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CAPÍTULO 54

París - Le Pont des Arts - Puente de las Artes:

Después del abrazo bajo las estrellas, el matrimonio Montero regresó al auto para continuar demostrándose su amor con besos y caricias... Antes de entrar al coche, alzan el rostro hacia el cielo y le dan una última mirada a las estrellas que seguían iluminándolos.

AP: ¡Amor!, ¡gracias por tan bonito detalle!, (besa su mejilla), ¡eres el hombre que más amo sobre la faz de la tierra!

R: ¡Y tú eres la mujer más maravillosa del mundo!

AP: (se ríe), ¡Creí que ibas a decir que soy la mujer que más amas en el mundo!, pero como hoy estoy feliz, acepto tu falta de memoria.

Rogelio la abraza y besa su cuello. Sin separarse susurra en su oído provocando que Paula desee sentirlo por completo, (aunque intenta concentrarse en sus palabras).

R: (serio), Paula, quisiera hacerte una pregunta.

AP: (¿?), ¡Dime!

R: Bueno... ¿alguna vez has pensado que tu vida sería mejor si yo no estuviera?

Paula se tensa y lo abraza más fuerte.

AP: ¡Rogelio!, ¡nunca me vuelvas a decir eso!... hoy cumplimos cuatro años de matrimonio, pero tenemos cinco de estar juntos y a pesar de las cosas malas por las que hemos pasado, me has hecho inmensamente feliz.

R: (sonríe), ¡Muchas gracias Paula!, en verdad necesitaba escucharlo de tu boca.

Un aire helado se deja sentir con fuerza y Rogelio percibe el estremecimiento en el cuerpo de su esposa, así que se quita su abrigo y la cubre con él para después frotar sus brazos en un intento de calentarla. Paula sujeta su cara y lo besa con ansias, aunque lentamente baja su intensidad para hacerlo más tierno y con eso ahuyentar el temor de su corazón... Rogelio termina el beso y le abre la puerta... Una vez que están dentro del coche, se abrazan de nuevo y se quedan ahí toda la noche disfrutando de su aniversario.

Residencia Smith - Cuarto de Jennifer:

Conforme la luz del sol entra por la ventana, los ojos de Jennifer comienzan abrirse y al estar completamente despierta, dirige su mirada hacia a Edward... Él dormía plácidamente y mantenía sus brazos alrededor de la cintura de su prometida. Jennifer pasa sus manos por su pecho en un intento vano de despertarlo... Luego de unos minutos de no conseguir nada, lo observa en silencio y recuerda la hermosa noche que pasaron amándose... De inmediato una sonrisa se hace presente y lo abraza con mayor fuerza.

Jennifer: (susurra), ¿Cuál es la mejor manera en que una mujer le dice a su pareja, que serán papás?...¡mmm!, por más que le doy vueltas al asunto, no encuentro la forma, ni he reunido el valor necesario para decirte.

Edward: ¿Decirme qué?

Jennifer se sobresalta y mira a Edward que apenas empezaba a abrir los ojos... Cuando él termina de despertarse, le regala una sonrisa y un beso.

Edward: ¡Buenos días señora Sanders!

Jennifer: ...

Edward: (¿?), ¿Sucede algo mi amor?

Jennifer: ¿He?... (nerviosa), ¡No!... no pasa nada.

Edward: ¿En verdad no pasa nada?

Jennifer le sonríe y rápidamente se apodera de los labios de su prometido. Él se sorprende, pero enseguida le corresponde y sin poder evitarlo, vuelven a entregarse a la pasión.

Una hora más tarde, ambos bajan al comedor, en donde encuentran a Laura, Henry y a los señores Smith desayunando... Edward retira la silla para que su prometida tome asiento y después de que él lo haga, Elsbeth le sirve un jugo de naranja... Jennifer mira a cada uno de los presentes, pero no ve al matrimonio Montero.

Jennifer: ¿En dónde están Rogelio y Ana?

Laura: ¡No lo sabemos!... hace rato fui a buscarlos a su recámara, pero no estaban... luego marque el celular de Rogelio y tampoco me responde.

Douglas: No se preocupen por ellos... De acuerdo a lo que me contó Rogelio, hoy es su aniversario y seguramente lo están celebrando.

Elsbeth sujeta la mano de su esposo y le sonríe.

Elsbeth: ¡Es cierto!, y si lo hacen cómo nosotros lo hacíamos, no regresaran en varias horas, (suspira), mi Douglas era muy detallista y siempre buscaba mil maneras de demostrarme lo mucho que me ama, y no había hora del día en que pudiera escaparme de sus brazos... aunque yo jamás hice el intento de escapar de ellos porque son mi refugio.

Douglas le devuelve la sonrisa y besa su mano... Todos miraban a la pareja con ternura, y después de unos segundos, los señores cambian la conversación a una más trivial... Jennifer intentaba comer, pero las nauseas no le dejaban aguantar ni siquiera el jugo... Elsbeth se dio cuenta de su palidez, sin embargo no dijo nada pues quería ver qué tanto le importaba a su yerno, el estado de salud de su hija... Cuando ya no puede más, Jennifer se levanta y corre a su cuarto... Edward se desconcierta, pero no se mueve de su lugar... Elsbeth lo mira seriamente por un largo tiempo hasta que decide que es mejor decir lo que piensa.

Elsbeth: ¡No puedo creer que te quedes ahí sin hacer el intento de ver qué tiene tu prometida!

Laura: Tal vez sólo se le olvidó algo en su recámara y fue a buscarlo.

Elsbeth: ¿Y la palidez de su rostro, se debe a que olvidó algo?

Edward: (¿?), ¿Estaba pálida?

Elsbeth: ¡No me digas que no te diste cuenta!... si te quitaras esos lentes lo hubieras visto.

Edward: (¿?), ¿Acaso ustedes no están enterados?

Henry: (tenso), ¡Mamá!, deja de importunar a Edward... además Jennifer tiende a exagerar y eso lo sabes bien.

Laura: (habla bajo), Señor Sanders, ¿quiere que lo acompañe al cuarto de Jennifer?

Edward lo piensa un momento y sin querer aprieta los puños con fuerza, haciendo que Laura se inquiete por su reacción.

Edward: (se pone de pie), ¡Gracias por su amabilidad señorita Ramírez!, pero todavía puedo llegar hasta donde se encuentra mi prometida.

Edward busca la pared y camina hacia ella para guiarse con más facilidad. Douglas lo observa y luego dirige su mirada hacia su hijo mayor... Henry intenta desviar la atención hacia él, con platicas sobre negocios, pero su padre presentía que algo ocultaba, aunque se abstuvo de hacer algún comentario... Edward logra llegar hasta el cuarto de Jennifer y la encuentra sentada en el sillón con un semblante indescifrable para él.

Edward: (se sienta a un lado), ¿Te sientes bien Jennifer?

Ella asiente con la cabeza y se recarga en su hombro.

Jennifer: ¡Perdón mi amor!, no era mi intención dejarte solo en el comedor, pero se me olvidó ponerme mi anillo y vine por él.

Edward se quita los lentes y con sus manos sostiene el rostro de su prometida.

Jennifer: (¿?), ¿Qué pasa?, (sonríe), ¿quieres un beso?, (se acerca para besarlo, pero él no le permite avanzar más), ¿y ahora qué tienes?

Edward: ¿Por qué no le has dicho a tus padres que estoy perdiendo la vista?

Jennifer: Pues porque cuando hablé con mi mamá sólo podía pensar en lo feliz que estaba por nuestra próxima boda.

Edward: Pero en algún momento deberán saber que tendrás como esposo a un invidente ¿no?, (sonríe irónico), ¡o más bien!, ¡a un hombre inútil!

Jennifer: (le acaricia sus manos), ¡No digas eso!... Tú eres el hombre que amo y ahora más que nunca necesito que seas muy fuerte cuando te falte la vista porque yo estoy...

Edward: ¿Quieres que sea fuerte?... (sarcástico), ¡Licenciada!, ¿de qué me servirá la fuerza sí cada vez que quiera ir a algún lugar voy a necesitar que me lleves?

Jennifer empieza a sollozar... Edward se siente mal por provocar su tristeza y la abraza para confortarla.

Edward: ¡Discúlpame mi amor!, no fue mi intención hablarte así, pero cuando te fuiste del comedor, quise correr para ayudarte, sin embargo me está costando mucho ubicar los objetos, porque no conozco ésta casa.

Jennifer: No tienes que disculparte... Yo entiendo que ésta situación es muy difícil para ti, pero quiero que comprendas, que siempre estaré a tu lado para apoyarte, (se separa un poco y lo mira), Edward, te suplico que no permitas que el dolor de perder la vista, le gane al amor que nos tenemos.

Edward: Lo estoy intentando Jennifer, pero entre más visión pierdo, me siento frustrado y tengo miedo de lastimarte por culpa de mi mal humor.

Jennifer: Edward, tal vez no es el mejor momento para decirte esto, pero tengo la esperanza de que cuando lo sepas, ese mal humor se transformará en alegría.

Edward: (¿?), ¿Y qué puede ser capaz de transformar el mal humor en alegría?

Jennifer: Pues es un...

Laura toca quedamente la puerta haciendo que ambos volteen a verla.

Laura: ¡Perdón por la interrupción!, pero la señora Smith está muy preocupada por Jennifer e insiste en subir a ver qué le pasa, y como me imagino que ninguno quiere dar explicaciones por el momento, vine a avisarles.

Edward se pone de pie y ofrece su mano a Jennifer para que ella también se levante.

Edward: ¡Muchas gracias por informarnos señorita Ramírez!... Jennifer parece estar bien, así que bajamos junto con usted.

Laura: ¡Ok!, aunque antes quisiera pedirle que no me hable de usted... Jennifer es como mi hermana menor y si usted va a ser su esposo, entonces también será mi hermano.

Edward: Le agradezco sus palabras y cumpliré con lo que me pide si a cambio, tú me llamas por mi nombre.

Laura: ¡Claro que sí!... ¡Edward!

Edward: (sonríe), ¡Gracias Laura!

Jennifer: (molesta), ¡Sí quieren pueden seguir ignorándome!... ya saben que a mí no me importa.

Laura: (¿?), ¿De dónde sacaste los celos?, (fija su vista en las manos de Jennifer, debido a que las tenía sobre su vientre), ¿será que las hormonas en revolución te los están provocando?

Jennifer: (tensa), ¡No es eso!... sólo estaba haciendo un comentario tonto para relajar a Edward, pero no soy tan buena como Ricchi, (seria), ¡lo siento!

Jennifer trata de caminar, pero Edward no la deja avanzar y la regresa para darle un beso. Ella no quiere corresponder, sin embargo termina cediendo y coloca sus manos en la nuca de Edward para profundizar el contacto de su boca... Laura sonríe y se va dejando a la pareja perdida en el mundo que crean para ellos, cada vez que se besan.

San Gabriel - Pensión:

Helena se levantó temprano para comenzar a preparar las cosas que pidió Alejandro... Después de solicitar el cuarto, pasó a la fonda a comprar el desayuno y en el camino a su estadía se topa con James... Él iba con tanta prisa, que por poco le cierra la puerta en la cara. Ella entra y lo ve sacando ropa oscura de una maleta.

Helena: (deja las comida en la mesa), ¿Vas a salir?

James: (cortante), ¡Sí!

Helena: ¿Y a dónde?

James: Anoche se me olvidó decirte que el maldito de Ricardo ya regresó... así que debo evitar que se entrometa en los planes que tengo.

Helena: ¿Evitarlo?... (¿?), ¿y cómo piensas evitarlo?

James se dirige a ella y le sujeta el cuello.

James; ¡Escúchame bien!... ¡limítate a conseguir los documentos que te pedí!, porque hoy mismo arreglo el problema del abogado entrometido.

Helena: Si te consigo los papeles no es necesario que le hagas nada.

James: (¿?), ¿Desde cuándo empezaste a preocuparte por los demás?

Helena: En el tiempo que tengo de conocerte, jamás has matado a nadie, y aunque sé que sí lo hiciste antes, también sé que no fue tu intención, pero desde que se te metió en la cabeza vengarte de todos los conocidos de Ricardo Archer, has hecho cosas que te llevarán a la cárcel por el resto de tus días.

James: ¡Y si yo caigo tú caes!, por eso estás tan preocupada ¿verdad?

Helena: ¡No es eso!, pero tampoco voy a aclararte los motivos por los cuales estoy preocupada.

James: ¡Y no me interesan!

James la suelta y regresa por la cosas que se llevaría. Cuando todo está dentro de un maletín negro, sale del cuarto... Helena observa un portafolio que James dejara fuera de la maleta y lo revisa... Después de ver el contenido se sienta frente a la mesa y se queda ahí por mucho tiempo, meditando lo que debe hacer para ayudar a quien ama.

Hacienda del Fuerte:

Ricardo despierta y como no siente a Vanesa sobre su pecho, dirige su mirada por todo el cuarto, pero al no verla por ningún lado, se levanta y se pone rápidamente una camiseta para ir a buscarla, ya que en su estado no era conveniente dejarla sola... Primero va al cuarto de Mary, luego baja a la cocina y al no encontrarla en esos lugares, sube corriendo las escaleras y al dar la vuelta por un pasillo, choca fuerte con Alejandro haciendo que éste se golpee la espalda en la pared.

Alejandro: (se soba), ¿Acaso llevas piedras?... pareces un tronco a pesar de...

Ricardo: ¿A pesar de que soy menos atlético que tú?, (se ríe), Alex, el problema es que te basas en mi aparente debilidad y no te pones a pensar que hago mucho ejercicio porque soy un jinete profesional.

Alejandro: ¡Pues en eso tienes razón!, pero es increíble que me puedas aventar y quedarte como sin nada.

Ricardo: Eso es porque... (medita), ¡perdón Alex!, pero no tengo tiempo de explicarte... Vane desapareció y tengo miedo de que se lastime.

Ricardo intenta retomar su búsqueda, pero Alejandro lo detiene.

Alejandro: Vanesa estaba acomodando la mesa de la terraza junto con Dany y María... Yo venía a avisarte y a llevarme a los gemelos, a Margarito, Mary y Valeria, pero como ya estás aquí, creo que puedes darme una mano con los niños.

Ricardo: ¡Claro Alex!, vamos por ellos.

Alejandro: Pero antes Ricardo... ¿puedes regalarme un minuto?

Ricardo: (¿?), ¡Sí!... ¿de qué se trata?

Alejandro: Prefiero hablarte en el despacho.

Ricardo acepta y los dos bajan y se encierran en el despacho. Alejandro se sienta en el sillón, y Ricardo acerca una de las sillas del escritorio.

Ricardo: ¡Tú dirás Alex!

Alejandro: ¡Bien!... esto no es fácil de explicar, pero no tengo la costumbre de darle vueltas a las cosas, así que iré al grano... Necesito que me ayudes a identificar a un sujeto que está trabajando para los Montero y del cual tengo la sospecha de que se trata de James Clayton Miller.

Ricardo: (sorprendido), ¿Dices que puede ser James?... ¡pero eso no es posible!... ese maldito nunca se expondría a que lo viera porque aún con todas sus cirugías, yo puedo reconocerlo fácilmente.

Alejandro: Sí pero recuerda que estuviste más de un mes fuera de aquí, y ese es el tiempo en que el supuesto hermano de la señorita Santana, lleva trabajando en la hacienda.

Ricardo: La tal Helena vivió dos años con Edward y nunca le hicieron nada... Alex, ese mal nacido odia a Edward y lo único que desea es verlo muerto porque siempre lo envidió... por eso me cuesta trabajo creer que en todo ese tiempo, no haya intentado hacerle algo para deshacerse de él.

Alejandro: Probablemente no es a Edward a quien más odia James.

Ricardo: (¿?), ¿Qué quieres decir?

Alejandro: No tengo manera de probarlo, pero como bien dices, él pudo deshacerse de Edward aprovechando que en éste momento su visión es limitada y fingir un accidente hubiera sido sencillo ¿no crees?

Ricardo: Sí es verdad que James está aquí, entonces ese rechazo que sentía cada que veía a esa mujer, sí estaba justificado, (alterado), ¡cómo odio tener buen sexto sentido y no poder convencer a nadie de lo que presiento!... (¿?), pero ¿cómo es que tú empezaste a sospechar del hermano de esa mujer?

Alejandro: En mi caso fue que estoy acostumbrado a evaluar el rostro de los delincuentes porque muchos se esconden bajo nuevas apariencias, pero Rogelio es quien me pidió investigar a David, debido a que cuando habló con él, le recordó a Edward.

Ricardo: Entonces sí puede ser James... Él y Edward tienen un pequeño parecido físico, pero lo que me confundía cuando hablaba con ellos por teléfono, era justamente su voz, porque es idéntica.

