la puerta es abordado por una mujer que lo besa desesperadamente. La impresión del momento pasa rápido cuando se da cuenta de que se trata de Jennifer y corresponde el beso. No hubieron palabras, solamente la necesidad que sentían el uno por el otro, los llevo a amarse sobre el sofá de la habitación.

Las caricias, los besos y las palabras de amor no fueron suficientes para demostrar lo mucho que se habían extrañado... Una vez normalizada sus respiraciones, se abrazan con fuerza. Edward la suelta un momento para alcanzar una manta del otro sillón y cubrir con ella sus cuerpos desnudos.

Edward: (besa su frente), No te imaginas lo mucho que añoraba tenerte entre mis brazos, mi amor.

Jennifer: También yo te añoraba... Llevaba días sin saber nada de ti y por eso en cuanto se cumplió el plazo de la semana en que prometiste volver, tomé el primer vuelo a México y aquí me tienes.

Edward: ¿Alguien te trajo, verdad?

Jennifer se tensa y esconde su cara en el pecho de su prometido.

Edward: Jennifer, espero que hayas venido con Henry o con cualquiera de tus hermanos.

Jennifer: No pudieron venir.

Edward: ¿Saben que estás aquí?

Jennifer: Más o menos.

Edward: (se recarga de lado), ¿No les dijiste?

Jennifer: Sí saben... bueno... ya deben haberse dado cuenta que me escapé.

Edward: Jennifer...

Ella lo calla con un beso antes de que pueda replicar. Edward no sabe si los días que pasó sin tenerla a su lado, lo hicieron dependiente a sus besos, pero con ese sencillo contacto había logrado atontarlo lo suficiente como para dejar olvidados los reclamos y volvieron a unir sus cuerpos con mucha más pasión.

Por la tarde sienten la necesidad de alimentarse y bajan al restaurante... Mientas comían, se contaban las cosas que habían hecho durante el tiempo en que no se habían visto, y para Jennifer no fue agradable enterarse que su exmarido estaba cerca.

Edward vio como la sonrisa con la que llegó desaparecía y toma su mano para demostrarle que estaría con ella.

Edward: Te extrañé mucho, pero hubiera preferido que no vinieras ahora.

Jennifer: ¡Perdón mi amor!, no quiero que pienses que me arrepiento de estar aquí. Mi reacción es porque me esperaba todo, menos que él hubiera hecho las cosas que me contaste, (le besa la mano que aún sostenía la suya), ese hombre ya nos ha separado lo suficiente, y no voy a permitir que siga haciéndolo... Me quedaré a tu lado siempre y no aceptaré ningún reclamo porque lo haré aunque no quieras.

Edward: James es peligroso... sobre todo ahora que buscó delincuentes para que lo ayuden, (pasa su mano por su frente), es la primera vez que recurre a otras personas para sus delitos y eso significa que no se detendrá hasta vengarse de nosotros... Lo que más me apena es que Rogelio se vea afectado por culpa nuestra.

Jennifer: Pues ese hombre habría hecho lo mismo con él, aunque no se estuviera vengando de nosotros... Tal parece que disfruta ver la caída de la gente a la que le roba, y Rogelio es su víctima en este momento.

Edward: En realidad sí es por nosotros, y cuando digo "nosotros", me refiero a Ricardo y a mí... James no te ha mencionado y por eso quiero regreses a Estados Unidos cuanto antes... No me perdonaría si algo te pasara a ti y a nuestro hijo.

Jennifer: No te voy a dejar solo y no hay nada que puedas decir para hacerme cambiar de opinión.

Edward: Jennifer, por favor.

Jennifer: Ya te dije que no, (se pone de pie), y como no quiero discutir me voy a ver a Ana. Cuando te desocupes de tus pendientes, me buscas en la hacienda.

Edward: (se levanta), No puedes ir a la hacienda... James siempre está allá y si te ve puede hacerte daño.

Jennifer: No voy a permitir que ese demonio deje sin patrimonio a mis amigos.

Edward: Es necesario que se confíe, y la única manera es permitir que obtenga el dinero. Dentro de unos días las autoridades americanas estarán en México y James será arrestado para investigarlo. Cuando vean el desfalco que les hace a los Montero, lo detendrán hasta comprobar el delito y ahí aprovecharemos para mostrarles los documentos que consiguió Alejandro.

Jennifer: ¡Magnífico plan!, pero Ana debe dejar de auto compadecerse y ver que en realidad Rogelio no la engañó... Ese fool debió decirle la verdad en lugar de andarse con idioteces.

Edward: No son idioteces. A Rogelio le dolió mucho fingir, pero está consciente de que era la única manera de retener a James y evitar que lastime a su familia por el coraje de no haber obtenido lo que desea, (se acerca y la abraza), Mi amor, no tires por la borda su esfuerzo.

Jennifer: (corresponde al abrazo), Ok, no diré nada, pero al menos déjame ir con Ana para hacerle compañía.

Edward: No puedo... No mientras James esté en la hacienda, (recibe una llamada), ¡discúlpame un momento, por favor!

Edward se aleja para hablar con el informante y mientras él está entretenido, Jennifer va a la recepción para solicitar un auto. Cuando Edward tiene que salir rumbo al reclusorio, la hace prometer que se mantendrá en el hotel hasta que él regrese, pero después de irse, Jennifer aborda el auto y se va rumbo a la hacienda.

Reclusorio Varonil de Tuxtla:

Rogelio esperaba a Alejandro junto a una pequeña cancha de futbol. En ese momento estaba sola y como su amigo ganó el derecho de usarla una hora al día, decidieron que serían un buen lugar para hablar sin ser escuchados. Tenía media hora esperando, pero Alejandro no aparecía y eso lo comenzó a inquietar. Cerca del minuto cuarenta y cinco, lo ve dirigirse hacia él y luego de sentarse a su lado, se fija en que su rostro denotaba preocupación.

