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CAPÍTULO 57

Límites de Villahermosa:

Ricardo se frotaba con insistencia sus brazos, buscando con eso emitir un poco de calor a su entumecido cuerpo. La noche había estado terriblemente fría, sin embargo para su compañera el inclemente clima no pareció haberle producido ningún tipo de malestar.

Cynthia permaneció inmóvil y silenciosa. No tenía interés en conversar, pero tampoco cerró los ojos para dormir. Ricardo sí lo había hecho y por ello no podía asegurar que ella no hubiese descansado, aunque al despertar la encontró en la misma posición.

Las horas del nuevo día pasaban lentas y tortuosas para él. No sabía qué sería de ellos en cuanto James apareciera, pero de algo estaba seguro y era que ésta vez, no lograría salir ileso.

En un determinado momento del día que no pudo precisar, la puerta de la casa se abrió, dejando ver al hombre que más odiaba en el mundo.

James entró a paso lento y mantuvo su mirada sobre Ricardo todo el tiempo. Cynthia miraba con indiferencia al recién llegado y no hizo un sólo movimiento a pesar de que su odio para con aquél hombre, era igual de grande que el de su compañero.

James: Finalmente puedo ver de cerca tu maldito rostro... Llevo muchos años esperando el momento de lastimarte como tú me lastimaste a mí.

Ricardo: (¿?), ¿Quieres lastimarme, igual que yo te lastimé?... James, nunca te hice nada. Al contrario, gracias a ti perdí a mi padre y Edward me acusó de haber sido tu cómplice y con eso me gané su odio.

James: Pero ya son amigos de nuevo ¿no?

Ricardo: ¿Y eso a ti en qué te afecta?

James: Él era mi amigo, lo apreciaba como a un hermano y tu presencia provocó mi soledad.

Cynthia comienza a reírse con fuerza y se levanta para caminar hasta una ventana cubierta por maderas que estaba a unos pasos de la puerta principal... James se acerca a ella y la jala del brazo para hacer que lo mire.

James: ¿Qué te parece gracioso?

Cynthia: No me parece gracioso, sino patético... ¿En verdad tus celos son suficiente motivo como para justificar tus crímenes?

James: Creo señorita que usted es la menos indicada para decirme eso. Si no me equivoco, fueron sus celos hacia la mujer de su hermano, los que la llevaron a convertirse en asesina.

Cynthia: Es cierto, y siendo que ambos somos una escoria que merece morir, le recomiendo que deje que el rubio se vaya.

James: ¿Y por qué habría de hacer lo que dice una loca?

Cynthia: Porque tal vez si lo deja irse y se olvida de su venganza absurda, yo no tendré que matarte.

James: (se ríe con ganas), ¿En serio piensa que puede matarme?... Señorita, en realidad es una pobre loca.

Cynthia acerca su rostro al de James y habla en susurros.

Cynthia: Tú y yo somos iguales, pero al final habré de superarte porque tengo un motivo más fuerte que el tuyo para no temerle al infierno.

James: También tengo un motivo, pero éste ya me tiene en el infierno.

Cynthia: Aún no estás ahí, pero si continúas con tus planes vas a perder aquello que te mantiene libre de él.

Ricardo que había estado al margen de la conversación, se acerca para separar a Cynthia de James y la coloca detrás suyo.

Ricardo: ¡Terminemos con esto!, dime qué es lo que quieres para dejar a los Montero y a Alejandro fuera de tu venganza.

James: ¿Qué te parece morir?...Es un buen trato ¿no?

Ricardo: De todas maneras planeas matarme, por eso no comprendo por qué le estás dando tantas vueltas al asunto... Si deseas mi muerte, pues termina de una vez y deja en paz a mi familia.

James: ¡Todavía no amigo!... En unos días verás frente a ti la prueba de todo el odio que te tengo y disfrutaré enormemente ver tu rostro lleno de dolor, al saberte tan solo como yo.

James se encamina a la puerta, pero antes de cerrarla Cynthia vuelve a hablarle.

Cynthia: Tienes ese mismo tiempo para cambiar... De otro modo, el que habrá de quedarse solo eres tú.

James: (¿?), Ya estoy solo, ¿qué acaso no te quedó claro?

Cynthia: No lo estás, pero no quieres ver porque estás cegado por un odio que no tiene motivo.

James: ¡No continuaré escuchando las incoherencias de una loca!, (cierra la puerta dando un fuerte portazo).

Cynthia va a sentarse de nuevo y Ricardo se queda de pie frente a ella.

Ricardo: ¿Qué fue ese discurso de la soledad de James?

Cynthia: Él no está solo como dice.

Ricardo: ¿Cómo lo sabes?, ni siquiera lo conoces y yo no te he dicho nada de él.

Ella se arrastra por el piso hasta la ventana de los maderos y recoge un papel para después regresar con Ricardo y se lo entrega. Él ve que se trata de una foto de una Helena embarazada y sonriente. Detrás había una inscripción que decía: "Mi adorada familia... mi esperanza... los ama con el alma, James". Ricardo mira a Cynthia y se sienta a su lado.

Ricardo: ¿Cómo es que pudiste leerla tan rápido si James te jaló enseguida?

Cynthia: No leí lo que escribió, pero sí noté cuando se le cayó y al acercarme vi la imagen de la mujer... Él la ama, ¿verdad?

Ricardo: El que tenga esta foto, no quiere decir que la ame.

Cynthia: No la tendría consigo sino le importara y es ella quien habrá de destruirlo.

Ricardo: (¿?), ¿Y cómo podría?

Cynthia: Dejándolo solo, como Luis me dejó a mí.

Cynthia regresa a su letargo y Ricardo se recarga para pensar en el significado de las palabras de su compañera, (y en el tremendo rugir de su estómago hambriento).

Delegación de Tuxtla:

Fabiola y Edward llegaron muy temprano a la delegación, sin embargo no les permitieron pasar y tuvieron que esperar tres horas.

Lo sucedido el día anterior dejó a Rogelio con muy poco ánimo, e incluso cuando entraron Fabiola y Edward ni siquiera se levantó de su camastro.

Fabiola lo llama y al verlos toda la frustración regresa de golpe y se acerca los barrotes que reciben otra vez su ira.