Alejandro: Esa es una buena referencia, pero nos falta confirmar que David y James sean la misma persona, así que te voy a pedir que por lo menos hoy no te hagas visible por los alrededores de la hacienda... Cuando David llegue a trabajar, yo te buscó para llevarte con él... por supuesto que iremos acompañados por unos cuantos peones para tu seguridad.

Ricardo: (sonríe), Pues si piensas qué necesito protección, no te voy a contradecir, pero James no es un peligro para mí.

Alejandro: No sé qué tan bien te defiendas, pero jamás vamos a poder ganarle a las armas, y así como tú lo conoces, él también debe saber tus puntos débiles y no quisiera que te pase algo porque Vanesa ya tuvo suficiente dolor con tan sólo un mes de no verte.

Ricardo: Un mes no es ni la mitad del tiempo en que la he hecho sufrir y eso me hace sentir un miserable que no la mereció nunca... Yo la amo, pero James debe pagar por lo que le hizo a mi padre y de ser el tipo que dices, en ésta ocasión no voy a dejar que se me vuelva a escapar, aunque tenga que dejar de lado mis verdaderos deseos.

Alejandro: No hagas locuras sin consultármelas primero, ¿entendiste?

Ricardo se levanta y abre la puerta.

Ricardo: ¡No te prometo nada Alex!... tú serás un fantástico abogado, pero yo son quien mejor conoce a James y si veo una oportunidad de vengarme, no la voy a desaprovechar.

Ricardo sale del despacho dejando a Alejandro con un reproche mental por haberle contado sobre sus sospechas, y de inmediato marca al celular de Rogelio, pero éste estaba apagado... Al ver que no le respondería, toma su portafolio y sale de la hacienda rumbo a San Gabriel, llamando en el camino a su esposa, para disculparse por haber tenido que irse sin despedirse de ella, (y por no ayudar a Ricardo a llevar a los niños a la terraza)... Después de hablar con Dany, llama a Pancho y le pide que le avise cuando David esté en la hacienda y que si no regresa antes de que él termine su trabajo en el establo, lo entretenga lo más que pueda... Pancho accede, aunque se quedo con las ganas de preguntarle la razón para esa petición, porque Alejandro cortó la llamada al terminar de dar la instrucción.

París - Residencia Smith:

El matrimonio Montero llegó a la una de la tarde, pero en la estadía solamente encontraron a los señores Smith, (Jennifer y Edward estaban paseando por el jardín, y Henry llevó a Laura, a visitar algunos lugares de París)... Rogelio pidió disculpas por haberse ido sin avisarles, y les contó que se quedaron toda la noche, dormidos dentro del auto y que cuando despertaron, el flujo de coches ya comenzaba, así que se retiraron a buscar un restaurante para desayunar y conversar de las cosas que habían vivido durante su viaje por Europa. Después de eso, visitaron el Museé de la vie romantique, (Museo de la vida romántica) y se les fue el tiempo admirando las hermosas pinturas que exhiben ahí... Por último pasaron a un centro comercial y compraron los regalos de sus hijos y sus amigos, (a ellos les dieron, un dije de oro de delfín para Elsbeth, y unas mancuernas con incrustaciones de diamante para Douglas)... Los señores agradecen el detalle y luego el matrimonio Montero se retira a su cuarto para alistarse porque dentro de unas horas estarían yendo a abordar el vuelo que los regresaría a México... Paula se bañó primero y al llegar el turno de su esposo, ella se apresuró a vestirse y comenzó acomodar los paquetes dentro de las maletas... Mientras lo hacía, el sentimiento de miedo volvió a presentarse y aunque intentó alejarlo no pudo evitar que Rogelio lo notara al momento de salir de bañarse... Paula le dio una sonrisa forzada, y se concentró en las maletas. Él se viste aprisa y se acerca a su esposa para abrazarla.

R: ¿Qué te pasa, amor?

AP: (sonríe), ¡Nada!, (medita), bueno... en realidad sí me pasa algo.

R: (¿?), ¿Y es algo bueno?

Paula da la vuelta para quedar frente a él y lo abraza de nuevo.

AP: ¡Estos días a tu lado han sido los más hermosos de mi vida!

R: Sí pero fueron muy pocas horas las que te regalé, por culpa de la Convención.

AP: El tiempo de calidad es mucho más valioso que una eternidad de nada, y tú has hecho de éste tiempo, el mejor momento que podría desear... En éste viaje nos conocimos más como compañeros de vida, que como amantes y eso es lo que en verdad importa, porque amarnos con el cuerpo lo podemos hacer cuando queramos, pero comprendernos y aceptarnos como somos, es una misión que muchas parejas no pueden sortear y el amor termina por desgastarse.

R: ¡Eso es muy cierto!, y te agradezco que me ayudaras a no darle más importancia a la relación carnal... ¡Soy tan idiota que me dejaba llevar por mis instintos y no reparaba en buscar otra manera de hacerte feliz y demostrarte que te amo más allá de tu hermoso cuerpo!

AP: Es bonito escucharte decir eso, pero ojalá que cuando ésta magia se acabe, ninguno de los dos olvidemos lo que aprendimos aquí.

R: ¡Yo no lo haré!, y es una promesa que sabes que cumpliré.

AP: Lo sé, porque me lo has demostrado.

Rogelio le da un beso corto y luego se dirige a continuar guardando los regalos en la maleta.

R: ¡Bueno señora Montero!, hay que apurarnos o se nos hará tarde para nuestro vuelo y sé que no quieres estar un día más alejada de los chamacos.

Paula lo abraza por la cintura y besa su nuca.

AP: Pues yo tenía planeado cerrar con broche de oro... Además nos quedan tres horas para ir al aeropuerto.

R: (seductor), ¿Y cómo sugieres que matemos el tiempo de espera?

AP: ¡mmmm!... ¡tal vez con un poco de amor carnal!, a menos claro que tú no quieras dar un paso atrás en nuestras lecciones de "matrimonio perfecto".

Rogelio le da una sonrisa coqueta y con gran maestría la deposita en la cama, quedando sobre ella y comienza a desabrocharle la blusa, mientras besa su rostro y cuello... Paula respondía a cada caricia con pasión desbordada, e imitando a su esposo, le quita el cinturón y la camisa... Cuando están completamente libres de sus prendas, se aman como hace mucho no lo hacían.

Los besos y las caricias eran dadas en los lugares de mayor sensibilidad y les producía grandes arcadas de deseo... Rogelio quería que su esposa sintiera algo más que su pasión, y besaba su cuerpo con una desesperante lentitud. Paula se encontraba inmersa en un mar de sensaciones nuevas y ya no era capaz de escuchar nada que no fuera su propia voz, que pedía entre débiles gemidos, que su esposo la hiciera suya, pero en vez de conseguir que Rogelio cumpliera su petición, él se empeñaba en torturarla alargando aún más, el momento de consumar su entrega... Desesperada lo empuja levemente con su cuerpo para intercambiar posiciones, quedando él sobre la cama... Antes de comenzar con su pequeña venganza, le brinda una sonrisa e imita los movimientos que su esposo hiciera para desestabilizar sus sentidos... El cuerpo de Rogelio se tensó conforme recibía las atenciones de su esposa y sin poder controlarse más, reclama el lugar que ocupaba hace unos instantes y Paula queda nuevamente debajo de él. Ella trató de no dejarse llevar por su pasión para darle un escarmiento, pero al sentir un calor que se elevaba desde su vientre, su mente quedo sumergida únicamente en su unión... Paula sujetaba el rostro de Rogelio mientras besaba sus labios y su cuello... Rogelio correspondía con carias tiernas y palabras de agradecimiento por amarlo sin merecerlo... En aquella hermosa entrega, imperó el amor por sobre las necesidades de cada uno, y culminó cuando ambos alcanzaron al mismo tiempo, la plenitud que llenó no sólo sus cuerpos humedecidos por el calor, sino también a su espíritu, que se vio cubierto por un amor aún más fuerte que el que ya sentían.

Cansado pero feliz, Rogelio se acomoda en la cama abrazando a su esposa y con sus labios besaba su cabello... Casi enseguida cae en la inconsciencia que brinda el sueño, pero Paula continuó despierta, (su dedo jugaba con el vello del pecho de su esposo). Al poco rato se incorpora un poco y lo mira con una mezcla de amor y tristeza.

AP: ¡Cómo deseo estar siempre a tu lado!... Cada vez que nos amamos así, me siento feliz, pero hoy tengo miedo de lo que nos está deparando el futuro.

Con cuidado acaricia su cara y al momento en que Rogelio siente sus dedos, hace un gesto de querer abrir los ojos, pero continua dormido... Paula se acurruca en su pecho e intenta dormir. Sin embargo el sueño nunca llegó, y mejor se dedicó a explorar el cuerpo ya conocido, de su esposo.

Estancia de la residencia Smith:

Los señores Smith rememoraban sus vivencias como novios, cuando escuchan la risa de su hija, afuera de la casa... La felicidad de Jennifer, se debía a un recuerdo que Edward sacó a colación sobre del día en que se conocieron, y antes de entrar a la casa, su prometida lo detiene del brazo y lo besa... Elsbeth había ido abrirles, pues pensó que la puerta estaba cerrada con llave, pero al hacerlo, encuentra a su hija colgada al cuello de su prometido, mientras que él la besaba con dulzura y la acariciaba con algo de pasión... Jennifer se encontraba lejana a todo, debido las emociones que Edward despertaba en ella, pero como las caricias de su prometido estaban subiendo de intensidad, Elsbeth tose para hacerse notar y de inmediato él termina el beso y se separa un poco de Jennifer, (que hace una mueca de descontento por la interrupción).

Elsbeth: Creo que no teníamos que darte lecciones de cómo hacer niños, (sonríe), con lo que acabo de ver, me queda claro que eres un maestro en la materia.

Edward: (apenado), ¡Perdón señora Smith!, no quise faltarle al respeto a su casa, pero yo...

Jennifer: ¡Mamá!, ¡no me lo espantes porque luego no va a querer ni besarme!

Elsbeth: ¡Solamente lo estaba alabando!, pero te prometo que no vuelvo a meterme en su forma de demostrarte cariño, (camina y sujeta el brazo de Edward), aunque tienes que saber que me dejas tranquila... Al menos ya estoy segura de que en poco tiempo, me harás abuela, y como recompensa, te trataré como a uno más de mis hijos.

Edward: (le besa su mano), ¡Muchas gracias señora!, aunque no sólo debe estar segura de que la haré abuela, sino también de que dedicaré mi vida entera, para que Jennifer sea muy feliz.

Elsbeth: ¡Sé qué lo harás!, y ahora vamos con Douglas... aunque espero que no te moleste estar solo con él unos minutos, mientras preparo el café.

Edward: ¡No será molestia señora!... ustedes ya son mi familia.

Elsbeth le sonríe más y le da una palmada en el brazo, pero cuando empiezan a caminar, Jennifer jala a su prometido y los dos se detienen para voltear a verla.

Jennifer: (¿?), ¿Y de mí no te acuerdas, mamá?

Elsbeth: ¡Sí me acuerdo!, pero tú me vas a ayudar en la cocina.

Jennifer: (tensa), ¿Es necesario?... lo que sucede es que no me agra el olor a comida siendo tan temprano.

Elsbeth: ¡Ya pasa de medio día!, (suelta a Edward y se acerca a su hija para hablar en voz baja), ¿hay algún motivo por el cual no soportes la comida?

Jennifer: ¡Ninguno mamá!

Elsbeth la mira fijamente y sin cambiar su posición, le habla a su yerno.

Elsbeth: ¡Edward!, ¿puedes ir tú solo con Douglas?... acabo de recordar que tengo comida en la lumbre y quiero que mi hija me ayude con ese platillo, antes de que se queme.

Edward: ¡Sí señora!, (hace una reverencia), ¡con su permiso!

Edward va con Douglas y Elsbeth le pide a su hija que la acompañe a la cocina... Ahí le indica que se siente y ella lo hace frente a ella.

Elsbeth: ¿Cuánto tiempo tienes de embarazo?

Jennifer: (sorprendida), ¿Qué dijiste?

Elsbeth: Comprendo que quieras que sea Edward el primero en saber que estás esperando un hijo, pero no puedes ocultármelo a mí, que tuve cinco, y conozco a la perfección los síntomas de una mujer cuando está gestando.

Jennifer: ¡Discúlpame, mamá!, no quise ocultártelo, (juega nerviosamente con sus manos), tengo poco más de un mes, pero aún no encuentro el momento adecuado para decírselo a Edward.

Elsbeth: Tu miedo es entendible, pero no es bueno que esperes para decirle... Hija, cuando yo me embaracé la primera vez, quería decirle a Douglas de una manera muy especial, pero en ese entonces pasábamos por una mala racha económica, y tu papá siempre estaba de muy mal humor... Incluso nos peleábamos cada dos días y así menos quería decirle, porque pensaba que sí lo presionaba, terminaría abandonándome por tener una boca más qué alimentar... El día que se enteró, fue uno más de nuestras habituales discusiones... Él gritaba como loco y se lo solté sin pensar... Por un instante creí que me gritaría por ser tan tonta y no cuidarme, pero sucedió todo lo contrario...Douglas se puso tan feliz que me abrazo y me besó como nunca, y desde ese día, hizo hasta lo imposible por salir adelante, ¡y ya ves que sí lo consiguió!... Sus hijos fueron el motor que lo impulsaron a luchar y... (sonríe), según palabras de tu papá, el amor que yo le doy también fueron su aliciente.

Elsbeth extiende sus manos para pedir las de su hija... Jennifer tarda en reaccionar, pero luego sujeta con cariño las manos ofrecidas.

Elsbeth: Jennifer, el momento especial que tú esperas, no es cuando le dices que estás embarazada, sino cuando él sostiene en sus brazos, ese pedacito proveniente de su ser, y ves reflejado en sus ojos, el inmenso amor que un padre siente por su hijo.

Jennifer asiente con la cabeza, pero inmediatamente empieza a llorar... Elsbeth se desconcierta y se levanta para abrazarla.

Elsbeth: (¿?), ¿Por qué lloras, hija?... ¡no me digas que Edward, en realidad no quiere tener hijos!

Jennifer intentaba responder, sin embargo las lágrimas hacían un nudo en su garganta, que le dificultaba hablar, así que sólo se abrazó a su mamá, como lo hiciera aquella vez que supo que había quedado paralítica, pero en ésta ocasión, el sentimiento con el que lloraba, era más desgarrador para Elsbeth, y aunque la señora le decía palabras de aliento, le fue imposible detener su llanto, y después de unos minutos, se limitó a dejar que su hija liberara su sufrimiento.

En la sala:

Edward platicaba con Douglas sobre el tiempo que desperdició durante los quince años, que estuvo alejado de Jennifer... Douglas no hablaba mucho, solamente lo escuchaba y asentía de vez en cuando, pero ésta falta de elocuencia, se debía a que dirigió toda su atención, a observar cada movimiento de su yerno, y se percató de que aun con los lentes oscuros, la línea que enmarcaba sus ojos se veía desigual y no movía el rostro para mirarlo, cuando él fingía que estiraba su mano para colocar algo en la mesa.

Esa extraña actitud de Edward comenzó a preocupar a Douglas, pero necesitaba más pruebas de lo que presintió durante el desayuno.

Douglas: ¡Edward!, dirás que soy un grosero porque no te pongo atención, pero es que no me he tomado mis medicinas y así no puedo mantenerme despierto... ¿podrías ser tan amable de dármelas?... Es una cajita sin nombre, de color verde que está en la tercer cómoda.

Edward: (tenso), ¿Está cerca?

Douglas: (¿?), ¿Cómo qué cerca?

Edward: Me refiero a que si el mueble donde se encuentran está cerca de la sala.

Douglas: Se encuentran en el segundo cajón más pequeño de la tercera cómoda, que está de tu lado izquierdo.

Edward le agradece la información y se levanta para buscar la cómoda, pero como los lentes no lo dejaban ver, los baja un poco y trata de fijar su vista en el lugar que le dijera su suegro.... Al ubicarla, camina y abre el cajón, sin embargo se encuentra con otro inconveniente, (había tres cajas con lo que él suponía sería la tonalidad color verde, y para rematar, ninguna tenía nombre).

Edward: (le muestra las cajas), ¿Cuál es la que necesita?

Douglas: Hay dos de color azul y una sola de color verde... ¡dime hijo!... ¿cuál es la que crees que necesito?

Edward: ¡No lo sé!, pero supongo que usted sí sabe el por qué no puedo darle la caja correcta, ¿no es así?

Douglas: ¡Es una sospecha!... Yo tengo mala recepción visual con mi ojo izquierdo y hay ocasiones en que confundo los colores, o los veo en blanco y negro... De acuerdo a mi doctor, se debe a que estoy perdiendo la vista de ese ojo en particular.