R: ¿Ahora qué pasa?

Alejandro: Tengo dos muy malas noticias.

R: ¿Y cuáles son?

Alejandro: La primera es que James logró anexar a su cuenta gran parte de las inversiones productivas. Eso significa que el capital de la hacienda está prácticamente perdido.

R: O sea que no tengo dinero para cumplir con los negocios pactados ¿no?

Alejandro: Los pasivos nos están comiendo y cada activo que entra sólo da para pagar los gastos de la hacienda, pero no serán suficientes para embarcar los pedidos del extranjero... Las penalizaciones por incumplimiento caerán como bombas dentro de poco.

R: (suspira), No vale la pena lamentarse por lo que sabíamos que ocurriría... Si tu colega consigue que detengan a James, recuperaré mi capital y cumpliré con mis clientes antes de que nos penalicen.

Alejandro: Aunque lo detengan no será tan rápido que te devuelvan lo robado y los clientes no querrán esperarte.

R: El capital del rancho está intacto ¿verdad?, (su amigo asiente), entonces le pediré a Paula que me preste mientras lo recupero.

Alejandro: En caso de que te perdone las mentiras que le dijiste.

R: ¡Lo hará!... cuando sepa lo que pasó, me perdonará porque ninguno de los dos puede estar sin el otro. Además lo que hice fue para protegerla a ella y a mis chamacos.

Alejandro: (sonríe amargamente), Ojalá que Dany también me perdone lo que sea que la haya hecho enojar, el día que me detuvieron.

R: (¿?), ¿Acaso no lo sabes?

Alejandro: No... ¿tú sí?

R: Con tanta cosa que me ha pasado, olvidé lo que dijo Daniela el día que regresamos a Tuxtla... Verás, ella pensaba que tenías una aventura con Helena, porque te vieron en su cuarto de la pensión, y una tal Adelaida asegura que la besaste antes de cerrar la puerta.

Alejandro: (sobresaltado), ¿Qué?, pero ¿cómo es posible que Dany crea en chismes, antes que en mí?

R: Entiéndela, es natural que piense mal, (Alejandro lo mira sin comprender), Si te hubieras sincerado con ella diciéndole que era la primer mujer con la que tenías relaciones, seguramente no habría dudado de ti.

Alejandro: (se pone rojo), Decir eso no es un orgullo.

R: (se ríe), ¡Pues qué tarado resultaste!... Qué mujer no daría lo que sea por ser la primera en la vida de un hombre, y más cuando ese hombre es su esposo.

Alejandro: ¡Es vergonzoso!... Cualquiera que hubiera sabido que a mis treinta años no tuve actividad, se burlaría igual que tú lo has hecho.

R: ¡Eso sí!... y sin ofender, eres un caso inaudito, pero olvídate de ese detalle, porque Daniela no necesita saber que le fuiste fiel incluso antes de conocerla.

Alejandro: ¿Y por qué lo dices?

R: Porque sabe que tu desaparición está relacionada con que descubriste a James Clayton... Dany estaba muy mal cuando supo que cometió un error al no escucharte.

Alejandro: ¡Quisiera estar con ella para decirle que no me importa que no me haya escuchado, porque igual la amo!... Además no puedo estar tranquilo sabiendo que ese maldito también está cerca de Dany.

Ambos se quedan callados por la preocupación, hasta que Rogelio recuerda algo.

R: (¿?), Oye, dijiste que tenías dos malas noticias, pero sólo me diste una... ¿cuál es la otra?

Alejandro: Ésta es la peor... Edward contrató un informante y éste me acaba de decir que Bruno ofreció una fuerte suma de dólares para deshacerse de cualquiera de los dos.

R: Así que no importa quién sea.

Alejandro: No, y desafortunadamente no puedo pasar tanto dinero. La mayor parte se la quedan los custodios que permiten ese tipo de ingresos y lo restante es lo que se paga a las bandas de presos.

R: ¿Y Bruno cómo consiguió meter dólares?

Alejandro: James debió dárselos y como los custodios lo ven poca cosa, no lo revisaron... De haberlo hecho le habrían quitado todo.

R: ¿Y si Edward soborna a los custodios?

Alejandro: No creas que si les pagas te van a proteger. Ellos reciben el dinero, pero llegado el momento pueden echarse para atrás... A ese tipo de gente, le importa poco lo que suceda con los presos.

R: ¿Entonces qué vamos a hacer?... ¿acaso debemos resignarnos y esperar el momento en que vengan a matarnos?

Alejandro: No... En este momento estoy negociando que uno salga, pero piden demasiado y ya te expliqué lo difícil que será conseguir que respeten el acuerdo.

Rogelio se levanta y Alejandro observa la tensión en la vena de sus brazos.

R: ¿Y quién saldría?

Alejandro: Si te quedas tendrás problemas para conseguir aliados... Te podríamos facilitar dinero, pero si no te llega a tiempo, te pueden dar una golpiza o incluso matarte... Lo mejor es que tú salgas.

R: (lo encara), ¿Y crees que te voy a dejar aquí?

Alejandro: Muchos ya me conocen y podré conseguirme unos días de tranquilidad. Eso es más de lo que tú obtendrías si te quedas.

R: ¡Me niego!... o nos vamos los dos, o no se va ninguno.

Alejandro: Rogelio, no te estoy preguntando, te estoy avisando para que estés preparado.

R: (alza la voz), ¡Ya dije que los dos o ninguno!

Alejandro: ¡Escucha!... De por sí me será imposible lograr que no se te considere un fugitivo después de que todo termine, y lograría menos si me voy contigo... Aún no me retiran la licencia de abogado, y como el que me mantiene encerrado es un político, si me escapo me refundirá en la cárcel por muchos años... De ti dependerá que me libere y como no tengo cargos contundentes, podré seguir ejerciendo cuando salga y resolveremos todos los problemas que nos ha ocasionado James Clayton.