Fabiola: Tranquilícese señor Montero, no es recomendable que le dé a las autoridades más motivos para mantenerlo encerrado.

R: De todas maneras van a tenerme aquí porque el maldito de James ya los compró.

Rogelio esperaba ver la sorpresa en Fabiola o Edward, pero como ninguno parecía impactado por la noticia, se enfureció más.

R: ¡Ya lo sabían y no dijeron nada!

Edward: Yo me enteré ayer después de que la Licenciada me comunicara que estabas en la cárcel.

Fabiola: Lo siento mucho señor Montero. Alejandro no quiso decirlo antes para no preocuparlo y así resolver lo de su hermana sin arriesgarla, pero ahora me doy cuenta de que no fuimos inteligentes y permitimos que James Clayton nos lleve ventaja.

R: ¡Exactamente Licenciada!, no fueron para nada inteligentes y ahora toda mi familia está en peligro.

Fabiola: Aún podemos hacer algo, porque yo...

R: Si se refiere a los documentos que le dejó Alejandro, le aconsejo que se olvide de ellos porque James amenazó con matarlo junto con mi hermana y Ricardo.

Fabiola: Pero nos queda la denuncia. Si levantamos un acta, James será investigado.

R: Hay un político que no permitirá que esto salga a la luz y por eso Alejandro desapareció.

Fabiola: Entiendo su temor a que algo le pase a su familia, pero todavía podemos hacer mucho en contra de James, sin embargo por el momento tendremos que aparentar y obedecer todo lo que ese hombre le pida... Si lo mantenemos confiado en que nos tiene en sus manos, bajará la guardia.

Edward: La autoridades americanas han comenzado con su investigación y pedirán el apoyo del DF para resolverlo lo más rápido que se pueda.

Fabiola: Cuando ellos obtengan los permisos, será nuestra oportunidad, por eso señor Montero, le voy a pedir que me indique lo que ese hombre le exigió.

R: Quiere que le diga a Paula que será el administrador de mis bienes mientras estoy aquí.

Fabiola: Entonces hágalo antes de que lo envíen al reclusorio. Le facilitaré un poder legal para que ese hombre tenga acceso a las cuentas.

R: Para que me robe todo y deje desamparada a mi familia, (irónico), ¡Increíble!

Fabiola: Será más sencillo atraparlo si se le comprueba un delito en caso de que perdiéramos los documentos que consiguió Alejandro.

Edward: Entiendo cómo te sientes Rogelio, pero si todo sale como lo planeamos, tus bienes no se verán afectados.

R: ¿Y podré decirle a Paula?

Fabiola: Por ahora no... No la conozco, pero de acuerdo a Alejandro, es impulsiva y puede hacer enojar a James Clayton.

R: En eso tienen razón, y por lo que vi ayer, ese maldito puede lastimarla o matarla si se le saca de sus casillas.

Fabiola: Entonces tendrá que mentirle, y por favor, consiga que no le cuestione nada de lo que vaya a firmarle a James.

R: No será fácil. Paula es muy lista y sé que si ve algo anormal, le reclamará.

Edward: Entonces creo que será mejor que la pongamos al tanto para no exponerla.

R: Si lo sabe querrá enfrentársele y sería lo mismo.

Fabiola: ¿Entonces qué nos recomienda?

R: ¿Podría traer a Helena?...James debe estar vigilándome, y quizás tenga hombres afuera. Si hablan con alguno de ellos, pídanle que la llame.

Edward: ¿Para qué quieres hablar con ella?

R: Para que distraiga a Paula.

Edward y Fabiola se miran interrogantes. Rogelio regresa a su camastro y coloca sus manos en su frente.

Edward: No comprendo cómo la distraerá, pero si tú dices que así será, entonces yo me encargo de traerla.

R: ¡Gracias!

Los dos se retiran al ver que Rogelio ya no hablaría más, pero Fabiola regresa unas horas más tarde con el poder que le permitirá a James administrar los bienes de la hacienda.

Hotel de Tuxtla:

Al salir de la delegación, Edward se dirigió a una camioneta negra que estaba estacionada a unos metros de la entrada, y como tenía vidrios polarizados y la vio desde que llegaron, supuso que dentro había gente de James.

En un inicio los hombres no querían hablar, pero al mencionar el nombre de su jefe y el suyo, llamaron a James para ver si podían darle la información que les solicitara.

James dudó un instante, pero accedió a que viera a Helena, no sin antes advertirle que no hiciera estupideces por el bien de los Montero. Y es así que terminó frente a la puerta de una habitación de hotel.

Dudoso tocó el timbre y poco después una mujer con la cara llena de moretones y tapada de pies a cabeza le da el paso.

Edward no podía creer que la mujer que estuvo a su lado por dos años, fuera la misma de aquella habitación. Helena ya no usaba vestidos diminutos, ni llevaba su hermoso cabello bien arreglado. Ahora tenía un traje que la cubría por completo, y una pañoleta alrededor de su cabeza, para disimular el salvajismo que James cometiera contra su bello rostro.

El escrutinio con el que era observada, la incomodó y subió más la pañoleta.

Helena: ¿Viniste a burlarte de mi deplorable condición?

Edward: ¡Perdón Helena!, no quise hacerte sentir mal. Soy consciente de la incomodidad que provocan las miradas, pero esto que te pasó no lo merece ninguna mujer y por eso no pude evitar observar la crueldad con la que fuiste tratada, (se acerca y tomando su mentón la hace que lo mire), ¿por qué permites que te maltrate de este modo?

Helena: Porque lo amo de la misma manera con la que tu amas a tu mujercita.

Edward: No es lo mismo Helena. Jennifer no me ha lastimado de ninguna forma y James sí te ha dañado... ¿Qué ocurrió con la mujer fuerte que estuvo conmigo por dos años?

Helena: Cuando vi esa tumba en Oaxaca recordé el dolor que provocó tu aparición en el que debió ser el momento más feliz de mi vida.

Edward: ¿Mi aparición?

Helena: La primera vez que supe de ti, fue cuando tenía semanas de haberme embarazado, y al verte James se vio afectado... Me hizo enredarme contigo y luego de que te fuiste las dudas comenzaron... Él creyó que el bebé era tuyo aun sabiendo que ya estaba embarazada antes de que me obligara a llevarte a la cama... James sufrió mucho y se refugió en las drogas y una noche perdimos a nuestro más grande tesoro.