Edward: ¿Y cómo puede concluir que a mí me pasa lo mismo?

Douglas: Dudo mucho que te pase lo mismo, pero si quieres que te diga cómo surgieron mis sospechas, te las revelaré, porque son obvias...Tus movimientos no son los de un hombre de tu edad... te mueves más lento de cuando te conocí y tampoco sigues los movimientos de tus interlocutores, ni siquiera porque los tienes enfrente... sujetas las cosas con las dos manos y tardas en tomarlas, pero lo que me confirma que algo pasa con tus ojos, es el hecho de que sin Jennifer no puedes desplazarte a ningún lado, y si lo haces, usas las manos para saber en dónde están los muebles.

Edward se queda sin habla y Douglas se levanta para acercarse a él... Cuando está frente a su yerno, retira de sus manos, las cajas que sacó y las devuelve al cajón.

Douglas: Ninguna de esas cajas tiene medicamentos, pero si no te engañaba, tú jamás habrías dicho lo que te pasa.

Edward: ¡No he dicho nada!

Douglas: ¡Pero lo harás!... al menos confío en que serás honesto, porque te estoy entregando a mi hija, y como única condición, te pido sinceridad.

Edward: Cuando sepa lo que me pasa, no querrá que su hija se case conmigo.

Douglas: Para que puedas afirmarlo, primero debes contármelo.

Edward: Lo que pasa es que yo voy a...

Douglas: (lo interrumpe), ¡No es necesario que me lo digas ahora!... pon en orden tus pensamientos, y cuando estés preparado, cuéntame todo... Y para que te quedes tranquilo, debes saber que el único motivo, por el cual yo me negaría a que te casaras con Jennifer, sería que no la amaras como sé que ella te ama a ti.

Edward mueve la cabeza en señal de conformidad, y luego ambos regresan a sentarse en sus respectivos lugares... A Douglas le costaba hacer que Edward olvidara lo acontecido, pero como no estaba dispuesto a que su yerno siguiera sintiéndose mal, empezó a contarle que desde que lo conocieron, toda la familia Smith esperaba el día en que verían a Jennifer convertida en su esposa, y que es la única persona en el mundo, que la hace sonreír y ser esa chica buena y tierna que ella trató de borrar con sus coqueteos y burlas hacia cada hombre que se le cruzara en el camino... Edward se sorprendió de que Douglas estuviera enterado de esa etapa en la vida de Jennifer, y por un momento logró olvidar de lo que pasara minutos antes, y se dedicó a preguntarle qué más le había sucedido a la mujer que ama, en el tiempo en que regresó a Inglaterra.

San Gabriel - Pensión:

El auto de Alejandro se detiene bruscamente frente a la fonda de Macaria y Ulises... Él baja y azota la puerta del coche, haciendo que por el ruido, Macaria y una mujer que estaba con ella, lo siguieran con la mirada, y ven con asombro que se dirigía a los cuartos de la pensión... La mujer que estaba con Macaria, era Adelaida, (la que durante la fiesta del bautizo, se dedicó a hablarle mal de Jennifer, a Edward)... Motivada por la curiosidad y el chisme, va tras Alejandro y logra escuchar que pregunta por el cuarto de Helena Santana, y después se encamina hacia el lugar... Alejandro toca tres veces y dice su nombre en voz alta... Helena abre casi enseguida y lo invita a pasar... Adelaida se cubre la boca para no gritar por la alegría de tener en sus manos un buen chisme, y sin investigar más, se va de la pensión a contarle lo sucedido a Macaria.

En el cuarto:

A pesar de haberle permitido el paso, Helena miraba con desconfianza a Alejandro.

Helena: No es media noche, Licenciado.

Alejandro: ¡Ya sé que no!, pero no vengo a lo que se imagina, sino a algo aún más complicado, (mira a todos lados), ¿se encuentra su hermano?

Helena: ¡No!... David salió del pueblo y no podrá ir hoy a la hacienda... Yo iba de salida para avisarle personalmente, pero usted se me adelantó.

Alejandro: (irónico), ¡Así que se enteró de su regreso!

Helena: (¿?), ¿A qué se refiere?

Alejandro: ¿Usted conoce las sentencias que se le dictan, a un encubridor de fraude y asesinato?... Yo espero que sólo esté encubriendo, porque si es partícipe, sería otra la sentencia.

Helena: (nerviosa), No estoy entendiendo sus palabras.

Alejandro: ¿Usted en verdad se llama Helena Santana Carpio?

Helena: ¡Sí!... aunque si duda de mí, puede solicitar mi registro en el D. F.

Alejandro: Pensé que era nativa de Oaxaca.

Helena: Yo...

Alejandro: (se le acerca), ¿Usted qué señorita Santana?

Helena: Yo nací en el D. F., pero mis padres son de Oaxaca.

Alejandro: Y si busco su registro en el D. F., ¿también voy a encontrarme el de su hermano?... ¡o ese no existe!

Helena siente que sus piernas no pueden sostenerla, y por instinto da unos pasos hacia atrás... Alejandro se aproxima aún más a ella, y logra acorralarla en la pared.

Alejandro: Será mejor que me diga la verdad, porque si no, se hundirá junto con James Clayton Miller, y los años que estará en la cárcel, van a ser un infierno para usted.

Helena: ¿De dónde saca que conozco a ese hombre?

Alejandro: Ricardo Archer puede reconocer al asesino de su padre, aún con sólo escuchar su voz, así que no vale la pena que siga mintiendo, porque ya sabemos que David Santana, es en realidad James Clayton Miller.

Helena: Eso no... es que yo...

Alejandro: Le estoy ofreciendo mi ayuda a cambio de la suya... James Clayton no tiene salvación y pasará encerrado el resto de sus días, pero sí usted coopera, puedo conseguir una significativa reducción a su sentencia.

Helena: ¿Cuántos años estará en la cárcel?

Alejandro: (¿?), ¿Estará él... o usted?

Helena: ¡Él!

Alejandro: Por asesinato, entre veinte y cincuenta años, pero si se suman los agravantes por ser alguien cercano a la familia Archer, y de acuerdo a las leyes estadounidenses, pueden darle la pena de muerte... Eso sin contar los fraudes que ha cometido... En pocas palabras, nada se puede hacer por él.

Helena: Pero el señor Archer podría darle el perdón y así él no moriría ¿verdad?

Alejandro: James también mató al psiquiatra que atendía a la hermana de Rogelio Montero.

Helena: (¿?), ¿Cómo lo sabe?

Alejandro: No importa cómo lo sé, sino lo que haré con esa información, y voy a encargarme de que también se le dé una condena por ese crimen.

Helena: Ese delito lo cometió en México, y aquí no existe la pena de muerte... ¿Si yo coopero, promete que no lo enviarán a Estados Unidos?

Alejandro: ¡No está en mis manos evitar su regreso a Estados Unidos!

Helena empieza a llorar y lo abraza con fuerza, pero Alejandro permanece rígido e insensible a su llanto.

Helena: ¡Por favor!... James no está bien de sus facultades mentales... cuando lo conocí era tan débil, que tuve que llevarlo con un psiquiatra porque no podía alejar de su mente, la muerte del padre de Ricardo Archer.

Alejandro: ¿Y quién piensa en el dolor de un hijo, al perder a su padre de esa manera, y en manos de la persona a la qué llamaba amigo?

Helena: ¡Él no quiso hacerlo!, pero las cosas se salieron de control y todo pasó tan rápido que James ni siquiera tuvo tiempo de darse cuenta, hasta que lo vio muerto, (se hinca), ¡por favor Licenciado!... no lo mande a Estados Unidos... mil veces prefiero verlo en la cárcel, a tener que soportar el dolor de saberlo muerto.

Alejandro: Muchos dicen que es más humano matarlos, a dejarlos años encerrados como animales.

Helena: ¡Usted no piensa eso porque es una buena persona!... Sé que será difícil para James estar en la cárcel, pero si yo salgo en menos tiempo, dedicaré el resto de mi vida, a cuidarlo y a velar por él.

Helena se sostiene de las piernas de Alejandro y llora aún más fuerte... Él se siente el más idiota de los hombres, pues no soportaba ver llorar a una mujer, y con delicadeza, la levanta y la abraza.

Alejandro: ¡Está bien Helena!... sí me ayuda, yo mismo llevaré el caso de James para que no lo regresen a Estados Unidos.

Helena: ¿Me lo jura?

Alejandro: ¡Se lo juro!, pero antes necesito una prueba que me permita confiar en usted.

Helena se separa de él, y se agacha para sacar una maleta debajo de la cama... Con las manos temblorosas la abre y le entrega un portafolio... Alejandro lo toma y va hacia la mesa para revisarlo, y lo que encuentra ahí lo impresiona, pues se trataba de las pruebas de todos los fraudes cometidos por James, a lo largo de diez años, pero lo que lo horrorizó, fue el ver una bolsa de plástico transparente, con un dije manchado de sangre... Él levanta la bolsa a la altura de su rostro, y observa a detalle el objeto.

Helena: Es el emblema de la familia Archer... El día en que murió el padre de Ricardo, James venía de haberse peleado con su hijo... Ricardo Archer le partió el labio y le hizo un corte en la mano derecha, es por eso que hay sangre en el dije... James pudo entrar en la hacienda gracias a que estaba herido, y de inmediato fue a sacar el dinero de la caja fuerte, pero el padre de Ricardo llegó justo cuando se lo guardaba y lo enfrentó... James lo empujó y se encaminó hacia las escaleras para bajarlas, sin embargo el señor no estaba dispuesto a dejarlo marcharse, e intentó detenerlo, pero James le dio un fuerte tirón a su brazo y el señor cayó por las escaleras... James estaba aterrado, pero se quedó con él hasta que murió... Como un recordatorio del crimen que cometió, le quitó el dije y salió por la puerta de atrás... La mayor prueba de lo que quiere, está en ese dije, porque no sólo tiene la sangre de James, sino también la de Edward, (aumenta sus sollozos), James no quería matar a nadie ese día, pero su descontrol mental lo llevó a eso, convirtiéndolo en lo que es ahora.

Alejandro: ¿Por qué también hay sangre de Edward?

Helena: Porque minutos antes, movido por la envidia que le tenía a Edward, atentó contra su vida, golpeándolo con una piedra, y como el golpe que le dio fue bastante fuerte, se manchó su mano con la sangre de su amigo... Es un milagro que Ed haya sobrevivido a un golpe de esa magnitud, y de acuerdo a James, el verlo casi muerto, lo hizo tener un breve lapso de conciencia, y en su desesperación, intentó ayudarlo... El problema es que no soltó la piedra y cuando llegó Ricardo Archer, le propinó un fuerte golpe en la cara y eso lo enfureció tanto que trató de matarlo con aquella piedra... Lo extraño es que dice que no pudo con él, y que se vio en la necesidad de huir, pasando después, todo lo que ya le conté.

Alejandro: ¡Así que en éste pequeño objeto tengo la prueba del intento de asesinato hacia Edward, y también la confirmación de que James está involucrado en la muerte del padre de Ricardo!... ¿Sabe lo que eso significa, Helena?

Helena: Significa que ya todo está perdido para James ¿no es cierto?

Alejandro guarda todo dentro del portafolio y lo sujeta con fuerza.

Alejandro: Haré lo que pueda por él, pero ambos sabemos que no hay justificación para lo que hizo.

Helena: ¡No la hay!, pero usted me prometió ayudarlo, si a cambio yo lo ayudaba a usted.

Alejandro: (suspira), ¡Bien!, entonces será mejor que me apresure a llevar esto a Tuxtla, porque si a Ricardo se le ocurre vengarse de James, dudo mucho que mi ayuda sea requerida.

Helena: James ya está en camino para asegurarse de que Ricardo Archer no pueda intervenir en sus planes.

Alejandro: (¿?), ¿Qué planes?

Helena: ¡Ya le he dicho mucho Licenciado!, ahora le toca a usted, investigar lo que falta.

Alejandro: Cuando salga por esa puerta, ¿qué podré esperar de usted?

Helena: ¡No voy a traicionarlo, ni tampoco voy a huir!, así que cuando la policía venga, puede estar seguro de que me encontrarán en éste lugar.

Alejandro: ¿Tan grande es su remordimiento?

Helena: ¡No Licenciado!... el amor que siento por James, es aún más grande que el remordimiento.

Alejandro: Un amor que ese tipo no se merece... pero es asunto suyo.

Alejandro sale del cuarto y se pone en marcha hacia Tuxtla... Helena permanecía de pie, mirando hacia la nada... Recordaba su vida antes de conocer a James, y a pesar de la pobreza en la que vivió, aquellos fueron los únicos momentos en los que realmente se sintió feliz, y entonces pensó que finalmente había llegado la hora, de liberarse del yugo que se auto impuso en el instante de enamorarse de un hombre que nunca la quiso en verdad.

Hacienda del Fuerte:

El ambiente durante el desayuno se sintió pesado, debido a que Dany no entendía la razón por la que Alejandro se marchó sin despedirse personalmente, y su desconcierto no la dejaba prestar atención a lo que María decía, (la única que intentaba relajarlos, con sus comentarios sobre lo hermosa que se veía la mañana)... Por otra parte, Ricardo permanecía en absoluto silencio y ni siquiera trataba de contestar, las veces que Vanesa le pedía afirmar lo que María les estaba contando... Media hora después, la nueva nana de los gemelos, se los lleva a su cuarto porque se quedaron dormidos... Ricardo se levanta sin terminarse su desayuno y Dany lo imita, argumentando tener prisa por irse a la clínica... Margarito se va a la escuela, y las dos niñas se dirigen a su cuarto a jugar... En la mesa sólo quedan María y Vanesa, pero las dos se limitan a comer sin hablar de nada... María le dedica una mirada triste a su acompañante, pues sabía que la actitud de Ricardo le estaba doliendo, y lo que más la preocupaba, es que hacía un esfuerzo sobre humano por no llorar, y aquella represión podría desencadenarle una crisis.

María: ¿Sabes de qué tengo ganas?

Vanesa: (¿?), ¿Perdón?

María: Se me antojó ir a comprar cajeta para preparar un rico atole, y como en el pueblo vecino venden una deliciosa, estaba pensando en darme una escapada... pero no tengo quien me acompañe, (espera unos segundos antes de preguntar), ¿tú no querrías acompañarme?

Vanesa: Es que no quisiera dejar solo a Ricardo.

María: ¡Entonces por qué no le dices que vaya con nosotras!

Vanesa: (agacha la cabeza), No creo que quiera ir... Debe sentirse muy cansado por el viaje tan largo que hizo y por eso está comportándose así, (su voz se quiebra), ¿verdad que usted cree lo mismo?

María: ¡Sí hija!... Ricardo está así de serio, por lo cansado de su viaje... pero nada pierdes con preguntarle ¿o sí?

Vanesa: La seriedad no es común en Ricardo, y en ese estado prefiero no importunarlo.

María: ¿Y entonces cómo piensas hacerle compañía, sino te atreves a preguntarle lo que le está pasando?

Vanesa: ...

María: ¡Hija!, ese muchacho en verdad te quiere, y sé que si vas con él, lograrás animarlo en caso de que algo le esté sucediendo.

Vanesa: Él es un hombre que está muy lejos de sentir amor por mí, (se pone de pie), pero tengo la esperanza de que mis sentimientos sean suficientes para que se quede un poco más a mi lado.

María: ¡Vanesa!, no te castigues de esa manera... Ricardo sí te...

Vanesa: ¡Tengo que irme!, (le da la espalda), nos vemos más tarde.

María la ve caminar sin ánimo hacia adentro de la casa y enseguida dirige su mira al cielo, pidiendo a Dios que la ayude por el bien de su bebé.

Vanesa entra al cuarto y lo primero que escucha, es el correr del agua, (lo que le dice que Ricardo se está bañando)... Con cuidado camina hacia la cama para sentarse, pues comenzaba a dolerle el vientre... De pronto oye un leve sonido y rápidamente busca el objeto que lo provocó... En el buró puede ver el parpadeo de la luz del celular de Ricardo, y aunque nunca tuvo la costumbre de revisarle sus cosas, en ésta ocasión no fue capaz de ahuyentar la curiosidad y tratando de no hacer ruido, se levanta y toma el aparato en sus manos, (viendo en la pantalla que lo que llegó fue un mensaje)... Por un instante dudo en abrirlo, pero fue más grande su incertidumbre, que lo abre, arrepintiéndose enseguida de haberlo hecho... Lo primero que vio fue la foto de una mujer con los senos descubiertos, y sonriendo descaradamente... Pero lo que la hizo dejarse caer en la cama, fue lo que leyó debajo de la foto.