R: Eso se oye muy bien, pero sólo será posible si no te matan antes.

Alejandro: ¡No lo harán!... Confía en mis habilidades en los negocios de barrio... Te juro que no me pasará nada.

R: ¡Por Daniela espero que tengas razón!... Ella apenas comenzaba a ser feliz después de lo que vivió en el pasado, y no me perdonaría verla sufrir si algo te sucediera.

Alejandro: (sonríe), Viviré para seguir haciéndola feliz, pero si tu conciencia te estorba, entonces prométeme que me pagarás la boda más lujosa de todo Tuxtla.

R: (serio), Si sales con bien, dalo por hecho.

Rogelio le da un abrazo y luego un golpe amistoso en la espalda. Alejandro se lo regresa con menos intensidad y después de ultimar detalles de su nuevo plan, vuelven a su celda.

Hacienda del Fuerte:

Helena esperaba afuera de la hacienda... Algunos minutos antes, pidió hablar con Paula para ver si le pagaría los día trabajados, pero estaba segura de que la señora Montero no aceptaría salir o por lo menos dejarla entrar.

En la mañana James le dijo que iba a solicitarle a Paula una de las firmas más importantes y que la necesitaba distraída... Esa era la razón por la que no se marchaba, sin embargo llevaba mucho tiempo parada en el portón y los peones que salían la miraban como si fuera un animal y mejor decide apartarse algunos metros.

Desde un árbol observa la llegada de un auto y enseguida el peón que abrió, le indica que pase.

Helena caminaba despacio porque no deseaba ver el rostro de Paula. Aquella mujer le desagradaba, pero recordar el sufrimiento de Rogelio la hacían sentirse mal y sabía que su remordimiento crecería en el momento en que estuviera frente a ella.

Aún le faltaba cierta distancia para llegar a la entrada, cuando desde ahí ve que quien desciende del auto es Jennifer, y furiosa apresura su paso.

James iba de salida cuando ve a su ex mujer y casi detrás de ésta a Helena.

Jennifer se detiene abruptamente al darse cuenta de que es su ex marido y todo su cuerpo tiembla en el instante en que lo ve caminar rápidamente en su dirección... Estaba aterrada, pero James no se detuvo frente a ella, aunque le susurró un "No hables de más", antes de seguirse de largo y sujetar a Helena del brazo para alejarla del lugar.

Jennifer no quiso voltear y mejor corrió para entrar en la casa y subió del mismo modo las escaleras hasta el cuarto de Paula. Dentro vio a su amiga dormida y prefirió no despertarla, pero como seguía nerviosa, se fue a sentar en un sillón y lloró por haberle demostrado a su ex lo mucho que aún le teme.

En los establos:

James suelta a Helena y luego se deja caer sobre la paja.

James: ¿Qué pensabas hacer?

Helena: Abofetear a la zorrita no es nada malo.

James: Y con eso armarías un escándalo que podría aclararle muchas cosas a la señora Montero.

Helena: (nerviosa), No lo vi de esa forma.

James: Tú nunca ves nada... Afortunadamente yo sí uso mi cerebro, porque si las cosas dependieran de ti, desde hace mucho nos habría detenido.

Ella se deja caer a un lado suyo y comienza a besarle el cuello.

Helena: ¡Perdóname!, no volverá a pasar.

James: Eso espero... No me falta mucho para terminar con mi negocio, y no quisiera que todo se fuera al traste por culpa de tus estupideces.

Helena continúa besándolo y poco a poco desciende mientras sus manos lo acarician por debajo de la ropa. James suelta un gemido y finalmente se deja llevar por el deseo.

Helena siempre era entregada y le permitía hacer lo que quisiera, pero en ésta ocasión tomó la iniciativa y le enseñó una manera distinta de amar sus cuerpos. Una inusual dulzura proveniente de ella desequilibro a James... Nunca habían hecho el amor tan cariñosamente y le agrado bastante descubrir que incluso un asesino como él, era capaz de responder de la misma forma.

Totalmente relajado y extrañamente contento, la abraza y la besa amorosamente... Helena estaba confundida por los mimos que le hacía, aunque a su vez sentía felicidad... Ella tenía miedo de hablar porque deseaba que él siguiera besándola, pero era consciente de que no podían continuar recostados en los establos y cuidando sus movimientos, lo detiene para que la mire.

Helena: Alguno de los peones podría pasar y sabes que no te conviene que nos encuentren así.

James: (suspira), En éste momento no me importa que vengan.

Helena sonríe y le da un pequeño beso, sin embargo termina levantándose para buscar su ropa, a pesar de las quejas de James.

Helena: Quisiera quedarme todo el día para amarte como hace rato, pero no voy a exponerte cuando estás obteniendo lo que más deseas.

James no dice nada, sólo se dedica a mirarla mientras se viste y eso hace que Helena se ponga nerviosa.

Helena: ¿Qué sucede?

James: Nada... únicamente me deleito con tu belleza.

Helena: (¿?), ¿Me acabas de decir bella?

James: Sí... ¿por qué te sorprendes?

Helena: Es que nunca me habías dicho nada parecido.

James se levanta y también se viste... Helena se coloca su última prenda y se queda esperando a que él responda.

James: ¿Qué es lo que esperas que te diga?

Helena: Supongo que no debo esperar nada, pero me gustaría que por una vez me digas lo que piensas.

James: Si te lo digo me cuestionarás, tal y como estás haciéndolo ahora.

Helena: Bien, entonces no te molesto más, (se da la vuelta y empieza a caminar).

James: ¡Espera!, (ella se detiene y regresa de nuevo), ¿tú odias a Allison?

Helena: Sí. La odio con toda el alma.

James: ¿Por qué?

Helena: Porque cuando apareció, trajo consigo todos los problemas que nos hicieron venir a México.