Edward: Sus dudas no son justificaciones para lo que te hizo en ese momento ni ahora.

Helena: (se altera y golpea su pecho con sus puños), ¿Qué no oíste?, él estaba sufriendo y no se dio cuenta de lo que me hizo... James era bueno antes de que te volviera a ver, tú fuiste el causante de su locura y por eso te odio.

Helena se deja caer en el suelo mientras que Edward la mira con pena.

Helena: Por el odio que te tengo acepté engatusarte la segunda vez que regresaste a Estados Unidos, pero te escapaste de mis garras cuando te reencontraste con esa zorra.

Edward: Jennifer no es ninguna zorra.

Helena: ¿Y yo sí verdad?... Pues te informo, que sólo me acuesto con los hombres que James quiere destruir, pero mi corazón es de él y es lo que vale.

Edward: (suspira), Helena, no vine para hablar de lo mucho que me odias, o de tus acciones. Vine porque Rogelio quiere hablar contigo.

Helena: (se levanta), ¿De qué quiere hablar?

Edward: No lo sé, pero te aseguro que es por el bien de James.

Helena: (limpia su rostro), ¡Está bien!, voy a verlo, pero te advierto "ciego", que encontraré una manera de vengarme de ti, y ruega que no tenga que usar a tu zorrita.

Edward: (se enoja y la sujeta del brazo), Si no quieres saber de lo que soy capaz, no te atrevas a ponerle un dedo encima a Jennifer, porque no va importarme manchar mis manos con tal de protegerla, y sé que te dolería mucho perder a James.

Helena: No serías capaz porque en primer lugar, eres un ciego que nada puede hacer más que dar lástima.

Edward: No me pongas a prueba porque puedes arrepentirte.

Helena: (se suelta), ¡Ya veremos quién se arrepiente al final!

Helena sale de la habitación rápidamente. Edward camina a paso lento pero mantiene su vista sobre ella hasta que se pierde por los pasillos.

Delegación de Tuxtla:

Una camioneta estaba dispuesta frente a la delegación para el traslado de Rogelio. Helena entra y con un poco de persuasión, (económica), consigue que le permitan verlo.

Al entrar a los separos se pone nerviosa y apenas consigue que sus piernas se mantengan firmes cuando lo ve sentado con la cabeza agachada. Ella lo llama y Rogelio levanta la cabeza y la mira con decepción.

R: Debo agradecerle su presencia. Después de lo de ayer no creí posible que aceptara venir.

Helena: ¡Discúlpeme!, de todas las cosas que he tenido que hacer, ésta es la más me ha dolido.

R: ¿En serio?, pues no parece que le duela.

Helena: Usted es un buen hombre y me trato muy bien. James era así conmigo antes de que enloqueciera.

R: No creo que ese hombre haya sido alguna vez una buena persona.

Helena: Lo fue, se lo aseguro.

R: Da igual. No le pedí venir para hablar de James, sino para proponerle una última actuación.

Helena: ¿Una actuación?

R: Sí. Usted es muy buena con eso, y como no deseo que mi esposa salga lastimada por culpa de ese loco, tendremos que interpretar un papel convincente para distraerla.

Helena: ¿Qué papel?

R: El de amantes.

Helena: ¿Quiere que le diga a su esposa que somos amantes?, señor... no creo que con sólo decirlo consiga que me crea.

R: No, claro que no, pero si ella ve con sus propios ojos la infidelidad, conseguiré protegerla porque el dolor de la decepción la mantendrá ajena al engaño de James y ustedes obtendrán lo que quieren.

Helena: ¿Y cómo nos va a ver si lo van a trasladar al reclusorio?

R: James tiene los medios para retrasarlo un día más. Convénzalo de dejarme hasta mañana y después de que Paula salga de la delegación, podrán mandarme hasta el infierno si es lo que quiere.

Helena: Muy bien, hablaré con James y engañaremos a su esposa, pero ojalá su reacción sea la esperada porque no aceptaremos más retrasos. Queremos terminar con esto cuanto antes y si él se desespera, se deshará de todos sin importarle no llevarse el dinero.

R: Conozco a mi esposa y esto sólo va a distraerla, no es de las mujeres que se eche a llorar porque un hombre la engañó, pero su enojo servirá para que firme sin cuestionar.

Helena: Entonces la distraeremos por su bien. Mi actuación será convincente, espero que la de usted también lo sea.

R: ¡Lo será!

Helena se retira y Rogelio vuelve a sujetar su cabeza por la impotencia de haberse convertido en la marioneta de James.

Clínica de San Gabriel:

Cuarenta y ocho horas se habían cumplido y la salud del bebé de Vanesa estaba mejorando. Ernesto estuvo presente en cada revisión y salía a darle informes detallados a Paula. La noticia de que su sobrino podía librar la crisis la tenía contenta, aunque el estado de su hermana continuaba preocupándola. Alrededor de las once de la noche, Ernesto le recomendó que se fuera a su casa, que él estaría de guardia y si ocurría algo importante la llamaría de inmediato. Ella aceptó porque deseaba ver a Rogelio para darle las buenas noticas y pedirle disculpas por dejarlo solo con el asunto de Alejandro, pero al llegar se encontró con que él no había vuelto desde la mañana y nadie sabía en dónde podía estar. Una extraña angustia se instaló en su pecho y empezó a llamar a todos sus conocidos y empleados, sin embargo no consiguió más que aumentar su temor.

Toda la noche se la pasó esperando a que Rogelio apareciera y al amanecer se dispuso a salir a buscarlo, pero antes de poder abrir la puerta, el teléfono de la hacienda sonó y corrió a responder. Edward era quien la llamaba.

AP: Ya estás en México, eso quiere decir que Rogelio está contigo ¿verdad?

Edward: No Ana Paula, Rogelio tuvo un problema y lamentablemente está detenido en la delegación de Tuxtla. En unas horas van a trasladarlo al reclusorio.

AP: ¿Qué dices?, pero ¿por qué?... ¿qué pasó como para que Rogelio esté detenido?

Edward: Es por algo que sucedió con Helena. Él...

AP: (¿?), ¿Él qué?

Edward: Él la defendió y por eso está detenido.