¡Hola cariño!, lo prometido es deuda... Aquí te dejo el regalo que habrá de animarte cada que tengas qué soportar a la falsa de tu mujer... Sé que no deseas lastimarla pidiéndole que se separen, pero no es justo que me condenes a mí a la soledad.

Todas las noches recuerdo tus brazos y tus labios sonriéndome con amor.

Tú sola imagen hace que mi cuerpo entero vibre de deseo.

¡Cariño!, no tardes en responderme... Es una condena tenerte tan lejos de mí, así que por favor, devuélveme la felicidad con tan sólo una palabra... y esa es... ¡cásate conmigo!

Recibe mis besos y mi amor.

Tuya por siempre.

Bárbara.

Vanesa suelta el celular y éste se estrella en el piso, cuarteándose al instante la pantalla... Las lágrimas que estuvo conteniendo, se derraman si control y el dolor en su vientre se hace más grande... Ricardo sale del baño secándose el cabello con una toalla y la encuentra hecha un mar de llanto... Preocupado se acerca y luego de acomodarse a su lado, la gira para que lo mire.

Ricardo: ¿Qué te pasa Vane?... ¿te sientes mal?, ¿te duele el vientre?

Vanesa se limpia sus lágrimas y haciendo un gran esfuerzo, deja de llorar.

Vanesa: Es que tiré tu celular cuando abrí el cajón y se rompió la pantalla.

Ricardo mira el lugar donde se encontraba tirado su celular y lo recoge para encenderlo, pero después decide dejarlo en el buró y con su mano retira del rostro de Vanesa, los rastros de sus lágrimas.

Ricardo: ¿Por eso llorabas?, (sonríe), ¡mi bella dama!, sabes que nunca me enojaría contigo y menos por una insignificancia.

Vanesa: Pero rompí tu teléfono y seguramente tenías cosas importantes.

Ricardo: ¡Nada más importante que mi familia!... lo demás son fotos que tomé de mis paseos en Inglaterra, pero tengo planeado que cuando nazca nuestro hijo, nos vayamos los cuatro a un viaje por Europa, así que no me interesa que se pierdan esas fotografías, porque las que me tomaré con ustedes, serán más valiosas.

Vanesa se recarga en su hombro, y Ricardo acaricia su espalda con ternura.

Vanesa: María me pidió que la acompañe al pueblo vecino.

Ricardo: ¿Está muy lejos de San Gabriel?

Vanesa: A dos horas, aproximadamente.

Ricardo: ¿Tú quieres ir?

Vanesa: ¡Sí!... tengo mucho de no salir a ningún lado, pero...

Ricardo: ¿Pero?

Vanesa: También me gustaría que tú fueras.

Ricardo se queda pensando en que Alejandro le pidió no mostrarse por la hacienda. Sin embargo su silencio le da a entender a Vanesa, que no quiere acompañarla... Rápidamente se desprende de los brazos que la sujetaban, y se levanta para ir al tocador, (de un cajón saca su polvo y se lo coloca en las líneas que enmarcaban unas ojeras)... Ricardo la observaba con una mirada melancólica, pero el desanimo de Vanesa le impidió notar que él no estaba mejor que ella... Una vez arreglada, toma su bolsa y se dirige a la puerta, pero antes de abrir regresa hacia donde está Ricardo y lo hace que se levante para poder darle un beso, (el cual Ricardo responde de inmediato)... No estaba seguro, pero a pesar de Vanesa siempre lo besaba con amor, éste beso lo sintió mucho más entregado y el más hermoso que se hubieran dado en los tres años de estar juntos, pero cuando él quiso corresponderle de la misma manera, ella separa sus labios y lo mira a los ojos.

Vanesa: ¡Te amo!, pero no quiero que estés conmigo sólo por nuestros hijos y...

Ricardo: (la interrumpe), ¿A qué viene eso Vane?, yo no...

Vanesa: (le coloca un dedo en sus labios), ¡Déjame terminar, por favor!, (el asiente)... Cuando salga del cuarto, tendrás tiempo suficiente para pensar en lo que realmente quieres hacer con nuestra relación, pero ante todo piensa en ti... Yo estoy preparada para lo que decidas, así que no te preocupes... Antes de conocerte era una mujer independiente y aunque tengo años de no ocuparme de mi negocio, podré volver a retomar las riendas sin mayor problema, para que mis hijos tengan un buen futuro.

Ricardo: (¿?), ¡Vane!, no podría concebir la vida sin mis hijos y sin...

Vanesa: El que estemos separados, no significa que te impida verlos. Tú podrás ir a visitarlos cada que quieras... te juro que nunca los voy a alejar de ti porque eres su padre... Sin embargo yo no puedo estar contigo porque me duele... (Se contiene de llorar), Sé que esto me lo merezco por todo lo que le hice a Paula, pero he llegado al límite de mis fuerzas y en cualquier momento mi mente va a colapsar y es lo que menos quiero porque mis hijos me necesitan.

Ricardo: ¡Vane!, yo en verdad te...

Vanesa: (alza la voz), ¡Por favor!... sólo deja que me vaya tranquila para que cuando regrese me sienta capaz de soportar lo que sea... Te prometo que cuando esté de vuelta, permaneceré en silencio mientras me dices lo que has decido.

Ricardo ya no dice nada y deja que Vanesa se vaya... Después de que sale del cuarto, se sienta en la cama y lleva sus manos a su frente... Se recriminaba el no haberle dicho que estaba serio por culpa del hombre que mató a su padre, (y que al parecer se encontraba muy cerca de su familia)... Sin embargo también se odiaba por no saber expresar lo que siente, y que debido a eso estuviera provocando el dolor de Vanesa.

Desanimado se viste, y se peina... Al estar listo, desempaca su equipaje y lo primero que saca de la maleta, es la caja de madera... Al instante recuerda que tenía pendiente leer una carta y dirigiéndose al sillón, desdobla el papel y lee con atención su contenido, (la argolla que tenía dentro, la deja en el buró).

Ricardo:

Perdóname si te incomodo con ésta carta, pero no me atrevo a decirte de frente lo que siento.

Sinceramente no sé cómo empezar... Nunca imaginé que estaría escribiendo una carta de amor, pero tú eres el causante de éste cambio tan grande que he tenido y no puedo evitar hacer cosas que en el pasado consideraba cursis.

Bueno... antes que nada quiero que sepas que no hay palabras que describan lo feliz que me has hecho en estos tres años... Aunque debo decirle, "mi caballero", que le falta romanticismo... A veces me gustaría que fueras tú quien buscaras mis besos y mi amor... Pero aún con esa capa de anti romance, que te empeñas en usar... ¡te amo!, y es por eso que me atrevo a hacer lo siguiente.

Dentro del sobre hay una argolla hecha a la medida de tu dedo... Ese pequeño objeto significa mucho para mí, y con él en tus manos, te hago ésta pregunta:

Ricardo Archer López, ¿quieres ser mi esposo?

Si la respuesta es sí, coloca la argolla en tu dedo para que cuando te vea llegar con ella, finalmente pueda demostrarte lo mucho que te amo, sin tener ese miedo que me impide expresarte mis verdaderos sentimientos... Pero sí por el contrario, no te la veo puesta, entonces entrégame la carta sin decir una sola palabra... Yo te prometo nunca cuestionarte y respetar cualquier decisión que tomes respecto a nuestra relación.

Ricardo, te espero ansiosa, e independientemente de lo que decidas hacer, lo que más deseo es verte regresar con bien.

¡Te ama con el alma!

Vanesa Galván

Ricardo termina de leer y de un salto se levanta para tomar la argolla y colocársela.

Ricardo: ¡Seré estúpido!, con razón Vane está deprimida, (ve fijamente la argolla y suspira), por supuesto que quiero ser tu esposo y ahora mismo voy a decírtelo.

Ricardo sale del cuarto y baja corriendo las escaleras, pero cuando abre la puerta ve que los peones están cerrando el portal, (él se queda mirando impasible, el lugar por donde iba el Pontiac blanco)... De haber podido la hubiera seguido, sin embargo estaba consciente de que si se dejaba ver, James escaparía de nuevo, así que mejor decidió quedarse a hacer algo bonito para cuando Vanesa regresara, y con esa determinación presente en su cabeza, se encamina a su cuarto.

A las afueras de los terrenos de la hacienda, se encontraba una camioneta negra con dos sujetos abordo. El Pontiac pasa a un lado y de inmediato uno de ellos hace una llamada, (del otro lado de la línea, se escucha la voz de James).

James: ¿Y bien?

Hombre: Acaba de salir el auto de la persona que nos pidió seguir.

James: Si salió, ¿por qué demonios no estás detrás de él?

Hombre: Pensé que quería que lo mantuviera informado de cada cosa que viera.

James: (furioso), ¡Imbéciles!... Ve tras él y espera mis órdenes.

El hombre se disculpa y rápido siguen al Pontiac.

Tuxtla - Reclusorio Varonil:

James se guarda el celular dentro de la gabardina y regresa su mirada hacia el hombre que estaba en silla de ruedas... El sujeto tenía llagas en la mayor parte de su rostro y sus manos. Cuando hablaba su voz apenas y se entendía, debido a la falta de dentadura.

James: ¡Disculpa la interrupción!, pero tengo la desgracia de tener a una bola de idiotas trabajando para mí.

Bruno: Deberías marcharte ahora que puedes... El abogado tiene conocidos que van a ayudarlo en cuanto se los pida.

James: Sí fuera como dices, tú no habrías podido mantenerlo amenazado con matarlo.

Bruno: Estaba conmigo porque poseía las pruebas de la inocencia de su tío, y ese grupo que trabaja para ti, era rival de uno de sus conocidos, pero muchos ya desertaron y con el número que quedó, será imposible que lo intimides.

James: ¡No quiero intimidarlo!... quiero neutralizarlo.

Bruno: (¿?), ¡No comprendo!

James: Tú aún conservas algunos de los documentos que el abogado utilizó, para obtener el dinero del pago de tu protección, ¿verdad?, (Bruno asiente), ¡perfecto!... con ellos será suficiente para quitarlo del camino... ¿en dónde los tienes?

Bruno: En una casa que compré aquí, pero la policía debe tenerla sellada.

James: Después de mucho tiempo, la policía se olvida de cuidar los lugares que sella, (le extiende un papel y una pluma), escribe la dirección y el lugar donde los guardaste... Te juro que antes de lo que te imaginas, tendrás en tus manos la vida del abogado que terminó por hundirte.

Bruno: ¿Y qué puedo hacer yo contra ese miserable?... Es más fácil que sea él, quien me acabe a mí.

James saca una cartera negra y la abre para mostrar un fajo de dólares. Después se levanta y se los coloca debajo de las piernas.

James: (se sienta de nuevo), Eso basta para que te ayuden con él, y por favor... ésta vez no falles... Me sería de gran ayuda que te encargaras de desaparecerlo, antes de que tenga que ser yo quien lo haga.

Bruno muestra una sonrisa y escribe en la hoja lo que James le pidiera. Una vez que termina, le regresa la pluma y el papel... James se pone de pie y le da una palmada en el brazo, (Bruno se queja), y sin perder tiempo, se retira del reclusorio.

París - Residencia de los Smith:

La media tarde transcurrió dentro de lo normal para los prometidos y los señores Smith... Los cuatro tomaron su café, mientras los padres de Jennifer monopolizaban la conversación, debido a que la pareja no tenía el entusiasmo del día anterior y permanecieron extremadamente callados, (aunque atentos a las cosas que les comentaban).

Laura y Henry llegaron una hora después... Jennifer y Elsbeth se dirigían a la cocina para dejar lo utilizado en el almuerzo y de inmediato Laura se ofreció a ayudarlas a lavar los trastes... Henry se quedó en la sala con su papá y Edward, pero al poco rato, Douglas se va a su cuarto a descansar, dejando a los dos hombres jóvenes en medio de un silencio incómodo... Edward se pone de pie y se disculpa con Henry pues también se retiraba a su cuarto. A unos pasos de llegar a la escalera, Henry lo llama.

Henry: ¿Sabes cuñado?, tengo más de un mes queriendo hablar contigo.

Edward: (frunce el seño), ¿Has esperado un mes para hablar conmigo?... (¿?), ¿acaso hice otra cosa que te molestara?

Henry: Varias que no comentamos, pero ese es otro asunto... Esto que tengo que decirte es de suma importancia para ti, y si esperé tanto para hablarlo, es porque primero necesitaba que mi hermana y tú, solucionaran sus problemas.

Edward: ¡Bien!... ¡te escucho!

Henry: Bueno pues... es respecto a tu problema visual... Estuve hablando con algunos amigos médicos y uno se ofreció a revisarte para saber si puedes...

Edward: (niega con la cabeza), ¡No hay nada que se pueda hacer!... ya me han hecho revisiones en el hospital de Florida y desafortunadamente me han dicho que no tengo remedio.

Henry: Y según ellos ¿por qué no?

Edward: No me dieron una gran explicación... únicamente dijeron que los nervios de mi retina están muy dañados debido a que dejé pasar años para atenderme y una operación sería innecesaria, porque lo más que hará, será extender el tiempo de visión... Pero al final terminaré quedándome ciego.

Henry: ¿Y son médicos oftalmólogos de prestigio?

Edward: ¿Importa eso?... además, estamos hablando de uno de los mejores hospitales de Florida.

Henry: Sí pero una cosa es que sea un hospital de renombre, y otra que se dedique a una sola especialidad, y mi amigo tiene un hospital que se encarga únicamente de problemas visuales, así que yo pienso que sería bueno que te dieran una segunda opinión.

Edward: (trata de sonreír), Te agradezco la preocupación Henry, pero no hay nada que hacer y es mejor aceptarlo.

Henry: No creo que se trate de sólo aceptarlo... dime Edward, ¿cuál es el verdadero motivo por el cual no quieres intentarlo al menos?

Edward: ...

Henry: (sube el tono de voz), ¿Por qué Edward?

Edward: ¡Porque me lo merezco!... yo dejé a Jennifer cuando más me necesitaba, y ahora me toca vivir lo que ella vivió cuando quedó inválida.

Henry: Y estás dispuesto a hacerla sufrir viéndote ciego ¿no?

Edward: Hay una manera de librarse del sufrimiento... ella se irá lejos de mí, cuando sienta que ya no puede soportarlo más.

Henry: Creía que sólo necesitabas un oftalmólogo, pero ahora me doy cuenta de que te urge un psicólogo, (molesto), ¡estás completamente loco!

Edward: Concuerdo contigo, y todavía puedes evitar que tu hermana termine casada con un loco, (da la vuelta y comienza a subir las escaleras), ¡con tu permiso, Henry!

Henry: (lo sigue), ¿Pero qué demonios pasa contigo?... hace más de un mes estabas rogándonos para que te dijéramos en dónde estaba Jennifer, ¡y ahora me vienes con esa estupidez!

Edward lo ignora y entra a su habitación... Henry golpea la puerta para sacar su tensión, y hubiera continuado golpeando, de no ser porque su padre lo llama a su cuarto.... Henry entra y cierra la puerta tras de sí.

Douglas: Trata de entenderlo... No es fácil asimilar lo que le está pasando y esa reacción de tu parte, sólo sirve para alterarlo más.

Henry: ¿Ya te contó lo que tiene?

Douglas: No hubo necesidad.

Douglas señala una silla frente a la cama y Henry se acomoda en ella, (su padre ya estaba sentado en la cama).

Henry: Todavía ayer reflejaba buen humor, y en tan sólo unos segundos, me habló con un tono de ironía que hizo que me hirviera la sangre.

Douglas: E irá empeorando conforme siga perdiendo la vista, pero ni tú ni yo podemos hacer algo para ayudarlo. Sólo Jennifer puede lograr que no se hunda en su dolor.

Henry: Ella no tiene por qué pasar por esto otra vez.

Douglas: Tu hermana no es una niña a la que debamos sobreproteger... Lo único que si te voy a pedir, es que continúes con tu plan de llevar a Edward con el especialista.

Henry: (¿?), ¿Nos escuchaste?

Douglas: (señala un aparato de su oído), ¡Esto funciona muy bien!... los pude escuchar desde el último escalón, (agacha la cabeza), tiene sus ventajas ser un viejo con muchos problemas de salud.

Douglas se levanta y toma del brazo a su hijo para conducirlo a la salida.

Douglas: Ve y mejor atiende tus asuntos, porque me gustaría que Paul tenga un hermano que lo aleje por un rato de tanto estudio.

Henry: (se tensa), ¿Y con quién le voy a dar un hermano?

Douglas: Ya sabes con quien, así que no me hagas decirlo.

Henry: (sonríe), ¡Es una mujer difícil de convencer!

Douglas: Pues mejora tu táctica... ¡Sé más directo!... eres un hombre maduro y me sorprende que todavía no sepas como conquistar a una mujer.