James: Entonces voy a darte un regalo.

Helena: (¿?), ¿Qué clase de regalo?

James: Muy pronto lo verás, pero ahora es mejor que te regreses a la pensión... La mujer de Montero no va a bajar. Se la ha pasado todo el día encerrada en su cuarto y por eso pedí que te dejaran entrar.

Helena: ¿Y para qué, si es con ella con la que debo hablar?... eso es lo que me dijiste.

James: Iba a pedirle que firmara tu cheque aunque no hablaras con ella. De todos modos no hay necesidad de distraerla más de lo que ya está y tú mereces recibir el pago por tu trabajo.

Helena: No es necesario, aunque gracias por considerar que lo merezco, (se acerca y le da un beso), nos vemos más tarde.

Helena se retira, sin embargo James no deja de mirarla y la llama al ver que se alejaba, pero cuando la tiene enfrente no es capaz de emitir palabra.

Helena: (¿?), ¿Qué tienes James?

James: No lo sé, pero no quiero que te vayas.

Helena: Te recuerdo que es lo mejor... Mira, piensa bien qué es lo que te inquieta y por la noche hablamos ¿sí?

James: Está bien.

Ella retoma su camino, y aunque James quiere detenerla, se fuerza a no volver a llamarla y le da la espalda para regresar a la hacienda. Ya en el despacho se tranquiliza y llama a uno de sus hombres para darle un encargo que piensa hará muy feliz a Helena.

Recámara del matrimonio Montero:

Lentamente Paula abre los ojos. Tenía un ligero dolor de cabeza y presentía que era por la falta de alimento. Despacio se incorpora de la cama y al quedar sentada visualiza una sombra en el sillón, pero no la reconoce hasta que sus ojos se acostumbran a la oscuridad de su cuarto y estira su mano para encender la lámpara de su buró.

Jennifer estaba dormida y su cabeza descansaba sobre el sillón. La posición que tenía era bastante incómoda y Paula se levanta para despertarla, sin embargo al tocar su brazo, Jennifer se sobresalta y se pone de pie temblando de miedo.

AP: (¿?), ¿Qué te pasa Jen?

Jennifer: (la mira confundida)...

AP: Jen, ¿qué tienes?

Jennifer: I'm sorry Ana... es que yo... no...

AP: (con su mano le muestra el sillón), ¡Ven Jen!... seguramente las hormonas te tienen así.

Jennifer: (se sienta a un lado), ¿Las hormonas?

AP: (¿?), Sí, por el embarazo.

Automáticamente Jennifer lleva sus manos hacia su vientre y lo cubre protectoramente. Paula la observa y se confunde aún más, pero no dice nada y mejor se levanta para servir dos tazas de té, que no había tocado desde la tarde.

AP: (le ofrece una taza), Esto te hará bien.

Jennifer: (la toma), Thank you Ana.

AP: Jen, no quiero parecer grosera ni mucho menos, pero ¿cómo es que estás aquí en mi cuarto?... ¿Edward te trajo a la hacienda?, (Jennifer niega con la cabeza), ¿viniste con alguien?, (vuelve a negar), ¿Viniste sola?

Jennifer: Creí que finalmente mi miedo por él estaba superado, pero acabo de darme cuenta de que el daño psicológico que me hizo fue muy profundo y cuando lo vi lo confirmé.

AP: (¿?), ¿De quién hablas Jen?

Jennifer: De mi exmarido.

AP: ¿Qué?... no me digas que lo viste, (Jennifer asiente), ¿cuándo?... ¿en dónde?

Jennifer no le responde porque se pone a llorar. Paula estaba alarmada por la noticia y comienza a moverla con cierta fuerza, pero Dany entra y la detiene. Jennifer se abraza a Dany y continúa con sus sollozos.

Dany: ¿Qué pasó Ana Paula?

AP: No lo sé... De repente se puso así y dijo que fue debido a su exmarido, (Dany se tensa), ella lo vio y mi pregunta es ¿en dónde?

Dany: Ana después investigas eso, ahora por favor, ¿podrías traerme mi maletín que está en la sala?, necesito tomar la presión de Jennifer... recuerda que en su estado no es conveniente que se altere.

Paula se levanta y sale del cuarto. Inmediatamente Dany hace que Jennifer la mire y le pide que se calme. En pocos minutos logra hacerlo, aunque las lágrimas continúan bajando por su rostro.

Dany: Jennifer, sabes que no es conveniente decirle a Ana Paula que tu exmarido es su caballerango.

Jennifer: Ya lo sé, pero ver a ese demonio removió todos los recuerdos de sus maltratos y humillaciones.

Dany: Te entiendo, pero por favor, trata de que Ana no descubra el origen de tus miedos. Además tienes qué superarlos por el bien de tu bebé.

Jennifer: (¿?), ¿Sabes que estoy embarazada?

Dany: Ana Paula me lo contó antes de que sumergiera en su dolor por el supuesto engaño de Rogelio.

Jennifer: Ana es un poco chismosa... Yo quería darles la noticia.

Dany: La verdad es que mi amiga no es buena guardando secretos, por eso la tenemos al margen de lo que pasa con tu ex.

Paula entra y las dos se callan enseguida. Dany toma la presión de Jennifer y saca una caja con tranquilizantes y parte uno a la mitad que hace que Jennifer se duerma después de haberlo ingerido. Entre las dos la llevan a la cama para recostarla y una vez hecho, Dany se dispone a salir. Paula vuelve a mencionar lo del ex marido, pero su amiga se disculpa diciendo que debe retirarse para ir a cuidar al bebé de Vanesa. Paula se queda sentada frente a la cama haciéndose mil y un preguntas sobre la actitud de Jennifer.