AP: ¿De qué la defendió?

Edward: Eso debes preguntárselo a él.

AP: ¿Y entonces cómo es que sabes que está encerrado por causa de Helena?

Edward: Porque es lo que me dijo la Licenciada Sánchez.

AP: ¿Y no puedes darme la información completa?

Edward: Discúlpame Ana, pero sólo Rogelio puede explicarte la razón.

AP: Está bien. Estaré ahí lo más pronto que pueda.

Edward: No tardes Ana.

AP: No lo haré, y Edward por favor... cuídalo.

Edward: Lo intentaré.

Ana se apresura a irse hacia Tuxtla. Su corazón late aprisa y aquel sentimiento de temor que llevaba acuestas desde hace tiempo volvió a aparecer con mayor fuerza. Sólo esperaba que no significara que algo malo le sucedería a sus seres queridos.

San Gabriel - Casa de Alejandro

Dany pasó todo el tiempo buscando entre los documentos de su esposo algún indicio que le sirviera para encontrarlo. Habían tantas hojas de diferentes casos que estuvo a punto de rendirse, hasta que ve dentro de un folder las fotografías de James Clayton que Alejandro le mostrara el día que regresaron de Estados Unidos.

El hombre de las fotos en verdad era un camaleón, pero mientras más las observaba, más le parecía haberlo visto. Era un hecho que su aspecto cambiaba tanto que era imposible identificarlo, sin embargo su fría mirada permanecía igual en cada imagen y entonces recordó que aunque brevemente, vio esa misma mirada en el caballerango de la hacienda del Fuerte y uniendo ese dato con el comportamiento de Alejandro al conocer a ese hombre, la hizo estremecer por el miedo de que David y James fueran el mismo.

Con los nervios a flor de piel, sale de su casa para ir a la hacienda. En el camino pasa por la fonda y como Rosaura la nota alterada, va hacia ella.

Rosaura: Buenos días Daniela, ¿cómo has estado?

Dany: Mal Rosaura. No he sabido nada de mi esposo y con lo que acabo de descubrir, tengo miedo de que le hayan hecho algo malo.

Rosaura: ¿Qué descubriste?

Dany: (le muestra el folder), No estoy segura, pero creo que David Santana no es un hombre de fiar.

Rosaura mira fugazmente el folder y se lo regresa a Dany. Cuando ésta lo toma, Rosaura sujeta su brazo y lleva de regreso a su casa.

Dany: ¿Qué pasa Rosaura?, ¿por qué me lleva a mi casa?

Rosaura: Le dije al Licenciado que su deber era informarle a Rogelio las sospechas que tenía respecto a ese hombre, pero es tan necio que seguramente quiso resolver el problema por su cuenta.

Dany: ¿Usted sabe que está pasando?

Rosaura: No sé mucho, pero viendo lo que ha pasado en estos días, comienzo a creer que el asesino del doctor Mendoza siempre estuvo cerca de nosotros, y si es así, lo más probable es que tenga a Alejandro... Ese en el mejor de los casos.

Dany: (se detiene y se suelta del agarre), ¿Cómo que en el mejor de los casos?

Rosaura: No voy a darle más vueltas a las cosas... Si Alejandro se puso en evidencia frente a ese asesino, es inevitable pensar que se deshicieron de él... A menos que lo vaya a usar para presionar a Rogelio, pero si mató al doctor Mendoza, nada le impide matar al Licenciado.

Las palabras de Rosaura desataron en Dany la más grande de las angustias y desesperada empieza a llorar. Rosaura la jala de nuevo y con torpeza consigue quitarle las llaves de su casa para después empujarla dentro.

Rosaura: ¡Cálmate Daniela!, eres la esposa de un abogado penalista y tienes la obligación de estar al nivel de tu marido y llorando no conseguirás ayudarlo... Todavía no es un hecho que Alejandro esté muerto.

Poco a poco Dany normaliza sus sollozos y se dirige a la cocina a tomar un vaso con agua. Rosaura entra y del refrigerador saca una botella de leche y se sirve en un vaso. Una vez tranquila, Dany toma asiento.

Dany: ¿Qué me aconseja?

Rosaura: ¿Qué es lo que consideras que debes hacer?

Dany: Alejandro dice que ganar los casos es difícil porque siempre hay autoridades corruptas, pero cuando eso sucede, él ha tenido que recurrir a métodos similares, aunque jamás lo ha hecho con gente que merece ser condenada.

Rosaura: Él no quiso que interviniera la policía. Supongo que algo así se imaginó que pasaría.

Dany: Sí, y entonces no es conveniente denunciar en este momento, pero podemos investigar. No tengo muchos recuerdos del día en que salió de la hacienda, pero estoy segura que mencionó que tenía que ir a Tuxtla. Ahora mismo salgo para allá a preguntar si apareció por la delegación.

Rosaura: Si vas tú serás muy obvia y si el asesino está rondando por ahí, puede enojarse y expondríamos al Licenciado.

Dany: ¿Entonces?

Rosaura: Yo tengo que presentarme a la firma mensual de mi libertad condicional. Aprovecharé esa cita para preguntarle algunas personas que conozco en el reclusorio. El haber sido paciente del doctor Mendoza me dio una ventaja que no creí que usaría jamás.

Dany: Eso es excelente, pero mientras usted investiga, ¿qué debo hacer yo?... Estaré muy preocupada y mis nervios no me dejarán en paz hasta que no sepa que Alejandro está a salvo, y no siento que sea buena idea ir con Ana Paula... Ella es muy impulsiva y nos pondría en evidencia si se le ocurre enfrentar a ese hombre.

Rosaura: Es cierto. Mi sobrina es muy impulsiva y por eso lo mejor es que te tenga a su lado para que evites que haga tonterías... Por cierto, Rogelio pasó por el pueblo ayer, pero escuché comentarios de los peones y dicen que no regresó a la hacienda, eso me tiene preocupada porque estaba buscando al Licenciado y al esposo de Vanesa.

Dany: ¿Cree que ese asesino le hizo algo?

Rosaura: Es posible, pero no nos apresuremos a sacar conclusiones, si lo hacemos sólo servirá para ponernos más nerviosas y no conviene que nos vean así.

Dany: No puedo evitarlo... Estoy aterrada y no me siento capaz de hacer nada sin Alejandro.