Henry se reí y contagia de su risa a su padre. Con una palmada en el brazo se despiden y Henry se va a seguir el consejo dado, mientras que Douglas se recuesta en su cama, colocando su mano en el pecho para disminuir el dolor que ya era una constante en su vida.

Cuarto del matrimonio Montero:

Paula empieza a removerse con desesperación y debido a sus leves quejidos, Rogelio se despierta encontrándola en medio de una pesadilla... Preocupado la mueve y Paula abre los ojos desconcertada.

AP: ¿Qué sucede Rogelio?

R: (su voz tiembla), Eso es lo que quiero saber Paula... ¿qué tienes?

AP: (se limpia el sudor de su frente), No pasa nada.

R: ¡Estabas quejándote mientras dormías, y luego dices que no pasa nada!

AP: Sólo... sólo soñé con el día en que Bruno intentó matarnos en la carretera.

R: (¿?), Pero eso pasó hace mucho, ¿por qué soñaste con algo así?

AP: ¡No lo sé!... lo único que tengo claro, es que pude sentir la misma desesperación que pasé en ese instante, y fue, (trata de contener sus lágrimas), fue tan doloroso revivir ese momento.

Rogelio la abraza y acaricia su pelo y espalda.

R: ¡Tranquila amor!... era sólo un sueño.

AP: ¡Pero...

R: ¡Shhh!, (se separa para levantarse), ¡vamos a alistarnos!... apenas y tenemos tiempo de trasladarnos con calma al aeropuerto.

Paula asiente y en unos minutos ambos están listos y bajan con sus maletas a la estancia, pero no encuentran a nadie, así que Paula se dirige a la cocina.

Jennifer tomaba un vaso con agua cuando ella entra.

Jennifer: ¿Ya es hora?

AP: (¿?), ¿Te pasa algo Jen?

Jennifer: ¿Por qué lo dices?

AP: Porque estás un poco seria, y tú no eres así.

Jennifer: (da una media sonrisa), Supongo que es normal en una mujer embarazada.... ¡Ya sabes!... por los cambios de humor.

AP: Hablando de eso, ¿ya se lo dijiste a Edward?

Jennifer: ¡No!... la verdad es que me da un poco de miedo decirle... últimamente también sufre de cambios de humor y no quisiera sorprenderlo en uno de esos cambios drásticos y que en lugar de alegrarse, se deprima.

AP: ¡Jen!, ¡sólo díselo!... no lo conozco tanto como tú, pero estoy segura de que esa noticia lo hará inmensamente feliz.

Jennifer: ¡Dios te oiga!... Y tal vez se lo diga después de que los dejemos en el aeropuerto... (Se acerca y la abraza), ¡Te voy a extrañar!... aunque Edward está conmigo, tú y Laura son mis únicas amigas, y cuando se vayan, no tendré a quien molestar.

AP: (corresponde el abrazo), También me divierte molestarte y... y te aseguro que te voy a extrañar mucho más de lo que me extrañarás tú a mí.

Jennifer: Pero al menos tú tienes más amigas en Tuxtla.

AP: ¡Sí! pero ninguna tan latosa y divertida como tú.

Las dos se separan y ríen por el comentario.

Jennifer: Será mejor que nos reunamos con Rogelio, si no, se les va a hacer tarde.

AP: ¡Es cierto!, (camina), ¡vamos!

Las dos llegan a la sala y ven a Laura y a Henry platicando con Rogelio... Casi enseguida, llegaron los hermanos de Jennifer con sus esposas. Todos se disculparon a unisonó, por no haberlos llevado al paseo que les prometieron el día anterior... Rogelio les dijo que no tenían nada de qué disculparse, pero los comprometió a que a su regreso a París, cumplirían con ese paseo y otro adicional que sería en Venecia, (petición a la que aceptaron encantados)... Edward se une a la conversación y cuando aparecen los señores Smith, el matrimonio Montero se despide, para después salir acompañados de los prometidos rumbo al aeropuerto, (las dos mujeres iban adelante, mientras que los dos hombres estaban en la parte de atrás).

En el camino, Rogelio notó un poco extraño a Edward, pues a pesar de no encontrarse bajo la presión de su familia política, su mente parecía estar en otro lado. Sin embargo prefirió no meterse en asuntos que no le correspondían, y mejor se dedicó a mirar por última vez el paisaje de París... Estaba tan concentrado que no escuchó el sonido que emitía su celular, hasta que Paula lo llama y le señala el aparato... Rogelio se apresura a contestar.

R: ¡Sí, diga!

Alejandro: (serio), ¡Hola Rogelio!

R: (¿?), ¡Hola Alejandro!... ¿cómo estás?

Alejandro: ¡Bien!... Rogelio, ¿aún estás con Edward?, ¿o ya vienes de regreso?

R: (mira al susodicho), ¡Estoy a un lado de él!, pero ya vamos hacia el aeropuerto.

Alejandro: ¡Qué bueno que los alcancé!... Ahora escucha con atención.

R: (¿?), ¿Es algo bueno o malo?

Alejandro: Malo... aunque depende de la perspectiva que quieras usar.

R: (ansioso), ¡Ve al punto Alejandro!

Alejandro: Eso intento, pero no es sencillo explicarte las cosas por teléfono.

R: Parece serio... si es así, entonces dame un momento, (Alejandro acepta)... Jennifer, ¿podrías detenerte?

Jennifer iba a protestar, pero al ver el rostro preocupado de Rogelio, hace lo que le pidió y en una esquina, da la vuelta para estacionar el vehículo... Rogelio baja y se aleja unos pasos, siendo observado en todo momento por Paula.

R: ¡Ahora sí!... ¿qué está pasando?

Alejandro: Es imprescindible que traigas a Edward contigo... Necesitamos que él, junto con Ricardo, movilicen a las autoridades norteamericanas, para que detengan a James Clayton Miller.

R: Entonces ¿ya sabes dónde se esconde ese maldito?

Alejandro: ¡Sí!, pero no podemos...

Alejandro mira su retrovisor y ve que tiene detrás una camioneta negra que no hacía el intento por pasarlo, a pesar de tener espacio suficiente para hacerlo... Él se quedó en silencio y maniobraba torpemente para saber si lo que sospechaba era correcto, y se dio cuenta de que efectivamente lo estaban siguiendo... Al oír la voz de Rogelio vuelve a mirar al frente.

Alejandro: ¡Habla con Fabiola!

Rogelio quiso preguntar, pero Alejandro ya había colgado... Una repentina angustia se apoderó de él, y regresa al auto para pedirle a Edward el número de Fabiola. Él se lo da, sin embargo no consiguió ni siquiera escuchar el pitido de llamada... Para calmarse, se aleja de nuevo del coche... Paula trató de bajar, pero Edward se ofreció a ir a ver qué estaba pasando... Ella acepto a que él fuera porque presentía que su esposo no le diría nada, (pensó "como siempre").

Edward: (detrás de Rogelio), ¿Qué está pasando Rogelio?

R: ¡Es lo que quiero saber!, (voltea), ¡perdón Edward!, pero tengo que pedirte que vengas con nosotros.

Edward: (¿?), ¿Por qué?

R: Pues por lo poco que entendí... Alejandro quiere que tú, junto con Ricardo soliciten a las autoridades norteamericanas, la detención de James Clayton.

Edward: Eso quiere decir, que ya sabe en dónde se encuentra.

R: Fue esa la última pregunta que le hice, pero cuando iba a explicarme, de repente me colgó... aunque antes me dijo que hablara con Fabiola.

Edward: (más para sí), ¡Irme!, (voltea rápido hacia el coche y regresa su vista a Rogelio), Jennifer quería que la ayudara con los preparativos de la boda.

R: ¡Te entiendo Edward!, pero también es importante deshacerse definitivamente de ese tipo que tanto daño les hizo, ¿no crees?

Edward: ¡Tienes razón!, pero no sé qué voy decirle para que no se preocupe y acepte quedarse en París.

R: ¡Ya se te ocurrirá algo!, ahora lo mejor es regresar por tu equipaje... El vuelo sale en una hora y tenemos que llegar con un poco de minutos extras para encontrar algún asiento disponible.

Ambos regresan al coche y Edward le pide a su prometida que vuelvan a la residencia Smith... Jennifer preguntó el motivo, pero Edward le habló en tono suplicante para que aceptara ponerse en marcha sin insistir en saber más y le promete que allá le contaría todo... Las dos mujeres se miran entre sí, y luego de un minuto de indecisión, Jennifer conduce hacia la casa de sus padres.

San Gabriel - Fonda de Macaria y Ulises:

Toda la media mañana, Rosaura se la pasó atendiendo la fonda, (Macaria estaba en la tienda debido a que Ulises fue a surtir mercancía)... Dany llega a las dos de la tarde para pedir algo de comer... Rosaura le lleva una sopa, una pechuga rellena de espinacas y un jugo de naranja. Luego se sienta en la misma mesa para comer con ella, aprovechando que no había ningún cliente a esa hora.

Las dos comían en silencio, pero la razón por la que Rosaura no decía nada, era justamente porque Dany tenía una cara muy seria y no quería molestarla... Adelaida llega corriendo sin percatarse de las mujeres y entra a la tienda... Con voz alta y burlona, empieza a relatarle a Macaria, (nuevamente), lo que pasó hace unas horas en la pensión... Dany escucha el nombre de su esposo y se levanta rápidamente.

Adelaida: (finge un tono adolorido), ¡Pobre muchacha!... ya pasó a formar parte de las mujeres engañadas, (se ríe), pero quien puede culparlo... Ese Licenciado es demasiado para una muchacha tan simplona como lo es ella, y la tal Helena, es más elegante y refinada.

Macaria: (voz baja), ¡Cállate!... eso que me has contado desde la mañana, no son más que mentiras tuyas... Al Licenciado se le nota el amor que le tiene a Dany, y tú no tienes derecho de andar regando chismes a diestra y siniestra.

Adelaida: Pero Macaria, tú misma viste que el Licenciado se dirigió a la pensión... y como yo sí tuve el valor de seguirlo, me enteré de todo lo que hicieron... No sabes lo feo que sentí cuando lo vi entrar al cuarto y darle un beso apasionado a esa mujer.

Macaria: Antes me habías dicho que sólo lo viste entrar, y ahora me vienes con que también la besó.

Adelaida: Hizo las dos cosas, pero no te quise decir hace rato porque no le tomé importancia, (sarcástica), ya es mucho el hecho de que se metió al cuarto de una mujer sola, siendo un hombre casado, y además...

Macaria la calla al instante de ver a Dany en el marco de la entrada de la tienda, sin embargo fue tarde porque dio un paso atrás y echó a correr... Rosaura apenas pudo correr unos tramos tras ella, pero su pierna le impidió seguirla, y enojada regresa a la tienda para correr a Adelaida, jalándola con fuerza de su cabello y tirándola al piso.

Rosaura: ¡Lárgate antes de que agarre a cachetadas!

Adelaida: ¡Una delincuente cómo usted no tiene derecho a hacerme esto!

Rosaura camina con porte amenazante y Adelaida se levanta con miedo.

Adelaida: ¡Agradezca que tiene el apoyo de la patrona de la hacienda del Fuerte, porque si no, ya la hubiera linchando todo el pueblo por las cosas tan horribles que le hizo al patrón.

Dicho esto se fue corriendo... Macaria coloca una mano en el hombro de Rosaura para calmarla, (la veía muy alterada).

Macaria: ¡Lo siento!... Debí impedir que dijera esas cosas, pero no vi que Dany estaba en la fonda.

Rosaura: ¿Tú crees en todo lo que dijo esa mujer?

Macaria: ¡Por supuesto que no!... El Licenciado llegó con una cara que nada tenía que ver con la de un amante, y salió demasiado aprisa y con el rostro más tenso que antes de entrar a la pensión.

Rosaura: ¿Me permitirías marcar a la hacienda?... Dany no parecía estar muy bien, y ahora con esto que escuchó, no quiero ni pensar lo que es capaz de hacer.

Macaria: ¡No se preocupe Rosaura!, Dany entenderá porque no es tan impulsiva como la patrona y verá que en cuanto hable con el Licenciado, las cosas se aclararán.

Rosaura: ¡Yo no me fiaría si fuera tú!

Rosaura entra a la tienda para hacer la llamada y le pide a Pancho que mande a Benjamín para que pueda llevarse a Dany de regreso a la hacienda... Pancho le dice que mandaría a Marcial, porque Benjamín se fue con Vanesa y María al pueblo vecino. Aunque el problema es que tardaría un poco en llegar, pues estaba comiendo... A Rosaura no le gustó eso de esperar, pero acepto, y resignada se queda en una de las mesas con Macaria, (que se dedicó a relatar lo sucedido esa mañana).

En el parque de San Gabriel:

Dany estaba llorando sentada en la banca en donde conoció a Alejandro... Se repetía una y mil veces que él no sería capaz de engañarla, pero recordó que tenía días ocultándole tantas cosas, que una infidelidad era posible, y para cubrir sus constantes desapariciones, le inventó eso de que era por un motivo muy poderoso, que tenía que ver con Rogelio.

Dany: (acaricia su anillo de compromiso), ¿Por qué me hiciste eso, sabiendo lo mucho que te amo?

Suena su celular y ella tarda en responder en la primer oportunidad, pero de inmediato suena de nuevo y con voz entrecortada por los sollozos, responde con un leve "bueno"... Alejandro estaba por llegar a Tuxtla cuando hizo la llamada y aunque notó el tono con el que su esposa le contesto, no se entretuvo en preguntar qué es lo que le pasaba.

Alejandro: ¡Hola mi vida!, no tengo mucho tiempo, así que por favor, escucha lo que te voy a decir... Espero con el alma que pueda regresar a tu lado ésta noche, pero si no pudiera hacerlo, quiero que sepas que eres lo más hermoso que tengo en la vida y que siempre voy a amarte.

Dany guarda silencio pero se puede escuchar sus ahogados sollozos.

Alejandro: (¿?), ¿Escuchaste lo que dije, Dany?

Dany: ¡Sí!, y debo felicitarte por tu extraordinaria actuación... Debes sentirte muy orgulloso por ser un gran embaucador, que hace que las mujeres caigan a sus pies y después de que se divierte lo suficiente con ellas, las desecha como si no valieran nada.

Alejandro: (¿?), ¿De qué hablas Dany?... yo nunca he hecho lo que dices... ¡es más!... tú eres la primer...

Dany: (grita), ¡Cállate!, ¡no quiero oírte!, (susurra), no hoy... éste día ni se te ocurra aparecerte frente a mí, porque sé que no podría soportar verte... cuando me calme y pueda escucharte sin sentir éste dolor, entonces hablaremos.

Dany cuelga el teléfono y se permite llorar más fuerte... Alejandro estaba desconcertado, pero ya había entrado a la ciudad y tenía que apurarse a llegar a la delegación, (esperando que los hombres que iban tras él, no lo detuvieran antes)... Sin embargo las palabras de Dany no dejaban de dar vueltas en su mente, y el deseo de tirar todo a la basura, le comenzaba a parecer tentador, pero a su vez no quería volver a traicionar a Rogelio, así que acelera su marcha para terminar con aquél problema y de esa manera poder regresar junto a la mujer que ama.

A los minutos llega a la delegación y corre adentro para no dar tiempo a que los sujetos le impidieran el paso... Enseguida pregunta por el agente que lleva el caso de Luis... Éste aparece y le pide que entre a la oficina... Una vez ahí, el hombre toma asiento frente a su escritorio, pero no le ofrece hacer lo mismo... Alejandro vio la forma tan dura con la que lo miraba, y desconfiado oculta como puede, el folder que le diera Helena.

Agente: (saca un cigarro y lo enciende), ¿Qué se le ofrece abogado?

Alejandro: Venía a preguntarle sobre el avance en la investigación del asesinato del doctor Luis Mendoza.

Agente: Lamento decirle que no hay nada qué investigar, y como amigo, le recomiendo que lo mejor es que se olvide del asunto... Sobre todo por su bien y el del señor Montero.

Alejandro: (¿?), ¿Y eso por qué?... no me diga que usted es parte de...

El agente se pone de pie y azota el escritorio.

Agente: ¡Mire abogado!, no piense, ni haga tonterías... Esto es por el bien de todos.

Alejandro: ¿Cómo quiere que no haga tonterías, si no estoy entendiendo el motivo por el cual debo olvidarme de la muerte del psiquiatra de la hermana de mi cliente?

Agente: (se ríe), Ahora va a decirme que no está enterado de quién era cuñado el doctor Mendoza... Ese hombre no quiere que se sepa que eran familia, así que pide... o más bien... ¡exige!, que se dé por cerrado el caso de la muerte del doctor.

Alejandro: ¿Lo cerrará aunque sepa quién es el asesino?

Agente: ¿Usted sabe quién es?

Alejandro: Y sí lo sé... ¿qué hará?