Reclusorio Varonil de Tuxtla:

Edward y Alejandro estaban en la sala de visitas hablando de lo que tenían que hacer para poder sacar a Rogelio. No tenían muchas opciones y los silencios entre cada idea eran largos. Alejandro comenzaba a desesperarse y se levanta para dar vueltas por el pequeño espacio.

Alejandro: Creo que mejor no intentamos sacarlo. Es peligroso y también perjudicial.

Edward: Alejandro, no tengo por qué repetirte lo mismo que ya sabes, así que por favor, no quieras echarte para atrás con el plan que teníamos... Si no lo sacamos terminará muerto.

Alejandro: Lo van a tratar de fugitivo y si antes no tenía que pasar por un juicio, con eso le darán algunos años de cárcel.

Edward: Es mejor una apelación larga, que un entierro permanente ¿no te parece?

Alejandro: (sonríe irónico), Como tú no serás el que lleve la apelación, piensas de esa manera.

Edward saca de la bolsa de su saco un sobre y se lo entrega a Alejandro.

Alejandro: (¿?), ¿Y esto para qué es?

Edward: Gastos imprevistos que pudieras encontrar en el camino.

Alejandro: Los guardias me los van a quitar antes de que pueda irme a las celdas.

Edward; No el guardia que está esperándote, (señala al hombre... Alejandro lo ve y lo reconoce como el informante), Él ya tiene su paga del día, y no te revisará.

Alejandro se guarda el sobre y se encamina hacia las rejas.

Edward: En la madrugada estará todo listo para que Rogelio salga... tienes que prepararlo para que nada falle.

Alejandro afirma con un movimiento de cabeza y sin voltear a mirarlo, se va con el guardia que le abre la reja y los dos caminan hacia las celdas.

Hacienda del Fuerte:

Paula bajó a comer y a revisar algunos documentos en el despacho, y vio que había muchos movimientos de dinero que no le parecían conocidos y se dispuso a buscar en la computadora y en los cajones cualquier información que avalara semejante pérdida de capital.

David entra cuando estaba intentando abrir el cajón que Rogelio tenía bajo llave.

David: (voz fría), ¿Necesita algo señora Montero?

AP: Solamente una explicación muy extensa sobre la pérdida del capital de la hacienda... ¿Usted puede darme esa información David?

David: Claro, pero antes tengo que ir por los documentos que le mostré hace una semana, en los que se detallan perfectamente las órdenes que usted aprobó.

AP: Yo no pude haber aprobado semejantes manejos... Hay traspasos de fuertes sumas de dinero a una cuenta que no conozco.

David: Le aseguro que usted fue quien firmo para que se hicieran esas transferencias.

AP: Si es así entonces vaya por esos documentos y refresque mi memoria.

David: Enseguida señora, pero tardaré un poco porque los tengo en la pensión.

AP: Está bien, pero quiero que se lleve a Pancho.

David: ¿Está desconfiando de mí?

AP: No es eso... Sólo que voy a pedirle a mi empleado que haga unas compras y ya que usted va con él, podrá ayudarlo a cargarlas.

Jennifer entra al despacho en busca de Paula, pero como iba con la cabeza agachada, se dirigió directamente hasta el escritorio sin mirar a James.

Jennifer: Sorry Ana, pero vine a decirte que me regreso a Tuxtla... Edward está allá y yo lo necesito mucho.

AP: Entiendo, (mira a James), David, por favor, llévenla hasta Tuxtla y de regreso pasa a recoger esos documentos... No importa la hora en la que lleguen, yo estaré esperando para revisarlos.

Al escuchar la afirmación de David, Jennifer voltea de golpe e inconscientemente retrocede hasta que choca con una silla. Paula estuvo atenta a la reacción de su amiga y mira con detenimiento a David que no hizo ningún movimiento para ayudarla. Finalmente ella se levanta y lleva a Jennifer a sentarse en la silla.

AP: David, ¿podría traerme un vaso con agua?

David: Claro señora.

David sale del despacho y Paula se arrodilla junto a Jennifer.

AP: ¿Qué te está pasando Jen?

Jennifer: Nada Ana... Es que me pongo nerviosa por cualquier cosa, pero como tú misma dijiste, debe ser por mi embarazo.

AP: Esto que te pasa es más que una simple reacción de embarazada... Jen, por favor dime, ¿qué o quién te las está causando?

Jennifer: (alterada), ¡Nadie Ana!

AP: Jen, no te alteres, no es conveniente... Perdón por cuestionarte, pero desde hace rato estás nerviosa y todas esas emociones lastiman a tu bebé y apenas vas a cumplir los dos meses, por eso debes estar tranquila para que se desarrolle bien.

Jennifer: Tienes razón Ana, pero no puedo evitarlo... no mientras él esté aquí.

AP: ¿Quién Jen?

David regresa con el vaso de agua y se lo da a Paula, pero cuando ella se lo intenta dar a Jennifer, ésta se levanta sin dejar de ver a James.

Jennifer: Tengo irme Ana... Edward debe estar preocupado y seguramente vendrá a buscarme si no regreso al hotel.

AP: Si es lo que quieres, está bien... David, prepara la camioneta y avísale a Pancho que irán a Tuxtla.

David va en busca de Pancho y eso lo aprovecha Jennifer para correr al cuarto donde había dejado su bolsa y baja de igual forma las escaleras, pero al salir Paula la sujeta del brazo, sin embargo Jennifer no detiene su marcha y se suelta bruscamente.

AP: ¿Ahora qué te pasa?

Jennifer: Tienes qué abrir los ojos Ana.

AP: Si me dijeras las cosas más claramente podría entenderte.

Jennifer: No puedo, ni tampoco Rogelio puede.

AP: ¿Qué quieres decir?

Jennifer no le contesta y sube al auto para salir velozmente de la hacienda. David la ve partir y se acerca a Paula después de dejar estacionada la camioneta.

David: ¿Por qué se fue la señora Smith?