Rosaura: (sujeta sus manos), Eres la mujer que el Licenciado escogió para ser su compañera. Sé que él no desea ponerte en riesgo y por eso nunca te dijo nada, pero ésta es tu oportunidad de demostrarle lo fuerte que eres.

Dany: (limpia las últimas lágrimas que cayeron de sus ojos), ¡Tiene razón!... Alejandro necesita una mujer fuerte en la que pueda confiar, y yo estoy dispuesta a hacer todo lo que está en mis manos para ser esa mujer.

Rosaura la abraza y enseguida se va de San Gabriel rumbo a Tuxtla.

Delegación de Tuxtla:

Edward esperaba a Paula dentro de su coche junto con Fabiola. La camioneta de Paula se estaciona dos vehículos detrás de ellos y en cuanto Fabiola la ve, baja del auto para impedir que entre a la delegación. Por su parte Edward ingresa por otra puerta para avisarle a Rogelio que su esposa había llegado. Helena estaba con él, y rápidamente un guardia abre la puerta de su celda para dejarla pasar. Edward se va y los dos "nuevos amantes" se disponen a interpretar su papel.

Fabiola deja ir a Paula después de que Edward hace un ademán con su mano y se excusa diciendo que iría por unos papeles que debe firmarle.

Paula entra, y el mismo guardia que estaba con Rogelio la conduce a los separos. Antes de que abra la primer puerta, le informa que su esposo no está solo, aunque se le permitirá entrar por ser un caso especial. Ella no entiende el porqué de sus palabras, pero las ignora y camina lentamente para no interrumpir si es que Rogelio está con algún representante de la delegación, sin embargo su mundo se viene abajo cuando ve a su esposo besando con gran pasión a Helena.

Las manos de Rogelio recorren con ternura el rostro de la mujer y despacio las baja hacia el resto del cuerpo. Helena no se queda atrás y acaricia el torso de Rogelio por sobre la ropa, pero al poco tiempo desabrocha su camisa para hacerlo directamente en la piel.

Paula no sabe si se encuentra en un sueño porque era imposible que Rogelio le hiciera algo así, pero por más que deseaba gritar para que dejaran de acariciarse, su voz se había ido, al igual que sus fuerzas. "No es cierto", era lo único que se repetía en su mente, y sin el valor de enfrentarlos, se esconde detrás de un muro.

Rogelio abre sus ojos y la ve cuando se esconde y de inmediato suelta a Helena para abrochar su camisa e irse a sentar en el camastro. Desde ahí le hace una seña a Helena para avisarle que Paula estaba escondida y ésta va a sentarse junto a él para continuar con la actuación.

R: Paula no tarda en llegar, por eso te pido que te vayas o sospechará lo que hay entre nosotros.

Helena: No puedo evitar querer besarte... Te extrañé mucho cuando te fuiste a Inglaterra, y además ¿cómo podría sospechar ahora, si no lo ha hecho las demás veces?... Te ha desatendido tanto que nunca se dio cuenta de que la engañabas mientras estaba trabajando en el rancho.

R: Tu hermano ya nos descubrió y me amenazó con decírselo... Dijo que no podía creer que le estemos haciendo esto a Paula.

Helena: David es un idiota. No le hagas caso, sé que no le dirá nada porque no quiere verla sufrir, aunque sí tendré que renunciar a ser su asistente. Con lo que pasó ayer con esos hombres, te estaría arriesgando si continúo en la hacienda, (toma su mano), por cierto, gracias por defenderme de esos delincuentes... no tenías por qué hacerlo.

Rogelio la mira con rencor y por un instante se olvida de la actuación, pero Helena aprieta su mano y con la cabeza señala el lugar donde está Paula.

R: Si tenía, porque... Te...

Helena: ¿Qué Rogelio?

R: (toma aire), Yo te quiero y me siento mal por engañar a Paula... Es una buena mujer que estuvo conmigo durante mi invalidez. Sé que no se merece lo que le hago, pero tampoco puedo evitar lo que siento.

Las lágrimas de Paula aparecen sin que pueda hacer algo para detenerlas. El dolor que las palabras de Rogelio estaban causando en su corazón era inmenso. Los sollozos comenzaban a ser inevitables y con un último esfuerzo cubre su boca para impedir que los escuchen.

Rogelio estaba perdiendo el valor para continuar hablando, por lo que Helena lo abraza en un intento de infundirle fortaleza... Al verlo sufrir, supo lo mucho que amaba a Paula, y en vez de sentir envidia de ese amor, sintió pena.

Helena: No te preocupes... Todo se va a solucionar y ella entenderá tu sacrificio.

R: ¿Acaso tengo esperanzas de que eso ocurra?

Helena: Siempre debes tenerlas.

R: Comienzo a dudar que esto se solucione.

Un silencio aún más largo se instala en aquél lugar. Paula ya no quiere seguir escuchando y sale de los separos para calmarse antes de ver a Rogelio. Helena escucha el leve sonido de la puerta y se aleja de él.

Helena: Pensé que vendría a gritarnos lo mucho que nos odia, pero al parecer la señora Montero está madurando.

Rogelio derrama lágrimas silenciosas y mira a Helena con la misma lástima que ha sentido por ella desde que la conoció.

R: Debe sentirse feliz... El deseo de James es destruirme para que Ricardo se sienta mal, y con esto están consiguiendo su propósito... Nada puede destruirme más, que el odio de la mujer que amo.

Helena: ¡Lo siento!... En verdad, lo siento mucho.

R: Usted no puede sentir nada porque si lo hiciera, ya hubiera detenido a James.

Helena: Yo también amo como usted ama a su esposa, por eso no puedo traicionar a James, pero sí puedo impedir que lastime a su familia.

R: Si es cierto lo que dice, entonces le viviré eternamente agradecido.

Helena: Es cierto señor Montero. James nunca les hará daño mientras yo viva, pero no tiene por qué agradecérmelo. Esa será mi forma de pagar la bondad que siempre me demostró.

Helena se acerca de nuevo y le da un beso en la frente.

Helena: ¡Adiós Rogelio!, gracias por todo y perdóname.

Helena sale de la delegación con un sentimiento diferente, aunque aún alberga el odio hacia Edward y antes de subir a su vehículo, le dirige la mira más rencosa que tiene.