Agente: Yo espero... ¡por su bien!... que no sepa nada.

Alejandro: ¿Es una amenaza?

Agente: (vuelve a sentarse), ¡Claro que no abogado!... ¡es sólo una sugerencia!... No me gustaría que un hombre joven y recién casado, termine igual o peor que el doctor Mendoza... Por eso le recomiendo, que dejemos las cosas como están... ¿usted qué dice?

Alejandro le dirige una mirada dura, y conteniendo la ira, trata de responder lo más calmado posible.

Alejandro: ¡Siendo así!... tendré qué estar de acuerdo con usted.

Agente: ¿Y yo podré estar seguro de que no volveremos a tener una plática similar, y ningún tipo de problema sobre este penoso asunto?

Alejandro: No se inquiete... de mi parte no volverá a escuchar nada que tenga que ver con el doctor Mendoza.

Agente: ¡Me alegra oír eso, abogado!

Alejandro: ¡Bueno!... ya que estamos de acuerdo, yo me retiro.

Alejandro da la vuelta y abre la puerta... El agente lo llama cuando da tres pasos fuera de la oficina.

Agente: ¡Tenga mucho cuidado abogado!... ¡tómelo como un consejo de amigo!

Alejandro: (sonríe con sorna), ¡Entonces déjeme agradecerle, su buena voluntad!

Alejandro cierra la puerta de un portazo y se retira rápidamente de la delegación, (seguido por la camioneta).

París - Residencia Smith:

En cuanto llegaron a la casa, Edward subió a preparar su maleta con ayuda de Jennifer... El matrimonio Montero se quedó en la sala a esperarlos, (solos, porque los señores estaban en su cuarto y los demás se habían retirado)... Laura estaba en el despacho junto con Henry, solicitando el boleto para Edward.

Rogelio se encontraba sumido en sus pensamientos a tal grado que no reparaba en su esposa, (que se mantenía sentada frente a él, a la espera de una explicación)... Entre más tiempo pasaba, más perdía la esperanza de que su esposo se abriera a ella, y con un poco de molestia en su voz, lo obliga a mirarla.

AP: ¿Hasta cuando piensas decirme lo que está ocurriendo?

R: ¡No ocurre nada Paula!... sólo que... bueno... es que Edward tiene qué atender unos asuntos y su abogada y Alejandro quieren que regrese.

AP: ¡Ajá!... ¿y por eso tú estás así de mal?... si te pusiera un espejo, verías la cara de preocupación que tienes, desde que recibiste la llamada que nos hizo regresar.

R: ¡Por favor Paula!, no es momento de hablar con ironías.

AP: (se levanta molesta), ¿Entonces qué supones que tengo qué hacer, cada vez a ti se te da por ocultarme lo que te está pasando?

Rogelio la mira avergonzado por haberle hablado tan seriamente y se pone de pie para abrazarla, pero Paula se aleja y él decide mantenerse en su sitio.

R: ¡Perdón amor!, tienes razón en enojarte y... lo cierto es que no debo ocultarte lo que está pasando... Alejandro llamó para decirme que necesita que Edward y Ricardo pidan el apoyo de las autoridades norteamericanas, para que se detenga a James Clayton... Aunque lo que hizo que me preocupara, es que iba a decirme si sabía en dónde se encuentra ese tipo, pero colgó de repente y me dejó con una sensación extraña en el pecho, que no puedo alejar por más que quiero.

Paula cierra los ojos para calmar la opresión que sintió, al instante de recordar que ella misma ha tenido presentimientos de que algo no marcha bien, y cuando se tranquiliza, se acerca a su esposo y le da el abrazo que antes rechazara.

AP: ¡En verdad lo siento, amor!... ahora comprendo que debes estarla pasando mal... Si nadie de la hacienda nos ha llamado, eso quiere decir que sólo Alejandro está enterado de lo que ocurre, pero no debes angustiarte de más... Seguramente ese hombre está en el D. F. o quizás sigue en Estados Unidos y lo que Alejandro quiere es que nos apresuremos en llegar para que lo arresten antes de que se escape a Europa.

R: Sí... eso es lo que estaba pensado cuando me hiciste la pregunta... No hay otra explicación y es entendible que Alejandro esté desesperado, (le da un beso fugaz), pero nosotros nada tenemos qué ver con aquél sujeto y no debemos darle importancia ¿verdad?

AP: Se podría decir que no, pero esto afecta también a Ricardo, y en consecuencia a mi hermana... Ella no se encuentra bien y no me gustaría que se vea involucrada en el asunto del asesino de su suegro... sobre todo por mi sobrino.

R: Se me estaba olvidando ese pequeño detalle.

AP: ¡Pues no debes olvidarlo!, ese bebé es mi sangre y tú sobrino.

R: ¡Es cierto amor!... debo ser más apegado a mis sobrinos porque la familia Archer y los Montero son ahora una sola y nuestro deber es apoyarlos.

AP: ¡Exacto!, así que tenemos que estar al pendiente... Pero con tu actitud, me has demostrado que no necesitaba hacerte ver que somos familia para que te preocuparas por ellos, porque tu mente está concentrada en ese asunto, (se recarga en su hombro), ¡ahora te admiro más!

R: ¿Sabes?, yo creí que nos pondríamos a pelear, sin embargo le diste un giro a las cosas y ahora hasta me admiras.

AP: Hago lo que está en mis manos para ayudarte, y mis recursos se encuentran en las palabras... ¡No me gusta verte serio!

R: ¡Gracias Paula!, ¡eres la mejor mujer del mundo!

AP: ¡Y tú el mejor hombre!

Los dos se besan y luego se sientan en el sillón, igual de juntos y sin soltar sus manos.

Cuarto de Jennifer:

Jennifer acomodaba la ropa de Edward en la maleta y mientras tanto, él ponía unos documentos en un folder... Cuando termina se coloca a un lado de su prometida para meterlo dentro de la maleta que le estaba preparando, pero al girar su rostro, ve en los ojos de Jennifer el indicio de que quería llorar... Dudoso de lo que veía, se quita los lentes y con su mano le sujeta la cara.

Edward: ¿Por qué estás triste, mi amor?... sólo me voy por unos días.

Jennifer: Sí nada más son unos días, ¿por qué no puedo ir contigo?

Edward: Porque te vas a aburrir... al menos aquí tienes a tus padres y hermanos para que te hagan compañía.

Jennifer: No he vivido con ellos desde que tengo quince años, así que ese no es pretexto para no llevarme.

Edward: ¡Es que...

Jennifer: ¡No lo hagas!

Edward: (¿?), ¿Qué no haga, qué?

Jennifer: No trates de buscar excusas, y responde... ¿por qué tengo que quedarme aquí sola?

Edward: No quiero que tu animo decaiga si te llevo a resolver el asunto por el que tengo que regresar a Estados Unidos.

Jennifer: Si estás hablando de mi ánimo, entonces quiere decir que es algo referente a ese hombre, ¿o me equivoco?

Edward: ¡No te equivocas!... no entendí muy bien, pero parece que ya saben en dónde está.

Jennifer siente cómo se tensa todo su cuerpo, pero se obliga a controlarse y abraza a su prometido.

Jennifer: ¡No me dejes otra vez!

Edward: No te estoy dejando... solamente voy a atender ese asunto y como ya lo tienen localizado, estaré de regreso muy pronto.

Jennifer: ¡Por favor Edward!, ¡llévame contigo!... no quiero que nos separemos... tengo miedo de que si te vas, no regreses nunca.

Edward: ¡Te juré que nunca me iría de tu lado!, y por eso haré todo lo que esté en mis manos, para regresar cuanto antes.

Henry: (desde el marco de la puerta), ¡Disculpen!... Edward, conseguimos el boleto, pero es necesario que te vayas ya, porque el vuelo no tarda en salir.

Edward se pone de nuevo los lentes y le agradece, (con pesar se aleja de su prometida para ir por la maleta)... Jennifer se queda estática, mirando cómo toma la maleta y con un beso en la mejilla se despide de ella... Edward sale del cuarto acompañado de Henry y bajan para reunirse con el matrimonio Montero.

R: (¿?), ¿Y en dónde está Jennifer?

AP: ¿No viene a despedirte?

Edward: Ya nos despedimos, y como esto es duro para ella, creo que prefiere no verme marchar.

AP: Pero es que...

Rogelio no permite que su esposa continúe hablando y le pide que se adelanten al coche, (él sería el que condujera)... Edward y Henry ven al matrimonio salir y cuando están solos, se miran unos segundos.

Edward: ¡Cuídala por favor!

Henry: Es lo que he hecho desde... bueno, no vale la pena que te lo siga recordando.

Edward camina hacia la puerta.

Henry: ¡Oye cuñado!

Edward: (voltea), ¿Sí?

Henry: ¡Deberías llevarla contigo!... ella aún tiene temores que no ha podido superar y si está sola, se va a deprimir.

Edward: Si la llevo conmigo, se deprimirá mucho más... Aquí estará mejor porque los tiene a ustedes.

Henry: Cómo nos tuvo a sus dieciocho años ¿verdad?

Edward: Esta vez es diferente... Jennifer ya es una mujer con la madurez suficiente para no dejarse vencer por la depresión, (Rogelio lo apresura desde el coche), ¡perdóname Henry!, pero ya es tarde y no quisiera perder el avión.

Henry: ¡Muy bien!, entonces, qué tengas buen viaje... y no se te ocurra volver a huir, porque soy capaz de buscarte hasta por debajo de las piedras.

Edward: (sonríe), ¡Quédate tranquilo!... ¡primero muerto antes de abandonar a Jennifer!

Henry: (también sonríe), ¡Más te vale!

Edward sale y después de acomodar la maleta en la cajuela, se dispone a subir al coche, pero el grito de Jennifer lo hace que regrese sobre sus pasos... Ella baja los dos escalones de la entrada y camina rápido para abrazarlo... Él puede escuchar los sollozos de su prometida y en su mente se dice que está demasiado alterada por un simple viaje de unos días, pero como no desea cuestionar los motivos de su estado de ánimo, mejor opta por acariciar su espalda y con ello darle un poco de consuelo.

Jennifer: Te lo pediré una vez más... ¡llévame contigo, por favor!... ¡te necesitamos!

Edward: (¿?), ¡Tranquila!... verás que el tiempo pasará más rápido de lo que te imaginas y cuando menos te los esperes, estaré contigo y tu familia.

A pesar de estar llorando, Jennifer siente muchas ganas de ponerse a reír, y separándose un poco le quita los lentes... Edward se sobresalta pues no quiere que nadie a parte de ella, vean su otro ojo e intenta recuperar aquello que lo hace sentir seguro, pero Jennifer los colca en su vientre y él no quiere ejercer fuerza en aquél lugar.

Edward: ¡Por favor devuélveme los lentes!

Jennifer: ¿Nos llevarás contigo?

Edward: ¿Ahora quieres que me lleve a todos los Smith?

Jennifer: (se ríe), Los hombres nunca tienen esa sensación que nosotras vivimos, cuando está formándose una nueva vida... ¡y eso que son los que ayudan a crearla!

Edward: (¿?), ¿De qué nueva vida hablas?

Jennifer le regresa los lentes, pero lo toma de la mano para presionarla sobre su vientre.

Jennifer: ¿No sientes, ni siquiera un poquito, esa hermosa sensación?

Edward trataba de darle sentido a las cosas que le decía su prometida, pero sólo una respuesta le parecía coherente, (aunque no era posible porque apenas tenían un mes de ser pareja)... Jennifer no soltaba su mano y con suavidad la acariciaba.

Jennifer: ¡No puedes alejarnos de ti!... ¡somos tu familia!

Paula y Rogelio observaban atentos la escena, pero Rogelio comenzaba a desesperarse.

R: ¿Podrá haber un hombre más idiota que él?... ¡hasta yo lo entendí en cuanto le puso la mano en el vientre!

AP: (seria), ¡Él lo entiende!, pero no lo quiere asimilar.

R: (¿?), ¿Cómo está eso?

AP: (voltea a verlo), ¡Él quizás nunca pueda conocer el rostro de su hijo!... de haber llegado en otro momento, no sería tan doloroso.

Rogelio se queda sin palabras y vuelve a mirar a los prometidos, pero con una nueva perspectiva con respecto a Edward.

Por su parte, Jennifer empezaba a creer que su prometido no había entendido nada de lo que dijo, y como se estaba haciendo tarde, suelta su mano y le dedica una sonrisa conciliadora.

Jennifer: ¡Está bien!... comprendo que no es buen momento para ponerme sentimental, (limpia sus lágrimas), ¡debes irte!... yo voy a esperarte... como siempre lo he hecho.

Ella regresa a la casa y es en ese instante, que todo se aclara en la mente de Edward y a paso rápido la alcanza y la abraza con todas sus fuerzas, (aunque recuerda que ahora debe tratarla con más delicadeza, y relaja el abrazo).

Edward: Dime sí lo que estoy pensando es cierto, (nervioso), ¿tú estás... ¿estás embarazada?

Jennifer se alegra de que lo haya entendido y se afianza a su cuello para besarlo. Al separar sus labios, los dos juntan sus frentes y sonríen.

Jennifer: ¡Te tardaste en procesar la información!... ¿ahora comprendes, el por qué te pedía que nos llevaras contigo?

Edward: ¡Por favor!, dímelo claramente, porque creo que mi cerebro se quedó sin neuronas.

Jennifer: (sonríe), Edward, ¡mi amor!, (grita emocionada), ¡vas a ser papá!

Edward siente una gran alegría, sin embargo al mismo tiempo aparece un miedo que le impide estar completamente feliz, pero la sonrisa de Jennifer es suficiente motivo para ocultar sus temores y le regala la mejor de sus sonrisas y la levanta un poco para que sus rostros queden al mismo nivel.

Edward: ¡Esto es... es...

Jennifer: ¡Maravilloso!, ¡hermoso!, ¡fantástico!, y cuantas palabras se te ocurran... pero ninguna será capaz de describir ésta felicidad que tengo desde que supe que esperaba un hijo tuyo.

Edward: ¿Entonces lo sabes desde hace tiempo?

Jennifer: (tensa), No mucho... apenas lo supe un día antes de que saliéramos de Inglaterra.

Edward: Pero, ¿por qué no me lo dijiste en cuanto lo supiste?

Jennifer: Tenía la esperanza de decírtelo en medio de un momento hermoso, pero al parecer, el destino no quiso que fuera de esa manera.

Jennifer recuerda que Edward tenía que irse y que por la premura en que se estaban dando las cosas, no la llevaría con él... Las lágrimas amenazaban con salir de nuevo, pero Edward le dio el beso más dulce que le hubiera regalado en otras ocasiones, y pasa sus manos bajo sus piernas para elevarla y da una vuelta mientras volvía a besarla de la misma forma... Sólo fueron unos segundos, sin embargo ese pequeño gesto logró que Jennifer sonriera en vez de llorar.

Edward: En éste momento quisiera decirte tantas cosas, pero desafortunadamente tengo que irme... Lo que sí necesito decir, es... ¡Gracias mi amor!... gracias por traer la luz a mi vida... gracias por tu comprensión, por tu apoyo incondicional, y por éste hermoso regalo... Por primera vez en muchos años, me siento realmente feliz.

Jennifer: (conmovida), También soy feliz porque tú estás conmigo y seremos papás, pero ahora que te vas, yo...

Edward: Regresaré pronto, ¡te lo juro!... No quiero perderme ni un instante de tu embarazo, así que por favor, no te pongas triste y sonríe por nuestro hijo.

Jennifer: Únicamente puedo prometerte, que lo voy a intentar.

Edward vuelve a besarla y con delicadeza la baja de sus brazos.

Edward: Ahora nuestro hijo debe ser lo más importante para ti... Él te dará la fuerza para soportar cualquier cosa.

Jennifer: Los dos son lo más importante para mí, y sólo con ambos seré feliz... Eso recuérdalo siempre... "Sólo con ambos".

Rogelio que había bajado del coche, le dice con pena que se estaba haciendo tarde... Edward asiente con la cabeza y se coloca sus lentes... Sus manos se dirigen al rostro de su prometida y le da un último beso antes de subir al vehículo... Jennifer se acerca a la ventana y él saca su mano para tomar la de ella... Rogelio avanza lentamente para darles tiempo de disfrutar el contacto... Edward la suelta en el momento en que llevan un mínimo tramo y enseguida el coche se aleja rápido de la residencia Smith... Henry se acerca a su hermana al ver que comenzaba a llorar y sólo hasta que Jennifer lo siente cerca, se permite ser débil y sujetándose de su brazo se desmaya... Henry apenas tiene tiempo de reaccionar y la carga para entrar con ella a la casa.