AP: (lo mira confundida), Tenía algo urgente que hacer.

David: ¿Desea que la alcancemos?

AP: No y le informo que reconsideré lo de los documentos... No me siento muy bien y mejor me iré a dormir. Mañana a primera hora revisamos los pendientes.

David: Como diga señora Montero.

Paula entra a la casa y camina lentamente hacia su habitación. Ya dentro de su cuarto se deja caer en la cama y permite a su mente buscar una excusa del por qué David conocía el apellido de Jennifer si ni siquiera los presentó.

David salió de la hacienda y condujo despacio gran parte del camino, pero al salir de los alrededores de la propiedad, aumenta la velocidad y minutos después visualiza el auto donde iba Jennifer y en un rápido movimiento consigue posicionarse frente a éste y debido a la distancia tan cercana, ella se ve obligada a frenar. James baja da la camioneta y Jennifer también lo hace, pero cuando intenta correr, él la toma por la cintura y la carga para regresar al coche y la avienta en el asiento trasero.

Jennifer: ¡James por favor, no me hagas nada!

James: ¿Y por qué no habría de hacerlo, maldita traicionera?

Jennifer: ¿Traicionera?

James: Tu deber de esposa era respetarme, pero nunca dejaste de pensar en Edward, ni siquiera cuando te hacía mi mujer.

Jennifer: Tú no me amabas, así que tampoco puedes reclamarme el amor que le tengo a Edward.

James: Tal vez sea cierto, pero igualmente debías comportarte como una verdadera mujer mientras estuvimos casados. Sin embargo fuiste la peor de mis amantes.

Jennifer: Estaba paralítica, ¿cómo querías que te respondiera?

James: (sube al auto y con su mano la jala del cabello), Si hubiera sido Edward no habrías tenido problemas para sentir ¿verdad?

Jennifer: (grita), ¡Es cierto!... si sentía, pero era asco y no placer.

James trata de golpearla, pero Jennifer se deja caer hacia atrás y con todas sus fuerzas se aleja y con sus manos protege su vientre.

Jennifer: ¡Estoy embarazada!... sé que no te importa, pero si vas a golpearme otra vez, procura no lastimar a mi bebé.

James mira hacia su vientre y se mantiene rígido por un momento, pero de repente comienza a reírse.

James: ¡Con que mi querido amigo será papá!, es una pena, pero no puedo permitirle tener una dicha que a mí me fue negada.

Jennifer: (asustada), ¿Qué quieres decir con eso?

James: No comas ansias, primero tengo que preparar la sorpresa de mi querida Helena y luego le diré a Edward que mire al cielo porque pronto lo verá cubrirse de tinieblas.

Jennifer: ¡No James!, ¡te lo suplico!... ya nos has hecho mucho daño, sólo te pido que no lastimes a mi bebé, please.

James vuelve a reírse y debajo del asiento saca una soga para amarrarla de las manos. Después de asegurarla al asiento delantero, conduce por un paraje arbolado y luego de una hora de trayecto, se detiene en una pequeña casa que está en las viviendas designadas a los peones, pero como es la última de la zona, nadie lo ve bajando a Jennifer.

San Gabriel - Pensión:

Desde que llegó de la hacienda, Helena se puso a intentar cocinar. Aún faltaban algunas horas para que anocheciera y James volviera con ella, y como estaba contenta quiso darle una sorpresa. Sabía que no era buena con esos menesteres, pero sentía que su vida pronto cambiaría y entre los cambios se encontraba el ser una ama de casa como en un tiempo pasado, James deseo que fuera.

Se encontraba tan absorta en su labor, que no oía que tocaban quedamente la puerta hasta que abren de una patada provocando que se le resbalara la cazuela que iba a dejar en la mesa.

Un hombre alto y robusto entra y se sienta en un sillón.

Helena: ¿Quién es usted?

Hombre: El jefe me mandó para llevarla a un lugar.

Helena: ¿El jefe?

Hombre: James Clayton... recoja lo que necesite para arreglarse y vámonos.

Helena no pregunta más y se pone a meter en su bolsa el maquillaje y un vestido de los que solía usar hace tiempo atrás. Cuando está lista, sale junto con el hombre para subir a un coche pequeño pero costoso.

El trayecto era silencioso y eso la incomodaba.

Helena: ¿Qué es lo que quiere James?

Hombre: Dijo que iban a disfrutar de unos juegos artificiales.

Helena: (¿?), ¿Juegos artificiales?, (el hombre asiente), ¿me va a llevar a una feria o algo parecido?

Hombre: No, pero supongo que tendrá qué ver con otro encargo que hizo y que mi compañero fue a cumplir.

Helena: ¿Y cuál es el otro encargo?

Hombre: Dijo que quería algo para hacer volar por los cielos un estorbo que usted desea desaparecer.

Helena: (se tensa), ¿Pidió un explosivo?

Hombre: Sí, pero no se preocupe... sólo sirve para volar cosas pequeñas.

Helena: ¡Estúpido James!, siempre está malinterpretando las palabras que le digo... ¡oiga!, ¿y lo que va a volar está en el mismo sitio al que nos dirigimos?

Hombre: No exactamente... Nosotros vamos a donde están las casas de los peones, y el otro está a las afueras, pero como andamos cerca, usted apreciará todo perfectamente.

Helena se queda callada un momento recordando lo que le prometió a Rogelio y aunque tenía miedo de desobedecer a James, sabía que tenía una deuda que pagar.

Helena: No me lleves a donde está James.

Hombre: (¿?), El señor dijo que la llevara con él, y si no lo hago me matará.

Helena: Si no me obedeces, sí te va a matar porque esto que te pidió es un deseo mío... ¿te imaginas qué pasará cuando le diga que no me hiciste caso?

El hombre se debate un instante, pero termina accediendo y lleva a Helena hacia el lugar que le ordenó.