Paula se encontraba en un lugar solitario de la delegación. Esperó mucho tiempo para poder armarse de valor y enfrentar al hombre que acababa de destrozarle su vida.

Rogelio pensaba que tal vez ella ya no querría verlo, pero el anuncio del guardia sobre la presencia de su esposa, le confirma que Paula jamás dejará que vea lo mucho que la lastimaron sus palabras.

Él se acerca a la reja al mismo tiempo en que Paula camina hacia la celda. Cuando la tiene enfrente trata de tomar su mano, pero ella se aleja de su contacto.

R: Supongo que tienes muchas preguntas que hacerme, pero antes tienes que saber que...

AP: (tranquila), No es necesario que me expliques nada. Acabo de escuchar perfectamente lo que le decías a Helena.

R: Paula, yo... perdón amor, no es mi intención lastimarte.

AP: Creo que ya no soy tu amor... Antes de venir, me dediqué a pensar en lo que debería hacer para arrancar de mi pecho este sentimiento de decepción que me está carcomiendo el alma... Tú has dejado de amarme y aunque me duele, no voy a reclamarte.

R: Lo siento Paula, esto no lo planee... simplemente sucedió sin que pudiera evitarlo.

AP: (solloza), Si la amabas me lo hubieras dicho... Lo habría preferido a que me engañaras.

R: Perdón, perdón... Amor yo...

AP: (alza la voz), ¡No vuelvas a llamarme "amor"!... Tú amas a Helena, (toma su mano), ¿no es cierto?

Rogelio no puede mantener la mirada de Paula y se retira de los barrotes para darle la espalda.

R: Intenté evitar que esto pasara. Tú eres tan importante para mí, que no te imaginas lo que soy capaz de hacer por ti.

AP: Eres capaz de negarte la oportunidad de ser feliz con la persona de la que te enamoraste... Pero te amo tanto, que no puedo obligarte a estar conmigo si ya no me quieres.

R: ¡No lo entiendes!, (voltea y sujeta sus manos), por favor, trata de entender.

AP: Lo entiendo Rogelio y por eso voy a facilitarte las cosas... Te daré el divorcio... No te preocupes por nuestros hijos. Por el momento me los llevaré al rancho y después ya veremos cómo nos organizamos para que no les afecte nuestra separación.

R: Paula, ¿por qué no has preguntado la razón por la que estoy detenido?

AP: (¿?), No lo hago porque ya lo sé... Edward dijo que fue porque defendiste a Helena y escuché que ella dijo que eran delincuentes.

R: Así es, y debo decirte que me van a mandar al reclusorio.

AP: (se angustia), También sé eso, pero ¿por qué te van a mandar allá?

R: Porque eran conocidos del delegado y quiere darme un escarmiento, pero estoy llegando a un acuerdo y no iré a juicio, aunque pasaré un tiempo ahí.

AP: ¿Cuánto tiempo?

R: No lo sé.

AP: Si me estás diciendo esto, es porque no es conveniente que solicite el divorcio, ¿verdad?

R: Dame tiempo para que pueda resolver este problema... Te prometo que cuando todo termine, comprenderás los motivos que provocaron el dolor que estás sintiendo.

AP: (¿?), Dices cosas muy extrañas... Rogelio, el único motivo es que tus sentimientos por mi cambiaron.

Con suavidad, Rogelio acaricia el rostro de su esposa. Paula percibe su amor y eso la desconcierta porque se supone que él ya no siente lo mismo por ella. Rogelio tiene una lucha contra su deseo de besarla y despacio retira su mano.

Guardia: Señora, es hora de que el preso sea llevado al reclusorio, así que despídase ya.

Paula lleva sus manos hasta el rostro de Rogelio y a pesar de que también quiere besarlo, contiene sus impulsos y sólo acuna su cara.

AP: Aunque nuestra historia de amor haya terminado de esta manera, no pienso negar que siempre serás el hombre de mi vida, (empieza a llorar), ¡Te amo, y trataré de sacarte de ese lugar!

El guardia la hace a un lado y saca a Rogelio de la celda. Él intenta acercarse a su esposa, pero otro guardia entra y entre los dos se lo llevan a la camioneta. Paula fue tras ellos y cuando el vehículo avanza, se deja caer en el suelo. Edward la levanta, pero al tratar de llevarla hacia su coche, ella se desmaya en sus brazos.

Reclusorio varonil de Tuxtla - 2 horas después:

El ingreso de Rogelio fue tan rápido que pareció que ni siquiera lo hubiesen registrado. Los custodios le aventaron la ropa que usaría y una vez vestido con ellas, lo llevaron a la que sería su celda. En un principio pensó que estaría solo, pero al poco rato entra el Tuerto, (que sonríe por la nueva presa que le mandaron). Para su fortuna no le dieron tiempo a nada pues los sacaron al patio, sin embargo la suerte no duró mucho porque a los minutos ya estaba rodeado de dos sujetos y su compañero de celda.

Tuerto: ¡Miren a quién tenemos aquí!

Preso 1: Parece que es un riquillo.

Preso 2: Si es un riquillo, entonces tenemos que informarle las cuotas para mantener su cuerpecito intacto de nuestros cariños.

Tuerto: ¡Exactamente!, (se aproxima a Rogelio), mira riquillo, aquí se cobra por cada cosa que no quieras que te hagamos, así que presta atención.

Rogelio lo empuja con el hombro y trata de seguir su camino, pero uno de los presos lo sujeta del cuello.

Preso 1: No te conviene hacerte el machito, (saca una navaja y la coloca en su costado).

R: ¡Suéltame infeliz!

Preso 2: ¿O qué riquillo?

Tuerto: Aquí no vale ni tu nombre, ni tus agallas... Si quieres estar tranquilo, tendrás que pagar la cuota.

Un grupo de presos se acerca a donde estaba Rogelio y los otros tres hombres. Varios saludaban al Tuerto y le daban un rápido vistazo al "nuevo" y lo compadecían. Entre ese grupo Rogelio divisó a Alejandro, (que hablaba con otro preso). El grupo se aleja, pero cinco hombres se sientan a unos metros para jugar baraja junto con Alejandro.