Hacienda del Fuerte:

Hugo y Consuelo fueron a reportarse con Alejandro, pero Pancho les dijo que salió muy temprano... La pareja decidió regresar más tarde y se dirigían a su vehículo cuando Ricardo y Valeria salen corriendo tras ellos... Padre e hija se detienen exhalando de una manera ruidosa y sostenían su estómago fingiendo dolor.

Consuelo: (preocupada), ¿Se encuentran bien?

Hugo: ¡Están bien!, pero el padre le está enseñando malas mañas a la dulce Valeria.

Ricardo: ¡Óyeme!, ¿cómo que le estoy enseñando malas mañas?... ¡Ella es la que está fingiendo!... Yo sí estoy muriendo por la carrera... Creo que ya me llegó la crisis de los cuarenta.

Hugo: ¡Eso no te lo discuto!, (mira a su esposa), Como verás, Consuelo... el señor es el que está grave, así que vamos a tener que ayudarlo a llegar a la casa o si no se nos desmaya.

Ricardo carga a su hija y da un paso hacia atrás.

Ricardo: ¡Ni loco voy a dejar que me sostengan!, (lanza suavemente a su hija en el aire y la cacha rápidamente en sus brazos), ¿ven?... aún sigo siendo fuerte y puedo hacer esto y más.

Hugo y Ricardo continúan bromeando... Consuelo veía el modo en que se trataban y le parecía algo inapropiado siendo que ella y su esposo únicamente eran empleados, por eso sostiene del brazo a Hugo, y se disculpa con Ricardo... La pareja da la vuelta para continuar con su camino, pero nuevamente Ricardo los detiene y los dos regresan con él.

Ricardo: Perdón, pero es que cuando estoy nervioso me da por comportarme como tonto... La verdad es que venía con ustedes para pedirles que me ayuden, (mira a todos lados y habla en susurros), además parece que ese tipo ya no vino.

Hugo: ¿Y en qué necesitas ayuda?

Consuelo: (lo regaña), ¡Hugo!, no te dirijas así con el cuñado del patrón.

Ricardo: No importa, linda señorita... Hugo es un gran amigo y así como él me llama por mi nombre, me gustaría que tú hicieras lo mismo.

Consuelo se apena y no dice nada, (sólo asiente con un leve movimiento de cabeza).

Ricardo: Bueno... lo que quisiera es que me digan ¿qué es lo que se hace cuando se va a pedir matrimonio a alguien?

Hugo: ¿Finalmente le pedirás que sea tu esposa?

Ricardo: En sí ella se me adelantó, pero yo le había comprado un anillo de compromiso desde hace más de un año... Sin embargo nunca me atreví a dárselo por lo que tú ya sabes.

Hugo: ¡Sí sé!... ¡por tonto!

Ricardo: (sonríe apenado), ¡Exactamente!... pero ya estoy enmendando mis tonterías y quiero que cuando Vane llegue, vea que no soy ese hombre frío y nada romántico, que ha tenido que soportar durante tanto tiempo... Ésta vez quiero llenarla de todos esos detalles que le negué por culpa de mi falta de confianza.

Consuelo: Entonces no es Hugo el que te puede ayudar, porque tampoco es un hombre detallista.

Hugo: (ofendido), ¡Claro que sí soy detallista!... ¿apoco no siempre te llevo a dar un paseo por el río?

Consuelo: Sí pero nada más sabes ir al río... Yo quisiera poder salir a pasear a más lugares.

Los esposos comenzaron a discutir y Ricardo baja a su hija para pedirle que hiciera una carrera hasta la entrada de la casa y regresara con él... La niña obedece y echa a correr con todas sus fuerzas.

Ricardo: ¡Oigan!... sin ofender... ¿podrían discutir después de que me den unas ideas para pedir matrimonio?

Los dos se callan al instante y sugieren entrar a la casa para pensar un modo de sorprender a Vanesa... Los tres se ponen en marcha y Valeria salta a los brazos de su padre... Ricardo la recibe y le da un sonoro beso en la mejilla... Consuelo ve lo amoroso que es con la niña y mentalmente se dice que lo que enamora más, no son los detalles y que cualquier cosa que haga, para Vanesa será lo más bello del mundo.

Tuxtla - Centro Comercial:

Por más que dio vueltas por la ciudad, Alejandro no encontraba la manera de perder la camioneta que lo seguía, y arriesgarse a salir a carretera les pondría las cosas fáciles... Después de pensarlo, decide detenerse en el centro comercial... Desde que bajó del coche se mantuvo caminando a paso rápido y de vez en cuando volteaba hacia atrás... Para su buena suerte, parecía que esos tipos no tenían la intensión de seguirlo a pie, y aprovechando esa ventaja, entra a un banco para solicitar una caja de seguridad, en la que deja el folder de las pruebas contra James... Inmediatamente que sale, llama a Fabiola y luego de algunos pitidos, ella responde.

Fabiola: ¿Qué sucede Alejandro?... hace una hora me llamaron de larga distancia, pero como me estaba bañando no pude responder y sólo quedó el registro de un número que no pertenece ni a México, ni a Estados Unidos.

Alejandro: Seguramente era Rogelio... Le pedí que te llamara porque en ese momento no tenía cabeza para decirle lo que está pasando y él necesita que se le asesore adecuadamente.

Fabiola: (¿?), ¿Asesorarlo en qué forma?, (nerviosa), ¿qué pasa Alejandro?... ¿estás bien verdad?

Alejandro: Por el momento sí, pero me urge ir al D. F. ... lamentablemente aquí no podré hacer nada porque hasta las autoridades me han dado la espalda.

Fabiola: Si quieres puedo pedir que la policía del D. F. te brinde el apoyo para que la de Tuxtla no te obstaculice lo que sea que intentas hacer.

Alejandro: Si la llamas ahora, tendríamos que explicar muchas cosas... Entre ellas el que tengo en mi antigua casa, a la hermana de Rogelio, y ya te he dicho lo que ellos harán en cuanto sepan en donde está... Fabiola... la encerrarán de nuevo y su estado va a empeorar.

Fabiola: ¿Y me tiene qué importar el destino de esa mujer?... Alejandro, para mí no hay nada más importante que tú, y si para tenerte a salvo, tengo que encerrar en un mausoleo a esa loca, lo haré porque ante todo está tu seguridad.

Alejandro: Es un testigo importante en el caso del asesinato de Luis Mendoza, y no pienso perderla. Mucho menos ahora que el agente del ministerio público, me amenazó para que me olvide de ese asunto... Presiento que si la regresan a la cárcel, harán todo lo que esté en sus manos, para deshacerse de ella y no permitiré que ganen... Principalmente por la deuda que tengo con Rogelio.

Fabiola: ¿Entonces qué quieres que haga?

Alejandro: James Clayton Miller, sí resultó ser el hombre que trabaja para los Montero... Helena Santana... la supuesta hermana, es realmente su amante y lo ha estado ayudando a ocultar su identidad... Por buena suerte pude convencerla de cooperar con nosotros a cambio de que no mandemos a James a la cárcel estadounidense, pero ya que no tendremos el respaldo de la policía de Tuxtla, nos veremos en la necesidad de romper el acuerdo... aunque no será de inmediato. Primero hay que evaluar la mejor manera de exponer las pruebas para que los Montero no salgan afectados... Tú sabes cómo se las gastan los influyentes cuando hay intereses de por medio y si entregamos todas las evidencias, nos quedaríamos si nada y perderemos tanto a James, como a Cynthia Montero.

Fabiola: En eso tienes razón... lo complicado es encontrar quien nos ayude a que no desaparezcan las pruebas... Si el doctor Mendoza era pariente incómodo de un político, vamos a tener que presionar con el apoyo de la policía norteamericana.

Alejandro: ¡Lo sé!, por eso le pedí a Rogelio que trajera a Edward... Me parece que ellos estarán llegando a Estados Unidos en la madrugada... Si Ricardo y él informan lo que está pasando, se solicitará la cooperación de nuestras autoridades y así es más difícil que se deshagan de las evidencias.... Por supuesto que nada es imposible, y si no tenemos cuidado, terminarán por hacerlo.

Fabiola: No te preocupes... estaré al pendiente de todo y seremos más fuertes en cuanto vengas al D. F.

Alejandro: Intentaré llegar, pero la veo muy difícil. Por eso tuve que dejar los documentos y las evidencias, en una caja de seguridad... El gerente tiene la orden de entregar la llave, únicamente a ti.

Fabiola: (¿?), Pero... ¿por qué dices que ves muy difícil venir al D. F.?

Alejandro: Me están acorralando, y creo que si ven que voy al aeropuerto, harán lo que sea para impedir que salga de Tuxtla.

Fabiola: (angustiada), ¡Por Dios Alejandro!, ¿por qué hiciste esto?... nunca en tu vida te habías arriesgado de esa manera... Si hubieras entregado a esa mujer desde el principio, nada malo estaría pasando.

Alejandro: A Rogelio le debo toda la felicidad que tengo ahora, y quiero pagarle de alguna manera... Esto no es tan terrible si lo analizamos fríamente... Es un bache en el camino, pero tú y yo siempre hemos sido un gran equipo y como siempre lograremos lo que nos hemos propuesto... ¿verdad que estás de acuerdo conmigo?

Fabiola: (contiene su llanto), ¡Por supuesto!... ganaremos éste caso, como todos los que hemos llevado juntos.

Alejandro ve a uno de los hombres de la camioneta y si pensarlo dos veces comienza a correr.

Alejandro: Debo colgar Fabiola... la caja de seguridad se encuentra en el mismo banco en el que te he dejado documentos... Ven por ellos tan pronto puedas, pero nunca menciones que trabajamos juntos y no interfieras en ningún asunto que me involucre.

Fabiola: ¡Sí!... eso haré, te lo prometo.

Alejandro cuelga y en un momento en que ve que nadie lo sigue, escribe un mensaje de texto... Después de enviarlo sube las escaleras y en el segundo piso arroja el celular con todas sus fuerzas... El hombre que lo seguía ve incrédulo cómo el aparato se azota en el piso y prácticamente se deshace en el acto... La sorpresa del hombre lo distrae al grado de perder de vista a su objetivo... Alejandro sale del centro comercial, pero al acercarse a su coche, dos patrullas llegan y con violencia, unos policías lo suben a una de ellas, marchándose rápidamente del lugar.

Hacienda del Fuerte:

Las horas del día pasaron muy rápido y sin haberse percatado, los rayos del sol comenzaban a desaparecer... Consuelo y Hugo se habían ido desde hace más de dos horas y Ricardo se dedicó a esperar a Vanesa intercalando sus actividades entre cuidar a los más pequeños de la casa, y preparar la sorpresa que constaba de una cena romántica a la luz de la luna con vista en la terraza... No era la mejor idea del mundo, ni la más original, pero tomando en cuenta, que él jamás hizo nada medianamente parecido por una mujer, aquello era lo más hermoso que pudo pensar, para demostrarle a Vanesa, cuanto la ama.

Las dos niñas y Margarito le ayudaron a esparcir pétalos de rosa por las escaleras de la terraza, mientras él acomodaba los cubiertos y las bandejas con la cena, en una mesita redonda que Hugo le recomendó poner cerca del barandal... Cuando hubieron terminado de arreglar ese pequeño espacio, Margarito se llevó a su hermana y a su prima a la recámara de sus padres para darles privacidad... Ricardo fue a su cuarto a cambiarse de ropa y a buscar el anillo de compromiso que guardaba celosamente en una maleta que Vanesa nunca podía abrir, debido a que estaba bajo llave... Sentado en el borde de su cama, observaba la brillante piedra de agua marina, rodeada de pequeños trozos de diamante y flanqueada con un fino metal dorado.

Ese anillo lo había comprado meses antes de que se encontraran a Rogelio en Estados Unidos, y pensaba regalárselo en su viaje a las playas de Cancún... Sin embargo el valor que tenía de dar un paso tan importante, como es el matrimonio, quedó sepultado por la incertidumbre de lo que Vanesa pudo sentir después de haberse reencontrado con su antiguo amor, y para no salir lastimado, prefirió olvidarse de aquél deseo... Pero ahora todo era diferente y tenía la seguridad de que sus sentimientos siempre fueron correspondidos y ya no existiría en su vida, ningún miedo a demostrar que era un hombre amoroso y cursi, (pensar en eso le provocó una sonrisa, pues en verdad nunca ha podido ser expresivo en cuanto a cosas de amor se trata).

No supo cuanto tiempo estuvo cavilando en su mente, pero al ver que oscurecía, se levanta y se coloca el anillo en el dedo meñique de la mano en donde llevaba puesta la argolla que le diera Vanesa... Antes de salir revisa que esté bien arreglado y se dirige a tomar su celular del buró junto a su cama, pero recuerda que la pantalla está rota y vuelve a sentarse para ver si aún servía, así que lo prende y éste se ilumina demostrando que sí recuperaría algunas fotografías de su viaje... De un rápido recorrido por la galería, se va a los mensajes y en la parte de arriba ve uno nuevo y otro de la misma fecha que ya está abierto, (pero que no recordaba haberlo visto)... Curioso abre el del horario anterior al nuevo y se encuentra con la foto de Bárbara y un mensaje lleno de tonterías, puesto que él nunca dio pie para que esa mujer hablara de esa manera... De repente una alerta se activa en su cerebro y recuerda el rostro de Vanesa cubierto de lágrimas y comprende que ella leyó el mensaje... Recriminarse y llamarse "estúpido", eran lo mínimo que se merecía... Vanesa y su hijo estaban delicados y él no ayudaba a que mejoraran, (sólo rogaba porque no hubiera visto las fotografías que le enviaron de ella y Rogelio)... La preocupación y el remordimiento lo hacen querer respirar aire puro, así que sale del cuarto para dirigirse a la terraza... Al estar ahí mira el cielo lleno de estrellas y piensa en las palabras de disculpa que le dirá en cuanto entre por el portón. En eso intentaba concentrarse, cuando el celular suena y escucha la voz de la mujer en la que estaba pensando.

Vanesa: ¡Hola Ricardo!

Ricardo: (alegre), ¡Hola Vane!... ¿ya estás cerca?

Vanesa: Pues un poco... Me parece que ya vamos a salir de la carretera, (¿?), ¿a ti te pasa algo?

Ricardo: ¡No!... ¿por qué lo preguntas?

Vanesa: ¡No sé!... te escucho muy contento... Bueno... más contento que de costumbre.

Ricardo: Es que tengo una buena razón para estar contento, pero para que me sienta feliz, necesito tenerte conmigo.

Vanesa: (¿?), ¿Dijiste que me necesitas contigo?... ¡vaya!, sea lo que sea que te puso de buenas deberé aprovecharlo... aunque espero que eso no se deba a que se te ocurrió tomar.

Ricardo: ¡No Vane!, creo que hasta borracho era un canalla contigo, (serio), ¡perdóname!... nunca quise hacerte sentir mal.

Vanesa: Tú no eres un canalla... en los años que hemos estado juntos, nunca me has tratado mal, sino al contrario... nos has cuidado, y nos das todo lo que pudiéramos desear, a pesar de que no somos una familia millonaria... Eres trabajador, honesto y responsable... ¿qué más podría pedirle a la vida, si tengo a un gran hombre a mi lado?

Ricardo: Tal vez sería mejor un hombre al que no le cueste demostrar lo mucho que te ama... Un hombre amoroso, tierno y comprensivo.

Vanesa: Yo tengo un mejor hombre que ese, y lo amo con toda mi alma.

Ricardo: También yo te amo Vane, y te amo más de lo que podrías imaginar... Por eso a partir de hoy, las cosas van a ser diferentes... Vas a tener contigo a un hombre cursi que te despierte con un beso, que te prepare el desayuno, que te arrope al dormir, que te haga el amor cada vez que desees, y que diga todos los días "Te amo".

A Vanesa se le forma un nudo en la garganta... Quería constatar que lo que le estaba diciendo hacía referencia a él, pero no sabía si era buena idea hacer la pregunta, por eso se quedó callada.

Ricardo: (¿?), ¿Estás ahí Vane?

Vanesa: Ese hombre del que me hablas... ¿es... ¿eres... ¿eres tú verdad?

Ricardo: (se ríe), ¡Por supuesto que sí Vane!... ¿o acaso quieres que te consiga a un hombre que sí sea guapo?

Vanesa: ¡Claro que no!... tú eres el hombre del que deseo todas esas cosas, pero sabes bien que aún sin hacerlas, yo te amo.

Ricardo: ¡Quiero hacerlas!... en realidad siempre he querido ser así contigo, pero... (suspira), mejor lo hablamos aquí ¿estás de acuerdo?

Vanesa: ¡Sí!... ahora estoy más ansiosa por llegar... me gustaría ver a ese hombre que me estás describiendo, y lo primero que quiero que hagas, es que me des un beso como el que me diste en nuestra primer cita.

Ricardo: Entonces prepárate porque durará mucho y no pienso dejar que tomes aire.