Hacienda del Fuerte:

El tiempo pasaba y Paula continuaba dándole vueltas al asunto de Jennifer. De pronto vienen a su mente los recuerdos de las cosas que soñaba y presentía cuando veía a Rogelio... Lo que él le dijera el día que se lo llevaron al reclusorio había quedado olvidado por el dolor del engaño, pero ahora que analizaba sus palabras, empezaba a darle sentido a todo.

"Intenté evitar que esto pasara. Tú eres tan importante para mí, que no te imaginas lo que soy capaz de hacer por ti".

"¡No lo entiendes!... por favor, trata de entender".

"Dame tiempo para que pueda resolver este problema... Te prometo que cuando todo termine, comprenderás los motivos que provocaron el dolor que estás sintiendo".

Aquello era lo que Rogelio le suplicó esa vez y con la actitud de Jennifer unió las piezas faltantes y al darse cuenta de lo que significaban, se levanta y baja al despacho para hacer varias llamadas, cuidando siempre de que nadie la escuche.

Límite de las casas de los peones.

Helena baja del auto y entra a la casa en donde ve sentado en el suelo al otro hombre contratado por James y le ordena que se vaya junto con su compañero a buscar a su jefe y que le diga que ella lo verá ahí... El sujeto saca su celular y trata de comunicarse con él, pero como no tiene señal, termina obedeciendo a Helena... Antes de irse le informa que el paquete ya está listo en el auto y que sólo tendría que ponerlo en marcha y recorrer algunos kilómetros para hacerlo funcionar. Cuando se van, Helena se cambia de ropa y se arregla como siempre le gustó hacerlo. Una vez lista, busca a Jennifer y la encuentra en un cuarto atada de pies y manos.

Con algo de fuerza la desata y Jennifer se soba las manos que ya tenían las marcas de las cuerdas.

Ambas se miran con recelo, pero como Jennifer no estaba dispuesta a permitir que James volviera a atraparla, se abalanza sobre Helena y aunque consigue tirarla, ésta la toma del pie y la hace caer de lado.

Helena es la primera en levantarse y ve que Jennifer no dejaba de tocar su vientre y al notar que lo cubre con sus brazos, se pone nerviosa.

Helena: ¿Qué tienes?

Jennifer: ¡Me duele!... me duele mucho.

Helena: ¿Por qué?

Jennifer: No sé... sólo espero que nada malo le esté pasando a mi bebé.

Helena cubre su boca con una mano por la impresión, pero se recompone y busca un teléfono, sin embargo la casa está completamente vacía, así que regresa con Jennifer y con cuidado trata de retirarle las manos para tocar su vientre, pero ella no la deja y suelta golpes al aire.

Helena: ¡Sólo quiero ver si no estás sangrando!

Jennifer deja de luchar y Helena la revisa y suspira de alivio cuando ve que no está sangrando, pero la tranquilidad no dura mucho, pues Jennifer se retuerce por un dolor y ve que de sus piernas escurre un poco de líquido rojo.

Helena: ¡Dios no!... necesitas un médico.

Jennifer: ¿Why?... ¿le pasa algo a mi bebé?

Helena sale corriendo de la casa dejando a una Jennifer asustada y llorosa.

La casa estaba algo alejada de la carretera, pero no tanto de una de las casas de los peones y usando todas sus fuerzas logra llegar... Con desesperación toca la puerta y al abrirle entra preguntando por el teléfono. La mujer que abrió le indica el lugar en donde está el aparato y Helena marca un número.

Carretera rumbo a San Gabriel:

Edward iba a la hacienda en un taxi... Estaba preocupado porque cuando llegó al hotel, el encargado le dio un mensaje de Jennifer en el que le informaba que iría a ver a Paula, pero por más que intentaba comunicarse con ella, no le respondía... En el momento en que iba a volver a marcar, entra una llamada.

Edward: (responde), ¡Diga!

Helena: ¡Gracias a Dios Edward!

Edward: ¿Helena?... sabes que tú y yo no tenemos nada de qué hablar, así que no intentes comunicarte de nuevo conmigo.

Helena: ¡No por favor, espera!... tu mujer está en peligro de perder a tu hijo.

Edward: ¿Qué?

Helena: Lo que oíste... yo hubiera querido llamar a una ambulancia, pero no puedo porque expondría a James, por eso te llamo a ti... Lo siento en verdad, yo te odio y también la detesto a ella, pero jamás atentaría contra la vida de un bebé.

Edward: ¿En dónde está Jennifer?

Helena: Está en una de las casas de los peones de la hacienda del Fuerte... Me parece que es una que no está ocupada... Los peones te pueden decir cómo llegar, pero Ed, tienes que apresurarte.

Helena cuelga y trata de regresar con Jennifer, pero la pregunta de la mujer hace que se detenga.

Helena: ¿Podría repetir la pregunta?

Mujer: Le pregunté que sí la persona está cerca de aquí.

Helena: Sí, ¿por qué?

Mujer: Porque puedo darle algo que la ayudará a no abortar, o mejor dicho, a conseguir más tiempo mientras la lleva al médico.

Helena: ¿En verdad hay algo que pueda evitar que aborte?

Mujer: Si la voluntad de Dios es llevarse al angelito, ni el remedio que voy a darle podrá impedirlo, pero al menos lo intentamos.

Helena: Entonces por favor, deme ese remedio.

La mujer va a su cocina y en una olla hierve un poco de agua... luego la sirve en un vaso de barro y le agrega una bolsita de té.

Mujer: (le entrega la taza), Tenga cuidado de no quemarse.

Helena: (¿?), ¿Esto qué es?

Mujer: Es un té de hoja de frambuesa... mi hija parió hace tres meses y eso es lo que sobró... Haga que la muchacha se lo tome y verá que los dolores se hacen menos agudos, pero como le dije antes, el remedio no es milagroso, sólo detendrá los dolores por un tiempo.