Rogelio intenta hablar para captar la atención de su amigo, pero éste estaba más entretenido en la partida que estaba jugando. El Tuerto vuelve a mencionar las cuotas y lo que le harían si no las paga y es hasta ese momento que Alejandro dirige su mirada al pobre "nuevo" que padecería los chantajes del grupo más peligroso del reclusorio.

Al reconocerlo se levanta y llama los tres hombres.

Tuerto: Lic. ¿qué se le ofrece?

Alejandro: Hoy nada, sólo que sueltes a mi amigo.

Tuerto: ¿Éste riquillo es amigo tuyo?

Alejandro: Sí, y te aseguro que si lo dejas en paz, conseguirá tu encargo más pronto de lo que te imaginas.

Tuerto: Ya me lo consigues tú, así que necesito otra cosa para convencerme.

Alejandro: Tu hermana recibirá un tercio más de lo que le mando y le conseguiré los documentos de propiedad del negocio que quiere poner, ¿eso te convence?

Tuerto: Me agrada el trato, (a los dos sujetos), ¡suelten al amigo del Lic.!

Los hombres sueltan a Rogelio y se van junto con el Tuerto, (que se despide de Alejandro con un golpe de puños). Cuando están solos, Rogelio mira con incredulidad a su amigo.

Alejandro: (¿?), ¿Qué pasa?

R: ¿Tú eres el tímido Alejandro?

Alejandro: (se ríe), ¡Claro que sí Rogelio!, ¿por qué pones esa cara?

R: Ahora que te veo, pareces más un delincuente juvenil.

Alejandro: No exageres, acuérdate que te dije que viví mi infancia en las calles y trabajé en bares nocturnos, es por eso que conozco a muchos de los presos que están aquí.

R: ¿También conoces al Tuerto?, (Alejandro asiente), ¿y qué le das para mantenerlo como corderito?

Alejandro: Nada malo... Sólo le conseguí una gran cantidad de cigarros y mandé a mi bufete para que asesoraran a su hermana en un negocio de venta de calzado.

R: ¿Y con eso te deja en paz?

Alejandro: De más jóvenes trabajábamos vendiendo lo que sea en la calle, se puede decir que somos conocidos. Otra ventaja es que saqué a su hermana de la cárcel cuando fue inculpada junto con él por un asesinato, (Rogelio hace mala cara), ella sí era inocente... Por cierto, nunca le cobré un centavo.

R: ¿Por qué no?

Alejandro: Siempre es bueno tener aliados de cualquier tipo... hasta la calaña sirve en determinado momento.

Uno de los hombres que estaba jugando baraja, grita para que Alejandro regrese a continuar el juego.

Alejandro: (suspira), Ese tonto no puede conmigo, pero sigue insistiendo... Lo siento Rogelio, me gustaría preguntarte el motivo que te trajo aquí, pero debo ganar terreno si no quiero que nos mate la gente de Bruno... De todas maneras me doy una idea de quién te mandó y por qué.

R: Sé que ya sabes quién fue y deseo reclamarte el no haberme dicho nada, pero como me conviene que hagas "migas" con esta gente, puedes irte... Después hablamos.

Alejandro: Bien, pero te aconsejo que no te alejes mucho... El Tuerto no es el único que cobra cuotas y es mejor que te vean en un grupo, (señala a los hombres), ¡ven y observa al maestro de las trampas en el juego de baraja!

R: Ya decía yo que era muy raro que siempre nos ganaras a Ernesto y a mí cuando jugábamos los viernes.

Alejandro: (ríe), Ustedes son más sencillos que estos tipos, así que nunca me sentí bien ganándoles... No son un reto interesante.

R: (sonríe), Es un alivio tenerte aquí Alejandro, aunque sé que no debería decir eso.

Alejandro: Guardemos el tema para cuando consiga que nos dejen dormir en la misma celda, ¿te parece?

R: Me parece perfecto.

Alejandro regresa al juego y Rogelio se dedica a mirar la forma en que consigue ganar varias peticiones que les aseguren un día y noche libres de amenazas.

Hotel de Tuxtla:

Rosaura había averiguado que Rogelio y un abogado de apellido Hernández recientemente ingresaron al reclusorio varonil. Era lógico que el abogado se trataba de Alejandro, y tenía planeado regresar a San Gabriel cuanto antes para informarle a Dany que su esposo estaba con vida, pero tardó más de la cuenta platicando con la custodia y se le hizo de noche.

Cuando estaba pidiendo una habitación, ve a Helena salir acompañada de David y casi al mismo tiempo, Edward se dirigía a la recepción. Él no la conocía, pero ella sí sabía que el amigo de Ricardo era también socio de Rogelio y que se llamaba Edward Sanders, por lo que al escuchar su nombre y lo que le pedía al encargado, se apresura a presentarse.

Edward la trató caballerosamente y le explicó que Paula estaba inconsciente desde hace varias horas, y como pensó que era normal después de lo que sucedió, no llamó a un médico, pero conforme pasaba el tiempo comenzó a preocuparse y por eso bajó a pedir alcohol mientras llegaban a revisarla.

Un medico algo grande de edad llega en ese instante y de inmediato Edward los conduce a donde estaba Paula.

El médico tarda varios minutos revisándola y después de inyectarle un calmante, sale del cuarto para dar el reporte de su salud. De acuerdo al hombre, Paula tuvo una impresión muy fuerte que agravó su estado nervioso por la falta de alimento, pero que estará bien en cuanto coma algo y duerma adecuadamente. Sin embargo recomendó que se hiciera una revisión más completa para descartar cualquier problema.

Edward lo acompaña al lobby y Rosaura se queda con su sobrina durante toda la noche.

A la mañana siguiente Paula continuaba dormida, sin embargo su tía la despierta para que coma algo y con mucho trabajo consigue que lo haga, y en cuanto termina se vuelve a acostar.

Rosaura sale del cuarto y se sienta en la mesa en la que está desayunando Edward.

Rosaura: ¿Dijo que ella se puso mal porque descubrió que Rogelio la engaña?

Edward: Es correcto.

Rosaura: Pero eso no es verdad... ¿James o David, lo amenazó?

Edward: (¿?), ¿Cómo sabe eso?

Rosaura: Porque el Licenciado me habló de sus sospechas.