Vanesa: ¡Está bien!, me voy a preparar con algunos ejercicios de respiración, ¡pero que conste que será así de largo!

Ricardo: Yo cumpliré cualquier cosa que me pidas, sin importar qué.

Vanesa: ¿Es tu primera promesa?

Ricardo: La primera y la más valiosa, y ahora mi bella dama, debemos colgar... no falta mucho para vernos.

Vanesa: Pronto estaré contigo... "Te amo Ricardo"

Ricardo: "Y yo te amo más que a nada en el mundo, Vane".

Después de colgar, Vanesa se queda viendo su celular con una sonrisa amplia que María no había podido ver desde que Ricardo se fuera a Inglaterra.

María: Creo que ese muchacho te ha devuelto la alegría.

Vanesa: Me la devolvió el día que lo conocí... ¡Ay María!, ¿se puede amar más de lo que ya amo?

María: No te puedo responder... yo amé, pero tuve que dejar ir, y mi amor lo deposité en mi hija. Sin embargo es un amor completamente diferente, aunque igual de grande.

Vanesa: Eso verdad... yo amo a mis hijos, pero lo que siento por Ricardo es de otra magnitud... supongo porque es amor de mujer.

María: A eso mismo me estaba refiriendo.

Las dos se abrazan y Vanesa pregunta si faltaba mucho para llegar a la hacienda, a lo que Benjamín responde que serían unos treinta o cuarenta minutos, porque aún les faltaba un tramo de carretera... Vanesa le agradece y se permite descansar sobre el hombro de María.

La carretera a esa hora no era muy transitada, sin embargo en ese momento dos vehículos se dirigían a la misma dirección, pero la camioneta que iba detrás, mantenía una distancia considerable con el coche más chico, y no tenía intención de colocarse frente a él.

James estaba en esa camioneta sentado de lado del copiloto, (uno de sus hombres conducía). A unos metros de la entrada de San Gabriel, hace una llamada.

Ricardo permanecía en la terraza... Experimentaba la emoción de esperar a la mujer que lo había elegido, y en su rostro tenía una sonrisa imposible de borrar, hasta que recibe una llamada... Esperanzado de que sea Vanesa, responde diciendo su nombre.

James: ¡Hola amigo!... ¡lamento decepcionarte, no soy tu adorada mujer!, pero debo decirte que está por entrar al pueblo, y me imagino que esperas ansioso su llegada ¿no es así?

Ricardo: (furioso), ¿Dónde estás maldito?

James: Lo bueno es que me reconociste y no me preguntaste si era Edward, como era tu estúpida costumbre.

Ricardo: (alza más la voz), ¿Dime dónde diablos estás miserable?

James: ¿No te imaginas?... ¡amigo!, acabo de decirte lo que tengo frente a mí.

Ricardo siente que todas sus fuerzas se van y modula el tono de su voz aunque con eso se está humillando.

Ricardo: ¡James por favor!... Ella no te ha hecho nada... si quieres voy hasta dónde estás y te juro que no llevaré a la policía conmigo.

James: En algo acabas de acertar... el problema siempre ha sido entre los dos, aunque todavía no te queda claro que no puedes tener a nadie cerca de ti, y me obligas a deshacerme de todos por tu necedad... Además te la vives fastidiando cada cosa que hago y sinceramente ya no voy a permitírtelo... ¡ésta será una advertencia!... no involucres a más personas, o más bien... ¡deja de involucrar a los Montero!, que por tu culpa, se han quedado sin abogado.

Ricardo: (¿?), ¿Sin abogado?... (nervioso), ¿estás refiriéndote a Alejandro?

James: ¡Sí!... ese fastidioso no dará problemas por un tiempo, pero si me desobedeces, tendré que desquitarme con él... ¡bueno amigo!, ¡disfruta esta noche!, porque creo que será inolvidable.

James cuelga y Ricardo grita desesperado... Enseguida marca el número del que recibió la llamada, pero ya no le responden... Con las manos temblorosas le marca a Vanesa, sin embargo obtiene el mismo resultado... Hace lo mismo con el número de Alejandro, y nada.

La desesperación se incrementaba conforme los minutos pasaban... Una parte de su cerebro decía que debía llamar a la policía, pero la otra se negaba porque era probable que pusiera en peligro la vida de Alejandro y sabía perfectamente, que James no se tocaría el corazón si lo enfurecía.

En el instante en que la ansiedad se vuelve insoportable, baja lo más rápido que puede y de una repisa toma las llaves de una de las camionetas... Sube y sale de la hacienda casi llevándose el portón, (los peones alcanzaron a abrirlo).

En la carretera:

Unos metros antes de llegar a la entrada del pueblo, dos camionetas que estaban estacionadas en ambos lados de la carretera, se ponen en marcha al visualizar el Pontiac.

Benjamín ve las luces delanteras de los vehículos... El muchacho suponía que pasarían a un lado, por eso su reacción fue tardía en el momento en que éstas se le fueron encima y por más que trato de virar para no chocar, las camionetas impactaron directo en uno de los costados del Pontiac, que derrapó varios metros y cayó de lado.

Las camionetas aceleran y pasan junto al vehículo donde venía James... Él ve la terrible escena y llama al celular de uno de los sujetos que volcaron el Pontiac.

Hombre: ¡Hicimos buen trabajo!, ¿no señor?

James: (alterado), Te dije que solamente lo chocaras... jamás creí que lo harías tan fuerte como para provocar que se volcara ¡imbécil!

Hombre: ¡Señor yo...

James: ¡Cállate, y ruega porque esto no tenga consecuencias!

James cuelga y continúa mirando el lugar donde estaba el Pontiac, (al que ya le empezaba a salir humo).

Hombre2: ¿Nos vamos a quedar aquí señor?

James: (habla en voz baja), ¡Perdóname Helena!... ¡esa no era mi intención!

Hombre2: (¿?), ¡Señor!... ¿se encuentra bien?

James: ¡Llama a la ambulancia!... en cuanto des la ubicación del accidente, deshazte del celular.

Hombre2: (¿?), ¿Quiere que avise?, pero señor, eso nos compromete.

James: (fastidiado), ¿Y es por ese motivo que te estoy diciendo que te deshagas del estúpido celular?, (molesto), ¡ahora haz la maldita llamada!

El hombre hace lo que se le ordenó y da las referencias del sitio donde se encuentra el Pontiac... Al terminar la llamada, espera a que su jefe le de alguna otra instrucción, pero James no apartaba la vista del coche y se mantenía en silencio.

Dentro del Pontiac yacía un Benjamín con un fuerte golpe en la cabeza... María tenía raspados los brazos y de su frente comenzaba a escurrir sangre, pero es la única de los tres que recupera el conocimiento y lo primero que hace es revisar a Vanesa... Lo que ve la horroriza, pues el coche había volcado en el lugar donde venía ella y quedó tirada de lado con sus manos sobre su vientre... Al levantarle el rostro, ve una herida que al parecer era de consideración. Lentamente baja su mirada y si lo visto antes, le pareció terrible, lo que encontró después la llena de dolor... Las piernas de Vanesa tenían sangre y parte del líquido de la fuente... Con desesperación llama a Benjamín, pero al ver el estado del muchacho, grita con todas sus fuerzas, pidiendo auxilio.

En la camioneta, James escuchaba claramente las súplicas de María y entre lo que decía, supo que la mujer embarazada estaba muy mal... En su mente oye unas voces llamándolo "asesino", y para alejarlas, cubre sus oídos con sus manos, a la vez que se golpea la frente con el puño... El hombre a su lado, lo mira con miedo, pero no dice nada.

El airado sonido de la ambulancia, hacen que el hombre entre en pánico y sin pedir permiso, se pone en reversa y gira rápido para escapar del lugar.

María alcanza a ver la camioneta, aunque su desesperación y lo obscuro de la carretera, no le permitieron retener algo relevante, (además de que toda su atención se encontraba en Vanesa)... María le pedía que aguantara y continuaba llamando a Benjamín y suplicaba por ayuda... Al tocar el rostro de Vanesa, lo siente frío y su angustia crece más, pero se calma cuando escucha un leve quejido proveniente de ella.

Vanesa abre los ojos y lo primero que hace es acariciar su vientre.

María: ¡Tranquila hija!.... todo va a estar bien.

Vanesa: (desesperada), ¡María!... ¡María!... mi hijo... mi hijo no se mueve.

María: (asustada), ¿Qué dices?... ¡no hija!, es que ahora estamos algo desorientadas, pero te aseguro que tu bebé está bien.

Vanesa: Pero debería sentirlo moverse y no lo siento.

María: ¡Cálmate muchacha!, si te sigues alterando, entonces sí se pondrá mal.

Vanesa intenta arrastrarse para buscar el celular... María la detiene sujetándola fuertemente.

Vanesa: María, ¿puedo pedirle un favor?

María: ¡Claro hija!... pide lo que quieras.

Vanesa: Dígale a Ricardo, que cuide a nuestro bebé y a Valeria, y que por nada en el mundo, anteponga mi vida a la de nuestro hijo... Mi pequeño Ricardito es la ilusión que he cobijado todos estos meses, porque deseaba ver en su carita, la imagen de su padre, y si le pasa algo malo, sé que no podría soportarlo.

María: ¡Hija!, no me pidas eso a mí, yo no puedo...

Vanesa: ¡Por favor María!, usted es madre, y sabrá comprenderme.

María no quería, pero entendía a la perfección la petición que estaba haciendo, así que ahogando su llanto, le promete que le dirá todo lo que quiera a Ricardo... Vanesa se tranquiliza, sin embargo la temperatura de su cuerpo baja más y comienza a cerrar los ojos.

Vanesa: ¡María!

María: ¿Sí, hija?

Vanesa: También dígale que lo amo muchísimo, y que le agradezco toda la felicidad que me hizo conocer... (empieza a llorar), lo único que lamento es que ya no veré sus hermosos ojos azules mirarme con cariño.

María: ¡Pero hija!... ¡tú misma podrás decirle todo eso cuando te recuperes!

Vanesa: ¡Quizás!... pero si no, usted será quien se lo diga, ¿sí?

Entre lágrimas, María acepta, (Vanesa le sonríe y cierra los ojos)... María la llama, sin embargo ella ya no responde, (aunque aún respiraba)... El ruido de una ambulancia, le devuelven la esperanza, pero no se permite caer en la inocencia hasta que los paramédicos sacan a Vanesa y a Benjamín.

La ambulancia se lleva a los tres heridos rumbo a la clínica de San Gabriel, (era la más cercana).

La camioneta donde iba Ricardo se cruza con la ambulancia y sintiendo una opresión en el pecho, decide seguirla.

Cuando llegan a la clínica y ve que bajan a Vanesa, corre detrás mientras grita su nombre... Los paramédicos se detienen un momento a esperar al médico responsable y ese tiempo es aprovechado por Ricardo para acercarse a Vanesa.

Él la llamaba angustiosamente y seca con su mano la sangre que escurría de su cabeza, pero al ver la mancha que había en sus piernas, siente como si el mundo se le vinera encima y llora por segunda vez en su vida... Uno de los paramédicos intenta alejarlo, pero Ricardo suelta un fuerte golpe en su estómago haciendo que éste caiga al piso, y él de inmediato vuelve su mirada a Vanesa y le sujeta la mano... Con una voz inundada en llanto, le pide que lo despierte de esa pesadilla... Ernesto entra a su guardia y se topa con la desgarradora escena... Finalmente llega el médico que atendería a Vanesa, y pide que la lleven al quirófano... Ricardo se aferra a la camilla, pero Ernesto logra hacer que la suelte, indicándole que es por el bien de ella y el bebé... En vista de que Ricardo no estaba en condiciones de firmar documentos o atender lo que el médico decía, Ernesto recibió el primer informe, y lamentablemente no era alentador... Con cautela se arrodilla frente a Ricardo, buscando las palabras correctas, pero no encontraba ninguna.

Ricardo: ¡Esto es una pesadilla!, sólo debo cerrar los ojos para despertarme y así todo estará bien ¿verdad Ernesto?

Ernesto: Ricardo, (exhala), ¡lo siento mucho!, pero no estás soñando... aunque concuerdo en que sí es una pesadilla.

Ricardo: ¡Dime que se pondrán bien!

Ernesto: ¡Están haciendo todo lo que pueden, pero...

Ricardo: ¿Pero qué?

Ernesto: Vanesa acaba de entrar en coma y el bebé tiene muy pocas posibilidades de sobrevivir.

Ricardo: (de sus ojos caen más lágrimas), ¡No es cierto!... ¡eso que dices no puede ser cierto!

Ernesto: En este momento se le practicará una cesárea, pero los riesgos para Vanesa aumentan debido a su presión tan baja... Tal vez si no hubiera perdido líquido días antes, el bebé se encontraría en mejores condiciones... Ahora tiene sufrimiento fetal y no pueden esperar a estabilizar a Vanesa, así que piden que indiques si deseas que se concentren en ella, o tratan de salvar al bebé.

Ricardo: Ya antes respondí a esa pregunta, y mi decisión sigue siendo la misma... ¡Vane tiene que vivir!

Ernesto: ¡Está bien!

Ernesto se dirige a la sala de operaciones, pero al pasar por el lugar donde atendían a María, ella alcanza a decirle lo que Vanesa pidió con desesperación... Ernesto se disculpa por no poder cumplir su deseo, y continúa su camino, dejando a María llorando y rogando porque Vanesa la perdone.

En el avión París - Estados Unidos:

Edward y Rogelio dormían en sus respectivos asientos... El viaje estaba siendo muy cansado, pero aún con eso, Paula no podía dormir... De una bolsa de mano, saca un mameluco de color azul... Rogelio abre los ojos y la observa mirar con ilusión esa pequeña prenda y se incorpora para abrazarla.

R: ¡No me digas que ya andas pensando en que tengamos otro chamaco!

AP: ¡No!, aunque no me niego a esa posibilidad, pero será más adelante.

R: (¿?), ¿Y entonces ese mameluco?

Paula se separa y pone una cara molesta.

R: (¿?), ¿Qué?... ¿dije algo malo?

AP: ¿Es que acaso no puedes recordar, que estás por ser tío de un lindo niño que habrá de llamarse Ricardito?

R: ¡Es cierto!, (apenado), ¡perdón amor!... ¿y en qué momento le compraste ese mameluco?

AP: Lo compré cuando Jennifer y yo fuimos a buscar el vestido para la cena a la que Edward nos llevó.

R: (se lo pide), ¡Pues debo decirte que es muy bonito!, y más el color azul con el que está bordado.

AP: (sonríe), ¡Sí!... (suspira), Vanesa está feliz porque tendrá un varoncito igualito a Ricardo.

R: (se lo regresa), Si sale igual al padre, lo voy a compadecer.

AP: (enojada), ¡Rogelio!

R: (¿?), ¿Ahora qué?

AP: ¿Es que acaso nunca piensas lo que dices?

R: Sabes que no lo digo en serio... Sé que la ilusión más grande de Vanesa, es que su hijo sea la viva imagen de su padre.

AP: La mayoría de las mujeres deseamos eso, (toma su mano), por lo menos yo ya tengo a mi pequeño Rogelio Rafael, quien es la copia exacta del hombre que amo.

R: ¡Y va a ser bien guapo!

AP: ¡Muy guapo!

Rogelio se recuesta en el asiento y le pide a Paula que ella lo haga en su pecho... Paula se acomoda y le regala un par de caricias a su esposo.

AP: ¡Rogelio!

R: ¡Dime!

AP: ¿Crees que mi hermana me pida ser la madrina de su bebé?

R: Yo creo que sí... Por eso en cuando lleguemos a Estados Unidos, nos vamos a la mejor tienda de artículos para bebés, y le compramos muchos regalos, y así sumamos puntos a favor... ¿estás de acuerdo?

AP: ¡Claro que estoy de acuerdo!

R: También le vamos a pedir a Ricardo que se queden con nosotros, para que todos nuestros chamacos crezcan juntos.

AP: Sería muy hermoso que en nuestros hijos se forme un lazo inquebrantable con sus primos.

R: ¡Eso mero!... pero ahora señora, hay que descansar para llegar con fuerzas a Estados Unidos, y hacer todo en lo que ya quedamos.

AP: ¡Tienes razón!, (se incorpora y le da un beso en los labios), ¡buenas noches amor!

R: (le da otro), ¡Buenas noches!

Rogelio cierra los ojos y Paula regresa a su almohada improvisada en el pecho de su esposo... Con ternura sigue observando el mameluco y piensa en lo daría por estar presente el día en que naciera su sobrino... Poco a poco el cansancio del día hace que cierre los ojos, pero antes de dormirse, vislumbra una tierna imagen, en la que aparecen sus cuatro hijos corriendo felices junto a su prima Valeria.

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