Helena agradece a la mujer y se va.

En la casa, Jennifer continuaba retorciéndose por el intenso dolor que tenía. Helena se coloca junto a ella y le pide que se tome el té. Ella la mira desconfiada, pero al escuchar que eso podría salvar a su hijo, decide arriesgarse. Minutos después el dolor cedió y el efecto relajante del té hizo que Jennifer se durmiera. Edward llega a la media hora y al bajar del coche se quita sus lentes para ver mejor. Al entrar mira con asombro a Helena cuidando de Jennifer... Él se acerca y sostiene a su prometida en sus brazos.

Edward: Si algo malo le pasa a Jennifer y a mi hijo, no me alcanzará la vida para hacértelo pagar.

Helena no responde, ni lo mira cuando sale de la casa, aunque agudiza su oído para captar el momento en que el Taxi se aleja.

Era extraño lo que le sucedía... No recordaba la última vez en que se sintió tan en paz y tan decidida y gracias a la fuerza de ese sentimiento, se pone de pie para dirigirse al coche que el hombre de James dejara frente a la casa.

Por un momento duda, pero al final sube al auto y lo pone en marcha.

En la zona donde comienzan las casas de los peones, James esperaba a Helena. Los dos hombres que debían llegar con ella no se habían aparecido y eso lo estaba inquietando. No comprendía la ansiedad que presentaba su cuerpo, y está aumentó cuando finalmente ve que los hombres llegan en la camioneta, pero no venía Helena con ellos.

James: ¿Dónde demonios está Helena?

Hombre 1: Dijo que nos viniéramos con usted para avisarle que lo esperaba en la casa donde está la güerita, pero en el camino se nos ponchó una llanta y se nos hizo algo tarde.

James: (se acerca y le suelta un puñetazo), ¡Imbécil!, ¿cómo se te ocurrió dejarla sola?

Hombre 2: Ella dijo que eso que estaba haciendo era su deseo y que si no la obedecíamos nos iba a ir mal con usted.

James: ¡Serán idiotas!... Si algo sale mal estúpidos, dense por muertos.

James sube a la camioneta y sin importarle si atropella a sus hombres la dirige hacia la casa... El trayecto es relativamente corto, pero a él le parecieron horas las que tardó en llegar, sin embargo por más que buscó, no logró encontrar ni a Helena, ni a Jennifer... Una desesperación incontrolable se apoderó de él cuando se da cuenta de que falta el coche que pidió que preparan con el explosivo y con los nervios a flor de

piel, marca el número del celular de Helena sin obtener respuesta debido a la falta de señal, y con pasos torpes logra regresar a su camioneta para salir de la zona que le impedía obtener recepción.

Unos kilómetros más adelante logra comunicarse... Del otro lado de la línea, le responde la voz de una Helena tranquila e inclusive la notó ¿feliz?

Helena: ¡Hola cariño!

James: (detiene su auto), ¿En dónde estás?

Helena: No conozco estos lugares, pero no te preocupes, no es importante saber en dónde estoy, sino hacia a dónde me dirijo.

James: No estoy para juegos Helena, ¡dime dónde estás!

Helena: Estoy camino a la libertad... una vez dijiste que sólo había una manera de librarse del dolor y creo que ha llegado el momento de liberarme del mío.

James: (angustiado), Sabes perfectamente cuál es la forma que considero la única para liberarte, y no quiero que pases por eso... no tú.

Helena: Estoy exhausta cariño... desde que conocí a Rogelio, entendí que hay cosas más valiosas que el dinero, y la venganza... Él ama a su esposa y se sacrifica por ella y su familia... Ese tipo de amor es el que siempre esperé... pero sepulté mi deseo dentro de mi mente cuando murió nuestro pequeño.

James: Helena, por lo que más quieras, ¡dime en dónde estás!

Helena: Cariño, en serio no importa, pero sí quisiera que me acompañarás con tu preciosa voz hasta que llegue la hora de dejarte.

James deja escapar un sollozo que Helena escucha claramente.

Helena: No cariño... no llores por mí... no lo valgo. Te hice sufrir mucho con mi egoísmo y permití que tu alma siguiera llenándose de odio, en lugar de ayudarte a sanarla.

James: No fue así... tú me has regresado a la cordura cuando me pierdo en mi odio, por eso te pido que regreses a mí.

Helena: Estaré siempre contigo, te lo prometo cariño.

James: Helena, si detienes el coche, te juro que haré todo lo que me pidas.

Helena: ¿Sabes qué quiero?

James: ¿Qué?

Helena: Quiero que dejes atrás el pasado... quiero que vuelvas a ser el hombre bueno que me enamoró y también quiero que me digas las palabras que siempre desee escucharte decir.

James: Si te quedas conmigo, me esforzaré cada día por cumplir lo que pides y en hacerte feliz.

Helena: Hazlo ahora, por favor... al menos lo último que te pedí.

James: Te amo Helena... desde el primer día que te vi, supe que te amaría hasta la muerte.

Helena: (llora de felicidad), ¡Gracias cariño!, también yo te amo.

Un fuerte estruendo retumba en el oído de James y lo deja sordo un instante. Cuando recupera la audición toma su celular y grita el nombre de Helena, pero ya no escucha nada y aunque marca varias veces, no logra que le responda... A lo lejos se aprecia en el cielo una fumarola que comienza a teñirlo de oscuridad... Intensas lágrimas surcan su rostro y en su desesperación se arranca el cabello con las manos... En su mente comienzan a diluirse las imágenes de los días en que Helena y él se consideraban dichosos, y cada buen recuerdo es reemplazado por una furia que estaba seguro no lograría apaciguar hasta ver destruido al culpable que llevó a su más grande amor a la muerte, y en un grito refleja todo el odio que siente por él.

James: ¡Pagarás por esto Montero!, ¡te lo juro!

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