Edward: Entonces me ahorra una larga explicación... Señora, tenemos que callarnos esa información por el bien de Ana Paula y los niños... James es un asesino y ya ha matado a inocentes, estoy seguro de que no le importaría lastimar a los pequeños.

Rosaura: No se preocupe, estoy de acuerdo en que lo mejor es no decirle nada a mi sobrina, pero supongo que no dejaremos que ese hombre escape de la justicia ¿no?

Edward: Por supuesto que no lo permitiremos... Ésta vez, James pagará por sus crímenes, pero para eso tenemos que ser cuidadosos o se volverá a escapar.

Rosaura: Muy bien... ayudaré en todo lo que pueda para que ese asesino vaya a la cárcel... se lo debo al doctor Mendoza.

Al medio día deciden regresar a la hacienda. Paula parecía una muñeca de trapo y en todo el camino estuvo callada y mirando por la ventana. Cuando llegan, Edward la ayuda a bajar y la sostiene porque se negaba a caminar por sí sola.

Dentro de la casa los esperaba David y al momento en que Paula lo ve, recuerda que escuchó decir que él fue quien le reclamó a Helena el haberse enredado con Rogelio y para sorpresa de todos corre a abrazarlo y comienza a llorar.

David le dirige una sonrisa sínica a Edward y éste se limita a apretar sus puños para calmar el coraje que sentía.

Junto con su llanto, Paula le agradecía a David el haberla defendido de lo que su hermana y su esposo habían hecho. Él la abraza protectoramente y la lleva hasta la sala para que se sienten.

Todo el tiempo acarició su cabello y le susurraba palabras de consuelo, al igual que le pedía disculpas por lo que su hermana le hiciera. Finalmente Paula logra calmarse y casi enseguida aparece un rayo de cordura que la hace separarse de los brazos de David, y al mirar a su alrededor se encuentra con los rostros de Edward y Rosaura, (ésta última la miraba con un poco de reproche).

Edward sale de la casa sin decir nada y Rosaura se disculpa por dejarlos, pero que necesitaba descansar.

Paula no entendía sus sentimientos. Por un lado no quería quedarse sola con David, pero por otro lado le estaba agradecida por la empatía que demostró al apoyarla, aunque ella no se lo hubiera pedido, (y no lo hubiera visto hacerlo).

David: Señora Montero, sé que no hay nada que pueda hacer para cambiar lo que pasó con mi hermana y su esposo, pero créame cuando le digo, que trataré de ayudarla lo más que usted me permita.

AP: Ya me ha ayudado David. Además no creo que haya algo que pueda hacer para desaparecer el dolor.

David: (toma su mano), Al menos déjeme intentarlo.

AP: (lo mira y lentamente quita su mano), Gracias por su preocupación, (se pone de pie), ahora le pido que me disculpe... no me encuentro muy bien y quisiera descansar.

David: No se disculpe... entiendo perfectamente que mi presencia la inoportuna. Sólo le pido que cuando se encuentre mejor, me permita apoyarla.

AP: Hay algo que quisiera pedirle.

David: Cualquier cosa considérelo hecho.

AP: Hugo tiene días de descanso y pensaba dejar que Consuelo también se tome vacaciones... Afortunadamente estamos en temporada neutra y no hay muchas cosas que hacer en la hacienda, pero Pancho necesitará ayuda con la supervisión de los peones... ¿Cree que pueda apoyarlo con esa tarea?

David: (sonríe), ¡Será un placer señora!

AP: De nuevo gracias y hasta otro día.

Paula se retira pero como su caminar era lento, David se acomide a ayudarla a subir las escaleras. Una vez arriba, ella le dice que puede irse sola a su cuarto y él baja para salir de la casa.

Afuera se topa con Edward sentado en la fuente.

James: (se sienta a su lado), Desde hace mucho te he visto, pero hasta hoy he vuelto a hablar contigo, amigo.

Edward: ¡No te atrevas a llamarme amigo!... Un amigo jamás lastimaría a quien aprecia y tú ya me has hecho mucho mal y ahora quieres lastimar a esta familia que nada te hizo.

James: No les pasará nada si hacen todo lo que les pida... Sólo tomaré lo que necesito y luego los dejaré en paz.

Edward: ¿Y también dejarás libre a Alejandro, Ricardo y la hermana de Rogelio?

James: Ese es mi plan... Únicamente los tengo bajo resguardo para garantizar que las cosas se hagan como pido. Después de que termine, te prometo que los dejaré libres. Aunque con uno de ellos no puedo prometer nada.

Edward: ¿Ricardo verdad?... ¿por qué te ensañas con él?

James: Él no debió cruzarse en nuestras vidas... Tú y yo siempre fuimos muy unidos. Eras mi única familia y a pesar de no tener la misma sangre, me consideraba tu hermano, pero todo cambió cuando él apareció.

Edward: Te apreciaba más que a un amigo. Ricardo no nos separó... fue tu envidia la que lo hizo y finalmente tu crueldad con la mujer que amo.

James: Y el haberte herido ¿no?... Debes odiarme por ser el causante de tu futura ceguera.

Edward: Ni siquiera te odio por eso, pero si te atreves a dañar a las personas que aprecio, será lo único que sienta por ti.

Edward se levanta para entrar a la casa y James lo sigue. Frente a la puerta se detienen y se miran de nuevo.

James: Siempre serás mi amigo, pero tal vez mañana no me dirija a ti con la misma calma con la que te estoy hablando hoy... Sé que no lo entenderás, pero no puedo controlar mis cambios de humor.

Edward: Una excusa estúpida para justificar tus delitos.

James: Quizás... Supongo que al final sí soy un asesino despiadado, pero en ocasiones me atormentan los recuerdos de las personas a las que he lastimado, y tú apareces en todos ellos.

Edward: Me alegro... Al menos me quedará el consuelo de que nunca vivirás en paz.

Edward entra y cierra de un golpe la puerta. James continuó mirando hacia el lugar hasta que Pancho pasó por ahí y le preguntó si podía ayudarlo. Él no respondió y simplemente se alejo de la hacienda. Pancho lo miró con confusión, pues no utilizó ningún vehículo o caballo de la hacienda y caminar hasta el pueblo era algo que nadie hacia porque estaba muy lejos, pero no se detuvo mucho a compadecerlo y mejor se retiró a su casa.

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